Contra los poetas: ¿es la poesía "remera" la salvación del mercado editorial?- RED/ACCIÓN

Contra los poetas: ¿es la poesía "remera" la salvación del mercado editorial?

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El fenómeno surgió en Instagram de la mano de la poeta canadiense Rupi Kaur y se extendió a todo el mundo. En la Argentina, sus principales exponentes son Mercedes Romero o Juan Solá. El suceso ya no está solo en las redes sino que también se venden miles de libros de estos ya famosos "instapoetas".

Contra los poetas: ¿es la poesía "remera" la salvación del mercado editorial?

Ilustración: Pablo Domrose

Voy a escribir los versos más tristes esta noche. En mí época, esa era una línea dorada. Escribir por ejemplo la noche está estrellada y tiritan azules los astros a lo lejos. Ya no son lo mismo que antes. ¿Quién los reconoce al vuelo? Hace poco lo busqué en Instagram, de curioso. Encontré dos placas con el Poema 20, el soneto de Pablo Neruda que empieza con ese verso. Ninguno superaba los 20 likes, cosas que pasan cuando uno escribe los versos más tristes.

Sucede sin embargo que este curioso hecho no representa el momento de la poesía en este nuevo mundo de redes y posteos. Cada día, sin buscarlo, leo en mi Instagram cerca de diez poemas. Antes no lo hacía. Antes abría un libro de poesía cada dos días y leía uno o dos poemas. Es un hecho bien establecido que me gusta la poesía, ¿pero 10 poemas por día? Difícil. Hubo una época en que leía 20, o incluso leía 30, o 33 (que es más probable que 30, aunque lo mejor sin dudas hubiera sido leer 35; pero nunca 34, de ninguna manera 34). Pero fue solo una época de jornadas frenéticas que ya nunca se volvió. Más allá de ese momento, leer 10 poemas por día fue siempre una campaña inconquistable. Para mi, para la media.

La cuestión de esta nota es, entonces, la poesía. O más preciso aún: el nuevo boom de la poesía, la revancha de la poesía, el regreso de la poesía al centro de la escena e incluso, vaya fenómeno, al centro del mercado. O más preciso aún: la materia de esta nota es la “poesía remera”. La poesía que cualquiera de ustedes podría mandar a estampar a una remera. La poesía que escriben los poetas de Instagram que en algunos lugares llaman Instapoetas (o Instapoets, en los países anglo parlantes).  

¿De qué hablan esos poetas? Este tuit reciente acaso lo grafique.

Julieta Habif escribe ficción, notas y cartas en "No me olvidé de vos".

En la década del ‘90 fue todo un suceso cuando un libro del poeta Fabián Casas logró vender más de mil ejemplares. El poeta era punta de lanza de una generación que abría paso a una poesía popular, accesible a la mano o la lectura de cualquiera. En su momento, eso que hoy puede verse como cotidiano era contracultural.

Para el mercado, el análisis es otro. Si el suceso de antes se basó en superar los mil vendidos, los números actuales corren por completo la medida. La poeta canadiense Rupi Kaur es el gran sol de este paradigma. Vendió más de dos millones y medio de ejemplares y es una absoluta personalidad en el mundo entero. Instagram fue su gran plataforma de despegue. Hoy tiene tres millones y medio de seguidores y sus poemas acumulan cientos de miles de likes. “Instagram ha hecho que mi trabajo sea muy accesible y me permitió crear una base de lectores. Pero siento que dentro del mundo literario eso tiene su lado negativo porque llevo esa etiqueta y, por alguna razón, ello implica que no soy una fuente literaria creíble”, dijo en algún momento.

Converso con una amiga sobre el tema. En un viaje compró un libro de Rupi Kaur. Los primeros tres poemas le parecieron bien. Le digo que para mí en sus poemas todo lo siente el corazón y el cuerpo se comporta siempre como las flores, o tal vez como una flor determinada, pero que para mí es como si a una persona le hubieran enseñado solo diez palabras en la vida y esa persona fuera lo suficientemente sensible o astuta como para hacer toda una obra con esas diez palabras. Tenés razón, me dice. Y agrega lo siguiente:

En lengua española también tenemos nuestra figura global. Se llama Elvira Sastre, nació en 1992 en Segovia, España, y hace poco nomás estuvo en la Argentina, participando del Congreso de la Lengua. Es una humilde servidora al lado de Kaur, pero tiene sus seguidores (325 mil en Instagram y 143 mil en Twitter). ¿Su estilo? Autoafirmación, superación del amor, algunos recuerdos. Los que más likes acumulan son aquellos que mejor entrarían en una remera: una línea o dos, y un remate. ¿Cuál es la tradición literaria de Elvira Sastre? Gustavo Adolfo Bécquer es uno de los que más menciona. "Fue el autor que me hizo sentir algo por primera vez". Tiene cierta lógica: Bécquer también fue en su momento un poeta popular. Tal vez no en vida (murió a los 34 años), pero rápidamente su obra se volvió canónica dentro del romanticismo. ¿Quién no lo recuerda?: “¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? / Poesía… eres tú“, escribió. Claramente, no hacía referencia ni a Rupi ni a Elvira, que por entonces no nacían.

