Los celos en tiempos de celulares: el amor no debería rendir cuentas- RED/ACCIÓN

Los celos en tiempos de celulares: el amor no debería rendir cuentas

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Los noviazgos violentos muchas veces comienzan en la adolescencia y dejan huellas en los mensajes de WhatsApp: "¿Dónde estás?", "¿Con quién estás?", "Cómo estás vestida?" Especialistas en género, educación y lectores de RED/ACCIÓN nos cuentan sobre los vínculos entre los jóvenes y cómo las redes sociales y aplicaciones pueden transformarse en herramientas de control.

Los celos en tiempos de celulares: el amor no debería rendir cuentas

Ilustración: Denise Belluzzo

Este contenido contó con la participación de lectores y lectoras de RED/ACCIÓN

Esta nota fue realizada junto a la Iniciativa Spotlight, una alianza de Naciones Unidas y la Unión Europea para eliminar la violencia contra niñas y mujeres en todo el mundo.

“Mi relación violenta fue durante la secundaria, cuando los celos son protagonistas plenos”.  “Me sentí violada porque me hackeó mis redes. No se lo perdoné”. “Me exigía que le dijera dónde iba todo el tiempo: ‘¡Un mensaje no te cuesta nada!’”. 

Algunos de los testimonios que nos llegaron a través de la consulta que lanzamos entre nuestra comunidad de Instagram, hace poco más de un mes, para hablar de la violencia en los noviazgos, echaron luz respecto a una de las formas más usuales de control de estos tiempos: las redes y los teléfonos inteligentes.

Hoy, 14 de febrero, queremos hablar sobre el amor. Y sobre lo que no es o no debería considerarse amor.  

Según el informe “Rompiendo moldes: transformar imaginarios y normas sociales para eliminar la violencia contra las mujeres”, realizado por Oxfam en 2018 en América Latina y el Caribe:

  • El 80% de los y las jóvenes afirma que sus amigos varones revisan el celular de sus parejas.
  • Seis de cada 10 hombres de 15 a 19 años en América Latina piensan que celar es una demostración de amor.
  • El 86% de los y las jóvenes indica que sus amigos y amigas creen que es mejor no meterse en las peleas de pareja.
  • El 84% de las mujeres de entre 15 y 19 años piensa que revisar el celular de la pareja no es violencia.
  • El 59% de los hombres de 20-25 años cree que no es violencia decirle a la pareja qué ropa debe usar.

“Comenzó a no dejarme hablar con mis compañeros de curso. Se ponía celoso y no me dejaba que los mire, literalmente. Llegó un punto en que yo entraba al colegio, me sentaba y miraba para abajo. Estaba todo el día mirando al piso y después volvía a mi casa con dolor de cuello —recordaba Nazarena, una de las lectoras que nos escribió y quiso compartir sus vivencias para alertar a otras personas que estén atravesando situaciones similares—. Si tardaba dos minutos en responderle un mensaje me pedía que le mandara fotos de donde estaba”.

Su primera experiencia de violencia y celos compulsivos llegó de la mano de su primer novio, a los 14 años de los dos. Ella y Matías eran compañeros de colegio, iban al mismo curso. Los celos aparecieron apenas empezó la relación.

Si él la veía online en WhatsApp le exigía que le mostrara con quién chateaba: “Con quién hablás, mandame capturas”. Después le pidió la contraseña de Facebook. Le leía las conversaciones con sus amigas, la seguía en la calle, la controlaba compulsivamente pidiéndole fotos para saber dónde estaba, todo el tiempo. “Estaba enfermo”, reflexiona ella cinco años después de aquella experiencia.

Esa relación duró dos años. De todos modos, debieron interferir su madre, sus profesores de colegio y hasta el rector para que se diera cuenta de que ese vínculo no era sano. Necesitó ayuda para salir.

