#YoTeAyudo: por qué decidimos ser voluntarios mientras el mundo atraviesa una pandemia- RED/ACCIÓN

#YoTeAyudo: por qué decidimos ser voluntarios mientras el mundo atraviesa una pandemia

Un joven herrero de 25 años recorre las calles para darle comida y abrigo a personas sin techo y una chica de 19 se ofrece para ayudar a adolescentes que están a punto de dejar la escuela. Una psicóloga se las ingenia para grabar mensajes de apoyo y hacerlos circular por WhatsApp. Y un profesor de inglés acompaña a las personas aisladas por COVID-19. ¿Qué los lleva a ofrecerles su tiempo a "desconocidos"? ¿Qué es lo más difícil de ser voluntario? Ellos y otras personas solidarias de la Argentina cuentan sus experiencias.
3 de diciembre de 2021
Foto de Celina, voluntaria.

Celina y su plan para abrigar a inmigrantes venezolanosEs voluntaria en Lazos de Libertad, una ONG que trabaja en en alianza con ACNUR. Tiene 58 años y vive en Lanús.

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René, voluntario y activista indígena.

René, una vida de activismo por la comunidad indígenaEs voluntario por los derechos de los pueblos originarios. De 59 años, reside en el paraje Peñas de Sauzal, en Jujuy.

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Analía, voluntaria de la Fundación para el Desarrollo Sostenible.

Analía, la jubilada que cuida el planeta desde el garaje de su casaEs coordinadora de un grupo de vecinos que reciclan papel, latas y textiles. Tiene 60 años y vive en la ciudad de Córdoba.

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Foto de una voluntaria de a Fundación Brincar.

Sandra y su trabajo para ayudar a personas con TEADesde Brincar busca mejorar la calidad de vida de las personas con autismo. Tiene 52 años y vive en Carapachay.

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Tomás recorre las calles en busca de una transformación realCreó y es voluntario en Puentes, un proyecto para ayudar a personas en situación de calle. Es de Olivos y tiene 25 años.

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Susana, la psicóloga que coordina grupos de apoyo por WhatsAppDesde la Fundación León, ayuda a familiares de personas con Alzheimer. Tiene 36 años y vive en San Miguel de Tucumán

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Alexis y su tarea solidaria para cuidarnos del virusEs voluntario en la Cruz Roja Argentina. Tiene 28 años, es docente de inglés y vive en Tandil (Buenos Aires).

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Zoe, voluntaria del programa Reconectades.

Zoe, la joven que conectó adolescentes con la escuelaTrabaja en Reconectades, un plan de revinculación escolar. Tiene 19 años y vive en Viedma, Río Negro

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Enterarse del nuevo parte médico en medio de cifras que asustaban. Escuchar sobre cómo el confinamiento agudizaba problemas económicos de miles y miles de personas. Leer sobre las dificultades que generaba en la educación las escuelas cerradas. O cómo la cuarentena complicaba la vida de personas con discapacidad y sus familias. No era —no es— fácil ayudar en un panorama así, plagado de incertidumbre. Sin embargo, miles de voluntarios de todo el país entendieron que su ayuda, en un contexto tan desfavorable, era fundamental. Por eso, con barbijos a cuestas, con agendas cargadas de sus obligaciones y con las restricciones que trajo el coronavirus, pusieron horas y energía a dar una mano. 

Desde que en marzo del 2020 la pandemia irrumpió en Argentina, la solidaridad de las personas se manifestó de múltiples maneras. El COVID-19 impactó en diversas áreas (como la salud, la economía, las personas en situación de vulnerabilidad o la educación, por ejemplo) y en cada una de ellas hubo voluntarios que se acercaron a las organizaciones para ayudar. Tanto, que, como contamos en una nota de mayo de 2020, hubo un crecimiento exponencial en el número de personas voluntarias. Una crisis que nos atravesó a todos en algún grado fue uno de los factores que explicaron esta explosión de solidaridad, que no cesa.

