De la calle al empleo: cómo es la búsqueda de trabajo de una persona sin techo- RED/ACCIÓN

De la calle al empleo: cómo es la búsqueda de trabajo de una persona sin techo

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Más de 7.000 personas viven en la calle en la ciudad de Buenos Aires. Ignacio Alarcón fue uno de ellos durante nueve meses. Hoy es un operario de Metrovías. La Fundación Multipolar, que lo ayudó a insertarse laboralmente, sostiene que para que eso ocurra, “no depende de uno solo que quiere salir, sino también de mucha gente que quiere ayudar”.

De la calle al empleo: cómo es la búsqueda de trabajo de una persona sin techo

Foto: Metrovías

Lo primero que recuerda Ignacio Alarcón sobre el día inicial que pasó en la calle es que ya no tenía un baño cerca. “Se te empieza a complicar un poco la jugada”, dice. “No es lo mismo tener un baño al alcance de tu mano para bañarte las veces que quieras, que no tenerlo. Yo no sabía a dónde apuntar y los ámbitos no eran los mejores”.

Explica que cuando está todo bien, va todo bien… pero cuando la economía empieza a aflojar, los ingresos son mínimos. Así fue para él en enero de 2019. Por entonces se había convertido en un albañil de 37 años sin trabajo. Su mujer, que tenía tres hijas de una pareja anterior, ganaba algo de dinero, pero Alarcón no quería ser una carga para ella. “Le dije que no podíamos seguir juntos. Tomamos la decisión sin pelearnos: la relación por el momento no iba más, el zapato me quedaba grande. Y me fui”.

Lo cuenta en tiempo pasado: desde septiembre de 2019, Alarcón es un empleado de Metrovías. Su calvario en la calle terminó. Pero dar vuelta su suerte y reencauzar su vida le costó esfuerzo, esperanza e inteligencia. Para eso contó con la ayuda de Fundación Multipolar, una organización que trabaja con gente sin techo que quiere encontrar un trabajo.

Ignacio Alarcón en la estación Catalinas, de la línea E. / Foto: Metrovías

Malena Famá, la directora de Multipolar, no cree en el discurso de la meritocracia. “Las personas que están en la calle y desean salir a través de un trabajo decente pueden hacerlo, pero no es algo que se consigue mandando un currículum”, dice. “No podés salir por tu cuenta. Necesitás un lugar para bañarte, un lugar para enviar por mail un currículum o para imprimirlo. Siempre se necesita apoyo para salir de la calle: no se hace solo, sino en comunidad”.

La calle no es aconsejable para nadie, y Alarcón eligió pensar que era algo circunstancial. “Andaba por Constitución parando debajo de los puentes o en la plaza”, dice, “y alguien viene, te patea el lomo, te quita los cartones, te lleva tu manta, quiere arrebatarte lo poco que tenés. Es verdad que somos todos gente de la calle, pero todos tenemos diferentes códigos”.

Durante los nueve meses que vivió así, Alarcón se dedicó a juntar cartón. Alquilaba un carro dejando su DNI y pagando 100 pesos al devolverlo. Y empezó a conectarse con otros, pares, por necesidad: “Con la boca cerrada no adquirís ningún beneficio”, dice. En un depósito de cartón se enteró de que en el Congreso daban comida a las 12. Desde entonces, recolectaba cartones, se detenía a comer en la zona del Congreso y sentía que ya tenía medianamente el día cubierto porque al menos había almorzado.

Sin vivienda

Como él, más de 7.000 personas deambulaban por las calles de Buenos Aires. En 2019, un censo popular no oficial señalaba que había 7.251, un 23,5% más que en 2017. Esa crisis lleva en 2020 a legisladores de la Ciudad de la coalición del Frente de Todos a reunirse con el defensor del pueblo, funcionarios públicos y auditores para resolver lo que definen como una “emergencia de la vivienda”.

