Las horas vuelan pero los días no pasan más: cómo percibimos el tiempo en cuarentena- RED/ACCIÓN

Las horas vuelan pero los días no pasan más: cómo percibimos el tiempo en cuarentena

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Estar toda la semana entre cuatro paredes cambia nuestra percepción del tiempo y el reloj biológico influye en nuestro sistema inmune. ¿Qué experiencias tienen nuestros lectores? Y por qué a algunos el tiempo se les hace chicle y a otros no, según los científicos que estudian el tema.

Las horas vuelan pero los días no pasan más: cómo percibimos el tiempo en cuarentena

Ilustración: Pablo Domrose

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“Preparar un brunch es una de las cosas que más me gusta”, escribió recientemente la cocinera Ximena Sáenz en Instagram. “Especialmente en estos días que parecen todos iguales... está bueno hacer algo distinto los sábados para marcar la llegada del fin de semana”.

Desde que comenzó la cuarentena obligatoria, el 20 de marzo pasado, el tiempo se ha convertido en una cuestión difícil de administrar: a algunos las horas se les pasan volando; a otros les parecen eternas. Y a casi todos los que están adentro de casa los días se les vuelven demasiado parecidos, como a Ximena Sáenz.

Estar todo el día entre cuatro paredes cambia nuestra percepción del tiempo. Lo saben las monjas de clausura, los presos y los científicos de la Antártida. Pero la cuarentena, que lo ha trastocado todo, hace que incluso esto sea específico y distinto. Hay quienes están trabajando duro en casa, quienes ven series y aprenden algo vía Zoom, y quienes tienen pocas obligaciones y esperan…

Sea cual sea el caso, hay que tomar el tiempo y darle una forma. La periodista María O’ Donnell contó en su programa de radio que en su casa hay una rutina de tareas y horarios. El filósofo Darío Sztajnszrajber, en cambio, dijo que “ahora el tiempo se perdió” y esto da una buena oportunidad para hacerse preguntas existenciales.

En Facebook y en Twitter, cuando preguntamos a nuestra comunidad cómo estaba percibiendo el tiempo, aparecieron personas agobiadas y otras muy relajadas. Ya no se trata solamente de tener muchas cosas para hacer o no, sino más bien de la mirada que tenemos sobre esta nueva cotidianidad.

Las respuestas hasta el momento en el que escribo esta nota suman más de 80: evidentemente, el tiempo es un tema que ha cobrado relevancia en cuarentena.

Mariana Pacho López: “Ya no existe ninguna hora, dejó de tener sentido: es solo el ahora. No es ni largo ni corto. Solo es”. Liana Bravo: “Como tengo la percepción de que tengo más tiempo, intento hacer mucho más que antes, ¡y no me alcanza para nada!”. María Inés Chantada: “Estoy en ON permanente. El día se me hace cortísimo. Sin embargo, habito el tiempo con una espesura distinta. Como si cada segundo fuera infinito, como si fuera lo único que hay, como si ya no pisara el suelo y las dimensiones tiempo y espacio fueran una sola, una nube entre cuatro paredes”. Ezra Alcázar: “La mañana es muy corta y el resto es eterno”.

Hay una explicación para esto: el reloj biológico. Se encuentra en el hipotálamo y, para administrar las horas de vigilia y sueño, recurre a neuronas relacionadas con la atención, la memoria y el área motora. Pero no siempre funciona igual: la percepción del tiempo depende muchas veces de la novedad y de la rutina.

El tiempo parece alargarse ante la novedad porque el cerebro se pone alerta y procesa más información: sensaciones, ideas, amenazas. En la rutina, en cambio, hay algo de funcionamiento automático, sin tanto gasto de energía, que simplifica y termina dando la impresión de que el tiempo pasa más rápido.

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Y también están las emociones. Albert Einstein, que propuso que el tiempo era relativo, se lo explicó así a su secretaria Helen Dukas (para que ella repitiera ante periodistas y desconocedores): “Una hora sentado con una chica guapa en un banco del parque pasa como un minuto, pero un minuto sentado sobre una estufa caliente parece una hora”.

Más experiencias. Mariana Iglesias: “Los días productivos se pasan perfecto. Los días que arranco desordenada se hacen lentos y desgastantes”. Mercedes: “Para mí es lo mismo que antes, solo que con cinco horas de diferencia. Me acuesto a las 5 AM. Me levanto a las 12. Almuerzo a las 4 pm. Último mate a las 8. Cena a las 00. Todo normal”. Norberto Bogard: “Días circulares con diámetros que parecen a veces constreñidos y en ocasiones infinitos. Ante la posibilidad de tener espacios de ocio, para quienes no vivíamos así, se impone una disciplina casi instintiva para leer todo lo que nunca imaginábamos. Va a ser difícil regresar al ‘mundo real’”. Joana Alcoba: “¡¡MUY CORTOO!! Pasa volando el día. ¡Pensé que me aburriría más!”.