Pero más allá de Bécquer, ¿tienen tradición los instapoets? Para Pablo Nardi, periodista y escritor, congener de las poetas, ese es un punto clave de la cuestión: “Una característica de este tipo de poemas es que quienes escriben se sienten en la libertad de desconocer absolutamente a poetas anteriores. Cualquier poeta que publica en papel y pertenece a un circuito más o menos tradicional de poesía siempre está en contacto con predecesores, enemigos, influencias, etcétera. En cambio la gente que escribe poesía remera no conoce a otros poetas, simplemente escribe porque tiene el impulso de escribir. En el mejor de los casos, el poeta de Instagram considera que la poesía empieza con Elvira Sastre, la gran poeta de redes sociales. En ese sentido es una práctica muy genuina, muy visceral, lo cual puede redundar, a veces, en una pobreza estilística, temática, etcétera. Todo esto tiene que ver con el medio que reproduce los poemas: Instagram. No se trata de un medio que solamente difunde, sino que marca un tempo distinto de lectura, de atención y de reconocimiento”.

Son muchos los casos que podemos nombras en nuestro país de poetas representantes de este boom: Juan Solá, Silvina Giaganti, Camila Cervio, Gustavo Yuste, Mercedes Romero... Con algunos de ellos hablaremos en esta nota.

Abajo: Canto Nupcial, de Susana Thenón (la poeta murió en 1991). Likes: 32. Arriba: de Elvira Sastre (la poeta nació 1992). Likes: 37,550.

Hay un poema de Guillermo Boido que dice: la poesía no se vende porque la poesía no se vende. El segundo "no se vende", claro, es no se vende al mejor postor, no deja de lado sus valores a cambio del brillo. ¿Podemos seguir diciendo lo mismo? En todo caso, ¿quién ha vendido la poesía?

“Es real que existe una mercantilización de la producción artística y eso no es algo que surgió ayer. Yo no tengo nada contra las remeras con frases pero sí creo que lo que hago, para ser debidamente apreciado, necesita un soporte y un contexto. Por eso si tengo que elegir preferiría leer un poema mío en un mural y no en una remera. Es decir, yo en lo particular prefiero que si alguien elige mi escritura sea en formato libro y que llegado el caso se limpie el culo con las hojas y le de una muerte rápida y simple, a que sea una remera con tipografía Comic Sans toda chivada”, dice Mercedes Romero, acaso la poeta de mayor popularidad entre las y los poetas argentinos. Tiene 104 mil seguidores en Instagram (@merconfiltro) y dos libros publicados. El primero, Los mil y vos, fue el que inauguró su fama: vendió mil ejemplares y pronto el libro desapareció del mercado. Su poética se sostiene en el humor omnipresente de su forma de mirar el mundo, y en una aplastante capacidad para descubrir los sentimientos de una generación.

Su segundo libro, ya con las multitudes en la espalda, se acaba de publicar pocos meses atrás. Se llama Luciérnagas en frascos y tuvo una tirada inicial de 10 mil ejemplares (una locura absoluta para el mercado editorial argentino). En pocas semanas estuvo en los puesto 7 y 8 de los libros más vendidos de lengua hispana del Chicago Tribune, y desde que salió (el 4 de mayo) nunca abandonó el top 20 dentro del ranking de los 100 libros más comprados de Cúspide. ¿Por qué es un dato fuerte? No es un chiste que la poesía no se vende: cualquier poeta que quiera probar suerte imprimirá 300 o 500 libros. Si en los primeros 6 meses un libro de poesía vende 1000 ejemplares es sin lugar a dudas se trata de un suceso. En ese contexto, imprimir 10 mil es un delirio. A menos, claro, que se sostenga en un fenómeno como este.

¿Resignó algo su poesía para lograr tal alcance? “No me parece. Creo que surgió una generación de escritores que entendieron que el lector actual no es el mismo que hace cien años. Tenía mucho sentido que Dostoyevski relatara con un detalle exhaustivo la decoración de la sala, el género, la caída de la cortina, la luz que entraba… Era sumamente barroco y podía tener dos páginas y media así, pero en ese momento los libros eran la red social. Las personas no se pasaban el día saltando de pantalla en pantalla como hacemos nosotros en la actualidad. Su único vertedero de ilusiones eran los libros. Hoy no. Desde que nos levantamos lidiamos con la palabra: en el laburo, en grupos de WhatsApp, en memes, en redes social... Entonces el margen de tolerancia del lector hoy es otro. No es que las personas ya no lean, sino que existe otro grado de permeabilidad, y los escritores que hoy están teniendo éxito (en términos de alcance) supieron entender muy bien eso. Claro que la democratización del contenido crea una brecha donde de repente todo es poesía, cualquiera escribe poesía, y bueno, hay estilos para todos y queda en uno establecer su criterio y ver con qué tipo de contenido empatizás”, dice.