La de Nazarena no es una historia aislada. Basta recordar lo que las lectoras y lectores —de las mil personas que respondieron, prácticamente todas fueron mujeres— contestaron a las preguntas que hicimos sobre situaciones violentas en las relaciones amorosas para trazar un mapa de situación:

  • 421 marcaron que su pareja las o los hizo sentir culpable.
  • 335 dijeron que su pareja las o los ridiculizó o hizo sentir inferior.
  • 286 aseguraron que su pareja quería saber todo el tiempo dónde estaba o qué hacía.
  • 274 personas dijeron que su pareja les había revisado el celular.
  • 245 respondieron que su pareja les cuestionó la forma en la que se vestían.
  • 178 respondieron que su pareja les limitó el contacto con sus amigas y amigos.
  • 89 sufrieron algún tipo de violencia física.

“Este tipo de conductas [violentas] están tan naturalizadas que creo que es muy difícil, muchas veces, darte cuenta. Sobre todo cuando una es la protagonista. Por ahí la gente que está afuera lo está viendo y vos que estás adentro no te das cuenta que estás siendo sometida”, dice la socióloga y politóloga Lucía Martelotte, quien fue directora ejecutiva adjunta del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) y ahora integra el equipo de ONU Mujeres, desde donde trabaja con la Iniciativa Spotlight.

Tanto ONU Mujeres como Spotlight persiguen los objetivos de erradicar las diferentes formas de violencia contra mujeres y niñas, desde las manifestaciones más sutiles hasta las más extremas, y el femicidio. Con este fin, lanzaron a fines del año pasado la campaña #AmigaDateCuenta, protagonizada por Lali Espósito, que buscaba ayudar a detectar y prevenir estas situaciones. Y “sacarle el velo” a los micromachismos o microviolencias que a veces son inculcados desde la infancia, se cristalizan en los noviazgos y vínculos de la adolescencia y suelen disfrazarse de manifestaciones del amor. 

Martelotte señala la importancia de “trabajar en la prevención y en la transformación de las normas culturales” sobre todo en la adolescencia: “Es un momento crucial en el que hay que hablar de esto porque lo que nos muestran los datos es que las situaciones de violencia que sufren las mujeres suelen ser de larga data y comienzan en el noviazgo. Entonces, se debe repensar dónde está la base de esa violencia y, desde la educación sexual integral (ESI), cambiar este paradigma que, muchas veces, lo que presenta es que el amor romántico y la pareja es lo que nos convierte en mujeres plenas”.

Para comenzar a erradicar este y otros conceptos, Spotlight organizó, el año pasado, el taller “Fortaleciendo la educación sexual integral en espacios de educación formal: Jóvenes contra la violencia”, en La Quiaca. Eligieron realizarlo en la ciudad más al norte del país para fomentar en los adolescentes de este lugar una mayor participación y apertura al diálogo. Además de tratar de revertir los número elevados de violencia de género y femicidios que tiene toda la provincia. 

Bernabé Benitez es licenciado en Educación para la Salud de San Salvador de Jujuy, trabaja en la implementación del Programa de Educación Sexual Integral provincial, junto con el Plan Nacional de Prevención del Embarazo no Intencional en la Adolescencia (ENIA) y viajó como tallerista a brindar las actividades del encuentro. 

El eje de la jornada, que reunió a 200 estudiantes y docentes de cuatro colegios secundarios de la Puna, fue trabajar en “los vínculos afectivos, ver qué conceptos manejaban los adolescentes, qué es para ellos una relación amorosa, qué emociones y sensaciones las atraviesan”, cuenta Benítez. “Y desde nosotros, los talleristas, comenzar a convertirlos en conceptos mucho más saludables, desprendidos de todo contenido violento, y visibilizar diferentes formas de vincularnos”. 

Otro de los objetivos del taller era que los y las adolescentes y los y las docentes (quienes también recibieron capacitación en simultáneo) de los diferentes colegios se integraran entre sí y crearan nuevos vínculos y una red para seguir trabajando a futuro. Que los mismos participantes se convirtieran en promotores y embajadores, en sus instituciones y centros de estudiantes, contra la violencia de género y supieran cómo actuar o intervenir en caso de presenciar una situación violenta.

