Por qué el 30% de las personas en la cárcel son reincidentes y qué programas ayudan a evitar que alguien vuelva a delinquir- RED/ACCIÓN

Por qué el 30% de las personas en la cárcel son reincidentes y qué programas ayudan a evitar que alguien vuelva a delinquir

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

El número deja en evidencia las fallas del sistema en darles herramientas a quienes quedan en libertad para reinsertarse en la sociedad y empezar de nuevo. Especialistas analizan las causas para que alguien vuelva a cometer un delito, casi siempre de más gravedad que el primero. También explican qué programas han demostrado efectividad en bajar la reincidencia y qué debería hacer el Estado.

Un hombre de espaldas, con una reja de un costado y un lápiz en la otra mitad de la pantalla.

Intervención: Julieta de la Cal.

El 7 de noviembre, Roberto Sabo, un quiosquero de la localidad bonaerense de Ramos Mejía, fue asesinado en su comercio. El acusado del crimen es Leandro Daniel Suárez, un hombre de 29 años. Un factor que cobró relevancia en los medios fue que Suárez ya había cumplido tiempo en la cárcel, por lo que sería “reincidente”, palabra que se usa para referirse a personas que cumplieron condenas y que, una vez en libertad, vuelven a cometer un delito. En este mismos sentido, 3 de cada 10 personas actualmente presas ya habían cometido un delito antes de la causa por la que están encarcelados. ¿Qué carencias tiene nuestro sistema judicial y penitenciario? Y ¿qué políticas públicas son necesarias para revertir este círculo vicioso?

El crimen del quiosquero vuelve a encender las alarmas sobre la eterna problemática de la inseguridad en la Argentina, pero también pone un asterisco sobre el problema de la reincidencia en el país.

Agustina Propato, legisladora bonaerense y esposa del ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni, subrayó que el acusado “es una persona que estuvo presa desde el 2014 hasta el 2020”, y llamó a revisar un sistema judicial “que muestra claramente muchas fallas”. Además, consideró que el sistema penitenciario “no cumple evidentemente con la función y misión que tiene, que es la resocialización de los internos”. Y el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, dijo: “Hay que trabajar con la reincidencia, pero se necesita tiempo”.

Esta nota se desprende de un episodio de FOCO, el podcast de RED/ACCIÓN.

Cuando hablamos de reincidencia, una de las fuentes a las que se puede acudir para obtener datos es el Sistema Nacional de Estadísticas sobre Ejecución de la Pena. Hay informes anuales con estadísticas a nivel país, en los que se muestra la evolución y las características de la población privada de libertad en unidades penitenciarias. El último informe publicado se desprende de un censo que se hizo en todas las cárceles del país el 31 de diciembre de 2020.

En el país hay 318 cárceles. En diciembre de 2020 había casi 95.000 presos y presas, lo que significa una tasa de 209 personas cada 100.000 habitantes. Un 96% de la población carcelaria son varones mientras que un 0,1% son trans y un 3,8% mujeres. Desde la década del 90, la población carcelaria viene en aumento, lo que tuvo como efecto colateral problemas muy serios de hacinamiento que empeoran la calidad de vida de estas personas.

Hay una diferenciación entre persona reiterante y persona reincidente. Se considera reiterante a alguien que es condenado por un delito idéntico o análogo a aquel por el cual fue condenado anteriormente. Reincidente es una persona que comete un delito distinto al último por el que fue detenido.

Dos terceras partes de los presos y presas del país son condenados por primera vez en su vida, lo que se conoce como condena primaria. En 2020, un 20% de las personas condenadas fue reincidente, un 10% reiterante, y el resto primarios. Esa cifra de reincidencia se mantuvo relativamente estable en las últimas dos décadas. Es decir, 3 de cada 10 personas presas ya habían cometido un primer delito antes de la causa por la que están ahora encarcelados.

