El ascensor social en África: funciona en educación, pero no en ingresos ni empleo - RED/ACCIÓN

El ascensor social en África: funciona en educación, pero no en ingresos ni empleo

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Aunque la educación muestra niveles más altos de movilidad, muchos padres tienen niveles de educación extremadamente bajos, lo que limita el avance de sus hijos. Además, la movilidad de ingresos es baja, lo que indica dificultades para romper los ciclos de pobreza.

El ascensor social en África: funciona en educación, pero no en ingresos ni empleo

Stewart Innes/Shutterstock.

La movilidad social es la capacidad que tiene un individuo para mejorar su situación socioeconómica respecto a la de sus padres. En este sentido, la igualdad de oportunidades defiende que todo el mundo debería tener acceso a las mismas herramientas y oportunidades, independientemente de su clase social, raza, género u origen.

En Europa y Estados Unidos hace años que se estudia la movilidad social y la transmisión del estatus de padres a hijos. Sin embargo, en otras regiones con problemáticas más complejas y variadas no se ha prestado la atención necesaria, principalmente debido a limitaciones en la disponibilidad de datos.

La movilidad social en África

En este contexto surge nuestra investigación, en la cual analizamos la movilidad social en cinco países africanos: Etiopía, Ghana, Uganda, Malawi y Nigeria.

A partir de encuestas de condiciones de vida y hogares, todas ellas realizadas entre 2017 y 2019, hemos construido una completa base de datos que nos ha permitido identificar a padres e hijos que conviven en el hogar y obtener información sobre su nivel educativo, ocupación e ingresos.

Nuestro principal objetivo ha sido utilizar los datos correspondientes a estas tres variables para analizar el grado de transmisión entre padres o madres y sus hijos, o, dicho de otra forma, el grado de movilidad social entre ambas generaciones.

Mejor educados, igual de pobres

La investigación revela patrones interesantes aunque, en ocasiones, bastante preocupantes. En general, la educación es el ámbito con los niveles más altos de movilidad.

Aunque esto podría parecer alentador, la realidad es que una gran parte de los padres en estos países tiene niveles de educación extremadamente bajos. Así que, aunque los hijos puedan superar a sus padres en términos de educación, muchos reciben una educación muy básica.

Nivel de estudios (básica, secundaria, grado universitario, posgrado) de padres y madres (en %)
Nivel de estudios (básica, secundaria, grado universitario, posgrado) de padres y madres (en %). Fuente: elaboración propia

Los resultados más desalentadores están en la movilidad de ingresos: es la más baja de los tres ámbitos analizados. Esto sugiere que las mejoras en el nivel de vida en términos de más ingresos son las menos comunes.

Este hallazgo resalta la dificultad de romper los ciclos de pobreza y la necesidad de políticas enfocadas no sólo en la educación y la formación laboral, sino también en la creación de empleos de calidad y bien remunerados.

Movilidad desigual

También se analizó la movilidad en relación a los padres y las madres.

Los resultados muestran que la movilidad tiende a ser más alta cuando se compara con las madres. Ello se debe a que las mujeres tienen una posición especialmente desventajosa en las sociedades africanas. De ahí la importancia de abordar las desigualdades de género como parte de la lucha contra la pobreza y a favor de una mayor movilidad social.

Relación entre las tres variables de análisis
Relación entre las tres variables de análisis. Fuente: elaboración propia.

En resumen, este estudio arroja luz sobre los desafíos y oportunidades de la movilidad social en África. Subraya la necesidad de políticas integrales que no sólo se centren en la educación, sino también en el empleo de calidad.

Sólo a través de un enfoque integral podremos aspirar a un futuro donde el ascensor social realmente funcione.

*Claudia Suárez Arbesú, Investigadora pre-doctoral contratada, Universidad de Oviedo and Maria R. Vicente, Profesora de Economía Aplicada, Universidad de Oviedo

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.