La vacuna es la mejor arma contra la pobreza- RED/ACCIÓN

La vacuna es la mejor arma contra la pobreza

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La desinformación irresponsable de los anti-vacunas ignora a quienes tienen más que perder si no se vacunan: los más pobres y vulnerables, que corren el riesgo de morir o caer en el empobrecimiento médico si ellos o sus seres queridos se enferman. Para gran parte de la población mundial, la vacunación significa la inoculación contra la pobreza.

La vacuna es la mejor arma contra la pobreza

Una encuesta reciente detectó que uno de cada tres estadounidenses no estaría dispuesto a recibir una vacuna contra la COVID-19, mientras el movimiento antivacunas supuestamente ganó al menos 7,8 millones de nuevos seguidores en las redes sociales desde 2019. Al igual que la propia pandemia, la desinformación y los rumores antivacuna no conocen fronteras. La mayor tragedia es que la reticencia a la vacunación resultante amenaza con perjudicar más a los pobres.

Los pobres ya son los más golpeados por la pandemia, perdieron vidas, su sustento y el acceso a la nutrición y la atención sanitaria. Una cantidad cada vez mayor de mujeres y niños de poblaciones marginadas está quedando fuera del alcance de los servicios públicos —según queda reflejado en la mayor incidencia de violencia de género, el aumento de embarazos de adolescentes y la menor asistencia de parterasEn los próximos seis meses podrían morir un millón más de niños debido a las repercusiones de la pandemia; la mayor parte de estas muertes tendría lugar entre los pobres.

Las vacunas protegen hasta tres millones de vidas cada año, porque a menudo son el primer y único servicio de salud que llega a los hogares pobres. Quienes viven en condiciones miserables, desprovistos de instalaciones básicas de saneamiento, agua segura para beber, higiene, productos de limpieza y nutrición adecuada, tienen mayor riesgo de contraer enfermedades que las vacunas podrían prevenir y de morir por esas afecciones. Y cuando están enfermos, suelen carecer de los medios financieros para acceder a la atención sanitaria. La protección oportuna con vacunas, que mantiene bajo control las enfermedades en las comunidades pobres y reduce las muertes infantiles prevenibles es, por lo tanto, su mejor opción para la supervivencia.

Cuando difunden desinformación, quienes se oponen a las vacunas aumentan el riesgo de muertes entre los niños pobres. Una explosión de falsedades relacionadas con la vacunación en la Filipinas es uno de los principales motivos por los que la tasa de vacunación de los niños se desplomó del 87 % en 2014 al 68 % en la actualidad. Esto tuvo como resultado el resurgimiento de casos de polio y sarampión el año pasado, y los pobres fueron los más castigados.

De manera similar, en Camerún los rumores falsos de que la vacuna contra el virus del papiloma humano (VPH) causa esterilidad están llevando a que los padres se rehúsen a vacunar a sus hijas. Esto puso a millones de niñas en riesgo de contraer el virus que causa hasta el 90 % de los casos de cáncer de cuello uterino, una enfermedad que mata a 311 000 mujeres cada año, especialmente en los países de bajos ingresos. Las niñas en las comunidades pobres son quienes más necesitan esta vacuna, porque a menudo no tienen acceso a la detección sistemática del cáncer de cuello uterino y sus familias no pueden costear los tratamientos. La vacuna contra el VPH es su mejor protección.

La mayoría de las mujeres que mueren de cáncer de cuello uterino están en la flor de su juventud, y tienen bebés y niños. Sus muertes generan entonces profundos costos sociales y económicos, especialmente en los entornos más pobres. Quienes se oponen a las vacunas, ¿consideran estas consecuencias?

La amenaza que representa la desinformación no se limita a las vacunas contra el VPH. Otras teorías antivacunas igual de peligrosas, que suelen difundirse a través de las redes sociales, dejan a millones de niños vulnerables frente a otras enfermedades evitables y amenazan con impedir que el mundo aproveche al máximo los beneficios de las vacunas contra la COVID-19 cuando estén disponibles.

La pandemia cambió drásticamente al mundo y causó inmensa incertidumbre y ansiedad. El desarrollo de las vacunas contra la COVID-19 —y el acceso rápido, justo y equitativo a ellas— es la única manera de poner fin rápidamente a la crisis, pero no ocurrirá a menos que aumentemos la resiliencia de la gente frente a la información falsa y aumentemos la confianza en las vacunas. Para lograr esto harán falta campañas informativas de fuentes confiables, positivas y basadas en hechos, y la cooperación con las plataformas de redes sociales para que no se abuse de sus algoritmos para propagar rumores perjudiciales.

Además de limitar el flujo de la información peligrosa, tenemos que recordar a la gente que tiene derecho a protegerse con vacunas. Históricamente, los ricos tuvieron acceso preferencial a las vacunas, mientras que los pobres debieron esperar por décadas. Con el establecimiento en el año 2000 de Gavi, la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización, esta extrema desigualdad comenzó a reducirse. En la actualidad los ricos y los pobres tienen casi el mismo acceso a las vacunas que pueden salvar vidas.

En mi país de origen, la India, quienes se oponen a las vacunas impidieron durante muchos años la introducción de vacunas capaces de salvar vidas al programa de vacunación nacional, financiado por el Estado. Como resultado, las vacunas contra la hepatitis B, la Haemophilus influenzae tipo B, el rotavirus y la neumonía solo estaban disponibles en los mercados privados a precios exorbitantes, que solo los ricos podían permitirse. Las familias pobres, cuyos niños morían en gran número por esas enfermedades, no tenían suficiente dinero para comprar la protección de las vacunas.

Los antivacunas presentaron una solicitud en los tribunales para impedirnos que ingresáramos esas vacunas. En nombre del gobierno, sostuve que «los solicitantes no están en contra de las vacunas, sino en contra de las vacunas gratuitas para los pobres». La corte estuvo de acuerdo. Esto allanó el camino para la introducción de nuevas vacunas y salvó vidas, especialmente entre los más vulnerables.

Ese episodio plantea la cuestión de quién tiene menos que perder por esos rumores antivacunas. A menudo surgen entre quienes son lo suficientemente privilegiados como para no tener que preocuparse por la prevención oportuna. Es posible que vivan en zonas donde las enfermedades evitables han sido mayormente eliminadas y tal vez están protegidos por la inmunidad del rebaño gracias a que quienes los rodean se vacunaron. Y, si se enferman, pueden acceder a tratamientos médicos de calidad.

La irresponsable desinformación de quienes se oponen a las vacunas ignora a quienes tienen más para perder si no acceden a ellas: los pobres y más vulnerables, que corren el riesgo de morir o empobrecerse si ellos o sus seres queridos enferman. Para gran parte de la población mundial, la vacunación es una inoculación contra la pobreza.

Anuradha Gupta es subdirector ejecutivo de Gavi, la Alianza Mundial para Vacunas e Inmunización.