Desde potabilizar agua de río hasta embellecer la ciudad: las soluciones que estudiantes del país aportan a sus comunidades- RED/ACCIÓN

Desde potabilizar agua de río hasta embellecer la ciudad: las soluciones que estudiantes del país aportan a sus comunidades

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Alumnos y alumnas de escuelas secundarias de distintas localidades desarrollan proyectos que impactan positivamente en la población local. Como plazas llenas de árboles frutales, placas dentales para vacas que ayudan a la producción de leche o un kit para dar Educación Sexual Integral (ESI) en el colegio. Las experiencias muestran el potencial que tiene el trabajo interdisciplinario de las escuelas y en conjunto con la sociedad local.

Desde potabilizar agua de río hasta embellecer la ciudad: las soluciones que estudiantes del país aportan a sus comunidades

Intervención: Denise Belluzzo

Que los 3.000 habitantes del pueblo santafecino de Santa Teresa tuvieran una plaza comestible, un lugar donde haya plantas con frutas que uno pueda cortar y sentarse en un banco a comerla. Esa fue la idea que comenzó a rondar la cabeza de los y las estudiantes del Instituto Superior José Manuel Estrada, a finales de 2017. Casi cuatro años después, los árboles, aún pequeños, ya dan algunos frutos.

“Estamos muy contentos. Creo que cuando el proyecto viene de los estudiantes a las personas les gusta, lo apoyan y participan mucho más. Los chicos pidieron plantas y tuvieron muy buena respuesta. Además, el predio no tenía una función clara y, con la propuesta de los chicos, se recuperó, se limpió y se le encontró un propósito”, dice Javier Menotti, presidente de comuna. 

Giovanna Galligani, quien cura tercer año en el instituto, cree que lograron algo importante trabajando en conjunto con la población local: “Fue lindo ver cómo todos colaborábamos”. Su compañera, Nabila Ponce, resalta cuánto se involucró el pueblo: “Donaron plantas, recolectaron frutas y hasta tiran los desechos orgánicos en la compostera que construimos en la plaza”.

Estudiantes trabajando en la Plaza Comestible de Santa Teresa, Santa Fe. / Foto: gentileza.

Experiencias similares a estas se repiten en distintos puntos del país. Estudiantes de una escuela de Ituzaingó, en el Gran Buenos Aires, trabajan en un dispositivo para potabilizar agua de los ríos y así proveer agua saludable a comunidades alejadas de los centros urbanos. En Jujuy, desde una escuela especializada en Artes, chicos y chicas crearon esculturas para distintos espacios públicos de la ciudad de Ledesma. Y en la ciudad bonaerense de Lobería, los y las estudiantes de una escuela técnica trabajan en proyectos que van desde buscar soluciones a necesidades que tienen los productores agropecuarios de la zona hasta un kit para dar Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas, que hoy solo está en los centros de salud.

Una plaza comestible para el pueblo

Cuando los estudiantes en Santa Teresa empezaron a investigar, se encontraron con que no había plazas de este tipo en Argentina. “Entonces, nos capacitamos con profesionales del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de Máximo Paz, una ciudad cercana, y hablamos con el jefe comunal, que dispuso de un lugar al costado del ferrocarril”, cuenta Marisa Zana, profesora de Biología, Ciencias Naturales, Fisicoquímica y Química. 

Luego diagramaron el lugar con ayuda del INTA y paisajistas de la zona, investigaron qué frutales plantar, conversaron sobre los temores a que alguien rompiera las plantas y decidieron educar sobre el cuidado del espacio público. En agosto de 2018 empezaron a plantar los árboles. “Al principio se robaron algunas plantitas, pero rápidamente los vecinos se apropiaron del lugar y no volvió a pasar”, dice Marisa.

Estudiantes reciben frutales enviados por el INTA para ser plantados en la Plaza Comestible. / Foto: gentileza.

El espacio es una media manzana donde hay frutales pequeños, frutales grandes, aromáticas, plantas nativas de gran porte no comestibles, y una compostera comunitaria que genera el compost para las plantas de la plaza.

El INTA también capacitó a los chicos y chicas en multiplicar aromáticas. Entonces, ellos fueron al jardín de infantes a enseñarles lo aprendido a los niños y niñas, para después ubicar en la plaza algunos plantines y llevar otros al hogar de ancianos. Allí, con los adultos y adultas mayores pintaron macetas recicladas y plantaron las aromáticas. A su vez, el hogar de ancianos regaló una planta que los chicos ubicaron ese mismo día en la plaza.

