¿Quién demonios gana con la Feria del Libro?- RED/ACCIÓN

¿Quién demonios gana con la Feria del Libro?

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¿Quién demonios gana con la Feria del Libro?

Foto: Raúl Ferrari/Télam/cgl

Las editoriales aseguran que no ganan plata. El público se queja de que hay demasiada gente y no se puede caminar. Y los escritores en que los pone nerviosos participar de sus eventos. Sin embargo, cada año participan más editoriales, va la misma cantidad de gente, y todos siguen invirtiendo para estar. ¿Por qué?

Los que vemos en los libros una forma de vida, un futuro, a menudo transitamos esa vida -ese futuro- con una angustia indecible. Vamos a librerías y nos da vergüenza conversar con los libreros. Asistimos a presentaciones de libros y tratamos de evitar la mirada del autor, que desde alguna silla rechinante busca las caras de los asistentes. Habitamos la frustración diaria de haber elegido un mundo impopular.

La Feria del Libro es, entonces, una excusa perfecta para ocupar el día, para salir de nuestras casas solitarias y caminar por las calles de un barrio propio.

Pero claro, no somos parámetro de nada. Apenas grillos alegres después de la vaguada. Los verdaderos protagonistas de la feria son ese montón de anónimos que hacen de ella un evento masivo. Y las editoriales, que aguantan jornadas eternas durante tres semanas infernales.

¿Por qué lo hacen? Obviamente, uno pensaría que para sacar rédito comercial y ganar dinero a montones. Sin embargo, no hay editor que diga que estar en la Feria es verdaderamente un buen negocio. ¿Qué ganan entonces? O peor aún: ¿quién gana?

A lo largo de toda la feria intentamos responder esta pregunta hablando con diferentes protagonistas del mundo editorial. Si usted es persona inquieta y no quiere leerlo todo, sáquese la culpa: haga click sobre cualquiera de las categorías enlistadas a continuación y vaya directo a las respuestas de quienes le interesan. Sino, hágase una idea completa y siga leyendo después del listado.

Juan Ignacio Boido - Director de Penguin Random House
Martín Gremmelspacher
- Presidente de la Fundación del Libro
Ignacio Iraola - Director de Planeta
Carlos Busqued - Escritor
Respuestas de la gente en Twitter
Cristian de Nápoli - Poeta y traductor y librero de Los Siete Logos
Marcos Almada - Editorial Alto Pogo y miembro de La Coop
Mariano Blatt - Poeta y editor de Blatt & Ríos

Foto. Gens
Foto. Gens

Bienvenido, usted ha entrado en la senda de la lectura cabal. Felicitese y continúe.

Una pregunta más flotó siempre detrás de las anteriores: ¿por qué volvemos a la Feria del Libro? ¿Por qué pareciera que vamos a seguir volviendo toda la vida, a pesar de los pasillos llenos, de los precios altos, y de los pabellones sin una gota de la luz del sol?

Veamos.

Una primera aproximación

Antes de empezar a escribir esta nota y hacer entrevistas, hicimos una pequeña encuesta en Twitter. La formulación fue sencilla: ¿van a la feria del libro? ¿Por qué o para qué van? ¿Salen contentos?

A continuación, las respuestas.

Obvio que si, cada año más contenta se sale de ahí adentro ❤️ Hay que ir para pasear entre los libros y ser feliz ??

— Joja (@josesoffer) 9 de mayo de 2018

Dejé de ir hace años por el ruido insoportable, colas larguísimas, poca información de quienes atienden, descuentos escasos, espacios comunes llenos de papeles, precios carísimos en la cafetería, etc. Si deseo un libro, prefiero comprarlo en una librería.

— Erica Walter (@ericawalter) 9 de mayo de 2018

Por trabajo, por placer, por curiosidad, y como programa con amigos o con mis hijos.

— Ana Correa ??‍♀️ (@anaecorrea) 9 de mayo de 2018

Carlos Busqued, o la Feria como el barrio de Once

Carlos Busqued acaba de publicar en Anagrama la novela Magnetizado, que recibió muchísimas y muy elogiosas críticas. Su novela no se presentó en la Feria pero él participó de una charla el 27 de abril junto a Diego Vecchio, María Gainza y Silvia Sesé.

Le hago preguntas más bien generales: si está a favor o en contra de la feria, a favor o en contra de ir a firmar ejemplares, a favor o en contra de las presentaciones y todo lo que conllevan estos 19 días de corrido (y corridas). “Sería como estar a favor o en contra de la lluvia: sucede independientemente de mi parecer”, dice. “De todas formas es una cosa que hay que hacer. Trae algunos beneficios circular supongo. Yo circulo poco en el ambiente, entonces me viene bien aunque no lo disfrute. Alguna utilidad tendrá…”.