Los números de reincidencia son relativamente parecidos en toda América Latina. Un patrón que se encuentra es que aquellos y aquellas que reinciden lo hacen con crímenes más graves de los que habían cometido anteriormente. Otro dato no menor es que en 2020 un 57% de las personas cumplían condenas de entre 3 y 9 años. Esto significa que estas personas, que son en su mayoría jóvenes, van a quedar en libertad, y el sistema está fallando en darles herramientas necesarias para reinsertarse y empezar de nuevo.

Los factores que inciden en la reincidencia

Marcelo Bergman, doctor en Sociología y director del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (CELIV) de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, dice: “La reincidencia es un problema muy serio que no solamente ocurre en la Argentina sino en otros países y es un problema de difícil resolución porque las personas que reinciden vienen ya de una trayectoria delictiva bastante extensa y es difícil que vuelvan a reencauzarse socialmente. De todas formas, hay buenas experiencias en algunos casos y hay cosas que se pueden hacer. Las causas son las causas mismas del delito. Además, se agrega la incapacidad de otras intervenciones, ya sea las intervenciones mientras están en la cárcel, con programas o después de la cárcel para suavizar o intentar controlar que aquellas personas que salen de la cárcel no vuelvan a reincidir. Las consecuencias son serias porque las personas que reinciden normalmente son más violentas, más sofisticadas y producen más crimen que cuando entraron por primera vez, los que llamamos primerizos”.

“Las tasas de reincidencia rara vez bajan seriamente —agrega Bergman—. Y esto es porque, en general, la mayoría de las personas privadas de su libertad cumplen sus condenas y salen relativamente rápido. Cuando hay una alta rotación entre los que entran y salen de la cárcel, esto nos está predicando, no está anticipando que va a haber una alta tasa de reincidencia. Por el contrario, cuando la rotación de los que entrar y salen de la cárcel es baja, eso nos va a predecir que habrá pocos reincidentes. En América Latina en general y en la Argentina, en particular, la tasa de rotación, es decir, la gente que entra y sale de la cárcel, es mucho mayor que en Europa o en Estados Unidos. Eso hace prever que habrá más reincidentes en el futuro de lo que hay hoy. Hasta que no se revierta esa tendencia, probablemente no vamos a tener una baja fuerte en los niveles de reincidencia”.

Por otra parte, Bergman explica cuáles son las variables que influyen en la reincidencia: “Hay mucha investigación en muchos países acerca de esta pregunta, y uno puede identificar tres o cuatro variables clave que pueden predecir o que se consideran factores de riesgo en la reincidencia. La primera y más importante tiene que ver con la historia delictiva del preso o reincidente. Una persona que empezó con actos delictivos a muy temprana edad, es decir que a los 9 o 10 años ya robaba alguna cosa, ya tenía conflictos con la autoridad, etc., es alguien con una altísima probabilidad de tener una carreras criminal prolongada y, por lo tanto, son personas que posiblemente entrarán y saldrán de la cárcel muchas veces”.

El especialista añade: “El segundo factor que explica la reincidencia es la edad a la que salen de la cárcel. Cuánto más jóvenes salen de la cárcel, más proclives son a tomar carrera delincuenciales y reincidentes. Una persona que sale a los 22, 23, 25, 27 años de la cárcel, tiene muchísimas más probabilidades de ser reincidente que alguien que sale a los 40 o 45 años. Es decir, la edad es un buen predictor. Una tercera variable, que es muy importante, es el ambiente al que va a salir, el entorno social. Si una persona sale y tiene una pareja o hijos que en lugar de estimularlo al robo o la actividad delincuencial no les gusta que su pareja o su padre lo haga, entonces, esta persona tendrá mayor posibilidad de lo que llamamos el desistimiento de la carrera criminal”.

Por último, Bergman agrega: “La cuarta variable que se agrega es el trabajo o la probabilidad de acceder a un trabajo. Si es una persona que puede acceder a un empleo y sostenerlo en el tiempo, tiene mayores probabilidades de abandonar la carrera delictiva”.