Además, grupos de artistas y pintores del pueblo se juntaron con los chicos e intervinieron los canteros y el tanque de agua de 200 litros que el municipio llena todas las semanas para que sea más fácil regar.

“Tratamos de que sea un proyecto comunitario y también interdisciplinario. Participan disciplinas como: Tecnología y Plástica —construyeron la compostera e hicieron la cartelería con madera reciclada—, Geografía —trabajaron la idea de soberanía alimentaria—, Fisicoquímica —hicieron un destilado de ajo que usaron como plaguicida natural—, Lengua —diseñaron un folleto—”, explica Marisa.

Agua potable para las comunidades alejadas de los centros urbanos

La escuela técnica N°1 del partido bonaerense de Ituzaingó tiene unos 1.200 estudiantes. Quienes cursan la tecnicatura en Química, en 6° año, estudian muchos aspectos relacionados con el agua. En 2017, después de conocer las propiedades del agua y el tratamiento que Agua y Saneamientos Argentinos (AYSA) le daba al agua de río para volverla potable, los y las estudiantes decidieron buscar métodos alternativos amigables con el ambiente para sacarle el color marrón al agua y clarificarla. "Para eso, AYSA usa sulfato de aluminio”, apunta Esther Voiro, profesora de Química de la escuela.

También analizaron unos sobres que algunas empresas venden para que personas en zonas aisladas puedan potabilizar el agua. “Pero no se pueden dosificar y el polvo está compuesto por químicos”, puntualiza la docente.

Así, comenzó el proyecto que llamaron Flocunat (abreviación de floculante natural) y que la escuela hoy sigue desarrollando. Cada camada de estudiantes, toma lo hecho por los años anteriores y trata de avanzar. El proyecto interesó tanto que en 2019 dos jóvenes fueron invitados a presentarlo en el Mundial del Agua (un encuentro en el que estudiantes de diferentes países muestran sus proyectos) que se realizó en Estocolmo.

La profesora Esther Voiro con sus estudiantes y ex alumnos en el laboratorio de la escuela. / Foto: gentileza Esther Voiro.

Lo primero que vieron los chicos y chicas fue que mujeres en la India utilizan las semillas de la planta de moringa para quitar la turbiedad del agua. Indagaron en cómo trabajan estas semillas y encontraron estudios que había hecho el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) sobre el cultivo de la planta. Se contactaron con un ingeniero del INTA de Formosa, que les informó sobre el programa de cultivo de árboles de moringa que se impulsa en dicha provincia. Las semillas utilizadas en las experiencias realizadas por los estudiantes son cultivadas en la localidad de Siete Palmas. 

“La primera vez, usamos agua del río Reconquista y para nuestra sorpresa el agua se clarificaba y perdía gran parte de las bacterias que contenía, aunque no era potable. Requería hervirla o agregarle cloro para poder beberla”, explica Esther. 

Ahora, no todas las aguas de los ríos tienen la misma turbidez. Por eso decidieron diseñar un dosificador que permite saber cuántas semillas requiere ese agua para ser clarificada. Para desarrollar el dosificador, cuenta la profesora, “nos inspiramos en el disco de Secchi —un instrumento que permite medir la turbidez del agua en ríos, lagos y lagunas—. Lo hicimos con una tapa de luz circular de plástico blanco a la que le pintamos dos cuadrantes de color gris. De acuerdo a la profundidad a la cual se dejan de ver los cuadrantes grises y blancos es la cantidad de semillas que uno le tiene que poner para clarificarla”.

Una vez colocadas las semillas (que se usan una sola vez), los sedimentos decantan y, dependiendo la turbidez del agua, en una hora como mucho se clarifica. Después de analizar esos sedimentos, los y las estudiantes proponen que se los use como abono para mejorar los suelos.

Una vez que el agua queda clarificada, los y las estudiantes proponen exponerla a luz UV-C, que impide que los microorganismos se repliquen y la vuelve potable. Para eso diseñaron un dispositivo que permite potabilizar en dos minutos unos dos litros de agua y están esperando la financiación de 16.000 pesos que les prometió el municipio de Ituzaingó para desarrollar el prototipo.

El estudiante Agustín Banegas presentó el dispositivo en la Feria de Ciencias de la escuela. / Foto: gentileza Esther Voiro.

En principio, al dispositivo lo pensaron para las comunidades de Formosa que no cuentan con agua potable y que suelen tener plantas de moringa cerca. Para eso, cuenta Esther, están “con el INTA de Formosa, pensando juntos. La idea es llevarle un árbol de moringa a cada familia y luego, que alguna organización no gubernamental o algún gobierno haga el equipo para las familias”. La docente agrega: “Nosotros también estamos desarrollando un manual que les enseñe a usarlo”.