El escritor Carlos Busqued Foto: Télam/cgi
El escritor Carlos Busqued Foto: Télam/cgi

¿No te gusta ese montón de gente circulando entre libros?
Me pone muy ansioso caminar cuando hay mucha gente. Es como atravesar el Once, donde todos se detienen a mirar vidrieras o comprar cosas, entonces uno se los choca o los tiene que esquivar. Me pone realmente nervioso, pero es más bien un problema mío.

¿Dar charlas?
Me pone nervioso dar charlas. Además como no tengo amigos del ambiente no va nadie y no me gusta. En general los escritores convocan a sus amigos y a mi eso no me gusta porque mis amigos no son de este palo.

¿Ir a firmar?
Es una vergüenza ir a firmar. La cara de la gente mientras espera que alguien le firme se parece a la de los perros atados afuera de los supermercados. Yo fui una sola vez a firmar libros y vino una sola persona. Me sorprendió, no me pareció mal pero me sorprendió que fuera alguien.

¿Un fanático?
No. Era una señora que había leído una crítica de Bajo este sol tremendo y lo había comprado para la hija de 12 años. Yo quería preguntarle si estaba segura, porque el libro es medio fuerte para una chica de esa edad. Pero igual se lo firmé, obviamente.

La voz de la Fundación

Martín Gremmelspacher, el presidente de la Fundación El Libro (que organiza la Feria), está de acuerdo con la teoría de que el público lo que más disfruta son las actividades, y suma la bibliodiversidad. “El gran atractivo que tiene la feria es el conjunto de actos y la diversidad de libros que tiene, que no se encuentra en las librerías. Este año por ejemplo se presentaron más de dos mil autores nacionales, más de cien extranjeros con dos premios Nobel entre ellos: Coetzee y Vargas Llosa. Vinieron a las jornadas profesionales más de 12 mil profesionales de 30 países a negociar derechos de autor de libros argentinos. Es sin dudas el evento cultural más importante de Latinoamérica”.

El Presidente de la Fundación El Libro, Martín Gremmelspacher. Foto: Osvaldo Fantón/jcp
El Presidente de la Fundación El Libro, Martín Gremmelspacher. Foto: Osvaldo Fantón/jcp

Habrá párrafos o notas para discutir si es o no el evento cultural más importante de Latinoamérica, otros dirán que es la Feria de Guadalajar, otros el Lollapalooza o la Copa Libertadores, lo mismo da. Que es relevante, no hay dudas. Que la Fundación es la primera ganadora del caso, tampoco. Gremmelspacher afirma que se duermen en los laureles y que cada año intentan aggiornarse. “Lo que buscamos es interpretar lo que le pasa en la sociedad y en la cultura. Este año hubo un stand de diversidad sexual y cultural por ejemplo. Con un curador elegimos la mayor cantidad de libros que traten esta temática y armamos eventos también. Después, como es el año del mundial armamos una charla en la que el escritor mejicano Juan Villoro habló con Eduardo Sacheri sobre fútbol y cultura. Y le damos cada vez más lugar a los jóvenes, que desde Harry Potter consumen muchas sagas y son un público enorme. Lo que hacemos es interpretar la realidad para ofrecer una feria actualizada”. En su tesis, volvemos a la Feria porque se renueva, porque no es la misma de siempre. Volvemos, digamos que dice, porque cambia con nosotros.

Los voz de los grandes: Penguin Random House y Planeta

Juan Ignacio Boido, Director de Penguin Random House (la editorial que tiene, junto a Planeta, mayor cantidad de metraje), dice: “la Feria tiene un peso simbólico enorme para el mundo editorial, es un lugar y un ritual muy ligado a la tradición libresca de la ciudad, como su cantidad y calidad de librerías, y que trasciende en el mundo: son muchos los autores de otros países que, para presentar su libro, piden venir a la Feria. Además de la cobertura de prensa que el libro tiene esas semanas, que es notable”.

¿Qué se gana y qué se pierde con estar en la Feria?
Se gana la posibilidad de que las editoriales, los editores y sobre todo los autores estén en contacto directo con los lectores, al menos con esa parte de los lectores que van habitualmente a la Feria, y eso incluye docentes y bibliotecarios de todo el país. Por otro lado, lo que se pierde es básicamente tiempo de sueño: es una Feria larga, quizá de las más largas del mundo, y con muchísimos eventos. Lo cual no está mal, pero demanda tiempo.