En el marco de un nuevo 5 de diciembre, el Día Internacional del Voluntario, repasamos historias de voluntarios en la pandemia. Agradecer por la tarea de estas y muchas otras personas que se abocan a ayudar desinteresadamente. Y repensar cómo el coronavirus cambió, también, la tarea de voluntarios y voluntarias.

Zoe: “Lo más lindo del voluntariado es escuchar y ayudar a estudiantes de todo el país”

Además de la sanitaria y la económica, la educativa fue otras de las áreas en las que el COVID-19 significó una verdadera emergencia. Entre otros problemas, la falta de presencialidad profundizó un problema previo: el de estudiantes desvinculados de la escuela. En busca de acompañar a este grupo, distintas organizaciones se unieron en el proyecto Reconectades.

“En esta campaña estuvimos realizando por un lado spots comunicacionales de impacto en las y los jóvenes y por otro un espacio que le pusimos ‘compinchis’, que era un grupo de jóvenes que acompañan a otros compañeros en todo el proceso de revinculación”, cuenta Zoe, que es parte de la Mesa Federal de Centros de Estudiantes Secundarios, sobre lo que hizo en este tiempo de pandemia. 

En Reconectades participa, Fundación Voz, la Mesa Federal de Centros de Estudiantes Secundarios (MeFeCES), Movimiento Estamos Todes en Acción y Jóvenes por el Clima Secundaries.

“Lo más lindo es todo el aprendizaje que nos deja poder acompañar pibes y pibas de todas partes del país, conocer sus realidades y generar vínculos, escuchar lo que tienen para decir y ayudarlos en lo que necesiten”, analiza Zoe sobre su tarea. En contrapartida, señala: “Lo más difícil es poder dar respuesta a esas problemáticas, sabiendo que también somos jóvenes los que acompañamos, por lo que debemos buscar alianzas con otras organizaciones como con el Estado provincial y nacional que puedan dar una verdadera respuesta y abordaje a las diversas problemáticas que nos encontramos”.

Zoe, que estudia Ciencia Política en la Universidad Nacional del Comahue, reflexiona sobre una lección del voluntariado en pandemia: “Aprendí que ser voluntario también es ser militante. Cambiar esa perspectiva es fundamental para que los problemas que se desarrollaron por la pandemia cambien realmente”. Y explica: “Creo que la militancia y ser militante también es un estilo de vida, una forma de accionar ante las injusticias o problemáticas que nos atraviesan. Desde Reconectades hacemos todo este trabajo como voluntarios, pero principalmente somos militantes estudiantiles que queremos que lxs pibes no dejen la escuela y por eso decidimos unirnos en este proyecto y acompañarlos en su proceso de revinculación”.

CONOCÉ LO QUE HACE LA FUNDACIÓN VOZ

Alexis: “La pandemia nos empujó a aprender más y de otra manera”

En 2014, dos amigas invitaron a Alexis Vergara a tomar un curso de primeros auxilios pediátricos organizado por la Cruz Roja Argentina. “Fuimos, lo hicimos y unos voluntarios me invitaron a conocer el espacio. Justo estaban pintando algunos salones, así que me quedé para dar una mano”, cuenta sobre cómo llegó a la organización en la que hoy es voluntario coordinador en Desarrollo Organizativo e instructor en Primeros Auxilios, además de docente de inglés en un instituto. 

En la pandemia, Alexis realizó controles sanitarios alrededor de la ciudad, sobre la ruta, controles de temperatura y preguntas clave relacionadas al origen-destino de viaje de quienes pasaban por Tandil. “Luego fui referente en dos centros de aislamiento; lugar donde se hospedaban aquellas personas cuyos resultados daban positivo o presentaban algún tipo de sintomatología, y donde estuve viviendo por dos meses. Y por último, junto a mi colega de Desarrollo Organizativo estuvimos dando talleres de buenas prácticas institucionales hacia el voluntariado”, cuenta.