Por último, como todas las partes de la planta de moringa son comestibles y muy ricas en nutrientes, los estudiantes ven en el proyecto, también, una posibilidad de mejorar la alimentación de esas comunidades.

Esculturas para embellecer la ciudad

Este año, en la ciudad Jujeña de Ledesma, los y las estudiantes de la escuela provincial de artes N°3 Lola Mora empezaron a investigar la obra escultórica de Henry Moore. Cada uno hizo una escultura pequeña, inspirada en las del artista británico, y subieron imágenes de las mismas a redes. Cuando en el municipio vieron las obras, los contactaron porque quieren que hagan algunas de esas esculturas en mayor tamaño para ubicarlas en un nuevo paseo que construirá el Gobierno local.

A quienes conocen la trayectoria de la escuela no les llama la atención que ocurra esto, porque desde 2016 los y las estudiantes de la escuela de arte desarrollan proyectos de impacto en la comunidad, desde la pedagogía de aprendizaje y servicio solidario (AySS). Ese año modelaron una escultura en honor a la Pacha Mama, que situaron en el patio de la escuela y cada agosto los reúne para celebrarla y agradecerle. Está modelada en arcilla y luego vaciada en cemento, material del que quedó conformada la obra.

También en 2016, toda la comunidad educativa —estudiantes, docentes, familias, personal de maestranza, directivos, el municipio— celebró el bicentenario de la Independencia y para eso construyeron una réplica de la Casa de Tucumán a tamaño real. “Se instaló frente a la escuela y fue un hito motivador para los años siguientes”, cuenta Cecilia Espinoza, escultora y profesora de la escuela.

En 2017, los chicos querían esculpir tres animales en tamaño real: un caimán, un yaguareté y una taruca. A la Municipalidad le gustó la idea, les donó el cemento para hacer las obras y les ofreció la posibilidad de elegir dónde ubicarlas. Los y las aprendices decidieron colocarlas en el frente del palacio municipal.

Escultura emplazada frente al palacio municipal. / Foto: gentileza Cecilia Espinoza.

“En la escuela no trabajamos de manera interdisciplinaria estos proyectos de impacto comunitario, sino que lo desarrollamos en el taller de escultura que yo doy. Sin embargo, sin la impronta y las miradas que cada profesor en su materia ha aportado durante estos años sería imposible llevar adelante estos proyectos. Que los otros profesores les preguntan y se interesan a ellos les aumenta la autoestima”, dice Cecilia. 

Dos años después, los estudiantes fueron invitados a realizar una obra para emplazar en un predio cercano al Parque Nacional Calilegua. Explica la profesora: “Los chicos eligieron hacer en cemento la flor del Lapacho como si fuera un tobogán. Porque ya habían visto que a las esculturas de los animales ubicados en la municipalidad los niños se trepaban y como no estaban pensadas con ese fin debieron cercarlas para protegerlas”.

El gobierno provincial les proveyó el hierro y el cemento. Pero como el lugar queda lejos de la escuela y los y las estudiantes no podían ir hasta allí, optaron por hacer algunas partes y una maqueta de la obra, para que luego una cooperativa de vecinos la realice en el lugar. Cuando ya estaba terminada sí fueron a pintarla.

Cecilia Espinoza y sus estudiantes con la obra ya pintada. / Foto: gentileza Cecilia Espinoza.

Por esta historia entre la comuna y la escuela es que no sorprende que ahora chicos y chicas estén diseñando esculturas para que la gente pueda trepar y sentarse sobre ellas. “Las rellenarán con ladrillos ecológicos y por eso vino a conversar con ellos el director de Medio Ambiente del municipio. Mientras que con la arquitecta de la comuna están analizando las dimensiones de cada obra. Así, se los pone a hablar con interlocutores que de otra manera no se cruzarían”, resalta Cecilia.

Las esculturas serán emplazadas el próximo año en un nuevo paseo que se llamará Paseo de las Artes. “Me emociona muchísimo estar haciendo con mis compañeros obras para embellecer a mi ciudad. También me enorgullece el impacto que podemos lograr entre todos reciclando desechos”, dice Ezequiel. Otro de los estudiantes, Maximiliano coincide: “Es muy emocionante que nuestra obra esté emplazada y reconocida en un paseo como el que se está construyendo en la ciudad”.