A modo de conclusión, los talleristas les proponían la realización de una producción artística que plasmara lo que habían trabajado durante todo el día. Una de las más movilizantes fue un rap en el que Alejandra Luna, de 16 años, cuenta una historia de violencia. 

“Lo que me dejó pensando este taller —reflexiona Benítez— tiene que ver con el contexto en el que viven, que quizás se predispone a una iniciación sexual temprana, con poco acceso al sistema de salud. Todo esto termina derivando en estar expuestos a situaciones de violencia en todos los sentidos. Por eso creemos que es importante generar trabajos en red, que puedan aprender a manejar conceptos reales, genuinos y, sobre todo, que puedan comenzar a tejer vínculos con adultos referentes en quienes puedan confiar. Y que esos adultos estén capacitados y preparados para trabajar desde el profesionalismo, no desde un parecer personal. Eso se trabajó mucho con los docentes”.             

“Vivir en la Quiaca no es fácil”, dice Alejandra Luna. Efectivamente, la adolescencia en esta zona, casi no cuenta con acceso a educación sexual integral y se ven vulnerados muchos otros derechos, aseguran desde Spotlight. Por eso, este tipo de talleres se replicaron después en Cafayate, ciudad de Salta, San Salvador de Jujuy, y se apoyaron iniciativas similares en la provincia de Buenos Aires. Inaugurando una línea de trabajo que planean continuar.

Aunque hay un abismo en las situaciones que se viven en la capital del país con respecto al norte u otras provincias, ninguna está exenta de violencia de género.

Lucía Martelotte señala que en la Ciudad de Buenos Aires 2 de cada 10 mujeres sufren o pueden llegar a sufrir alguna situación de violencia en sus relaciones. Y que los números de Naciones Unidas también indican que 3 de cada 10 mujeres serán víctimas, en algún momento de su vida, de violencia de género dentro de sus parejas.

En la era de la hiperconexión, y en línea con los testimonios que recibimos como respuestas de nuestra encuesta, dice que “las manifestaciones más comunes, tienen que ver con el control de las redes sociales, del celular, el pedido de contraseña de Facebook, el reclamo de la ubicación o de una foto del lugar donde la otra persona está”. 

Junto con estas, asegura, continúan aquellas que vienen desde hace tiempo como por ejemplo el cuestionar y controlar la forma de vestir de las mujeres o sus amistades y círculos de pertenencia. El intento de separarlas de amigas y familia para intentar aislarlas y que se sientan solas. 

“Por eso creo que una de las cosas importantes a las que apelaba la campaña #AmigaDateCuenta es a decir que las mujeres no estamos solas, sino que siempre hay una amiga, una vecina, una familiar, una compañera de colegio, de trabajo, que te puede apoyar, justamente para poder romper estos círculos de la violencia que muchas veces son difíciles de atravesar en soledad”, sostiene la socióloga. 

Ella apuesta a las nuevas generaciones y al cambio que están impulsando, tomando y continuando el legado del movimiento feminista argentino.

“Estamos cosechando —asegura—. Porque si bien hay muchas manifestaciones de violencia están emergiendo nuevas masculinidades. Muchos varones piensan cómo deconstruirse y comienzan a repensar otras formas de vincularse. Por eso me parece que podemos celebrar un día del amor, pero está bueno preguntarnos qué tipo de amor estamos celebrando. Si lo que prima es el acompañamiento, el diálogo o si vamos a seguir pensado en estructuras de dependencia emocional, económica, en esta idea de completud, de la media naranja. Deseo que entendamos que cada persona es única y completa en sí misma, con su proyecto de vida, y puede que encuentre otra persona para transitarlo pero no es que hace falta la otra persona para estar completos”.

Si sufrís situaciones de violencia o conocés a alguien que esté pasando por eso, no dejes de llamar a la línea 144, gratis, las 24 horas, desde cualquier parte del país.