A Alexis le cuesta responder qué es lo más lindo de ser voluntario. “Pero se me vienen a la mente dos cosas. Por un lado, aprender que cuestiones mínimas marcan resultados muy grandes (como saber primeros auxilios) y, lo más importante para mí, saber que no estoy solo, porque como yo hay miles de voluntarios y voluntarias más que, sin tener que cruzar palabras, ya nos entendemos por el simple hecho de tener un chaleco rojo”. 

“Por otro lado —agrega— lo más difícil creo que son los límites; el saber que hay momentos en los que no se puede actuar porque superan nuestro alcance y lo que más duele es que a veces no tenemos más tiempo para aportar porque nuestras vidas también continúan fuera”.

Al analizar el impacto de la pandemia, Alexis destaca: “No quiero decir que ‘gracias’ a la pandemia aprendimos a trabajar sobre un nuevo terreno, sino que la pandemia nos empujó a aprender más y de otra manera. Jamás me hubiera imaginado que instruiría a otras personas en cómo ponerse o quitarse adecuadamente un Elemento de Protección Personal (EPP), ni me hubiera pensado estar tan pendiente de la salud de varias personas fuera del ámbito hospitalario, o brindar cursos en primeros auxilios desde lo virtual”.

Y cierra: “De lo que más he podido aprender, claramente, fue a ser flexible, reflexivo y práctico. Creo que este contexto nos ha llevado a mejorar nuestra respuesta, especialmente cuando se articulan las acciones entre dos o más instituciones, reduciendo los espacios de vacío humanitario”.

SUMATE AL TRABAJO DE LA CRUZ ROJA

Susana: “Lo mejor del voluntariado es conocer tanta gente hermosa, generosa y solidaria”

En 2019, apenas graduada como psicóloga en la Universidad Nacional de Tucumán, Susana Medina llegó a la Fundación León para realizar una serie de prácticas profesionales. Pero, una vez terminadas, siguió colaborando en esta organización tucumana, que realiza diferentes programas de ayuda social.

Susana tiene 36 años y se desempeña como voluntaria en el programa de Alzheimer con el que se busca dar apoyo y contención a familiares de quienes tienen esta enfermedad. Susana coordina, junto con otras colegas, un grupo denominado “Ayuda mutua”. “Van familiares y cuidadores. Damos una temática o disparador y empezamos a trabajar. Por supuesto que surgen otras cuestiones que vamos trabajando desde lo psicológico, pero no es terapia grupal. Se da una psicoeducación, se enseña a manejar emociones, sobre la enfermedad, intercambian experiencias entre ellos”.

Como es de suponerse, la pandemia obligó a que el contacto de este grupo fuera, principalmente, virtual durante varios meses. Grupos de WhatsApp, llamadas telefónicas a personas con Alzheimer y sus familias y encuentros por Zoom. Además, la pandemia también generó la necesidad de contención psicológica individual, por lo que ella y sus colegas brindaron un espacio semanal para atender consultas y, eventualmente, derivar a terapia.

Susana, quien también brinda estimulación cognitiva a las personas con Alzheimer cree que lo mejor del voluntariado “es conocer tanta gente hermosa; generosa y solidaria... muy resilientes, porque a pesar de muchos obstáculos siguen adelante”. “Para mí, ser voluntaria es estar agradecida con la vida que me tocó y poder ayudar a aquellas personas que no cuentan con herramientas y recursos necesarios para enfrentar ciertas problemáticas”, agrega.

Sobre las complicaciones que presenta el voluntariado, dice que a veces “querés dar más y no podés”, ya fuera por horarios laborales o por cuestiones personales.

La pandemia fue una gran enseñanza para Susana en su rol como voluntaria. “Aprendí a ser más flexible y más creativa a la hora de trabajar. Tuvimos que adecuar nuestras ideas. Por ejemplo, primero queríamos que las reuniones fueran por Zoom, pero no daba resultado en este grupo, se conectaban pocos. En cambio, notamos que lográbamos mejores resultados grabando videos y compartiendo en WhatsApp, o pidiendo videos o fotos. El grupo creció y se generó una gran conexión”, cuenta.