Muchas editoriales dicen que el año pasado fue el peor en 10 años. ¿Fue así?
Fue el año en el que más se sintió la caída en la compra. Creo que responde a la caída del consumo en general, y el libro no está ajeno a eso.

¿Qué se espera para este año? ¿Compensa la feria alguna de los problemas que hay hoy en la industria editorial?
El 2017 no fue un año fácil porque no llegó el repunte marcado en el consumo que se anunciaba, pero desde fin de año pasado registramos una estabilidad y una leve mejoría que miramos con expectativa. Pensando en eso, sumado a un plan editorial que consideramos muy potente, confiamos en que va a ser un año mejor. Además, si haciendo libros en la Argentina no somos optimistas, no podríamos hacerlos. Pero esperar que la Feria, un evento de actores privados, que dura 20 días, compense la realidad de un país, sea cual fuere, o la fuerza de las políticas públicas, es pedir demasiado.

¿Hace algo el estado para ayudar a la industria editorial?
Podríamos hablar de los costos, de las caídas en las ventas, de las compras del Estado, pero creo que el punto fundamental de la Argentina en relación al libro es un plan de fomento de la lectura abordado a largo plazo y a nivel nacional. Un plan que revalorice el saber y el libro, el placer de la lectura y también su utilidad.

Foto: Raúl Ferrari/Télam/cgl
Foto: Raúl Ferrari/Télam/cgl


Para Ignacio Iraola la pregunta de quién gana con la Feria del Libro es fácil de responder: “Primero que todo gana la Fundación El Libro, que es quien organiza la Feria. Después gana La Rural, que alquila el predio. Y gana la gente, por la cantidad de libros que pueden encontrar y por la visita de grandes autores a los que pueden ir a escuchar. Las editoriales, desde lo económico, si salen empatadas festejan. Es un laburo enorme: hay que alquilar el espacio, construir el stand, contratar personal con los respectivos aportes, armar las presentaciones (Planeta hizo más de 50 este año), pagar los pasajes de los escritores invitados, las estadías, todo… Y la venta no llega a cubrir todo eso, así que insisto: si se sale empatados salimos a festejar”.

¿Tiene algo a favor? ¿No se puede pensar en no estar presentes?
La visibilidad que tienen los libros en los medios. Es la única vez en el año que los medios le dan cobertura a los libros y a los escritores. Y siendo Planeta la editorial más importantes no puede no estar en la feria más importante del rubro. Pero no es rentable: los números no dan.

¿Quién va a la Feria del libro?
La gente que va a la feria no es un público de librerías, es un público que va a la feria a comprar libros para regalar y que después compra libros en navidad, pero no es gente que consume de manera regular. Y no hay una política de parte de la fundación para fidelizar a estos clientes.

¿Es la feria más importante de Latinoamérica?
La feria más importante es Guadalajara, en Méjico. Primero porque tiene más desarrollada la pata de negocios, y porque tiene más visibilidad. Es distinta porque no se hace en una capital del país y se moviliza mucha gente para eso. Genera mucha inquietud y se hacen muchos negocios. Viaja más gente del mundo respecto de la nuestra.

La voz de los editores independientes

A priori, uno creería que los motivos de las grandes casas editoriales y los de las pequeñas son completamente distintos, pero a pesar de la escala varios editores terminan diciendo lo mismo. Para Marcos Almada, editor de Alto Pogo y miembro de La Coop, un frente editorial que reúne en su stand, junto a Frente Editorial Latinoamericano, a 39 editoriales, la ganancia principal no es en términos económicos sino de valor simbólico. “Al ser sellos editoriales chicos formamos parte de un conglomerado y tenemos un stand compartido el gasto que le insume a cada sello es menor, aunque sea caro el stand. Es cierto que no hay verdaderas ganancias, pero cuando uno llega con una o dos novedades fuertes puede salir empatado”, dice.

El último título de su editorial es Construcción de la mentira, la primera novela de Gonzalo Heredia, que fue de los libros más vendidos del stand. Lo acompañan en el podio La sinceridad de un golpe, de Paula Brecciaroli (editorial Santos Locos), Amiga, de Malena Saito (Santos Locos), Los mejores dias, de Magalí Etchebarne (Tenemos las Máquinas), y Este pálido mundo mío, de Martín Sancia (Evaristo). Dato no menor, los dos libros de Santos Locos son ejemplares de poesía.