Un taller de escritura en una cárcel bonaerense.
En un pabellón del penal 23 de Florencio Varela pacificaron la convivencia con un taller de escritura. Fotos: MAFIA.

Educación en las cárceles

En el año 2020, un 42% de la población penitenciaria participó en algún programa de educación, y un 11% de personas tuvieron algún tipo de capacitación laboral. Estas cifras son bajas si consideramos el enorme potencial transformador que tienen estas iniciativas.

Por otro lado, UBA XXII es un programa de la Universidad de Buenos Aires que lleva más de tres décadas y que dicta carreras de grado en centros de detención. En 2015 se anunció que, en una de sus sedes, se encontró que el 85% de los presos y presas que estudiaban no volvían a la cárcel. El programa, cita un estudio de la Facultad de Derecho y la Procuración Penitenciaria de la Nación, indica que la tasa de reincidencia de los presos que estudian una carrera en prisión es casi tres veces más baja que la de los presos que no estudian.

Entre muchas otras cosas, el programa de extensión en cárceles organiza talleres, cursos y otros espacios de formación intramuros sobre escritura, derechos, arte y oficios culturales, coordina grupos de estudio, publica revistas y libros, organiza charlas y eventos de difusión que ponen en circulación producción hecha en la cárcel.

Juan Pablo Parchuc, director del Programa de Extensión en Cárceles y coordinador de la facultad de Filosofía y Letras en el Programa UBAXXII, dice: “Diría que hay que buscar los motivos de la vuelta a la cárcel en la continuidad de la respuesta penal, en el funcionamiento de la propia cárcel como institución, en las prácticas y rutinas policiales y de la justicia penal, en la ausencia de políticas posencierro para las personas que recuperan su libertad y, en general, en la creciente precarización de la vida y la falta de oportunidades para los sectores más postergados de la sociedad”.

“En nuestra experiencia de más de 15 años de trabajo intramuros pudimos ver que las personas que han pasado por programas universitarios en contextos de encierro o que se vincularon con cooperativas, organizaciones sociales u otros colectivos dentro, pudieron sobrevivir a la cárcel y transformar su vida para —como dice un compañero liberado— dejar de ser clientes del sistema. La cárcel es un problema de todes, no solo de las personas encarceladas, sus familias y allegados, es un problema de toda la sociedad. Si no lo pensamos así, es muy difícil enfrentar el problema y proponer soluciones efectivas o al menos inventar otros caminos. El único modo de salir de la cárcel, de dejar atrás los muros e imaginar otras posibilidades, es creando nuevas formas de vida y de comunidad”, explica Parchuc.

Además, señala: “En la cárceles donde hay presencia de universidades y organizaciones sociales con perspectiva de derechos humanos y proyectos orientados a la transformación social, las personas salen con herramientas y sobre todo con una red política y afectiva que ataja los problemas y ayuda a que no vuelva a caer. Conocemos un montón de personas que a partir de hacer una carrera universitaria o de hacer un taller literario intramuros pudieron rearmar su vida y construir proyectos colectivos no solo dentro de la cárcel sino también afuera cuando recuperaron la libertad, y nunca volvieron a la cárcel. Hay que apoyarse en esas experiencias y sobre todo escuchar a las personas privadas de la libertar y liberadas para poder diseñar políticas que permitan imaginar un futuro distinto”.

El trabajo con la población carcelaria

Red Creer es un espacio que nuclea a más de 35 organizaciones que trabajan para el diseño, la implementación y la evaluación de iniciativas orientadas a la inclusión socioeconómica de personas privadas de la libertad, de liberados y sus entornos directos.

Una de las organizaciones englobadas en Red Creer es Volviendo a Casa. Desde hace 25 años, Volviendo a Casa trabaja con presos, egresados de cárceles y personas en situación de calle. Crea espacios de transformación personal a través del poder de la palabra y la escucha en comunidad. Además, recorren penales, en este momento los federales. Hoy centran su actividad en el Complejo 4 Federal de Ezeiza, que es una cárcel de mujeres. Decidieron centrarse en cárceles de mujeres por este motivo: algo muy frecuente es que cuando una mujer cae detenida, eso implica cierto desmembramiento de la familia. En cambio, se observa que cuando el detenido es varón, la mujer se mantiene como sostén de la familia extramuros.