En esa misma línea, Susana considera: “La pandemia sumó la herramienta de la virtualidad al voluntariado. No reemplaza al contacto directo, pero sí suma”. Y comenta que para 2022 “el desafío va a ser sostener estos dos espacios: el presencial y el virtual, que muchos quieren que se mantenga”.

CONOCÉ LAS OPORTUNIDADES DE VOLUNTARIADO EN FUNDACIÓN LEÓN

Tomás: “Las y los voluntarios estamos interpelados por una realidad que concebimos como injusta"

Tomás Pavone trabaja en una herrería y estudia Trabajo Social en la Universidad de Buenos Aires (UBA). También se congrega en la parroquia Asunción de la Virgen. Desde allí, a principios de 2020, surgió Puentes, un grupo de acción que trabajaba en un proyecto social para atender a personas en situación de vulnerabilidad económica y social. El proyecto iba a comenzar en marzo de 2020, pero…

“Con la pandemia y el aislamiento social tuvimos que rediseñar todo el proyecto y le pudimos dar inicio en junio del 2020. Hoy Puentes trabaja con personas en situación de calle y familias en situación de vulnerabilidad social. Salimos dos veces por semana llevando viandas, cajas de alimentos, abrigo y distintas necesidades materiales que vayan surgiendo. Además, trabajamos distintas problemáticas ligadas a las adicciones, documentación, salud y pensiones, entre otras.”

Tomás cuenta que este grupo de acción “surge como respuesta a una inquietud de muchos de poder crear una iglesia en salida, y poder estar donde creemos que la iglesia tiene que estar, en la calle acompañando y transformando las distintas realidades injustas”. Él participa de las recorridas nocturnas de los martes y sábado, además de colaborar en el equipo de logística y en el equipo social de la organización.

“De alguna u otra forma como voluntarixs estamos interpelados por una realidad, que concebimos como injusta o que queremos transformar”, opina. 

A la hora de analizar qué es lo más difícil de ser voluntario, dice: “La búsqueda de la trasformación de esa realidad, para un mundo más fraterno e igualitario, nos hace muchas veces adentrarnos en un proceso de acción que no siempre tiene los resultados que esperamos. Las realidades son muy fuertes y los procesos son largos, los cambios a veces no son de un día para el otro y las frustraciones son constantes. El gran desafío del voluntarix, que creo que es lo más difícil, es mantener la constancia en un proceso que está minado de caídas y levantadas, de frustraciones y batallas ganadas”.

Claro que su rol de voluntario también tiene su lado positivo: “Lo más lindo es el proceso de apertura, en el que uno rompe con su burbuja de lo cotidiano, para entender con mayor profundidad la realidad que nos rodea. El proceso por el cual como voluntarixs nos adentramos en las distintas realidades, que nos hacen más conscientes y fraternos. Lo más lindo es la pasión por utopías compartidas con la que se vive en un espacio común de voluntariado”.

Tomás considera que para quienes son voluntarios, “la pandemia fue un giro total: creo que hubo un proceso de concientización que pocas veces se vivió, se hicieron visibles muchísimas problemáticas que ya existían antes de la pandemia, pero que se profundizaban por el contexto que vivíamos”. Y dice: “Si podemos sacar algo positivo de estos dos años es este proceso de concientización, que nos lleva a salir a las calles y accionar en busca de una transformación real y fraterna”.

AYUDÁ A PERSONAS EN SITUACIÓN DE CALLE

Sandra: "La pandemia evidenció que no hay excusa para no ayudar al otro"

Foto de una voluntaria de a Fundación Brincar.
Intervención: Julieta de la Cal.

Sandra Botto pasó la mayor parte de su vida laboral en un estudio contable. Pero una experiencia familiar le hizo notar la falta de personal capacitado para trabajar con personas mayores o con discapacidad. Entonces, hizo un curso de Acompañante Terapéutico. Se interesó en el rol del APND (acompañante personal no docente) para las instituciones educativas y a la vez llamó su atención el trato con niños que tienen un trastorno del espectro autista (TEA). Así, abrazó un nuevo oficio y dejó la oficina a fines de 2017.

