Acompañantes comunitarias: cómo trabajan en el eslabón clave para librar de la violencia de género a mujeres "doblemente encerradas"- RED/ACCIÓN

Acompañantes comunitarias: cómo trabajan en el eslabón clave para librar de la violencia de género a mujeres "doblemente encerradas"

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Se trata de una red de voluntarias de Córdoba que visitan, interpelan
y asisten a víctimas de violencia que están aisladas en la pandemia. Fue lanzada en diciembre por el Ministerio de la Mujer provincial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) con el objetivo de dar una primera asistencia en lugares donde el Estado no podía acceder.

Acompañantes comunitarias: cómo trabajan en el eslabón clave para librar de la violencia de género a mujeres "doblemente encerradas"

Ilustración: Denise Belluzzo.

La pandemia que atravesamos —y nos atravesó— durante 2020, dejó al descubierto y potenció el peligro que viven miles de mujeres expuestas a situaciones de violencia de género que quedaron encerradas con su agresor. Solo en la provincia de Córdoba se abordaron, el año pasado, 157.747 situaciones de violencia de género, dice Lucía Ibañez, miembro del Área de Políticas de Género del Ministerio de la Mujer cordobés.

Pero la situación de encierro, explica, también mostró otra cosa: “Puso más que nunca en evidencia el rol clave que juegan las redes comunitarias en lo que se conoce como ‘la ruta crítica’ que emprenden las mujeres en su camino hacia una vida libre de violencias. Y también la dificultad que tienen muchas veces para acceder a los recursos dispuestos por el Estado”.

Córdoba ya había impulsado organismos que se dedicaran a asistir a las mujeres víctimas de violencia de género, como el Polo Integral de la Mujer, creado en la capital cordobesa en 2016 (un sitio que integra asistencia, denuncia y protección hacia las mujeres, sus hijas e hijos y ofrece tratamientos “psicosocioeducativo” a varones que ejercen o son víctimas de violencias). También se desarrollaron distintos polos integrales repartidos en toda la provincia. Y además, en 2020, en distintos municipios se crearon sitios llamados Punto Mujer, “para la primera atención de las violencias”, explica Ibañez.

“Estos tres niveles de atención [el Polo Integral central, los dispersos por la provincia y los Punto Mujer] funcionan de manera coordinada dada la complejidad que implica el abordaje de situaciones de violencia. Todos son imprescindibles, ninguno se superpone con el otro”, dice. 

Además de estos espacios, cuenta, detectaron que la primera asistencia que recibe una mujer que sufre violencia de género viene de redes que acuden “de una manera espontánea y comunitaria” y así se constituyen como “un eslabón fundamental en este abordaje: estas personas son el lazo entre los diferentes niveles de atención”. 

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Así es que en diciembre lanzaron, con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Red de Acompañantes Comunitarias contra la Violencia de Género, que consiste en brindar herramientas y formación constante a aquellas personas que cumplen esa tarea, y a quienes han pasado por la Diplomatura en Formación de Acompañantes Comunitarias contra la Violencia de género, creada en 2018 por la provincia de Córdoba, junto con la Red de Universidades por la no violencia (compuesta por todas las universidades públicas y privadas de la provincia). 

“El hecho de poder acercarse a los barrios en el peor momento de la cuarentena fue, sin dudas, movilizante, y más en la situación que estaban pasando las personas de esos barrios cercados por brotes de COVID. Sabíamos que el número de mujeres violentadas en este contexto había aumentado, por ello, como acompañantes, teníamos que tratar de acercar el Estado a esas mujeres que estaban doblemente encerradas, ya que ni siquiera podían salir de sus casas a hacer las compras. Necesitábamos que se sintieran acompañadas”, dice Luciana, quien completó la diplomatura en 2019 y en plena cuarentena fue convocada para formar parte de la Red. 

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Una de las medidas que tomó el Gobierno de Córdoba en el auge de la pandemia fue el de disponer cordones sanitarios, es decir, cerrar aquellos barrios con gran cantidad de casos restringiendo la circulación de sus habitantes. En esos puntos, fundamentalmente, trabajó la Red de Acompañantes para asistir a las mujeres que no tenían la posibilidad de salir de su casa.

Mujeres que tienden la mano

“En uno de los barrios me tocó asistir a una madre que me contó que su hija había sido abusada por un familiar. Ellas habían decidido denunciar y se habían podido acercar al Polo, ahí pudo acceder a asistencia psicológica, pero con la cuarentena había perdido contacto con la psicóloga. Mi trabajo en ese momento fue tratar de contener a esa madre que estaba preocupada por la salud de su hija y recabar todos los datos necesarios para lograr que su hija retomara la asistencia psicológica lo más pronto posible”, cuenta Luciana. Y asegura que la tarea de acompañamiento fue una experiencia “más que grata”: “Es increíble lo que se forma con las redes de mujeres”.

