Recién acabado febrero, el número de infectados por el coronavirus Covid-19 ha superado las 80.000 personas y ha dejado un saldo de más de 3.000 muertos. Los esfuerzos por controlar el brote han llevado a establecer cuarentenas totales o parciales en muchas provincias y ciudades de China, una medida que también ha sido adoptada en otros países afectados como Japón, Corea del Sur e Italia. En este momento hay en vigor restricciones de movimientos que afectan a unos 500 millones de personas.
Mientras que el coste humano del virus no deja de crecer en China y en otros países, también está pasando factura a diversas industrias. Y es que el descenso de la demanda y la interrupción de la oferta que están sufriendo numerosos sectores industriales tiende a incrementar la incertidumbre en torno a la economía mundial.
SARS vs. Covid-19
Es la segunda vez en los últimos 20 años que China tiene que hacer frente a un brote epidémico de la familia de los coronavirus. En 2002 la epidemia del SARS provocó 800 muertes e infectó a 8.000 personas. Y aunque el impacto económico del SARS es difícil de cuantificar, un análisis de 2004 sostenía que provocó que la economía mundial se contrajera en 36.000 millones de euros y viera reducido su crecimiento un 1 %.
Muchas cosas han cambiado desde 2003, entre ellas el tamaño de la economía china y su posición geoestratégica. Cuando se desencadenó el brote de SARS, China representaba el 4 % del PIB global y era la sexta economía del mundo. Hoy representa más del 16 % del PIB global y es la segunda economía del mundo tras Estados Unidos.
Además, China ha sido en los últimos años la mayor fuente de crecimiento de la economía mundial (sólo en 2019 su contribución ascendió al 39 %).
Impacto negativo en las manufacturas
La globalización ha situado a China como la pieza fundamental en el funcionamiento de las complejas cadenas de suministros de las que depende la producción de empresas de todo el mundo. Así, el cierre de fábricas en las provincias chinas afectadas por el virus ha provocado un auténtico shock en un amplio abanico de sectores industriales.
El fabricante de coches surcoreano Hyundai fue la primera empresa de fuera de China en anunciar que la escasez de componentes le obligaba a paralizar la producción de sus fábricas locales. Otros fabricantes automovilísticos de Europa y Estados Unidos han anunciado que, de igual modo, también están cerca de quedarse sin componentes para la producción.
El sector tecnológico sufriría un impacto similar, dado que China es el mayor fabricante de componentes electrónicos, con cerca del 30 % de las exportaciones mundiales. La interrupción de estos envíos es particularmente dañina para aquellos países que tienen una alta dependencia de China a este respecto. Por ejemplo, en 2019 Japón importó componentes eléctricos y electrónicos de China por un valor superior a los 40.000 millones de euros.
El mercado de las materias primas sufrirá volatilidad
A todo lo anterior hay que sumar que China es el primer importador mundial de materias primas, por lo que este mercado también está acusando el impacto del coronavirus. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé que en 2020 el crecimiento de la demanda mundial de petróleo será un 30 % inferior de lo previsto, por lo que el aumento del consumo se limitará a 825.000 barriles al día, en lugar de 1,2 millones.
De igual modo, la reducción de la actividad industrial en China ha supuesto un shock también para el mercado del cobre, del que el gigante asiático copa la mitad de la demanda mundial. El cobre es utilizado en multitud de sectores como el del automóvil, los teléfonos móviles o los electrodomésticos. La caída general de ventas ha provocado que los fabricantes chinos retrasen o directamente cancelen contratos con los suministradores de cobre de África y América Latina aludiendo a causas de fuerza mayor (y, por lo tanto, más allá de su control).
Desplome de la demanda, aumento de la preocupación
Por el lado de la demanda, el impacto ya se ha dejado sentir en los sectores relacionados con los viajes y el turismo. Se espera que el sector de las aerolíneas sufra este año una pérdida de ingresos por un valor superior a los 26.000 millones de euros debido a que se cree que la demanda de viajes de avión caerá por primera vez en últimos 11 años.
Los chinos serán el grupo de turistas internacionales más numeroso que quedará fuera de juego. Se trata de un mercado que muestra preferencia por los países de la zona Asia-Pacífico (sus tres destinos más visitados son Hong Kong, Macao y Tailandia). En 2019, por ejemplo, Tailandia recibió diez millones de turistas chinos, lo que supone el 30 % de sus visitantes totales. Sin embargo, desde el estallido del brote, el Gobierno tailandés estima que se han producido 1,3 millones de cancelaciones solo para el periodo comprendido entre febrero y marzo.
Por el momento, el impacto en el sector turístico europeo ha sido relativamente escaso. Aunque es cierto que París, por ejemplo, recibe anualmente en torno a 800.000 turistas chinos, estos solo representan el 3 % de los visitantes totales de la capital francesa. Sin embargo, existe preocupación en la medida en que los turistas chinos a menudo viajan en grupo con paquetes que incluyen hoteles, y estos hoteles están viendo como muchas habitaciones quedan desocupadas. Hay constancia de que se están produciendo tendencias similares en otros países europeos como Alemania, Austria o España (700.000 turistas chinos en 2019).
Los turistas chinos sienten una pasión especial por la compra de artículos de lujo. Desde el inicio de la primera década de este siglo, los compradores de este país han manifestado una acusada tendencia a adquirir productos premium. Esto hizo que en 2018 acumularan el 33 % de las ventas mundiales del mercado de los bienes de lujo personales, una cifra que se espera (o al menos se esperaba) llegue al 46 % en 2025. La industria se enfrenta ahora a su mayor reto desde 2008, año a partir del cual gigantes del sector como Kerring, LVMH o Tiffany se fueron haciendo cada vez más dependientes del incremento de la demanda china.
¿Qué cabe esperar?
Lo que vaya a ocurrir a partir de ahora dependerá en gran medida de cómo evolucione la crisis del Covid-19.
En el mejor de los escenarios se lograría contener el virus (o, al menos, este empezaría a remitir lentamente) a principios de la primavera. La gente volvería a sus puestos de trabajo en China y la actividad industrial se recuperaría.
Esta situación le daría un respiro tanto a la economía china como al resto de actividades económicas globales dependientes de ella. Probablemente la débil demanda actual se recuperaría con rapidez, sobre todo si se tienen en cuenta las medidas de estímulo específicas que pondrían en marcha los distintos gobiernos.
Sin embargo, si el virus continúa extendiéndose por China, Extremo Oriente y otras regiones de Europa, la incertidumbre y las perturbaciones se mantendrán.
En ese caso seguirían las restricciones de movimientos, y las cadenas de suministros, que en este momento están solo temporalmente paralizadas, se descompondrían por completo. A esto le seguiría inevitablemente el cierre de fábricas, tanto en China como en terceros países. Algunas empresas, además, estudiarían alternativas a sus cadenas de suministros que no implicaran a China… Pero la experiencia nos muestra que esto último es mucho más fácil decirlo que hacerlo.
Jovana Stanisljevic es Académica de la Escuela de Negocios de Grenoble, Francia.
© The Conversation. Republicado con permiso.