En paralelo, cuenta cómo llegó a ser voluntaria: “Al terminar el curso y leyendo por Internet me encontré con la página de Fundación Brincar y su biblioteca gratuita con estrategias para la inclusión escolar. Les escribí para conocer el tema desde adentro. Y tiempo después, ya fuera de la oficina, cuando me ofrecieron ser parte del voluntariado, ni lo dudé”.

En la pandemia, el aislamiento estuvo lejos de frenar las actividades de Brincar y las tareas de Sandra. “En la fundación siempre hay mucho trabajo administrativo, como hacer nóminas de posibles donantes o contestar emails, organizar los encuentros con abuelos o los sábados con amigos. Además, en pandemia pudimos dar apoyo virtual estando cerca de los papás en esta situación tan difícil del encierro y colaboramos en la organización de las charlas y capacitaciones web”, cuenta. 

Cuando Sandra piensa en lo lindo y lo más difícil del voluntariado, las emociones juegan un rol clave. “Lo más lindo sin dudas es ver la satisfacción del otro al contar con alguien, sentirse parte, estar acompañando”, dice. “Todos, a su manera, agradecen que estés compartiendo. Y cuando nos toca hacer algo administrativo o no presencial, te da alegría darte cuenta de que por tu ratito de tiempo se pudo llegar a organizar algo que va a ayudar a miles de personas”.

“Lo más difícil —agrega— es el desafío social y afectivo. Tenés que saber que muchas situaciones te van a provocar un reto y quizás te parezca que no podés enfrentarlo”, cuenta. Aunque aclara: “En la fundación siempre supieron darme las sugerencias adecuadas para lograr un equilibrio”.

“En la pandemia aprendimos todo lo que se puede hacer no presencial y llegar con un clic a cualquier lugar del mundo en donde una familia necesita una escucha, y si le podemos dar una respuesta, es maravilloso”, destaca también Sandra. Y concluye: “La pandemia cambia al voluntariado en un 100%, ya no hay excusas para no ayudar a otro, porque podés venir presencial a la fundación o podés contestar un email o hacer una planilla, hacer unos llamaditos, o ayudar compartiendo una publicación para que cada día más personas, tu vecino, tus amigos, la comunidad colaboren en mermar la diferencia y mejorar la calidad de vida de muchas personas”. 

COLABORÁ PARA MEJORAR LA CALIDAD DE VIDA DE PERSONAS CON TEA

Analía: “Con nuestra ayuda podemos lograr que muchas personas se comprometan”

Analía, voluntaria de la Fundación para el Desarrollo Sostenible.
Intervención: Julieta de la Cal.

Aunque el cambio climático es un problema sobre el cual científicos y organizaciones alertan desde hace tiempo, en el último par de años muchas personas se interesaron más en prácticas que cuiden el planeta. Así lo entiende Analía Del Prete, una docente jubilada que pone su granito de arena en busca de la conservación de nuestro medio.

En el garaje de su casa del barrio General Paz de la ciudad de Córdoba funciona un punto de acopio, donde entre 35 y 37 vecinos llevan en cada campaña elementos que reciclan, como parte de un programa de la Fundación para el Desarrollo Sostenible. Analía, que llegó a esta organización de la mano de dos amigas de su hija, es quien coordina a este grupo.

“Mi tarea es anotar los datos de los que se acercan al punto de acopio, calcular el peso de cada bolsa que traen, revisar que esté limpio y seco el material, en lo posible separado. Si no lo está, les explico cómo hacerlo, les paso guías sobre el tema. Las campañas son el tercer sábado de cada mes y también me encargo de difundirlo por mail o WhatsApp”, cuenta Analía.

Además, junto con otros voluntarios se encarga de separar papel, cartón, metal, latas, vidrios, plásticos, tergopol y textiles.

Analía dice que lo más lindo de su tarea “es colaborar con el cuidado del ambiente”. Y que “lo más difícil es concientizar a los vecinos para que separen y limpien sus materiales reciclables. Y que comprendan que no es basura lo que llevan al punto de acopio”.