Yo mismo he empezado a escribir menos. Desalentado por la brevedad y la falta de atención, volqué mi oficio a la redes y el ejercicio de mi palabra a los chats. A todos nos cuesta lidiar con la falta de atención, aunque a algunos más que a otros. No sé cómo se escribe un poema popular. En mis años de mayor juventud, intenté en vano popularizar grandes poemas. Pero la poesía cambió y entró finalmente en aquella góndola en la que no creímos que iba a entrar nunca: la de la lógica de consumo.

Likes: 11,419

Gustavo Yuste es un poeta de la misma generación que Mercedes, pero con una estética diferente. Su perfil no tiene ni de cerca la misma popularidad que el de Mercedes, pero dentro del mundillo literario logró conseguir un nombre. Ahí una primera diferencia entre ellos: Gustavo pareciera habitar un mundillo, Mercedes no. ¿Esto significa algo? ¿Son los pares un reaseguro de prestigio pero también de marginalidad? No he conocido poeta, salvo Casas, que maneje las dos bandejas con la misma mano.

”No creo que Instagram sea lo primero en ‘darle popularidad’ a la poesía. Ya estaban los blogs, Facebook, proyectos audiovisuales, etcétera. Es decir, los poemas por fuera del formato clásico del libro. Sí es cierto que en Instagram alcanzaron una mayor repercusión, quizás por el mayor uso de esa red social. Lo que se gana es distribución del material, llegar a un público diferente, por fuera del "mundillo literario", y eso siempre es positivo. Después, en términos negativos, se puede pensar en diferenciar a Instagram y cualquier otro medio, como medio de producción y no como difusión”, dice Gustavo Yuste. Tiene más de 5 mil seguidores en Instagram y 4 libros publicados. Su caso es, si se quiere, el de un poeta híbrido: produce y consume para el papel, pero su nombre en el ambiente literario se amplificó gracias a las redes.

Likes: 353,669. Traducción: "Enamorate de tu soledad".

“Lo más importante es que el poema remera puede medir el efecto que va a generar”, dice Pablo Nardi. “La poesía tradicional no suele medir el efecto, incluso a veces el efecto tarda años en llegar. Uno puede leer un poema de Nicanor Parra y entenderlo después de meses. La poesía remera genera el efecto rápido para generar el like en el momento en que se scrolleó, porque hay un riesgo muy serio de que el usuario no vuelva a ver la publicación. Lo leyó en el momento, puso like y se acabó, entonces el autor está condicionado por los likes que va a recibir, porque además los otros usuarios saben cuántos likes tuvo el poema. Entonces la aceptación está medida y mediada por datos, métricas, que condicionan el poema. El poema-remera rompe los lazos temporales (tradición, tiempo de lectura, efecto tardío, etcétera) y el foco pasa a ser espacial: tiene que generar efecto inmediato y extendido en muchos usuarios”, dice Nardi, que no termina de definirse ni a favor ni en contra. Tiene lógica: nadie quiere ir contra los tótems de su época. ¿Quién es el tótem en este caso? ¿Hay que seguir los números? ¿Respetar al que más o al que menos tiene?

Izquierda: fragmento del Poema 20 de Pablo Neruda. Likes: 21. Derecha: un poema de Camila Cervio, poeta argentina con 17 mil seguidores. Likes: 2,238.

Vamos llegando al final. Nobleza obliga, venga la pregunta: ¿es justo que bailen en la misma pista Mercedes Romero o Elvira Sastre con Pablo Neruda? Creo que es válido: Neruda no era un poeta marginal. No era Néstor Perlongher, Susana Thénon o incluso Evaristo Carriego. No, era un poeta mainstream: la luz y la sombra de la poesía caían en sus versos como al pasto el rocío. ¿Hubiera sido el Rupi Kaur de su época? ¿No nos estaremos preguntando, en un última instancia, hacia dónde va la masa? ¿Con qué se conmueve a la mayor cantidad de gente, o con qué se conmovía antes? La historia de la poesía, acaso, como la historia colectiva de la sensibilidad.

Y entonces, ¿cómo promocionaré esta nota sino con una frase bonita en Instagram? Digamos lo siguiente: si la poesía te hace pensar inequívocamente en una sola imagen, desconfiá. Si la poesía te desata el nudo de tu alma solitaria, desconfiá. Si la poesía es un auto lujoso con tu nombre, desconfiá. Si la poesía habla del amor de manera tan unívoca que de pronto parecés entenderlo, desconfiá. Vivimos en un mundo de una superficialidad absoluta, donde el periodismo cultural dice solo lo que sí, salvo contadas excepciones. Declararse en contra de un fenómeno es reconocer una limitación, pero también definir el reino en el que queremos vivir. Es un hecho bien establecido que quien llegó hasta acá ama la poesía. Yo no digo que pongamos fin a nada. La poesía terminó con Parra.