Lo que la no ficción no puede, la realidad se lo ofrece- RED/ACCIÓN

Lo que la no ficción no puede, la realidad se lo ofrece

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Ficción o no ficción, he ahí el dilema. Todos amamos las novelas, pero con el tiempo hemos aprendido -y lo aprendió también el mercado- a querer los libros nacidos de la vida real.

Lo que la no ficción no puede, la realidad se lo ofrece

¡Hola amigos! Hoy quise conversar sobre las cosas que tienen en común las novelas con la no ficción, y por qué este último género nos gusta tanto. Por algo creamos esta sección, después de todo. ¿El último que tengo para recomendar? Una crónica sobre Venezuela.

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Donde todo comienza. La literatura, las novelas sobre todo, muchas veces nos cuentan eso de la vida que no terminamos de entender. ¿Dónde mejor que en las obras de Jane Austen o de Philip Roth para aprender sobre los vínculos familiares? Quién mejor que Hunter Thompson, Capote o Cunningham para contarnos la sociedad norteamericana del siglo XX, pero para mostrarnos una radiografía de la hipocresía también. La literatura es, desde siempre, la parte oculta. Los libros construyen universos con nuestras versiones más inverosímiles. Y a veces resulta que mientras más ridículas, más ciertas. Era genial escuchar a Tomás Eloy Martínez decir enigmáticamente que las partes más descabelladas de Santa Evita eran las verdaderas.

Sin embargo, de unos años a esta parte los libros de no ficción han tomado de la literatura algo de ese espíritu. La diferencia en apariencia es sustancial: solo cuentan de la vida aquello que sucedió. El límite, dicen, es que si bien se puede recrear, nunca se puede inventar. Es sin dudas una diferencia fundante con los géneros literarios pero cada vez siento más que a la luz de los efectos, en poco le afecta esta condición para generar las mismas reacciones.

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Non fiction. Libros de no ficción que me han fascinado: A sangre fría (de Capote), Los viernes de Forn, los de Leila Guerriero (hace poco comentamos el último que escribió sobre Bruno Guelber), los de Josefina Licitra, Camino al Este (de Javier Sinay). El género crece en el mercado pero también en nuestra estima personal. El ambiente literario es ducho en prejuzgar: no es fácil que una tendencia del mercado goce del cariño de los lectores más puristas (y a veces, también, los más snobs). Pero en el caso de la no ficción hay una suerte de unanimidad: a todos nos gusta que exista.

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Una crónica. En esa línea se inscribe En Venezuela, postales de un país al borde del colapso, el nuevo libro de mi amigo Joaquín Sánchez Mariño. Me acuerdo cuando a principios de este año Joaquín compró su pasaje para Caracas. “Me voy a intentar hacer periodismo”, me dijo. Ya antes de salir había firmado un contrato con Galerna. Lo hizo todo a los piques porque de un día para el otro decidió viajar, de un día para el otro el editor Gonzalo Garcés le propuso hacer una crónica para ese viaje, y de un día para el otro Joaquín se comprometió a escribirlo, armó la valija y partió rumbo norte.

Seguí con la preocupación de una amiga (bien idishe mame) su cobertura desde el territorio. No menos vértigo tuvo su proceso de escritura una vez que volvió: los tiempos de la industria lo obligaron a escribir en dos meses las historias que recolectó en su viaje. Así, volvió al país en marzo y a fines de abril entregó las 280 páginas del libro. Podemos de hablar de un instabook (ya conté que son en otra ocasión, libros hechos mientras los eventos van ocurriendo). Creo que en este caso cabe mejor decir un libro urgente. 

Mientras cada semana leemos con desesperación lo que pasa en Venezuela, yo empecé ahora a leer con un nudo en la garganta las historias que cuenta Joaquín en su libro. Que es no ficción, que es periodismo, pero que es también una de esas crónicas que terminan por hacernos creer que vivimos en un mundo que no puede ser verdad. Lo peor: la distópica que relata es, a todas luces, la cara más real que leí sobre Venezuela.

Y aquí, los libros de no ficción de la semana:

Ella miente, de Margarita Stolbizer y Silvina Martínez, comentado por Diego Igal. “En tiempos en los que la dirigencia política argentina arrastra un desprestigio considerable, resulta notable que una porción de ella coseche adhesiones fuertes e inesperadas en las librerías que, en algunos casos, resulta un fenómeno de ventas, de seguro pasajero. Basta ver números de la última Feria del Libro para comprobarlo: José Luis Espert, Cristina Fernández de Kirchner, Axel Kicillof, Martín Lousteau y Javier Milei fueron protagonistas de las veladas más convocantes de la exposición anual de la industria editorial. Otro botón de muestra es la circulación arrolladora que tuvo Sinceramente, el libro de la ex presidenta que distribuyó más de 320 mil ejemplares en menos de un bimestre, fenómeno comparable al que despertó el comienzo de la saga Harry Potter. ¿No fue magia?”. Aquí el comentario completo.

Los libros y la calle, de Edgardo Cozarinsky, comentado por Miguel Russo. “Escribir es leer sin interferencias. Se aprende a escribir leyendo. Y Edgardo Cozarinsky es una prueba irrefutable de eso. Lector empedernido desde siempre, recién comprendió que debía escribir (y escribir en serio) durante una internación en un hospital de París, cuando tenía 60 años: "siempre me pensé escritor, pero no me animaba a publicar o a terminar lo que empezaba". Este libro reúne toda su profusa obra lectora, desde la sexta de La Razón (“llegaba a la noche, a sus misterios y promesas, al reino de lo prohibido”) hasta su adorado Danilo Kiš (“lo vi una sola vez, en París, y la simpatía mutua surgió a partir de lecturas compartidas”), pasando por Cervantes y la lectura de Borges de Cervantes. Compendio sobre cómo se hace un escritor, los certeros pantallazos de Cozarinsky producen el milagro: al leerlos se siente la imperiosa necesidad de conseguir ya el libro del que está hablando, de encontrar esa librería que menciona, de volver a sumergirse, lisa y llanamente, en ese placer siempre repetido de la primera vez”. Aquí el comentario completo.

¡Gracias amigos! Espero que alguno de estos libros haya llamado su atención. Quedo a la espera de sus comentarios. ¡Los leo todos!

Saludos,

Flor.