Se ha demostrado que el rendimiento cognitivo fluctúa a lo largo del día y está afectado, entre otros factores, por los ritmos circadianos, con picos de provecho óptimo y valles en los que dicho rendimiento es menor. Tener esto en cuenta nos puede servir para entender cómo concentrarse para estudiar y hacer que nuestro método de estudio sea eficaz.
Estas oscilaciones también varían con el cronotipo de cada persona, esto es, con las preferencias individuales en el continuo dormir despertar. A la interacción entre el momento del día y el cronotipo se denomina “efecto de sincronía”. ¿Se encuentra usted fresco como una lechuga a las 7 de la mañana y listo para afrontar cualquier adversidad o, por el contrario, prefiere las últimas horas de la tarde o las nocturnas para concentrarse y rendir mejor?
Si tenemos en cuenta en qué momento del día rendimos más y cuándo estamos más concentrados, podemos aprovecharlo para abordar la tarea más difícil y los contenidos más complicados. Así será más fácil encontrar un método de estudio eficaz.
El papel del interés y la motivación
No obstante, hay tareas que, por su alta carga operativa, nivel de motivación, o por la expectativa de una recompensa, son más resistentes a la influencia de este efecto de sincronía. Si somos matutinos y no queda más remedio que estudiar por la noche, podemos motivarnos y recompensar el esfuerzo. Por ejemplo, pensando en lo que haremos después de superar la evaluación. O haciendo pequeños descansos de 5 minutos cada 30 o 40 minutos.
Escuchar música de fondo no es un método de estudio eficaz: también consume recursos cognitivos (restando a la tarea principal de estudiar) y captará nuestra atención, quitándosela a la materia de estudio; especialmente si nos gusta la canción. ¿Qué otras cosas podemos tener en cuenta y cómo podemos concentrarnos mejor para estudiar?
El papel de la memoria en el estudio
Estudiar no depende solamente de la atención. La otra cara de la misma moneda es la memoria. Si bien en los últimos tiempos se está denostando la memorización, mientras se potencia el “aprender a aprender”, también es cierto que este proceso de “aprender” requiere que nos sentemos durante horas y pongamos en marcha nuestra maquinaria mnésica.
Los principios básicos de funcionamiento de nuestro sistema mnésico fueron descritos hace más de 100 años por el filósofo alemán Herman Ebbinghaus. Esos principios siguen vigentes y requieren cierta atención si pretendemos que nuestro rendimiento sea óptimo. Aproximémonos a los más básicos.
La curva del olvido y el papel del repaso
Por un lado, debemos ser conscientes de que aunque seamos capaces de concentrarnos para estudiar, la información que estudiamos se va a olvidar con el tiempo. Y como bien describen Ebbinghaus y otros autores, el olvido sigue una curva donde el declive es mayor al inicio y se va ralentizando de forma paulatina. Esto es, la mayor cantidad de información la vamos a olvidar al poco de haberla estudiado. Esta es una realidad con la que debemos convivir.
Sin embargo, el mismo Ebbinghaus ofreció una posible solución, que no es otra que “el repaso”. A través del contacto con la misma información en varios momentos temporales tras la sesión de estudio, seremos capaces de reducir la curva de olvido, hasta el punto de retener prácticamente todo el material.
Los resultados óptimos se obtendrían con el repaso a la hora, 24 horas, semana y, finalmente, al mes de haber estudiado un material. Si bien estos parámetros temporales son seguramente inasumibles, la idea a resaltar es que necesitamos trabajar la misma información en varias ocasiones para obtener un método de estudio eficaz y un aprendizaje más eficiente, esto es, una retención a largo plazo de la información.
La importancia de la actitud
Por otro lado, la retentiva puede mejorarse si el estudiante adopta un rol activo durante la preparación de la información, lo que nos devuelve al tema de la atención. Resolver preguntas y trabajar de forma activa con el material ayuda a su recuerdo. Y el proceso se potencia si se elabora una explicación razonada a cada una de esas cuestiones resueltas.
Y aunque lo comentado previamente es necesario, no es suficiente, pues existen múltiples variables que condicionan nuestro recuerdo. Una de las más importantes es el papel del sueño. Nuestro cerebro debe estar bien descansado cuando estudiamos, cuando codifica información, de ahí que debamos respetar las horas de sueño.
Pero además, las memorias se consolidan durante el descanso. Mientras dormimos, nuestro cerebro pone en marcha procesos necesarios para olvidar información (no necesitamos recordar el día que hicimos la compra la semana pasada), al tiempo que facilita la consolidación de nuevos materiales.
Aprovechar las horas de estudio
Todos los factores que hemos descrito son los que hacen que por mucho que pasemos horas sentados frente a la tarea, no siempre esas horas sean provechosas. El rendimiento de nuestro cerebro está sujeto a distintas condiciones.
Cronotipo, diferencias individuales en capacidad, intensidad y duración de la atención, habilidad mnésica, curva del olvido: todos estos factores afectan a nuestros procesos cognitivos y debemos tenerlos en cuenta para que nuestro tiempo de estudio sea más eficiente.
Este artículo forma parte de una colaboración con Becas Santander, una iniciativa global que ofrece becas, programas y contenidos gratuitos para adultos de cualquier edad. Más información en https://www.becas-santander.com.
Carmen Noguera Cuenca, Profesora del Departamento Psicología/ Psicología Básica. Grupo de investigación HUM-891 Investigación en Neurociencia Cognitiva, Universidad de Almería y José Manuel Cimadevilla, Catedrático de Psicobiología, Centro de Investigación en Salud, Universidad de Almería
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.