¿Debería ser obligatoria la vacunación contra el COVID-19?- RED/ACCIÓN

¿Debería ser obligatoria la vacunación contra el COVID-19?

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Varios gobiernos del mundo ya están implementando medidas restrictivas para que las personas que no quieren recibir la vacuna no puedan entrar en espacios públicos, e incluso se estableció la obligación de vacunarse para personas de ciertas profesiones. ¿Es esto efectivo en busca de lograr la inmunidad de rebaño? ¿Está bien desde un punto de vista ético? ¿Cuán justificados están los temores en torno a la seguridad de las vacunas?

¿Debería ser obligatoria la vacunación contra el COVID-19?

Ilustración: Denise Belluzzo

En el mundo, ya se administraron 4.000 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19. Hay más de 1.100 millones personas completamente vacunadas, un 14% de la población mundial. Esto sigue siendo un número muy bajo si consideramos que la famosa inmunidad de rebaño se adquiere cuando al menos un 70% de la población ya tiene anticuerpos por haber tenido la enfermedad o por haberse vacunado. El porcentaje necesario todavía no se sabe con exactitud.

Mientras tanto, en varios países del Primer Mundo, donde antes el problema era la escasez de vacunas, ahora el problema es que no hay suficientes personas que quieran vacunarse.

Este es el caso principalmente de Francia. Esto llevó a que se sancionara una ley que obliga al personal de salud y de cuidado y también a rescatistas a vacunarse de forma obligatoria para ejercer su profesión. Si para mediados de septiembre no están vacunadas, estas personas serán suspendidas y no recibirán ningún salario.

A esto se suma que el Parlamento francés aprobó un ”pase de salud”, que va a ser obligatorio para cualquier forma de ocio. El pase, que deja constancia de si una persona fue vacunada, dada de alta recientemente o cuenta con un resultado de test negativo, va a ser exigido para entrar en lugares públicos, shoppings, restaurantes, bares, museos y transportes de larga distancia.

Foto: Télam.

El sábado 24 de julio, más de 160.000 personas marcharon en contra de estas medidas, argumentando que se trata de un avasallamiento sobre las libertades individuales.

Francia no es el único país en acudir a este tipo de medidas. Grecia e Italia ya implementaron la vacunación obligatoria para el personal de salud y están con planes de implementar estos pasaportes para permitir a su población entrar en entornos públicos o cerrados. 

En Estados Unidos se está considerando volver obligatoria la aplicación de la vacuna para los cuatro millones de estadounidenses que trabajan en el Gobierno. En Inglaterra, donde hay una alta tasa de vacunación, ya se anunció que a partir de septiembre los jóvenes que quieran ir al boliche van a tener que estar vacunados.

Algo muy similar está sucediendo en la provincia de Buenos Aires. Hace un mes, la ciudad de Chacabuco implementó un ”pasaporte Covid” para ingresar a restaurantes, bares y gimnasios que exige tener ambas dosis. El intendente, Víctor Aiola, explicó que la medida tiene el doble objetivo de reactivar la economía local y, al mismo tiempo, estimular la vacunación.

Esta nota se desprende de un episodio de FOCO, el podcast de RED/ACCIÓN.

A la hora de escapar a esta meseta de vacunación, mientras la variante Delta sigue acechando, los gobiernos se debaten entre tres vías de acción:

  • Una es el ofrecimiento de incentivos o premios para que los ciudadanos se vacunen. Sin ir más lejos, la ciudad de Nueva York comenzó recientemente a pagarles 100 dólares a las personas que van a vacunarse. Allá, el 60% de la población se vacunó con al menos una dosis, y los casos van en aumento. De esta preocupación surge esta peculiar medida.
  • Otra vía de acción es imponer mayores restricciones a gente no vacunada, como está pasando en varios países de Europa.
  • La última opción es la total obligación de recibir la vacuna.

Más allá de que haya gente con argumentos conspiracionistas y poco fundamentados en contra de las vacunas en general, hay muchas otras personas que sí confían en la vacunación y en su inmenso valor para la salud pública, pero que temen que, porque fue desarrollada y aprobada en tiempo récord, puedan tener efectos secundarios imprevistos.

La posibilidad de la vacunación obligatoria en un contexto inédito

¿Hubo algún caso en el pasado en que una vacuna se aprobó de emergencia y empezó a aplicarse en la población en esta escala?