“Hacemos un trabajo fuerte de instalación de autores, hicimos brindis todos los días con escritores que firmaron libros, hicieron comunicación, tuvieron notas. Entonces para nosotros es mucha ganancia más allá de los número porque permite que mucha gente vea el stand, conozca tu catálogo. Se crece mucho en valor simbólico gracias a la visualización que ofrece”, agrega Marcos.

Cristian de Nápoli es poeta, traductor y, en la feria, estuvo a cargo del stand conjunto de Los Siete Logos (que ganó en la categoría mejor stand compartido). En él se vendieron libros de Katz, Eterna Cadencia,  Caja Negra, Adriana Hidalgo, Criatura, Mardulce, Beatriz Viterbo. Según Cristian, la demanda de libros de editoriales independientes no es grande, pero sí creciente. Tiene lógica: el mayor afluente de público no busca hallazgos literarios sino más bien libros del universo que podríamos llamar mainstream. Si quiere escuchar la entrevista completa con él, conocer el stand y escuchar una recomendación personal suya, vea la siguiente entrevista 360. Con el dedo o el mouse puede ir girando la pantalla para ver la cara del entrevistado o el rededor de la feria.

El poeta Mariano Blatt, autor del poemario Mi juventud unida, y editor responsable de Blatt & Ríos, dice que en la Feria gana todo el sector y la industria del libro en general, y que gana el público, y que en definitiva gana el libro.

“Como editor, se gana sobre todo acceder a una cantidad de público grande, y más diversa que la que uno tiene acceso. Se puede mostrar todo el fondo editorial, que en librerías es difícil porque no hay espacio para todos los libros de toda las editoriales. No se me ocurre que se pierdan cosas, todo es inversión, ya sea de capitales o de recursos humanos”, dice.

Respecto al mercado, asegura que el 2017 fue el peor en mucho tiempo y aunque las ventas en la feria sean buenas no sirven para compensar todo un año. “Para nosotros es algo así como agregarle un mes más de ventas al año, como si el año tuviera 13 meses. Pero eso no alcanza para compensar la caída sostenida en ventas que se viene registrando desde el inicio de la gestión macrista”, explica.

¿Dentro de la feria, donde conviven casi todas las editoriales, las chicas compiten con las grandes o juegan deportes diferentes?
Yo más bien creo que las editoriales grandes compiten con nosotros en un aspecto: el de tener buenos autores. Hace muchos años ya que las editoriales grandes perdieron el rumbo en sus ediciones literarias, no descubren autores, no editan literatura que importe. Salvo cuando vienen y le sacan autores a las editoriales independientes, que hacen el trabajo de difusión y de instalar esos autores. A nivel comercial no podríamos hablar de competencia porque los recursos son tan desparejos que no hay competencia, no tiene sentido pensarlo así. Pero en cuanto a catálogo, claramente las editoriales grandes están pendientes de lo que editamos nosotros para venir a llevárselo.

Los libros más vendidos del stand de La Coop, que reúne 39 editoriales.
Los libros más vendidos del stand de La Coop, que reúne 39 editoriales.

Pochoclo y bibliodiversidad, una aproximación personal

El último sábado en la Feria me encontré con mis amigas Verónica Boix y Karina Ocampo, y con el escritor infiltrado -y también amigo- Pablo Nardi. Nos saludamos como si fuéramos vecinos de barrio que coinciden en la panadería o salen a la vereda una noche de verano después de un corte de luz. Fue la quinta o la sexta vez que nos encontramos ahí, dando vueltas entre libros que ya ni compramos. Para nosotros, que de algún modo nos dedicamos al oficio solitario de leer, la feria no se trata tanto de un shopping de lecturas como de una excusa para salir a la superficie a respirar y ser, por casi veinte días, miembros de una comunidad. Lo ya dicho, habitantes de un barrio.

Sin embargo, el nuestro es un sentimiento caprichoso. Para la mayor parte de la gente, la feria sí se trata de un shopping donde comprar. Uno ve enormes colas de gente a la espera de la firma de algún autor de moda, o salas llenas para la presentación de libros de una figura de la televisión o el rock.

Algunos medios hablan del Lollapalooza de los libros. Hay, sin dudas, una sensación culposa acechante. Creemos que vamos por la bibliodiversidad, para buscar libros imposibles o escuchar conferencias magníficas de escritores. Pero nuestros motivos, creo, son otros. Ser parte de algo popular. Proveer de espectacularidad un mundo habituado a los brindis en vasos de plástico, los fracasos comerciales y la megalomanía a pesar de los dos ítems anteriores. Vamos, digo, para inventarnos a capricho una forma de pochoclo.