Vanina encontró con el golf una familia llena de amor- RED/ACCIÓN

Vanina encontró con el golf una familia llena de amor

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Vanina encontró con el golf una familia llena de amor

Vanina tenía 15 años aquel día de verano en Mar del Plata cuando acompañó a Nora, su madre, al campo de golf. Nora se sorprendió por la facilidad con la que su hija, que tiene síndrome de Down, le pegaba a la pelotita. Más tarde, ese mismo verano, de vacaciones en Estados Unidos, unos amigos de Nora tuvieron la misma reacción: notaron que Vanina tenía un gran swing. 

“Ese día tuve una inspiración divina”, cuenta Nora. Ese día nació en su mente el proyecto de Heme Aquí, una escuela que, a través del golf, ha ayudado a la integración de muchas personas con discapacidad intelectual leve y moderada.

Por entonces, Vanina Goldfinger no sabía que hoy, con 37 años, podría dar fe de aquel cometido. Podría decir que con Heme Aquí pudo integrarse como nunca a un grupo. “Hice hermanos de la vida. Es como mi familia”, dice.

Heme Aquí nació hace 21 años como una escuela de golf gratuita en el Campo de Golf del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en Palermo. Luego, se abrieron otras escuelas, que llegaron a ser 10 entre Argentina, Uruguay y Chile, con más de 150 alumnos y alumnas. En la actualidad funcionan la escuela de Palermo y dos en Uruguay: una en Colonia y otra en Punta del Este. La edad de los alumnos varía entre 15 y 40 años.

En cada una se aplicó el método creado por Nora para enseñar golf a chicos, chicas, y jóvenes con discapacidad intelectual, el cual incluye coreografías, canciones y diversos ejercicios corporales. Pero no es lo único que se trabaja. “No somos una escuela que privilegiamos el pegar a la pelota, sino desarrollar a la persona como una unidad biopsicoespiritual y social. Por eso trabajamos valores, ética, comportamiento, la autoestima de los jóvenes, que luego entran a la cancha con actitud. Se sienten empoderados, orgullosos, capaces”, aclara la fundadora de la escuela.

Esto se nota cuando los chicos y chicas entran a la cancha, donde derriban prejuicios: pegan con soltura y precisión en un deporte que demanda coordinación y concentración.

Y, por supuesto, también se nota en su personalidad.

Vanina, en su juventud, mostrando su swing ante golfistas y profesores.

“Para mí el golf es mi sueño, es un deporte que, aunque pueda parecer fácil o difícil, todos podemos aprender a jugar”, dice Vanina. Y agrega: “Esto generó un cambio en mí misma: notar que con muchas ganas, y con mucha garra, se puede”.

Desde el inicio de la cuarentena, los ejercicios y prácticas de golf de Heme Aquí en la cancha de Palermo están interrumpidos. Vanina igual practica pegarle a la pelotita en su casa, con una alfombra verde. Y busca mejorar mirando videos de golf en YouTube. Cuando pueda volver a jugar, buscará mejorar su hándicap 30 (el número de golpes de ventaja sobre la cancha, que se usa para igualar oportunidades).

Pero la riqueza de esta escuela de golf está por encima del crecimiento deportivo: está en las relaciones humanas que se tejen.

“Cuando comencé con la escuela quería encontrar mi felicidad. Y con el golf hice amistades, logré integración. Comparto lindos momentos que me hacen feliz. Me siento muy orgullosa, agradecida y cambiada gracias a Heme Aquí”, destaca Vanina. Antes hizo otros deportes, pero se “sentía sola”.

Nora cree que el golf, a pesar de no ser un deporte de equipo, es ideal para la inclusión: “uno juega con otro, no contra otro”. Un terreno propicio para trabajar la escucha, el acompañamiento y la contención.

“Trabajamos el grupo de pertenencia, algo fundamental para los jóvenes. Sus padres también son parte y hablan de ‘la familia de Heme Aquí. Es satisfactorio encontrar un grupo de gente que te contiene, que transita el mismo camino, que entiende las dificultades en las distintas etapas como la escolar, la sexualidad…”, resume Nora. 

Chicos y chicas de la escuela de Heme Aquí.

“La familia de Heme Aquí” ha compartido festejos de cumpleaños, asados, viajes. Y la cuarentena no los ha frenado: han mantenido actividades sociales desde la virtualidad, además de participar en talleres de filosofía organizados por Nora. Porque, de nuevo, el crecimiento humano es la razón de ser de la escuela.

Como parte de ese crecimiento, Vanina y otros jóvenes han aprendido que pueden ayudar a otros. Nora creó un curso de dos años de duración para que los alumnos de la escuela se convirtieran en “líderes deportivos juniors”, es decir que pasaran de ser aprendices a educadores de quienes recién comienzan: les enseñan ejercicios, coreografías y conceptos básicos del golf, además de organizar actividades sociales. También se encargan de enseñar a quienes participan del programa “Maquito”, del que participan niños sin discapacidad de 5 años. 

“Se sienten muy identificados con el rol de líderes, su autoestima creció un montón, les encanta enseñar, están muy orgullosos. También les enseñó mucho sobre responsabilidad, puntualidad, trabajo en grupo”, dice Nora.

Y Vanina da cuenta de las palabras de su madre. “Ser líder deportivo junior es dar el ejemplo a los demás y para mí fue cumplir un sueño. Me siento una persona más activa, una profesional”, dice.

Pero, sobre todo, lo que Vanina experimenta desde su rol de líder deportiva es “mucho amor, mucho cariño” de parte del grupo. Y eso es lo que ella también intenta dar: “Lo más importante no es la capacidad de cada uno, sino llevar el amor que está dentro del corazón”.