Como Luciana, Paula también había cursado la diplomatura en Formación de Acompañantes Comunitarias contra la Violencia de Género y quiso unirse a la Red: “Era ayudante en una cátedra de Estudios de Género, ya había trabajado con violencia, estudio abogacía y sentí que iba a poder aportar mucho más desde este lugar”, dice. 

“En mayo empezamos a ir a los barrios donde estaban los cordones sanitarios junto con personas del Centro de Operaciones de Emergencia (C.O.E.). Íbamos en grupos con algunas de las chicas del Ministerio [de la Mujer] pero nos movimos bastante solas. El fin era difundir los planes que ya existían en estos barrios que la mayoría de las veces estaban alejados de las zonas céntricas. Una vez que llegábamos había dos formas de trabajar: una era comunicándonos con todas las mujeres que estaban haciendo fila para hisoparse y otra recorrer el barrio casa por casa”, dice Paula. 

A las mujeres les hablaban del plan para asistir a la embarazada y su bebé durante la gestación, del plan que brinda métodos de anticoncepción y elementos de higiene, “ya que durante la pandemia podían faltar en los puntos de foco del virus en los que no se podía salir del barrio”, y les hablaban de violencia de género, de los tipos de violencia, les dejaban una línea provincial gratuita para denunciar (0800-888-9898). 

“Era más que nada ir y hablar con las mujeres —sigue Paula—, que en un principio siempre ponen un poco de resistencia porque muchas veces no percibimos que somos víctimas de violencia si no es física. Pero existen la violencia psicológica, sexual, económica y un montón de otras que no se reconocen tan fácilmente. Así que era poder llegar y que ellas mismas pudieran generar vínculos con otras mujeres del barrio para acercar este número de teléfono en caso de que ellas no quisieran hacer la denuncia. Lo que pasaba es que normalmente, al estar en el hogar que muchas veces es el foco de violencia, en el momento no te decían que eran víctimas y posterior a nuestra llegada al barrio había un montón de denuncias en el 0800”. 

Algunas mujeres, cuenta, sí les contaban que sufrían ciertos tipos de violencia. En esos casos, les tomaban los datos y las acompañaban en el proceso para salir de esa situación mediante el Polo de la Mujer. 

“En mi experiencia, en lo que más se interesaban era en el plan de la embarazada y su bebé, y respecto a la violencia, servía para la amiga, la hermana, la prima, que sufría esa situación, y después llamaban por teléfono. Es como que hay una cierta naturalización de la violencia por parte de la víctima, entonces nuestro rol como acompañantes es interpelarla para que pueda percibir la situación que está atravesando e iniciar la ruta crítica para una vida libre de violencia: el proceso que se construye a partir de las decisiones y acciones que ejecutan las mujeres que están en esta situación. Es la búsqueda de soluciones de las mujeres que deciden romper con el silencio. Ahí está el rol del acompañante: que lo puedan identificar y después acompañar en el proceso, hacerles entender cuáles son sus derechos, qué les corresponde, qué herramientas tienen”, sintetiza Paula.

Ella, Luciana y las personas que integran la Red trabajan para que las mujeres en los barrios sepan que realmente hay una estructura “y un sostén por detrás de las chicas tocando la puerta de su casa” y para que quienes la están pasando mal puedan salir de esa situación de la mejor manera.

“Cuando hay una persona en la comunidad que tiende una mano esa brecha [entre el territorio y el Estado], que a veces parece tan grande, se acorta, y es más fácil salir de la situación de violencia. Por eso en diciembre 2020, que parecía tan difícil y en el que además se ha visto, según indican las estadísticas, un incremento de la violencia de género, se lanzó esta red de acompañantes comunitarias como una política pública para continuar fortaleciendo estos espacios comunitarios que ya existen y generar una articulación y un diálogo permanente entre estas redes y la capacidad instalada que ya tiene el Gobierno de la provincia de Córdoba a través de los polos integrales, los polos regionales y los Punto Mujer”, explica Ibañez.

