Es más probable que bebamos cuando estamos contentos que cuando estamos tristes - RED/ACCIÓN

Es más probable que bebamos cuando estamos contentos que cuando estamos tristes

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La creencia popular de que las personas beben en exceso para escapar de sus penas ha sido desafiada por investigaciones recientes. Según un análisis de 69 estudios realizados en varios países, incluyendo EE. UU., Canadá, Francia y Australia, no se encontraron pruebas de que la gente consuma más alcohol cuando se siente deprimida. Sorprendentemente, los datos revelaron que las personas tienden a beber más y en grandes cantidades cuando están de buen humor.

Es más probable que bebamos cuando estamos contentos que cuando estamos tristes

Lomb / Shutterstock.

Existe la creencia arraigada de que la gente bebe alcohol en exceso para ahogar sus penas. Pero investigaciones recientes sobre el estado de ánimo y la bebida han descubierto que también ocurre todo lo contrario.

A partir de los datos de 69 estudios (12 394 personas en total) realizados en EE. UU., Canadá, Francia y Australia los investigadores no encontraron pruebas de que la gente bebiera más los días en que se sentía deprimida. Sin embargo, sorprendentemente, la gente tendía a beber alcohol –y a beber mucho– los días en que estaba de buen humor. Los estudios se basaron en encuestas para evaluar el estado de ánimo y los niveles de consumo de alcohol.

Recordar experiencias positivas puede intensificar las ansias de beber. Ground Picture / Shutterstock

Concretamente, los autores descubrieron que los participantes tenían entre un 6 % y un 28 % más de probabilidades de consumir alcohol los días en que se sentían de buen humor, y entre un 17 % y un 23 % más de probabilidades de darse un atracón de bebida –es decir, tomar más de cuatro o cinco copas en pocas horas– en esos días.

Estos resultados sugieren que, contrariamente a la creencia popular, es más probable que bebamos en exceso cuando estamos contentos que cuando nos sentimos mal. ¿Qué explica este fenómeno? En nuestra investigación, hemos identificado varios factores posibles.

Pensamiento del deseo

Beber se asocia a un proceso de pensamiento denominado “pensamiento de deseo”. Se trata de una forma de pensar orientada a anticipar resultados positivos de determinadas experiencias, basándose en las asociaciones que tenemos con esa experiencia.

Antes de beber, tendemos a crearnos expectativas basadas en experiencias pasadas, como el sabor del alcohol, la sensación de embriaguez o la idea de que el alcohol nos hará más interesantes. También es posible que tengamos recuerdos positivos de otras ocasiones en las que bebimos.

Esto puede dar lugar a “autoconversaciones prolongadas”, en las que nos recordamos a nosotros mismos las razones por las que bebimos. Por ejemplo, porque nos fue bien en el trabajo o porque hacía buen tiempo. Estas autoconversaciones, combinadas con el pensamiento de deseo, pueden fomentar las expectativas positivas, intensificando las ansias de alcohol.

Para añadir otra capa de positividad a la mezcla, nuestra investigación también ha descubierto que las personas tienden a tener lo que llamamos “creencias metacognitivas positivas” con respecto a la utilidad del pensamiento del deseo.

Eso quiere decir que cuando el pensamiento de deseo nos hace desear el alcohol, al recordarnos todas las cosas buenas que conlleva beber es probable que confiemos en ese pensamiento positivo y lo veamos como algo bueno. Pensar en las experiencias positivas que vamos a tener puede aumentar aún más nuestra motivación para beber.

El inconveniente de este potente cóctel de pensamientos y sentimientos positivos es que parece increíblemente difícil de controlar y resistir. De hecho, hay pruebas de que las creencias positivas pueden hacernos sentir que controlamos menos nuestro pensamiento y comportamiento.

Tomar el control

En nuestras investigaciones clínicas sobre adicción y otras enfermedades mentales, hemos descubierto que poder controlar la forma en que pensamos sobre las cosas, tanto si ese pensamiento es positivo como negativo, es clave para el cambio conductual y para un estado mental equilibrado.

Sin embargo, para tomar el control de la forma en que piensa sobre algo, primero tiene que ser consciente de sus patrones de pensamiento extendidos. Cuanto mejor sepa “pensar sobre lo que piensa”, más fácil le resultará controlar los pensamientos, tanto positivos como negativos.

Imaginemos que este pensamiento aparece en nuestra mente: “Me siento bien… merezco beber este fin de semana”. En lugar de darle vueltas a esa idea, podemos elegir dejar el pensamiento en paz, una técnica llamada “atención plena desapegada”. Sobre todo porque es difícil dejar de desear algo si se piensa mucho en ello.

Una estrategia útil consiste en pensar que los pensamientos positivos y negativos que tenemos son similares a recibir un mensaje de texto. No siempre tenemos el control sobre si el mensaje que recibimos es bueno o malo, pero sí tenemos el control absoluto sobre si respondemos a él o no. Tenemos el control sobre el pensamiento de nuestros deseos y, por tanto, sobre nuestras elecciones a la hora de beber.

El estado de ánimo positivo también se ha relacionado con otras conductas adictivas, como el consumo de nicotina, el juego y la adicción a la pornografía en internet. Esto nos indica que el estado de ánimo positivo puede no ser precisamente el camino hacia un cuerpo y una mente sanos, como podríamos creer.

En su lugar, lo más útil es tener la capacidad de ser flexibles en la forma de pensar y comportarse en torno a los estados de ánimo positivos y negativos. Y sobre todo, saber que siempre podemos elegir cómo comportarnos, independientemente de nuestros patrones de pensamiento.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.