De todas formas, cree que vale la pena este trabajo de generar conciencia: “Aprendí que con nuestra ayuda y paciencia podemos lograr que muchas personas se comprometan con el cuidado del ambiente”.

Analía cuenta que “muchos de los que se acercan dicen que en pandemia comenzaron a reciclar”. Ella lo atribuye al mayor tiempo disponible en sus casas. “Además, cada vez se habla más del cuidado del planeta”.

Además, la mujer destaca que la tarea que realiza ayuda a jóvenes de la cooperativa Los Cuadraditos, que retiran los materiales reciclados en cada campaña. “Nuestro trabajo los ayuda a mejorar su calidad de vida: no tienen que revolver la basura para rescatar lo que se puede reciclar. Así, nos ayudamos mutuamente”.

SUMATE A CUIDAR NUESTRO PLANETA

René: “Lo más lindo del voluntariado es ver sueños hechos realidad”

René, voluntario y activista indígena.
Intervención: Julieta de la Cal.

René Calpanchay cuenta con una amplia experiencia como activista por los derechos de poblaciones indígenas y como emprendedor (por ejemplo, es uno de los creadores de Pueblos Originales, un emprendimiento turístico para compartir experiencias y saberes de los pueblos andinos). También es un referente de las organizaciones de base comunitarias en su región.

Las comunidades de pueblos originarios sintieron especialmente el impacto de la cuarentena y el aislamiento económico y social que les produjo. En marzo de 2020, René se sumó al grupo de voluntarios de la Red de Comunidades Rurales Argentinas. Entonces, ayudó para la traducción a la lengua quéchua de un afiche informativo sobre la higiene de manos, una campaña de la cual participó RED/ACCIÓN.

Luego, fue un actor clave para el armado del Banco de Proyectos Comunitarios Rurales, un proyecto cuyo armado demandó más de un año y que está en marcha desde el 1° de octubre, gracias a la cooperación de la Inter-American Foundation.

“Los bancos son la respuesta que propusimos para que organizaciones de base comunitaria pudieran acceder más fácilmente a recursos, tanto económicos como de donaciones materiales o de conocimientos”, explica Patricio Sutton, director de la Red de Comunidades Rurales. Cuenta que René “apoyó el proyecto con mucha fuerza”, participando en las reuniones de codiseño con referentes comunitarios de Susques y Humahuaca. Para Sutton, es clave esta participación de organizaciones de base comunitaria desde el inicio de proyectos de ayuda.

Y René fue clave para ello. Él define su tarea como: “Coordinar con las comunidades andinas los sueños colectivos para sobrevivir, convivir, producir, consumir y darle sentido a la vida con dignidad, respeto y generar confianza para cuidar, ser feliz y vivir bien”.

En un video, René explica que “el banco permite que, manteniendo el estilo de vida comunitario, equilibrado y armónico de las comunidades andinas, podamos trabajar en complementariedad con otras instituciones para encontrar el propósito de vida, generar impactos económicos, sociales, interculturales y ecológicos positivos”.

A partir de su larga experiencia como activista y voluntario, René, considera que lo más lo más lindo de este rol es “vivir los sueños colectivos hechos realidad, como la recuperación de los títulos comunitarios, y también de la identidad y la sabiduría ancestral para administrar lo escaso que tiene valor”. También dice que lo más difícil de la tarea del voluntario es la falta de recursos económicos.

Para René, la pandemia dejó una lección: “Que todos podemos aportar para generar impacto positivo y transformar la realidad con nuevos modelos de armonía entre el sentir, pensar y hacer”.

PARTICIPÁ DE LA RED DE COMUNIDADES RURALES

Celina: “Ni la pandemia puede frenar al voluntariado”

Foto de Celina, voluntaria.
Intervención: Julieta de la Cal.

Hace cuatro años, Celina Martínez, una mujer nacida en el sur del conurbano bonaerense, conoció a Lormy Rojas, presidente de la ONG Lazos de Libertad, una organización que se aboca a contener a inmigrantes venezolanos en Argentina. 