En el invierno en el que Alarcón estuvo sin techo, al menos cinco personas murieron de frío al dormir al aire libre en las ciudades bonaerenses de San Nicolás y Venado Tuerto; en Jujuy, Mar del Plata y Buenos Aires. Alarcón encontró refugio en un parador del Gobierno de la Ciudad próximo a la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en el barrio de Barracas. Ahí fue donde tomó contacto con la Fundación Multipolar, que articula con otras instituciones como, por ejemplo, esos paradores donde duerme la gente sin techo.

Los sábados, Multipolar ofrecía un taller en el parador, y Alarcón se anotó. Aprendió a hacer su currículum vitae, hizo un simulacro de entrevista laboral y revisó junto a la Fundación sus propias experiencias. Había trabajado como albañil mucho tiempo, incluso cuando era muy joven en Colón, la ciudad de la provincia de Buenos Aires donde nació y donde todavía viven sus padres, sus tres hermanos mayores y sus dos hijos adolescentes.

Ignacio Alarcón con su familia, en Colón.

En julio, todo cambió: Metrovías convocó a una entrevista de trabajo a tres personas sin techo que habían cursado los talleres de Multipolar. La empresa administradora de subterráneos había tomado contacto con la fundación luego de una nota de prensa. A Alarcón lo llamaron para el 5 de agosto a las 13 horas. “Me marcó un antes y un después en mi vida”, dice él, “todavía guardo el papel donde lo anoté”.

Para ese momento, su padre, que se había jubilado luego de 50 años de servicio en clasificación de semillas, le dijo, por teléfono, que había hablado con la madre. “Te vamos a pagar para que vengas a hacer albañilería a casa”, le propuso, “¿qué vas a andar haciendo dando vueltas en la calle?”. Alarcón le respondió: “Mirá, papá, me salió una propuesta en Metrovías. Te digo la verdad, no es que desprestigie tu ayuda… pero vamos a esperar un poquito”. 

“Habíamos tenido dos reuniones con Metrovías”, recuerda Malena Famá. “En la segunda había 13 personas: tanto era el interés de trabajar con alguien de la calle”.

La compañía había fijado como política que todos los candidatos serían evaluados y pasarían por el mismo proceso de selección: los de la calle y los demás. “El mero hecho de no partir de esta premisa significaría cometer el primero de los errores, una discriminación de la persona por su situación”, explica un vocero de Metrovías.

En los procesos de los candidatos que llegaban vía Fundación Multipolar también participaba un comité interdisciplinario. Formaban parte integrantes de los equipos de Selección y Desarrollo, Capacitación, Relaciones Laborales, y un asistente social (todos de la Gerencia de Recursos Humanos); y personal de la Gerencia de Servicios Integrales al Usuario.

Cada vez que había que transmitirle una noticia o un mensaje a Alarcón (que carecía de un teléfono celular), los funcionarios de Metrovías se lo pasaban a Famá y ella iba a buscar a Alarcón al parador, pero muchas veces él no estaba y ella le pasaba el mensaje a alguno de sus compañeros. Así ocurrió entre julio y agosto.

La entrevista salió bien y cuando llegó la hora del examen médico preocupacional, todos los compañeros del parador apoyaron a Alarcón para que respetara las horas de ayuno requeridas para el análisis de sangre, para que se fuera a dormir temprano y para que se despertara a tiempo. En ese momento, ni siquiera tenía un despertador.

Salir de la calle, una tarea comunitaria

“Hacen falta 16 personas para que una pueda salir de la calle”, explica Famá:

  1. “Conocemos a las personas en los lugares a donde van a comer, a ducharse o a curarse”, dice. Ahí tiene que haber una persona que cocina…
  2. Una que está a cargo de la ducha…
  3. Una que organiza el lugar…
  4. Y una a cargo de la ropa… (en el refugio donde Famá conoció a Alarcón, trabajan unos 40 voluntarios cada sábado).
  5. Por cada empresa que se involucra, hay alguien de recursos humanos…
  6. Y alguien de carácter institucional que se relaciona con la Fundación Multipolar: un gerente o el presidente.
  7. Por la Fundación, hay un coordinador de intermediación laboral.
  8. Y Famá misma, en la cuestión de relación con las empresas.
  9. A la vez, dos voluntarios dan el taller y apoyan a la gente como Alarcón.
  10. Hay un voluntario que hace el proceso de búsqueda de trabajo.
  11. Si el día de la entrevista el aspirante no tiene dónde ducharse, se necesita alguien que esté en el sector de la ducha (del parador) ese día de la semana…
  12. Una persona que done ropa…
  13. Una persona que done dinero para la SUBE...
  14. Una persona que done el dinero para el hotel, si quien está en la calle no tiene dónde vivir…
  15. Y el propio aspirante que busca trabajo.

“El sistema no acompaña”, dice Famá. Cuando inició la Fundación junto a su esposo ya habían pasado diez años de la crisis de 2001, en la que su padre había perdido el trabajo. Ese shock había repercutido en toda la familia; el hombre terminó enfermo. Muy enfermo. “Me volví una persona resentida y triste con respecto a la gente que no lo había ayudado”, dice Famá, “pero después pude transformar eso en ganas de hacer algo por los que hoy no tienen trabajo”.

Y tiempo después pudo contar su experiencia en esta charla Ted:

Multipolar cuenta con cuatro personas fijas, con unos 20 voluntarios que dan talleres y otros 90 que buscan trabajo para la gente sin techo. Por esos talleres han pasado unas 1.200 personas en los últimos tres años. En el tercer cuatrimestre de 2018, 35 consiguieron trabajo. Pero en 2019 fueron solamente 12, “porque estuvo imposible a nivel laboral”, según Famá.

Alarcón fue uno de esos 12. “Me habían llamado después de la entrevista, en el transcurso de una semana, para que me hiciera los estudios médicos. Fue todo muy rápido”, dice Alarcón. “Pero después fueron 15 días sin contestación, y me preocupé: pensé que la construcción me había jodido la columna. Y como estaba en situación de calle, a veces me tocaba dormir en el suelo pelado; eso es lo único que tenés y repercute en la salud. Empecé a jugar con mi pensamiento en contra mío”.

Al final llegó la buena noticia. Alarcón empezó a trabajar a prueba en Metrovías el día de su cumpleaños: 2 de septiembre.

Ignacio Alarcón trabaja en el turno noche. / Foto: Metrovías

Recibió instrucción como peón de limpieza en dos jornadas y en la tercera se unió a una cuadrilla de cinco operarios en la que todavía hoy trabaja. De noche, cuando la ciudad duerme, Alarcón limpia los trenes en la estación José María Moreno de la línea E. Su horario es de 21:30 a 5:30. “La cuadrilla lava por fuera y por dentro la formación, y la alista para rodar al otro día en perfectas condiciones”, dice, hablando con palabras precisas bien aprendidas.

En diciembre su contrato se hizo efectivo. La compañía parece estar satisfecha con su incorporación. Daniel Pagliero, el gerente de Recursos Humanos de Metrovías, mandó unas líneas para esta nota: “Tenemos la convicción de que las empresas podemos y debemos contribuir a mejorar la sociedad de la que formamos parte, y el sufrimiento de las personas en situación de calle es un aspecto de nuestra ciudad que merece la mayor atención. Por eso iniciamos este proyecto junto a la Fundación Multipolar”.

Aunque Alarcón aún está en la jerarquía más baja de la escala de empleados, con su sueldo ­–muy superior al salario básico– y con su experiencia como albañil ya agrandó la casa del barrio de Tristán Suárez adonde ahora ha vuelto a convivir con su mujer. Construyó una cocina. Además, envía dinero a su familia en Colón y planea anotarse en una escuela secundaria para buscar un ascenso.

“Siempre tuve presentes a mis hijos, aunque no los pudiera ayudar económicamente, y aparte a mis viejos”, dice, sobre esos días de intemperie que parecen tan lejanos, pero que en realidad no están tan atrás en el calendario. “No me podía caer porque si lo hacía, había gente que también se iba a caer”.