De trabajar en una gran empresa de Nueva York a educar sobre plantas en Argentina para “contribuir a un mundo mejor”- RED/ACCIÓN

De trabajar en una gran empresa de Nueva York a educar sobre plantas en Argentina para “contribuir a un mundo mejor”

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Joy Sapoznik ganaba bien en Estados Unidos, pero sentía que no hacía nada en favor del planeta. Entonces, se fue cinco meses al desierto israelí a vivir y estudiar en comunidad. Allí descubrió su vocación por enseñar y su amor por las plantas. Luego, volvió a Buenos Aires donde creó El Brote Urbano, un emprendimiento educativo a través del cual da cursos sobre plantas medicinales y comestibles.

De trabajar en una gran empresa de Nueva York a educar sobre plantas en Argentina para “contribuir a un mundo mejor”

Joy Sapoznik

Joy Sapoznik no tenía 30 años cuando sintió que sus logros, que eran muchos, no la hacían sentir plena. Por entonces, vivía en Nueva York, manejaba el departamento de Diseño de una importante empresa digital, ganaba bien. Pero algo faltaba. Comenzó a preguntarse si iba a estar orgullosa de lo que hacía al final de su vida y en un momento se respondió que no. “Es que yo quiero irme sabiendo que contribuí a un mundo mejor. Y lo que yo hacía en Nueva York era trabajar en algo que no cambiaba al mundo, donde ganaba bien y, cuando podía, disfrutaba”, explica Joy.

Producto de esa crisis, de esa búsqueda, hace ocho años nació El Brote Urbano, un proyecto educativo a través del cual Joy da cursos sobre plantas medicinales y comestibles. Así, el emprendimiento le permite reunir lo que es su trabajo y —como ella repite— su misión en el mundo. Porque a través de El Brote, Joy busca promover y acompañar a las personas en su proceso de cambio hacia una forma de vida más saludable.

Para eso, la emprendedora diseñó una serie de cursos online, que van desde cómo hacer una huerta orgánica hasta fitoterapia —es decir, el empleo de plantas y sustancias vegetales para el tratamiento de enfermedades—. También escribió un recetario para controlar las plagas en las huertas orgánicas, que se puede descargar gratis.

Enfrentar las propias inseguridades

Crear El Brote significó un gran desafío para esta mujer nacida en Buenos Aires, que hoy tiene 38 años. Requirió de un proceso interno profundo, que la enfrentó a temores e inseguridades (al que más de una emprendedora se enfrenta y no siempre sale victoriosa).

“Tuve que trabajar mucho con mis limitaciones y mis emociones negativas, con lo que tenía aprendido, incorporado, que me llevaba a preguntarme: ‘¿Cómo te vas a dedicar esto? Esto no es una profesión’. Diariamente trabajo en la autovaloración, la confianza, en no dejarme llevar por estándares impuestos, como por ejemplo que trabajar con plantas no es un trabajo y que debería trabajar en una empresa. O que por esto no debería cobrar y que por ende debería trabajar de otra cosa y hacer esto en mis tiempos libres”, reconoce la emprendedora.

Y puntualiza: “Mi relación con el dinero fue algo que tuve que trabajar muchísimo para poder establecerme como emprendedora y para que realmente esto sea el sustento de mi vida”.

—Ahora, ¿por qué decidiste dejar Nueva York y volver a Buenos Aires para lanzar el emprendimiento?
—Viviendo en Nueva York, cuando empecé a sentirme insatisfecha con mi trabajo, decidí hacer un programa de permacultura (un sistema de principios de diseño agrícola y económico, político y social basado en los patrones y las características del ecosistema natural), en el desierto israelí, durante 5 meses. Fue en 2010 y ahí conocí cómo funciona una huerta orgánica, aprendí compostaje, comencé a entender lo que significaba vivir de otra forma. También hablábamos mucho de la pertenencia, de por qué nací en Buenos Aires y no en otro lugar. Y decidí que tenía que volver a Buenos Aires a transmitir lo que había aprendido.

Joy reconoce que el programa de permacultura le permitió ver quién era realmente: “Descubrí que mi vocación es la educación y lo que amo son las plantas. Dentro de la ciudad me sentí siempre como un animal en cautiverio y la conexión con la naturaleza me volvió a mi”.

Mientras hizo el programa vivió en comunidad, “que es muy diferente a cohabitar con otras personas un espacio”, aclara. Allí, también la movilizó mucho una materia que trabajaba el diseño de la aldea, donde se hablaba de lo comunitario. “Yo estaba muy acostumbrada al individualismo, la competencia. Ahí cambié la forma de ver el mundo y de relacionarme con los demás y lo que me rodea”, explica.

Cómo trabajar en comunidad

El Brote se propone, desde las redes sociales y desde su página web, generar una comunidad interesada por trabajar con plantas comestibles o medicinales con el fin de mejorar su calidad de vida. Para Joy, trabajar en comunidad es importante: reconoce que es “muy difícil hacerlo sola”. Y se junta con distintas amigas para ello: “Nos sentamos con nuestra compu y trabajamos cada una en los suyo, pero juntas. Sabiendo que si nos necesitamos estamos ahí. Otras veces nos hacemos consultas rápidas por WhatsApp, sobre todo relacionadas a lo cambiante que es hacer negocios en Argentina”.

En cuanto a cómo impactó la pandemia del COVID-19  sobre el negocio, la emprendedora se considera afortunada de haber construido una comunidad tanto en Instagram como en Facebook antes del 2020, más una plataforma con algunos cursos online. “Eso hizo que la incertidumbre que vivimos todos al principio de la pandemia no se trasladara al negocio. Sabía cómo seguir profundizando en lo virtual y cómo acompañar mejor a mis alumnos”, sostiene Joy.

Y agrega: “Por otro lado, siento que cuando se nos mueve el piso, volvemos a lo más importante, a lo esencial. Y la pandemia fue un momento que nos hizo parar a todos para volver a escucharnos. Ahí, muchas personas recurrieron a mis cursos para conectar desde otro lugar con el mundo”.

Tras escucharla y verla a Joy, se podría decir que El Brote Urbano ha logrado gran parte de su propósito. Hoy, con una sonrisa instalada en su cara durante casi toda la entrevista, la emprendedora afirma que se siente feliz, muy orgullosa cuando las personas que toman el curso le cuentan que las inspiró, que sus palabras les llegan y hacen una diferencia en sus vidas. Y lo mejor: “Cuando me cuentan que comparten con su familia o hijos lo que hacen en la huerta, o le regalaron algo que cultivaron a sus vecinos. Eso sí me hace sentir que vale el esfuerzo que hago todos los días”.

Este contenido se hizo junto con Facebook Argentina para el proyecto Mujeres + Mujeres, una alianza para visibilizar el trabajo de emprendedoras que hicieron un cambio en su profesión.

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