La formación que sentó las bases

Hay que ir un par de años atrás para contextualizar el surgimiento de la Red. En 2018 la provincia de Córdoba, junto con la Red de Universidades por la no violencia (compuesta por todas las universidades públicas y privadas de la provincia) lanzó la Diplomatura en Formación de Acompañantes Comunitarias contra la Violencia de género. Esta formación —certificada también por organismos nacionales e internacionales como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la Organización de los Estados Americanos (OEA)— surgió habiendo detectado la necesidad del sostén en territorio, dada la cantidad de casos de violencia de género en la provincia y teniendo como eje la Ley de protección integral a las mujeres, que señala que el Estado debe garantizar “programas de acompañantes comunitarios para el sostenimiento de la estrategia de autovalimiento de la mujer”. 

La diplomatura se dictó, año a año, de manera exitosa. Incluso en 2020, la adaptación virtual impuesta por la pandemia la volvió accesible para personas de todo el país (y aun de otros países, según menciona Ibañez), lo que la presencialidad no hubiese permitido. Así, más de 10.000 personas ya pasaron por la diplomatura que “sentó bases comunes en lo que es el acompañamiento comunitario”, señala. 

El lanzamiento de la Red de Acompañantes viene a apuntalar estos recursos desplegados por la provincia: “La propuesta consiste en adaptar las herramientas al contexto de la pandemia para lograr una mayor efectividad en el servicio y en las capacidades de las acompañantes comunitarias” dice Alejandra García, responsable del Área de Géneros en el PNUD en Argentina.

El rol clave de las acompañantes y su articulación con el Estado

Fortalecer las redes de acompañantes comunitarias y su intervención en los territorios como primer nivel de asistencia para dar respuestas rápidas y efectivas contra las violencias y establecer nexos con los espacios provinciales para garantizar que todas las personas en situación de violencia accedan a los recursos y programas del Estado es lo que busca esta iniciativa. La Red, además, está siendo difundida por el PNUD en la región “para promover esos objetivos en otros países con las mismas necesidades”, según indicaron desde el área de Prensa del organismo.

Desde el PNUD detallan que “el programa establece diversos niveles de intervención: un primer nivel comunitario, un segundo nivel de tratamiento y atención, y un tercer nivel de atención centralizada. De esta manera, articula las acciones de una variedad de actores que van desde la familia, las redes vecinales, pasando por los centros de salud, hasta el Polo Integral de la Mujer en situación de Violencia de la Provincia. La Red de Acompañantes Comunitarias se inscribe en el primer nivel de intervención y es fundamental garantizar un mapeo, el primer contacto y la prevención”.

Entre las acciones concretas que viene llevando a cabo esta red se encuentran: un protocolo de actuación (realizado junto con PNUD) que indica cómo proceder ante una situación de violencia de género; instancias de formación continua (“porque si bien la diplomatura sienta las bases, esta problemática es tan profunda que todo el tiempo es necesario ir repensando las prácticas y saberes que se construyen de manera colectiva”, señala Ibañez); asesoramiento; mapeo de todos los recursos e instituciones provinciales.

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Quienes deseen formar parte pueden comunicarse por mail, y luego registrarse en una plataforma virtual (pueden ser personas o instituciones). A partir de ese momento, el mapa provincial que localiza los diferentes integrantes de la red (referentes territoriales, acompañantes comunitarias, instituciones), se actualiza. 

Una vez en la red, se puede:

  • Participar de encuentros y capacitaciones organizados según jurisdicciones por el Ministerio de la Mujer.
  • Acceder a consultoría para acompañantes, que incluye asesoramiento para la presentación de proyectos que busquen financiar acciones en línea con la red. 
  • Acceder a una app que permite construir una “Red de Confianza” para dar aviso ante un peligro, mandar SMS con la ubicación o llamar rápido a la Policía o al Ministerio de la Mujer. 

“Nuestro principal canal de comunicación es un grupo de Facebook desde el cual compartimos buenas prácticas y toda la información y recursos que tenemos a nuestra disposición. Por ejemplo, informamos sobre qué hacer o dónde acudir frente a una situación de violencia de género, mostramos esos recursos que existen pero que muchas veces no se conocen”, dice Ibañez, quien aclara: “La Red de ninguna manera reemplaza a las instituciones y centros especializados, si no que derivamos pertinentemente a toda esa estructura que ya existe y que funciona”.

Y agrega: “Nosotros vamos a brindar herramientas a través de formación continua, de encuentros para escuchar a las acompañantes y sus necesidades, siempre haciendo hincapié en el cuidado de la persona que forma parte de la Red, y de ninguna manera reemplazando las tareas y roles de las instituciones claves, como el Poder Judicial, quien debe garantizar el cuidado de los ciudadanos a través de la toma de denuncias y la disposición de medidas de protección, la Policía o incluso nosotros como Ministerio en nuestro rol de asistencia y acompañamiento a las personas en situación de violencia”.