Mabel Carrera es, counselor y directora ejecutiva de esta organización, dice: “Las personas que han pasado por situación de cárcel o situación de calle por causas propias o ajenas, como problemas económicos, violencia doméstica, falta de cultura, de trabajo, elecciones desacertadas o adicciones; se enfrentan a la discriminación y la falta de posibilidades para reinsertarse, lo que también fomenta el abandono de sí mismo”.

“Y acá hago mucho énfasis —explica Carrera— en esto de las adicciones porque muchas personas entran a la cárcel sin haber sido consumidores y salen siendo consumidores. Hay que poner el foco ahí. ¿Qué pasa con este tema? ¿Qué pasa en la cárcel con el consumo? Y también en algunas cárceles hay lugares donde se trabajan puntualmente las adicciones. Trabajan como una comunidad terapéutica. Que haya más de estos lugares para que trabajen con personas que tengan ganas de cambiar esto”.

Intervención: Pablo Domrose

El rol del Estado

Además, Carrera agrega: “El Estado tendría que tener una participación para que las cárceles sean para resocializar. Eso tiene que ver con que sea obligatorio. Y digo obligatorio el tema del estudio. Muchas chicas detenidas estudian solo por el puntaje, porque les puede significar algún beneficio. Desde nuestra mirada, esto debería ser obligatorio. En las cárceles en las que laburamos hay también una variedad de oficios impresionante. Mucha oferta de aprender oficios. No sé si todos los oficios tienen un correlato en el exterior, que cuando salen extramuros sean oficios que se puedan usar. Algo sí, otros no tanto. Creo que por ahí había que aggiornar un poco todo eso y ver qué necesidades de gente para trabajar son las que se necesitan”.

“Las cárceles que tienen programas de reinserción o de formación dentro, sabemos que por ahí tienen un poco menos de reincidencia, pero los sectores que menos reincidencia tienen son en los que las personas acceden al estudio. Terminan su carrera universitaria o algunos llegan al penal sin saber leer o escribir, y está es una realidad muy frecuente. Esto de poder alfabetizarlos, que hagan más el secundario y muchos opten por seguir una carrera universitaria es lo que más baja la reincidencia. En ofrecerles otra posibilidad, cambiar el paradigma que tienen, mostrarles otra cosa que pueden hacer y creo que ahí tendría que estar el foco”, cierra Carrera.

Mientras tanto, Bergman señala: “El Estado tiene mucho que hacer desde mejorar las cárceles, no abarrotar las cárceles con tantas personas sino sancionar solamente a los delitos más graves, porque la cárcel es una productora de criminalidad y las personas después terminan saliendo. Lo primero que debería evaluar son las sanciones penales privativas de la libertad. Con esto no digo que no haya que encarcelar, al contrario, creo que hay que encarcelar, pero no necesariamente cualquier delito”.

El sociólogo también destaca: “Realmente hay mucho trabajo que hacer. Hay algunos programas exitosos y otros no tanto. Hay que trabajar sobre la dignidad y la capacitación de las personas. Y además, algo muy olvidado en la Argentina y en la región es el período pospenitenciario. Más del 50% de las reincidencias ocurren en los primeros seis meses después de la salida de la cárcel, o sea que hay una ventana de oportunidad de trabajar con la persona que sale de la cárcel durante esos seis meses o el primer año de posencarcelamiento, tratando de darle trabajo, tratando de darle apoyo social, resolviendo problemas de adicciones que normalmente se adquieren durante la cárcel, en fin, realizar una serie de programas que estando en libertad puedan seguir asistiendo a una persona que tiene altísimas probabilidades de reincidir”.


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