“No conozco ninguna otra situación en la que la vacuna haya sido aprobada en medio de la pandemia. Creo que la situación justamente es inédita en la historia de la humanidad por eso, y sobre todo en la historia de las últimas pandemias, la del SARS, el MERS, la gripe A, ninguna fue desarrollada en el momento de la pandemia. Desde ese punto de vista sí es una situación inédita”, dice Adolfo Rubinstein, médico epidemiólogo, doctor en salud pública y ex ministro de Salud de la Nación.

En la primera etapa de la pandemia se hablaba de que el desarrollador de la vacuna probablemente demoraría, como mínimo, 18 meses, pero los procesos se aceleraron a la mitad: la vacuna Pfizer, por ejemplo, se creó en 10 meses.

Rubinstein explica que en general los plazos de aprobación para este tipo de vacunas son mayores a 5 años, aunque pueden tardar menos en el caso que haya mucha aceleración.

“La verdad es que en general requieren de ensayos clínicos con mucho tiempo de seguimiento, y esto además de los estudios preclínicos. Es decir, existen distintas fases de investigación preclínica primero y luego investigación clínica, que toman muchísimo más tiempo, por lo que el plazo de desarrollo de una vacuna puede estar entre cuatro y diez años. Nunca hubo un caso en el que en menos de un año, comenzando desde la identificación del virus y la secuenciación genómica, se llegara a desarrollar una vacuna”, explica el exministro.

Muchas variables explican la velocidad de su desarrollo y aprobación. Por un lado, el conocimiento adquirido a partir de la experiencia de las epidemias del SARS y el MERS. Por otro, el apuro de los gobiernos y compañías farmacéuticas por la urgencia de la situación, motivo por el cual destinaron todos sus esfuerzos a acelerar el proceso, desde la gestión hasta el financiamiento.

También se contó con tecnología nueva. En el pasado, los avances en el cultivo de virus hicieron que se desarrollen las vacunas contra la poliomielitis, el sarampión y la rubéola, y otro descubrimientos en biología molecular facilitaron las vacunas contra la hepatitis B, la meningitis y la neumonía.

En este caso, se contó con la tecnología de ARN mensajero y los vectores virales, por ejemplo. Esto a la vez trae la esperanza de que se pueda usar este método contra enfermedades que todavía no tienen vacuna, como el SIDA, la malaria, el Zika, el dengue o el ébola.

Las vacunas que ya forman parte de nuestro calendario obligatorio de vacunación, como la triple viral, la de la hepatitis y muchas otras, ¿cómo fue que llegaron a esa instancia? ¿qué proceso tuvieron que pasar esas vacunas para que sean obligatorias? 

“Los criterios que tienen los organismos nacionales para decidir que una vacuna ya aprobada por el laboratorio y por los organismos internacionales sea obligatoria o incluida en el calendario nacional de vacunación, tiene que ver con varias cosas. Una se vincula con los criterios relacionados a la enfermedad: incidencia, prevalencia y mortalidad de la enfermedad, lo que se llama carga de enfermedad. Si yo sé que es una vacuna altamente efectiva en la que el único reservorio es el hombre y probablemente la puedo eliminar, ese sería otro de los criterios. Y después hay criterios relacionados a la vacuna, si es segura, efectiva, si puede prevenir las tasas de internaciones, la mortalidad o directamente la enfermedad”, indica Florencia Bruggesser, médica infectóloga y miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología.

Vacunas aprobadas ‘‘de emergencia‘‘: ¿qué implica esto?

“Al tratarse de una vacuna aprobada de emergencia, y sobre todo como resultado de ensayos clínicos que fueron interrumpidos con datos preliminares, por supuesto que no todas las variables están chequeadas. Y al igual que puede ocurrir con cualquier nuevo medicamento o vacuna en el que aparecen efectos adversos en el largo plazo, que no pudieron ser identificados en los ensayos clínicos, las chances de que esto ocurra justamente porque los resultados fueron preliminares, son un poco mayores. De todas maneras, parecería que las vacunas son muy seguras y eficaces”, advierte Rubinstein.

Bruggesser agrega que al aprobar una vacuna de emergencia también se le solicitaba tener al menos dos meses de seguimiento una vez finalizado el régimen de vacunación completo: “Habitualmente, con la experiencia que se tiene de las vacunas, en dos meses, o entre cuatro o seis semanas te aparecen los eventos adversos que pueden surgir posteriormente o más a largo plazo, con lo cual con dos meses de seguimiento es muy poco probable que aparezcan efectos adversos que no pudimos identificar inicialmente”.

Es importante remarcar que en los ensayos de las vacunas hasta el día de hoy, no se detectaron casos de efectos adversos graves en la población. 

La única excepción fueron algunos casos de trombosis con disminución de plaquetas para las vacunas AstraZeneca y Johnson&Johnson, en una proporción de alrededor de un caso cada 100 mil personas.