Diego Golombek es el director del Laboratorio de Cronobiología de la Universidad Nacional de Quilmes (y también dirige la colección “Ciencia que ladra…”, de libros de divulgación). “El cerebro mide el paso del tiempo a través de eventos: cuando pasan cosas, pasa el tiempo”, dice. “Con lo cual, en estos días en los que la rutina se ha visto tan tergiversada, y no sabemos qué es lo que va a ocurrir a lo largo de una jornada, el tiempo parece estirarse. Una posible vacuna frente a este enchiclamiento del tiempo es saber qué vamos a hacer: tener una lista de tareas, por más vanas que parezcan”.

“Cuando el reloj que nos marca las horas empieza a ser más tenue, como está ocurriendo en la cuarentena”, sigue Golombek, “el reloj biológico está un poquito confundido y hace que nos despertemos un poquito más tarde cada vez y que pensemos que podemos irnos a dormir más tarde sin ninguna consecuencia. Esto no es tan así porque nuestro cuerpo está preparado para dormir de noche, estar activo de día, comer con determinados intervalos, hacer ejercicio físico durante el día. Y eso tenemos que mantenerlo porque la robustez del reloj biológico implica estar mejor, estar de mejor ánimo, enfermarnos menos e infectarnos menos. La falta de sueño o el sueño inadecuado podría modificar la eficacia del sistema inmune”.

Todavía más experiencias. Mónica Finino: “Desde que trabajo en casa, hace cinco años, vi que perdía mucho tiempo en la oficina. Ahora, estando todos juntos en casa, me falta tiempo. Hay que coordinar a mucha gente con pocos dispositivos y muchas tareas”. Rafael Grillo: “Un presente eterno”. Viviana Fulleringer: “Pasa rápido pero no tengo noción de la hora, es que el reloj se ha vuelto algo inútil estos días”. Fernanda Verdeslago Wozniak: “El ‘llego tarde’ no existe y hay tanta oferta de cosas para hacer que te faltan horas. Con esto de que no tenés horarios surgen trastornos de sueño. Es raro todo”.

Creemos que es el tiempo el que no alcanza, pero quizás sea el uso que hacemos de ese tiempo lo que está mal administrado. Martina Rua escribió (junto con Pablo Martín Fernández) La fábrica de tiempo, un libro con propuestas para optimizar el uso del tiempo, al que describe como “el tesoro más preciado de la vida moderna”. “Antes no nos alcanzaba el tiempo y ahora tampoco”, dice Rua. “Los tres conceptos más relevantes son foco, priorización y energía: entendiéndolos y explorándolos, adquiriendo hábitos para mejorarlos, es como se empieza a aprovechar y se hace más asible el tiempo”.

“Obviamente que esto es complejo”, sigue, “sobre todo para quienes conviven y tienen que armar acuerdos en los que se mezcla lo personal con lo laboral de manera permanente. Porque esto no es un trabajo remoto ni un home office: esto es atravesar una pandemia e intentar trabajar de a ratos”.

Meme: todos los días son iguales.

En su libro Por qué el tiempo vuela, sobre la percepción humana del tiempo, Alan Burdick (editor en la sección de Ciencia de The New York Times; ex editor y actual colaborador en The New Yorker) pasó un período de dos semanas en el norte de Alaska. “Era verano y el sol no se puso durante todo el tiempo que estuve allí, y fue extremadamente desorientador”, dice vía mail, evocando una experiencia desfasada del tiempo que parece repetirse en cuarentena.

Burdick vive en un pueblo a unos 20 minutos de Nueva York y está trabajando de modo remoto. “Como mucha gente, pierdo fácilmente la noción de qué día es de un día para otro”, dice, y agrega que las búsquedas en Google de “what day is today” (“qué día es hoy”) han aumentado considerablemente en Estados Unidos:

“Esto se debe a que gran parte de cómo medimos e identificamos el tiempo es a través de la memoria”, explica. “‘Ayer fue martes y voy al gimnasio los martes, y fui ayer al gimnasio, así que hoy debe ser miércoles’. Pero ahora nadie va al gimnasio o participa en actividades que distinguen un día de otro. Entonces todo se siente como un solo día”.

Más allá de cómo el reloj biológico digiere la novedad y la rutina, y de cuán recargadas estén nuestras listas de tareas, hay algo muy subjetivo en la relación de cada persona con su tiempo: algo que aún es misterioso, y a eso se debe que las reacciones ante la cuestión del tiempo en esta cuarentena sean tan amplias.

En su libro, Burdick escribe: “Si en algo están de acuerdo los científicos, es en que nadie sabe lo suficiente sobre el tiempo y en que esta falta de conocimiento resulta sorprendente, dado que el tiempo es algo omnipresente y fundamental en nuestra vida”. Seguramente, cuando la cuarentena termine tendremos otra calidad de tiempo. Ojalá podamos disfrutar de ella.


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