Pampero, el perro que espera ocho horas en la nieve de Caviahue que salga de trabajar la mujer que lo adoptó - RED/ACCIÓN

Pampero, el perro que espera ocho horas en la nieve de Caviahue que salga de trabajar la mujer que lo adoptó

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En el Día del Perro, una historia de ladridos y sonrisas. Candelaria lo encontró meses atrás en la calle, raquítico y lleno de pulgas en la aldea de montaña neuquina. Lo llevó a su hogar y junto a su marido y sus dos hijos lo recuperaron. Ahora Pampero no se separa de ella y cuando Cande va a trabajar al hotel donde hace la limpieza, él hace guardia afuera para volver juntos a casa.

Pampero, el perro que espera ocho horas en la nieve de Caviahue que salga de trabajar la mujer que lo adoptó

El perro de Caviahue, Pampero, hace guardia varias horas para acompañar a Candelaria a su casa. Foto gentileza.

Ahí viene Pampero, grandote y feliz, a puro ladrido: corre entre la nieve de Caviahue al encuentro de Candelaria. Ella trabaja frente al lago, está a cargo de la limpieza durante ocho horas en un hotel en este paraíso de la cordillera a 360 km de Neuquén capital. Y cuando termina su turno, el perro que meses atrás rescató de la calle raquítico y con esa mirada triste que no olvidará, viene a su encuentro, como cada día que espera que salga de trabajar. Ella tampoco olvidará esa felicidad. Él mueve la cola, acepta los mimos de todos, saborea algún hueso que le dejan, pero tiene un solo objetivo entre ceja y ceja: que salga la mujer que le dio un hogar. Eso hace todos los días: la acompaña, la espera, vuelve con ella. Una tarde que hacía ese frío patagónico que cala los huesos , una compañera la acercó a su casa en el auto, ella creyó que volvería solo, él no la vio salir y se quedó ahí hasta la mañana siguiente. Así de leal y agradecido es Pampero.

Pampero espera a Candelaria todos los días en la puerta del hotel donde ella trabaja.

De la casa al trabajo acompañada por Pampero

«Es un loco….», dice Candelaria Antonachi con una sonrisa cuando cuenta cómo viene corriendohacia ella. Con su marido Ramiro y sus dos hijos, Jonathan y Bianca llegaron a esta aldea de montaña al píe del volcán Copahue en el límite con Chile desde Loncopué, un año atrás.

Hicieron 51 kilómetros por la ruta provincial 26. Si no la conocés, agendala: es uno de esos recorridos que hay que hacer una vez en la vida, entre cajones, puestos de arrieros, los asombrosos riscos bayos (cenizas volcánicas moldeadas durante miles de años por el viento) y al final una recta que desemboca en un lago azul. A la izquierda, en la primera línea frente al agua, ves la fila de cabañas y hoteles. En uno de ellos trabaja Candelaria.

Alquilan a varias cuadras y cuando el perro ve que ella está por salir a la mañana temprano, se para y le hace guardia a la puerta. Cuando ella la abre, van caminando juntos. Y vuelven juntos. Así todos los días. Con el marido y los chicos, entre los cuatro recuperaron a Pampero.

Antes y después. Así de flaco estaba cuando lo encontraron. Así está ahora. En la foto, con Candelaria y sus hijos.

El nombre lo eligió Jonathan. «De un día para otro le empezó a decir así. La verdad, no se de dónde lo sacó, pero el caballo de Patoruzito se llama así«, cuenta la madre.

Pampero en la nieve, atento a la salida del trabajo de Candelaria en Caviahue, la aldea de montaña neuquina en la frontera con Chile.

"Pampero es un amor con los nenes"

«Es un amor con los nenes, los protege. Y sobre todo a Bianca, porque ella le da la comida, le tiende su frazada, lo tapa, ella lo cuida también», dice Candelaria

¿Pampero llegó con los crianceros?

Un día Candelaria lo vio en la calle, tan flaco que se le contaban las costillas. Fue amor a primera vista. Desde entonces están juntos.

No se sabe con certeza de dónde llego ni su edad. Candelaria cree que es uno de los perros que andan con los crianceros trashumantes que van con sus rebaños chivas y ovejas de las tierras de invernada, la época de las preñaciones, a las de veranada, donde las crías se hacen más fuertes con las pasturas de las laderas, los mallines y los vallecitos y el agua de deshielo.

Nadie lo sabe con certeza. Lo que es seguro es Pampero encontró su lugar en el mundo, lo mismo que Candelaria y y los suyos después de tantas mudanzas. La historia de tantos otros, en tantos lugares, esta vez con final feliz en Caviahue, entre araucarias milenarias, un volcán que recuerda con su fumarola blanca que está activo, un lago azul que espeja las montañas cuando no sopla el viento y un perro que corre feliz en la nieve.

Este contenido fue originalmente publicado en RÍO NEGRO y se republica como parte del programa «Periodismo Humano», una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN