La ruta del olivo: una iniciativa riojana para impulsar su principal producción y atraer turistas- RED/ACCIÓN

La ruta del olivo: una iniciativa riojana para impulsar su principal producción y atraer turistas

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Inspirada en el éxito que Mendoza tiene con el vino, La Rioja arma una red para que los 3000 productores que viven de la aceituna y el aceite de oliva también se preparen para mostrar sus fincas y alojar huéspedes. La provincia es el mayor productor de aceitunas del país y la considera el oro verde.

La ruta del olivo: una iniciativa riojana para impulsar su principal producción y atraer turistas

Intervención: Pablo Domrose

El Big Bang de las aceitunas en Argentina se produjo en el departamento de Arauco, en La Rioja, hace más de 400 años. Los olivos comenzaron a brindar el fruto que, luego, se convirtió en el oro verde de la provincia.

En Aimogasta se encuentra el Olivo Cuatricentenario, un árbol que fue salvado de la tala masiva ordenada en toda América por el rey español Carlos III, en el siglo XVIII. El soberano temía que la calidad de las aceitunas plantadas allí superará a la española. De generación en generación se transmitió que fue doña Expectación Fuentes de Ávila quien salvó un pequeño olivo de ser hachado de su propia finca. A partir de esa planta volvió a esparcirse la olivicultura no sólo en la Argentina, sino que también se llevaron estacas a Chile y Perú.

Actualmente, La Rioja es el primer productor de aceitunas del país, y lidera el ranking nacional de exportación de aceituna de mesa y de aceite de oliva. Hay 3000 pequeños productores dedicados a la olivicultura y las grandes industrias del rubro generan 2000 fuentes de trabajo directo. Se destinan 27.000 hectáreas al desarrollo olivícola, que se asienta en un importante trípode productivo con bases en la ciudad capital, Arauco y Chilecito, a quienes se suman otras regiones en menor escala. El 60% de la producción está destinado a aceituna de mesa en sus diferentes presentaciones (verdes, negras, rellenas, descarozadas, rodajadas), y el 40% a la elaboración del aceite de oliva.

En un contexto de crisis y con las economías regionales muy golpeadas, entre el sector público y el privado se busca incentivar la ruta del olivo, inspirada en la iniciativa mendocina vinculada al vino para promover el turismo en la provincia. Esta propuesta se la piensa como un instrumento que busca hacer crecer la competitividad del sector con el desarrollo del oro verde y dando crecimiento a la única variedad autóctona argentina, la Arauco.

Olivo de más de 400 años, en Aimogasta, La Rioja.

Como los distintos sectores de la producción no se encuentran en su apogeo, lo primero que se hizo fue conformar un cluster olivícola riojano integrado por los productores primarios (propietarios de fincas y plantaciones de olivo); industriales; comercializadores; y proveedores de servicios, insumos, tecnología y equipamientos.

El presidente de la Cámara de Industriales Olivícolas de La Rioja, José Hilal, señala que la ruta del olivo es un anhelo que tienen hace rato los productores e industriales. “La idea es transformar la riqueza productiva que tenemos en una propuesta atractiva para turistas de todo el mundo. Tenemos previsto formalizar esta iniciativa en diciembre y ahí empieza el plan de ejecución”, adelanta.

Maria Magdalena Brizuela es personal de apoyo a la investigación en el grupo olivo en CRILAR (Conicet-La Rioja) y pequeña productora de Aimogasta. “Creo que la ruta del olivo va a ser una buena oportunidad para los pequeños productores, que venimos tan castigados y golpeados por los avatares económicos, enfermedades y falta de buenos recursos”, señala.

Brizuela participa de talleres vinculados a la iniciativa. Uno fue sobre la importancia del souvenir y otro sobre cómo acondicionar las casas de las fincas para los turistas.

Mendoza es el modelo que inspira a La Rioja. El ente de Turismo mendocino ya ofrece visitas a 112 bodegas. Es decir, todas esas fincas están preparadas para hacer visitas guiadas, degustaciones, dar de comer y hasta hospedar visitantes.

Mientras que unas 170 bodegas de todo el país están nucleadas en Caminos del Vino y trabajan junto a 35 empresas de turismo para posicionar rutas del vino en varias provincias.

Cómo organizan las bodegas argentinas sus rutas del vino

Hilal observa que el pequeño productor está muy disgregado y que es difícil hacer llegar las mismas herramientas a todos. Dice: “La idea es que a partir de la ruta del olivo se puedan nuclear productores para que puedan crecer. El pequeño productor está en peligro de extinción porque quedó fuera de escala. De esta forma, se podría poner en valor la forma artesanal en que trabaja sus productos”.

El Ministro de Planeamiento e Industria riojano, Rubén Galleguillo, cree que esta herramienta posiciona a la provincia en los mercados nacionales e internacionales y remarca que es necesario acompañar la iniciativa con políticas macroeconómicas.

“Estamos solicitando al Gobierno nacional, a Cancillería y a quienes están negociando los tratados, la exclusión del aceite de oliva y la aceituna de la liberación de aranceles. Sabemos que la Unión Europea tiene prácticas proteccionistas sobre esta actividad y varios países han denunciado las prácticas de dumping (competencia desleal). Este es un aspecto, y el otro es el acuerdo entre Egipto y el Mercosur por el cual se permite la entrada libre de aranceles por parte del país africano para conquistar los principales mercados latinoamericanos, como el brasileño, que es en dónde se destina casi el 80% de nuestras exportaciones", señala.

Patio de fermentación de una planta de elaboración de aceitunas de mesa.

Una actividad generacional con demasiados desafíos

La familia de Hilal comenzó en 1940 a trabajar con las aceitunas. “Seguimos en esto mientras el tiempo lo permita y tomemos decisiones inteligentes para mantenernos en el mercado. Hoy ofrecemos aceitunas en conserva y aceite de oliva. Amamos trabajar en esta actividad. Es un estilo de vida”, comenta.

Juan Contreras también heredó de su padre el interés por la olivicultura. El pequeño productor riojano de 37 años tiene su finca en Aimogasta y toda su familia se dedica a esta actividad.

“La cosecha del Arauco empieza en marzo y se extiende hasta mayo. En esos meses, se da el trabajo más fuerte y no se descansa. Ahí es cuando uno está en constante movimiento. Tenemos un ritmo constante de trabajo de entre 12 y 14 horas. Con mi hermano y mi viejo nos encargamos de la finca”, relata Contreras.

Además de trabajar en la finca y comercializando las aceitunas en conserva en el emprendimiento familiar, hace siete años Contreras empezó a trabajar en la empresa Agroarauco porque no podía vivir exclusivamente de la producción de la finca familiar. En la empresa es encargado del patio de fermentación.

José Hilal, presidente de la Cámara de Industriales Olivícolas de La Rioja.

Agroarauco Sapem es un empresa donde el Estado provincial es el accionista mayoritario. La firma tiene una planta industrial para la elaboración de aceitunas de mesa y otra para la extracción de aceite de oliva, que se proveen de alrededor de 1000 productores locales. El objetivo de este modelo productivo tiene que ver con mover la economía regional, circulando dinero en la provincia. El estado asume el rol de inversor, manteniendo los puestos de trabajo.

“El 2017 fue un año súper productivo. En 2018 y durante este año mermó mucho la cantidad de aceitunas que entregaron. Algunos productores venían entregando 40.000 kilos y pasaron a 7.000 kilos. Al productor le pagamos $25 el kilo”, señala Cristian Flores, contador e integrante del directorio de la empresa.