“Me apasionó la entrega para sus coterráneos refugiados o que emigraban, al igual que ella en nuestro país”, recuerda Celina, quien comenzó colaborar en la organización.

En plena pandemia, Lazos de Libertad fue contactada por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para brindar en conjunto ayuda humanitaria a personas provenientes de Venezuela. En este contexto, Celina participó tanto en 2020 como en 2021 de la campaña Bien Abrigados, para entregar ropa de abrigo a la población venezolana. Ella abrió una sede temporaria en Lanús con este fin. “En nuestro país, la temperatura es muy baja en invierno si se la compara con la que tienen en Venezuela, unos 24° centígrados. Por eso, cuando llegan al país, las personas sufren el frío como un tormento”, cuenta. 

ACNUR y Lazos de Libertad entregaron abrigo en distintos puntos del conurbano bonaerense. “El trabajo —narra Celina— consistió en preparar la ropa de abrigo para cada familia con los talles correspondientes a cada integrante, luego disponer los días para hacer la entrega en las distintas sedes. Siempre contamos con la presencia de voluntarios del ACNUR para cuando el beneficiario llegaba a retirarlo y un agregado que teníamos en Lanús era esperarlos con un chocolate caliente y alguna masita para todo aquel que se acercaba”.

Celina destaca que “ni la pandemia puede afectar al voluntariado”, ya que se encontraron herramientas para ayudar, como capacitaciones por Zoom, que le permitieron aprender sobre derechos humanos, sobre cómo ayudar a personas con discapacidad o sobre respuesta institucional ante las urgencias. “Me resultó de utilidad porque ayudó a que fuera un voluntariado con orden. Porque el voluntariado puede ser desordenado en ocasiones, pero en este caso no fue así”.

La mujer de 58 años, que trabaja en una pyme familiar, cuenta que como voluntaria lo más difícil fue ver de cerca las realidades de muchas personas llegadas desde Venezuela, “era escuchar cada historia de vida, la partida de su tierra, su maleta y un camino largo, lejos de sus afectos”.  Pero, claro, esto también le dejó aprendizajes: “Que la vida de un día para otro cambia sin más y sin que tengas ninguna responsabilidad en ese cambio brusco y que, en este contexto, la empatía es sublime y la resiliencia existe”. 

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Foto de Celina, voluntaria.

Celina y su plan para abrigar a inmigrantes venezolanosEs voluntaria en Lazos de Libertad, una ONG que trabaja en en alianza con ACNUR. Tiene 58 años y vive en Lanús.

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René, voluntario y activista indígena.

René, una vida de activismo por la comunidad indígenaEs voluntario por los derechos de los pueblos originarios. De 59 años, reside en el paraje Peñas de Sauzal, en Jujuy.

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Analía, voluntaria de la Fundación para el Desarrollo Sostenible.

Analía, la jubilada que cuida el planeta desde el garaje de su casaEs coordinadora de un grupo de vecinos que reciclan papel, latas y textiles. Tiene 60 años y vive en la ciudad de Córdoba.

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Foto de una voluntaria de a Fundación Brincar.

Sandra y su trabajo para ayudar a personas con TEADesde Brincar busca mejorar la calidad de vida de las personas con autismo. Tiene 52 años y vive en Carapachay.

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Tomás recorre las calles en busca de una transformación realCreó y es voluntario en Puentes, un proyecto para ayudar a personas en situación de calle. Es de Olivos y tiene 25 años.

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Susana, la psicóloga que coordina grupos de apoyo por WhatsAppDesde la Fundación León, ayuda a familiares de personas con Alzheimer. Tiene 36 años y vive en San Miguel de Tucumán

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Alexis y su tarea solidaria para cuidarnos del virusEs voluntario en la Cruz Roja Argentina. Tiene 28 años, es docente de inglés y vive en Tandil (Buenos Aires).

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Zoe, voluntaria del programa Reconectades.

Zoe, la joven que conectó adolescentes con la escuelaTrabaja en Reconectades, un plan de revinculación escolar. Tiene 19 años y vive en Viedma, Río Negro

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