Por qué votamos como votamos- RED/ACCIÓN

Por qué votamos como votamos

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El resultado de las elecciones legislativas se lleva toda la atención en estos días. Debajo de cada voto hay convicciones profundas de la gente que operan como corrientes subterráneas. Quien las entiende, tiene una brújula para transitar los próximos años.

Por qué votamos como votamos

El resultado de las elecciones legislativas se lleva toda la atención en estos días. Debajo de cada voto hay convicciones profundas de la gente que operan como corrientes subterráneas. Quien las entiende, tiene una brújula para transitar los próximos años.

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Intervención: Julieta De la Cal.

Convicciones. Último tramo antes del 14 de noviembre. La elite hiperinformada compara encuestas, consume con voracidad textos y dichos de analistas políticos y arriesga resultados sobre las elecciones. Un poco por gusto y otro poco por necesidad, todos intentan anticipar el futuro. Desde los tiempos de las cavernas, el ser humano busca adivinar si el tiempo es propicio para salir a cazar, si lo mejor es recoger alguna fruta y volver corriendo al refugio o si lo prudente es quedarse en la cueva y esperar que el peligro pase. Igual que ahora.

No todo es lo mismo. No es lo mismo una derrota estrepitosa del gobierno a nivel nacional que una diferencia de dos o tres puntos. No es lo mismo que el peronismo mantenga el quorum propio en el Senado o que lo pierda. No es lo mismo que logre dar vuelta la elección en la provincia de Buenos Aires o que sufra otra derrota, para oprobio del kirchnerismo. Y sobre todo, no es lo mismo que Cristina Kirchner le suelte la mano al presidente y se convierta en oposición después del 14 de noviembre, o que se mantenga a su lado y le intervenga el gobierno o cualquier otra variable.

Pronto se develarán muchas de esas incógnitas, pero quizá lo que explique la sensibilidad social de mediano plazo sea otra cosa:

  • Descrédito de la clase política. “La casta”, le llama Milei. El fenómeno es mundial, pero acentuado en los países con tensiones sociales irresueltas. Trump y Bolsonaro fueron los precursores, pero van llegando otros. La tentación de acudir a un líder que desafíe el sistema crece al ritmo en que aumenta el malestar por las expectativas insatisfechas. Argentina no tendría por qué ser una excepción.
  • La autenticidad, en ascenso. En otros tiempos fue la valentía para enfrentar los peligros, la honestidad, la inteligencia o cualquier otro atributo. Hoy todo eso cuenta, pero lo que más se valora de un político es que sea auténtico. Lo dicen los estudios cuantitativos y lo confirman los focus groups. Desafío complejo para políticos ambiciosos: por razones obvias, la autenticidad es difícil de fingir.
  • Juventud híbrida. Ya está dicho: más de la mitad de los contenidos noticiosos y de entretenimiento que consumen los jóvenes son globales. Misma música, mismos videos, mismos influencers. Los adolescentes argentinos y los de otros países se parecen entre sí y no comparten casi nada con un político de 60 años. Los líderes populistas locales no entienden esto.
  • Libertad. El encierro asociado a la pandemia generó asfixia, hartazgo. El estado aplicó sus recursos para limitar y prohibir, y la sociedad estuvo como un resorte comprimido, esperando el momento para salir. Todo el que plantee una agenda de libertad tiene chances de ser escuchado. Y probablemente sea así por bastante tiempo.
  • Grieta social. La fractura que divide a kirchneristas de antikirchneristas coexiste con otras quizá más profundas. Las encuestas muestran que buena parte de la clase media identifica a “los planeros” como el enemigo. La secuencia planes - gasto público - impuestos altos empieza a resultar intolerable. Entre los jóvenes, este sentimiento se agrava.

Votamos como votamos por agradecimiento, por miedo, por esperanza, por sentirnos parte de una tribu, por rebeldía, por bronca. Y por mil razones más. Pero hay sentimientos dominantes que asoman como signos de una época. Hoy, como hace 200 años, parece que buena parte de la población sintiera un imperativo profundo: ¡libertad, libertad, libertad!

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Tres preguntas a Peter Emerson. Es analista político británico-irlandés, director del Borda Institute. Escribió diez libros sobre los sistemas de votación en el mundo y es considerado un referente sobre temas relacionados con la representación de la gente en los sistemas democráticos.