Un trabajo artesanal e industrial con temporadas altas y bajas

El proceso productivo consiste en el ingreso de la aceituna cruda (en su estado natural, el fruto cuenta con un compuesto fenólico, llamado oleuropeína, el cual contiene un sabor muy amargo). Los productores las entregan en bines o cajones de 600 kilos. Se las vuelca en una cinta transportadora que las selecciona para ingresar a la fábrica. Allí hay 18 tanques con capacidad para 10.000 kilos cada uno. Se las pone con soda cáustica y se las cocina. Ahí se mantienen por 24 horas. Terminado ese proceso, se transfiere por caños al patio de fermentación, donde permanecen alrededor de 60 días. Luego, se las envía por cañería a las tolvas y por cintas generales se las separa por tamaño. Se pesan, se almacenan y luego se venden a granel.

Según Brizuela, las fincas tradicionales, aquellas que tienen más de 40 años, dan más trabajo porque los olivos son muy grandes y tienen muchas ramas que incomodan. Sobre los desafíos, ella comenta que el monocultivo favorece el desarrollo de plagas y enfermedades. “Un problema actual es la rama seca, una enfermedad producida por dos agentes: Verticillium Dahliae y Xylella fastidiosa. En 2010, yo tenía cuatro plantas enfermas, ahora tengo el 80% de los olivos de la finca con rama seca”, destaca.

Otra característica particular del olivo es que es una especie vecera, un año da alta producción y otro da baja producción. Si uno no hace poda y no fertiliza la vecería es más marcada. Además, aparecen factores ambientales como el viento Zonda, que se produce en agosto y septiembre. “Si este viento se produce en época de floración, el olivo se seca, se quema y no tenemos producción”, explica Brizuela.

Andrés Capdevilla, productor de Nonogasta

Andrés Capdevila tiene una finca de 120 hectáreas con olivos y viñas en la localidad de Nonogasta. “Hoy crecer como productor está muy complicado por la situación económica, pero no estamos defendiendo con la comercialización de aceite de oliva. Tratamos de vivir de esto, pero cuesta mucho. Mi primo y yo estamos vinculados en todo el proceso. Cosechamos, traemos la producción a La Riojana para moler las aceitunas, nos llevamos en tanque el aceite y nosotros lo envasamos. Luego, lo comercializamos. Es todo a pulmón. En la época de cosecha vivo acá, pero también tengo mi actividad en Córdoba. Allá está mi mujer y tengo una empresa de pinturas. De joven viví en las fincas, pero es duro. Ahora voy y vengo. Estoy acostumbrado a la ciudad”, comenta el productor olivícola de 51 años.

La cooperativa frutihortícola La Riojana cuenta con una planta industrializadora de aceite. Esta campaña, van a producir 350.000 toneladas de aceite, donde el 60% es orgánico. Entre marzo y junio los productores llevan los cajones con la fruta. Allí, a través de una máquina, se limpia, se extraen las hojas y se muele. La fruta se transforma en una pasta que luego ingresa a la sala de extracción donde el primer paso es un amasado y aumento de la temperatura. Luego, el producto pasa por un centrifugado y finalmente pasa, listo para consumir, a la sala de conservación. Allí se mantiene entre 20 y 30 días.

En relación al desarrollo de las economías regionales, Mario González, presidente de La Riojana reflexiona: “En la provincia, nos faltó una definición concreta de hacia dónde ir. Hay que repensar lo que se hace con las economías regionales a nivel nacional. Estamos muy lejos del puerto, la logística cuesta mucho y falta una visión de país donde estemos incluidos todos”.

De los factores planteados por González pocos pueden ser cambiados en el corto plazo. Sin embargo, recurrir a iniciativas como la ruta del olivo puede ser un incentivo para articular a diferentes sectores y comenzar a planear nuevas estrategias de desarrollo económico. La sinergia entre turismo, industria y producción puede dar lugar a una herramienta transformadora de la economía regional. El desafío es que todos estén incluidos en este proyecto.

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