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Lobby: el debate pendiente

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El lobby es una actividad con resonancias negativas, pero que responde a una necesidad fundamental: influir en las decisiones del poder público desde la esfera privada.

Lobby: el debate pendiente

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El lobby es tabú. Parece que fuera una práctica ilícita por definición, sólo apta para almas oscuras. Pero todo ciudadano tiene derecho a peticionar frente a las autoridades y, si lo necesita, a pedir ayuda a quien pueda hacerlo en su nombre. Los profesionales de asuntos públicos, y el país entero, se deben todavía un debate a fondo sobre el tema.

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Gestión de intereses. No hace mucho se conocieron los detalles del contrato entre el gobierno argentino y la firma de lobby con sede en Washington Arnold & Porter: dos millones de dólares por un año de servicios. Equivale a un fee mensual de US$ 125.000, más otros US$ 36.000 con los que Arnold & Porter subcontrata a Glover Park Group, una agencia de comunicación que complementa sus esfuerzos de lobby.

El caso pone en evidencia tres obviedades: que el gobierno argentino necesita influir en ciertos círculos de Washington; que su propio staff no es capaz de hacerlo de manera eficaz; y que no ve problemas en pagar a una agencia de lobby para que lo haga. No dejan de ser buenos síntomas: hacer lobby es entender el juego político, y contratar a quien lo sepa hacer es signo de pragmatismo.

El caso sirve para recordar algunos aspectos básicos de esta actividad, a veces sospechada:

  • Es lícito pedir ayuda para ejercer un derecho. Así como toda persona tiene derecho a defenderse en un juicio, y para eso puede contratar los servicios de un abogado, los ciudadanos y las organizaciones contratan a especialistas capaces de gestionar sus intereses frente a las autoridades de manera eficaz: no todo el mundo sabe con qué funcionarios hablar, cómo llegar a ellos o qué argumentos usar para convencerlos. Un derecho se vuelve abstracto si no se sabe cómo ejercerlo. Los lobistas a veces pueden resolver ese problema.
  • El desafío de la regulación. En un mundo ideal, cualquier ciudadano debería poder tocar la puerta de un funcionario y ser atendido. No sucede. Como la gestión de intereses a nombre de terceros puede traer consigo formas diversas de corrupción, parece buena idea regularla para otorgarle mayor transparencia. El problema es cómo. Hasta ahora, algunos países han inventado padrones de lobistas, registros de reuniones (con día, hora y tema), declaraciones juradas sobre quién paga los servicios… En la Argentina, un decreto solitario de Néstor Kirchner, el 1172/2003, que aplica sólo al Poder Ejecutivo Nacional, es la única legislación vigente sobre el tema. Está casi todo por hacerse.

Desde los antiguos griegos hasta Borgen o House of Cards, muchos se han preguntado si es posible hacerse oír por la autoridad sin destrozar la ética. Aunque la experiencia ha sido variada, las perspectivas son alentadoras: la presión social y la tecnología parecen conspirar a favor de la transparencia. Quizá llegó, por fin, el momento de abordar el tema.

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Tres preguntas a Maria Laptev. Es una consultora canadiense, experta en asuntos públicos, con una larga experiencia en la gestión de intereses a nivel local e internacional, particularmente en la Unión Europea. Desde 2012, trabaja en la European Centre for Public Affairs (ECPA).

  • ¿Qué es el lobby?
    Es hacer que el gobierno actúe. Hacer que cambie, agregue o quite legislación. Así de simple. En 1640 apareció la palabra lobbyist por primera vez. Eran gestores ingleses contratados por las asociaciones comerciales más poderosas para que fueran al palacio de Westminster, al Parlamento Británico. Los lobistas tenían que decidir cuándo ir a Londres, con quién hablar, con quién reunirse y a quién convencer para que hablara en el Parlamento defendiendo la verdad de sus clientes. El trabajo era mediar entre el gobierno, que buscaba financiarse con impuestos, y las elites económicas, que buscaban hacer crecer sus negocios. El trabajo del lobista era hacer que el gobierno escuchara la voz de sus clientes.
  • ¿Cómo evolucionó? ¿Qué pasó en el siglo XX?
    En el siglo XX, sobre todo a partir de la década de los '80, la economía se expandió y las compañías crecieron y se hicieron globales, de un tamaño inimaginable antes de las guerras mundiales. Y los ciudadanos empezaron a tener otras expectativas: querían un planeta más limpio, viajar más, usar aviones, teléfonos y muchas cosas más. Todo cambió. Los consumidores querían productos más seguros y limpios, comida más saludable. Muchos grupos empezaron a tener una voz fuerte (los trabajadores organizados en sindicatos, los consumidores en asociaciones, etcétera), y el gobierno empezó a escuchar entonces intereses cacofónicos y contradictorios. Los lobistas se dedicaron a defender el punto de vista de sus clientes en ese contexto.
  • ¿Cómo funciona hoy el lobby?
    El mundo ha cambiado drásticamente: es mucho más transparente. No hay una o dos voces. Sobre todo a partir de las redes sociales, hay millones. Los gobiernos están siendo observados como nunca antes por los ciudadanos. El lobista es el operador –uso a propósito esa palabra– que coordina todos esos elementos teniendo en cuenta que el gobierno no quiere operar sin antes oír todas esas voces. Eso me lleva a la figura del mago, que atrae y distrae. Los magos usan el humo por que atrae (se supone que hay fuego detrás) y a la vez oculta. También usan espejos, porque hacen que las cosas parezcan más grandes o más chicas, o las pueden distorsionar. El lobista de alguna manera usa esos recursos. El gran desafío es no perder credibilidad en el camino.

Las tres preguntas a Maria Laptev son un extracto de una presentación que hizo en 2014 en el contexto de TEDxUBIWiltz. Para acceder al video completo, podés hacer click acá.

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El covid, oportunidad. La pandemia, que sin duda limitó las posibilidades de interacción cara a cara, trajo nuevas oportunidades de negocio para la industria del lobby.

Según Anne Rasmussen, los reportes indican que la inversión en gestión de intereses fue récord en los Estados Unidos, Canadá y, sobre todo, en la Unión Europea. En muchos casos, el covid generó condiciones que impulsaron a las compañías a buscar amparo en nuevas legislaciones proteccionistas; en otros, disparó oportunidades de negocio que requieren también de nuevos marcos regulatorios. Río revuelto.

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Academia. El lobby es una actividad con resonancias negativas, pero que responde a una necesidad fundamental: influir en las decisiones del poder público desde la esfera privada. Las organizaciones y los individuos han cubierto esta necesidad desde el comienzo mismo de la civilización.

Jordi Xifra y David Caldevilla explican la historia del lobby en Occidente desde la Antigua Grecia hasta la actualidad. Una profesión que está viva y que parece cada vez más dinámica y desafiante.

Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]

¡Hasta el miércoles que viene!

Juan

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