La pelea por subsistir- RED/ACCIÓN

La pelea por subsistir

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION
La pelea por subsistir

Los hombros de Bernarda Pesoa se ven cargados, pero su andar tranquilo y su tono de voz suave parecen inalterables. La lideresa de la comunidad Santa Rosa del Pueblo Qom se encarga de muchas de las necesidades de su gente: desde acompañar a los enfermos al hospital hasta empoderar a mujeres en la lucha por sus derechos.

Ese día, Pesoa se despertó al amanecer, salió de la comunidad, que está a 39 kilómetros de Asunción, en el distrito de Benjamín Aceval del departamento de Presidente Hayes, y se acercó a la ruta para tomar un colectivo que la dejaría en el centro urbano más cercano. Tenía cita con un juez. Una niña de su comunidad fue víctima de abuso y Bernarda se encargó de realizar la denuncia y seguir todo el proceso. A las 10, volvió a su casa, pero antes pasó por un almacén para comprar su desayuno: un pan y una empanada.

Bernarda es secretaria de relaciones de Conamuri, una organización que agrupa a 800 mujeres campesinas e indígenas, y forma parte del Colectivo de Mujeres del Gran Chaco Americano. La lideresa, de 38 años, también es artesana, madre de tres varones y dos mujeres, y abuela de un nieto. Desde los distintos espacios trabaja para el fortalecimiento del liderazgo de las mujeres.

La lengua materna de Pesoa es qom, pero aprendió el español y el guaraní a los 15 años, cuando comenzó a trabajar como empleada doméstica en una casa de Asunción. Dejó la escuela y empezó a trabajar.

Bernarda Pesoa es lideresa de la comunidad Santa Rosa del Pueblo Qom.

Unas 120.000 personas se reconocen como integrantes de pueblos originarios en Paraguay. El 76% vive en situación de pobreza extrema, según el último censo, de 2012.

Desde los años 70, la comunidad Santa Rosa vive en las mismas tierras, en una zona rural del chaco paraguayo. Allí viven 72 familias. “Todos los niños que nacen en la comunidad ya les pertenece esta tierra”, asegura Pesoa.

Esa región es uno de los principales territorios afectados por el modelo ganadero. En el período que va de enero de 2014 a enero de 2018, alrededor de 1 millón de hectáreas fueron deforestadas en la región, según la investigación de Elizabeth Duré y Marielle Palau. La principal causa es la ganadería: Paraguay es el 7° exportador de carne en el mundo y actualmente tiene unas 14 millones de cabezas de ganado.

“Las vacas tienen más tierra que nosotros. Un animal puede tener una media hectárea. Hasta la calle también le pertenecen a los ganaderos. Hay que pedirles permiso para comunicarse con otras comunidades”, se queja Pesoa.

Cuando las comunidades indígenas van al monte, se encuentran en el camino con carteles que dicen “Prohibido la entrada a personas ajenas”. Eso fue un choque para ellas, que suelen tener una noción distinta del uso del territorio: “Cuando uno viene acá, no se encuentra con ningún tablero que restrinja la entrada. Los ganaderos nos tratan así y es una injusticia enorme para nosotros”.

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A los 19 años, Pesoa comenzó a militar por los derechos de su pueblo, sin embargo ella cree que liderar, siendo mujer, no es fácil. “Hay que enfrentar el machismo y el patriarcado que todavía late en cada comunidad”, expresa la lideresa, mientras se corre de la cara su pelo negro y largo. También se toca su collar, un talismán que le dieron en el Primer Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan, realizado en marzo de 2018 en Chiapas, México.

El collar, para ella, es símbolo de protección personal y económica. Recientemente, Bernarda participó del Encuentro Nacional de Mujeres en La Plata y asistió en más de una ocasión a plenarios de Naciones Unidas, en Nueva York, para plantear los principales problemas que enfrentan las mujeres indígenas.

Uno de esos problemas es la discriminación. En Paraguay, Pesoa ve la desigualdad en los colectivos, los hospitales, las universidades, en todos partes. Por un lado, las discriminan dentro de sus propias comunidades, donde tienen menos capacidad de decisión que los hombres sobre el uso de la tierra y menos acceso a una parcela para la producción propia. Y por otro desde las instituciones del Estado, que apenas ofrecen políticas y programas dirigidos a su empoderamiento económico.

“Cuando las mujeres tratan de armar un proyecto propio y encuentran el financiamiento, se le suele comunicar primero al líder y él es el que decide si se hace o no. Hay que seguir fortaleciendo los liderazgos de las mujeres en las comunidades indígenas. Tenemos un largo proceso por delante”, comenta Pesoa. Paraguay, en ese sentido, tiene pendiente aprobar un proyecto de ley para eliminar todas las formas de discriminación.

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Las mujeres indígenas recurren al monte para buscar la totora, una planta acuática común en esteros y pantanos de América del Sur. La utilizan como materia prima para la artesanía:carteras, sombreros, cajas y accesorios

“Cuando los ganaderos te ven en la vereda de la ruta buscando totora, empiezan a prender fuego y lo queman todito para que no regreses ahí. Igual, nosotras seguimos haciendo nuestra artesanía. Somos 76 mujeres que nos reunimos para producir. Y así peleamos para poder tener el pan de cada día”, comenta Pesoa.

Mujeres de la comunidad buscan totora para hacer las artesanías.

Además de ser un símbolo de resistencia, la artesanía reúne a las mujeres, les permite obtener un ingreso y genera un espacio de contención. Pesoa reflexiona: “Es importante el diálogo con otras mujeres porque no todas estamos viviendo bien. En estos grupos se generan lazos fuertes de solidaridad. Allí descargan los problemas. Cuando una compañera se encuentra mal, encuentra un lugar de confianza para contar por lo que está pasando”.

La totora se corta con cuidado para que siga existiendo y, tras una semana, las mujeres artesanas Qom la transforman en arte. Ellas se encargan de reforestar esa especie nativa para poder asegurar la continuidad de su cultura. También apuntan a la concientización social para fomentar un comercio justo de sus artesanías. Pesoa expresa: “Los recursos naturales son muy importantes para nosotras, por eso nos convertimos en defensoras ambientales y territoriales”.