El proceso habitual para determinar si una vacuna tiene efectos secundarios de largo plazo

“Habitualmente las vacunas requieren de al menos seis meses de seguimiento de seguridad para eventos adversos graves y para otros eventos adversos a largo plazo que puedan aparecer. Y no ha habido ninguna vacuna que posteriormente haya desarrollado eventos adversos posteriores a ese tiempo desde la aplicación de la vacuna. Sí ha habido algún caso de alguna vacuna que cuando se empieza a vacunar a gran escala aparecieron algunos efectos adversos que no se habían visto en los estudios de fase 2 y 3, pero no eventos que hayan aparecido después de los dos meses de seguimiento de los vacunados”, dice Florencia Bruggesser.

Es decir, cuando algunas vacunas ya aprobadas de emergencia se empezaron a aplicar masivamente se registraron nuevos efectos adversos. Pero ninguno más allá de los dos meses, lo que refuerza la idea que Bruggesser nos dio antes sobre que es muy poco probable que aparezcan efectos adversos no identificados en esos primeros dos meses.

Un hombre mayor con barbijo recibe la vacuna.
Foto: AFP

¿Entonces, en el contexto presente, es una buena idea volver obligatoria a la vacuna, o es mejor ir por la vía de informar y concientizar a la población de su seguridad y eficacia?

“La obligatoriedad de las vacunas se basa en un delicado equilibrio entre el derecho individual y el colectivo. No solamente la vacuna protege a uno mismo, sino que a los demás. En general hay una fuerte recomendación a extender el uso de la vacuna y por eso hay un calendario nacional obligatorio de vacunación. Eso tampoco quiere decir que si no te vacunás viene la Policía y te detiene, como puede pasar en algunos estados policiales. No es el caso de la Argentina. En el caso de la vacuna para el COVID-19, los tiempos acelerados y el desconocimiento sobre potenciales efectos adversos y la desconfianza pública hacia una vacuna que fue desarrollada tan rápidamente, hicieron que al menos en esta primera etapa la vacuna no sea obligatoria”, opina el exministro Rubinstein.

Un informe de la Organización Mundial de la Salud publicado en abril de este año y titulado ‘‘COVID-19 y la vacunación obligatoria‘‘ expresa que:

  • La vacunación obligatoria debería ser considerada solo si fuera necesaria para lograr un objetivo de salud pública muy importante, y solo si otras medidas menos coercitivas no funcionaron.
  • Los estados deben transparentar y hacer disponible la información de que la vacuna obligatoria es perfectamente segura.
  • Los gobernantes tienen que considerar el posible efecto que la vacunación obligatoria puede tener sobre la confianza de la población en la comunidad científica, en las instituciones y en la vacunación en general. Si esta medida afecta a los niveles de confianza, puede llevar a reducir los niveles de vacunación y reducir los niveles de apoyo popular a otras políticas sanitarias en el futuro.

Como conclusión, los gobiernos deberían usar argumentos para alentar la vacunación voluntaria antes de contemplar la vacunación obligatoria.

“Me parece importante generar incentivos para que la gente se vacune, o desincentivos en aquellos que no se vacunan. Si la población mayoritariamente está vacunada pero hay grupos que se resisten, grupos antivacunas o gente joven, el hecho de que no se permite ir a boliches, a espectáculos, a discos, a aquellos que no están vacunados, es un fuerte incentivo para que esas personas se vacunen”, sostiene Rubinsten.

Por su parte, Bruggesser también destaca la importancia de incentivar a la población para que vaya a vacunarse por voluntad propia. “Creo que por el momento uno debería intentar que la población adhiera a la vacunación, hasta que las vacunas obtengan una aprobación final, que sucedería en el corto plazo, porque lo que se estaba pidiendo es por lo menos un año de seguimiento. Con lo cual la de Pfizer, por ejemplo, ya está pidiendo la aprobación definitiva. Hay que esperar por ejemplo a eso para decirle a la población que es obligatorio vacunarse, con una vacuna que tiene todo su proceso de eficacia y seguridad probado”, dice.

Y cierra: “Para generar mayor confianza en la vacunación hay que esperar eso. Porque lo contrario podría generar en la población más reticencia a recibirla. Aunque sabemos que con los datos que hay hasta ahora no va a aparecer ningún efecto adverso a largo plazo que pudiera cambiar la situación, me parece que la población necesita recibir información certera y clara. Y me parece que hasta que las vacunas no estén aprobadas en forma definitiva, la vacunación debería ser opcional”.


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