Desde un kit para trabajar ESI hasta una placa dental para vacas

La escuela técnica N°1 René G. Favaloro de la ciudad bonaerense de Lobería (13.000 habitantes) trabaja proyectos relacionados con la comunidad tanto desde las áreas curriculares como desde el Club de Ciencias, un espacio por fuera de lo curricular “donde profes y estudiantes investigan a la par para desarrollar soluciones a problemas que acerca la comunidad”, cuenta la directora Elsa María Guillermo.

A la escuela asisten 217 estudiantes que se especializan en Electromecánica y Multimedios. Cuentan con 4 impresoras 3D, que al comienzo de la cuarentena se distribuyeron en las casas de los profesores. El año pasado, ante la necesidad de máscaras faciales en los centros de salud, “chicos y profes las diseñaron e imprimieron y algunas fueron enviadas a los hospitales Piñero y Santojanni”, puntualiza Elsa.

También hicieron torres sanitizantes para el hogar de ancianos de la ciudad y para la municipalidad. Luis María Gastiarena, coordinador del Club de Ciencias, explica: “Estudiantes de Electromecánica las diseñaron y produjeron. Y los chicos de Multimedios, al observar que las personas no sabían cómo usarlas, les hicieron un ploteo mostrando el paso a paso de cómo funcionan”.

A pedido del municipio también automatizaron a comienzos del año pasado un arco de desinfección ubicado en la entrada de la ciudad. “Los bomberos hicieron la estructura de hierro y los estudiantes de Electromecánica de sexto y séptimo se distribuyeron las tareas a resolver en sus casas. Algunos desarrollaron los sensores y otros las partes electrónica y la programación. Cuando estuvo todo listo, como los chicos no podían salir, los profesores fuimos a hacer las conexiones”, cuenta Luis María.

Un objetivo importante para la escuela es su articulación con otras escuelas de la zona para desarrollar proyectos conjuntos. Por ejemplo, la escuela agraria Nº1 de Miramar los contactó a través del INTA porque quieren desarrollar placas dentales bovinas. “Una vaca lechera tiene una durabilidad. Cuando su dentadura se desgasta tiene una alimentación más ajustada y eso significa menos producción de leche y menores posibilidades de reproducción. Si con esta placa logramos mejorar su alimentación alargamos su vida productiva. Y eso podría impactar en muchos ganaderos de la zona”.

Un estudiante presenta el pasturómetro que están desarrollando. / Foto: gentileza Elsa María Guillermo.

Por otro lado, con el INTA de Balcarce están trabajando un pasturómetro, un dispositivo para medir la altura de la pastura que permite calcular la cantidad de pasto y cuántos animales podrían alimentarse. Es más, “uno de los chicos que trabaja en el pasturómetro lo está viendo como un emprendimiento que les ofrezca a los productores agropecuarios un dispositivo no dolarizado”, cuenta la directora.

Mientras que la escuela técnica Nº2 de Necochea, que tiene la especialización en Alimentos y desarrolló una barrita de cereal, los contactó para que desde la especialización en Multimedios les desarrollen el packaging, la estrategia publicitaria y cómo ofrecerlo en el mercado.

Otro proyecto que arrancó este año partió de la necesidad de contar con un kit que contenga maquetas de los órganos reproductivos masculinos y femeninos para trabajar Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas. La propuesta la hicieron los chicos y chicas de primero, segundo y tercer año que observaron que no existen maquetas para enseñar a ponerse un preservativo o colocarse una copa menstrual.

Es un proyecto a tres años, con el objetivo de desarrollar un kit que puedan usar otras instituciones educativas y que hoy solo existen en los centros de salud. “Para eso estamos trabajando con un equipo de salud de la provincia, conformado por estudiantes de medicina, enfermería, electromecánica (algunos de ellos exalumnos de la escuela) y también vino un pediatra para conversar con ellos”, explica Luis María.

Durante la Feria de Ciencias, presentaron el kit para trabajar ESI en la escuelas. / Foto: gentileza Elsa María Guillermo.

Trabajar ESI sigue siendo un desafío. Cuenta la directora: “En la Feria de Ciencias, que hicimos hace algunas semanas, expusimos los penes diseñados e impresos en 3D por los chicos y muchas personas no quisieron entrar”. Y Luis María agrega: “En el proceso, a algunos chicos les daba pudor dibujar un pene o una vulva. Pero cuando ubicaron las soluciones que podían dar con el kit, se fueron soltando”.

Para las comunidades, que los proyectos salgan de los y las estudiantes parece que marca la diferencia. “Creo que a la gente le resulta más fácil apropiarse de la propuesta que si es algo impuesto”, dice la santafecina Marisa Zana.