  • ¿Está bien que la democracia sea el gobierno de la mayoría?
    En Inglaterra se habla de liderazgo democrático, en China de centralismo democrático, Alemania era una “República Democrática”… ¿Y qué es la democracia? Mucha gente cree que es el gobierno de la mayoría, así que las decisiones en los parlamentos y en los referéndums se toma según el voto de la mayoría, incluso por el margen de 50% más 1. El ganador se queda con todo y el perdedor con nada. ¿Es eso honesto o sabio? El gobierno de la mayoría, después de todo, fue parte del problema los Balcanes: la guerra de la antigua Yugoslavia empezó con un referéndum. El voto de las mayorías es, de hecho, una de los modos más imprecisos para recoger la opinión colectiva. Hay que mirar la lógica: si hay un debate de múltiples opciones, no tiene sentido decidir entre dos opciones. El Brexit debió ser un debate de múltiples opciones que se terminó resolviendo en un solo dilema (el Reino Unido se queda o no en la Unión Europeo), y para peor por un margen pequeño. Todas las demás opciones perdieron.
  • ¿Cuál es el problema de las opciones binarias en democracia?
    Mi madre es una católica inglesa y mi padre un protestante inglés. Ambos miembros de minorías. Fui concebido en Irlanda pero nací en Inglaterra. ¡Soy una minoría! Me preguntan todo el tiempo si soy protestante o católico o si soy inglés o irlandés. La democracia es el voto de las mayorías y en zonas de conflicto la gente pregunta cosas terribles como: sos serbio o croata, sos sunita o shiita, árabe o judío, hutu o tutsi… Y pasa lo mismo de manera más ordinaria: ¿estás a favor o en contra? ¿Derecha o izquierda? ¿Comunista o capitalista? El voto no siempre refleja la voluntad colectiva. Cuando hay referéndums, casi siempre refleja la voluntad de quien escribió la pregunta. Napoleón tuvo tres referéndums. Sobre si debía ser Cónsul, si iba a ser Cónsul de por vida y si debía ser Emperador. En los tres casos ganó por el 99% de los votos. Lenin y Hitler tuvieron experiencias parecidas.
  • ¿De qué manera se podría lograr una democracia que incluya mejor a todas las opciones?
    En una democracia plural, todas las votaciones deberían permitir más de dos opciones que están bajo debate. Hay más de dos maneras de escribir la constitución, de definir el presupuesto de un país, etc. No se captura la voluntad colectiva si la gente no puede expresar su voluntad individual, si solo puede decir lo que no quiere, si solo puede decir sí o no, como sucedió con el Brexit. Pero si todos dicen lo que quieren, debería ser posible identificar lo que es mejor, la opción con más apoyo popular. Y eso es posible si la gente se expresa con precisión y usando sus propias categorías. Cuando hay varias opciones, la gente puede votar por la que más le gusta, pero podría también incluir la que considera la segunda mejor y la tercera y también la que considera peor. Si se promedia esa votación, puede resultar que la opción que tiene más apoyo no es la que ninguno de los grupos consideraba como su mejor opción, pero sí una que es aceptable para todos. Eso es una manera de integrar, de hacer que todos estén mejor representados, de una mejor convivencia.

Las tres preguntas a Peter Emerson se tomaron de la presentación “So, What is Democracy Anyway?”, dada en el contexto de TEDxVienna. Para acceder a la presentación completa podés hacer clic acá.

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Preguntas inteligentes. Ann Hiatt trabajó durante 15 años en Amazon. La última instancia de su proceso de selección fue una entrevista con el mismísimo Jeff Bezos. “Quiero que calcule la cantidad de paneles de vidrio en la ciudad de Seattle”, le dijo. Pasada la parálisis inicial, Hiatt se dijo a sí misma: “Quiere ver cómo funciona mi mente. Quiere verme dividir un problema complicado en pasos pequeños y manejables. Yo puedo hacer eso”. E hizo los cálculos. Y vino la segunda pregunta: cuáles son sus objetivos profesionales. “Le expliqué que no tenía idea de cómo ser asistente, pero que sabía la importancia de estar constantemente fuera de mi zona de confort. Quería saltar a una curva de aprendizaje y crecimiento astronómico”, dijo. Pensamiento analítico y motivación. Todo dicho.

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Academia. Las democracias contemporáneas se han convertido en sociedades de observación: crece sin parar la demanda de transparencia. How Much Transparency do our Democracies Require and Tolerate, este artículo de Daniel Innerarity estudia los límites y efectos secundarios de la transparencia. También las desventajas de una concepción “ocular” de la democracia: cuando los gobernantes se sienten permanentemente observados, es fácil que recurran a una teatralización de la política. Así, el ojo ciudadano no necesariamente controla, sino que se enfoca en el “politainment” un híbrido entre politics y entertainment. Un delicado equilibrio: política transparente, pero no demasiado.

Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]

¡Hasta el miércoles que viene!

Juan

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