Cómo funciona el proyecto que ya reintrodujo seis ejemplares de yaguaretés en la provincia de Corrientes y por qué representa un beneficio para todos nosotros- RED/ACCIÓN

Cómo funciona el proyecto que ya reintrodujo seis ejemplares de yaguaretés en la provincia de Corrientes y por qué representa un beneficio para todos nosotros

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

La especie había desaparecido de Corrientes hace aproximadamente 70 años como consecuencia de la cacería, la destrucción de su hábitat y la pérdida de sus presas naturales. Hoy, el Centro de Reintroducción del Yaguareté, dentro del Parque Nacional Iberá, trajo de nuevo a los yaguaretés y ya hay en libertad. Volver a tener un ecosistema completo y saludable es el objetivo principal del Centro

Cómo funciona el proyecto que ya reintrodujo seis ejemplares de yaguaretés en la provincia de Corrientes y por qué representa un beneficio para todos nosotros

Ilustración: Marisol Echarri.

Los científicos coinciden en que en los últimos 450 millones de años el planeta tierra atravesó cinco eventos de extinciones masivas. Causas naturales como erupciones volcánicas o la caída de meteoritos, por ejemplo, explican la desaparición de miles de especies animales. Se cree que actualmente estamos atravesando el sexto, con dos particularidades que lo diferencian de los anteriores: su causa y su ritmo. El responsable de esta extinción masiva es el hombre, y la biodiversidad mundial está desapareciendo a tasas alarmantes.

El impacto que se genera en un ecosistema cuando una especie que solía habitar ahí desaparece varía según de qué especie se trate. La extinción de algunas especies genera un efecto de desequilibrio y degradación ecosistémico menor, mientras que la desaparición de otras produce un impacto más grande por ser clave en esa área. Este último es el caso del yaguareté, el felino más grande de América; por eso,  en el Gran Parque Iberá, en la provincia de Corrientes, trabajan diariamente para reintroducir cada vez más ejemplares.

Uno de los yaguaretés dentro de uno de los cuatro octógonos que forman parte del Centro de Reintroducción del Yaguareté, en el Parque Nacional Iberá. Foto: Matias Rebak

Históricamente, el área de distribución del yaguareté dentro de la Argentina iba desde el norte del país hasta la provincia de Río Negro. Pero incluso se podían encontrar en todo el continente americano y llegaban hasta el sur de Estados Unidos.

Hoy por hoy, en cambio, quedan  solo tres poblaciones aisladas en la Argentina: una en la selva misionera ―gran parte en el Parque Nacional Iguazú―, otra en la región del Gran Chaco, que abarca una pequeña parte del norte de Santiago del Estero, parte de Chaco y de Formosa, y la tercera es la población de las Yungas, compartida entre Salta y Jujuy. En total, se estima que actualmente sobreviven entre 200 y 300 ejemplares.

El yaguareté se extinguió de la provincia de Corrientes a mediados del siglo pasado como consecuencia de la cacería, la destrucción de su hábitat y la pérdida de sus presas naturales, como el carpincho. Pero hoy desde el Proyecto Esteros del Iberá, que lleva a cabo la fundación The Conservation Land Trust (CLT) del filántropo estadounidense y creador de la marca de ropa North Face, Douglas Tompkins, dentro del Gran Parque Iberá están revirtiendo esta situación y seis ejemplares de yaguaretés ya están en libertad.

Ahora bien, ¿por qué la reintroducción del yaguareté es, de alguna forma, fundamental y más importante que otras? “La presencia de una especie clave, como el yaguareté, en un ecosistema genera un efecto mayor que cualquier otra, por más que el número no sea muy abundante; por lo tanto, la ausencia de esas especies también genera un impacto mucho mayor que otras. Por eso, siempre decimos que para completar el ecosistema y que sea saludable necesitamos tener de nuevo a las especies clave”, explica Talía Zamboni, responsable de planificar y escribir los proyectos de reintroducción de especies en Iberá. Ella trabaja en CLT desde 2015.

¿Cómo lo hacen?

Empecemos por el principio. El programa dedicado a la reintroducción del yaguareté comienza oficialmente cuando, en 2015, se inaugura el Centro de Reintroducción del Yaguareté, dentro del Parque Nacional Iberá.

Este centro está ubicado en una isla que se llama San Alonso y consta de cuatro octógonos de media hectárea, dos recintos de una hectárea y media y un gran recinto de 30 hectáreas. Acá es donde reciben a los yaguaretés en cautiverio, donde nacen las crías y desde donde, por último y cuando las condiciones están dadas, se los libera.

Vista aérea del Centro de Reintroducción de Yaguaretés, en el Parque Nacional Iberá. Foto: Matias Rebak.

Actualmente hay seis ejemplares en libertad: Juruna y Mariuá —dos hembras hermanas— y sus respectivos pares de cachorros. Las yaguaretés arribaron en diciembre de 2018 de Brasil después de ser rescatadas de la vida silvestre luego de que unos cazadores furtivos mataran a su madre. Es esto justamente lo que hace al proyecto único en todo el continente americano: se trata de la primera liberación de jaguares en un lugar donde se habían extinguido.

Pero por el Centro también pasaron otros ejemplares y poco a poco se fue formando un gran árbol genealógico. Un evento destacado desde el comienzo del proyecto ocurrió en 2018, cuando nacieron dos cachorras, Aramí y Mbareté. “Fueron los primeros cachorros correntinos en nacer después de varias décadas. Ahora están en edad reproductiva, así que la idea es que ellas también puedan quedar preñadas y ser liberadas con cachorros”, cuenta con orgullo la bióloga Zamboni.

Existen importantes experiencias de reintroducción en distintas partes del mundo. Las llevadas a cabo en parques nacionales de África son un gran modelo a seguir para la fundación. Pero, también, otros proyectos de reintroducción a su vez toman como ejemplo el trabajo realizado en el Parque Iberá. En mayo de este año, se publicó un estudio realizado por diferentes organizaciones y universidades en la revista Conservation Science and Practice, que planteó la gran oportunidad que existe de reintroducir al yaguareté en los estados de Arizona y Nuevo México, en Estados Unidos y mencionó el caso del Parque Iberá como referencia.

Pero... ¿cómo se hace? ¿Cómo se trabaja para lograr finalmente la liberación del mayor predador del continente?

Foto: Matias Rebak.

Para que pueda ser liberado, dos primeras cuestiones son fundamentales: que previamente el animal haya tenido un mínimo contacto con el ser humano y que no lo asocie con su fuente de alimento. Talía Zamboni, especialista en manejo y conservación de vida silvestre, explica que “eso hay que evitarlo, porque sino cuando esté libre lo primero que va a hacer si tiene hambre es ir a buscar a un humano para que le de comida”. 

En estos recintos en los que están los animales previo a ser liberados, se trabaja con un sistema de puertas con guillotinas, bien disfrazadas y cubiertas para que el animal no pueda verlas. A través de ellas se ingresa a las presas vivas. Se les da carpinchos, chanchos y marrones (cerdos exóticos). Lo importante es que el animal no vea que una persona le dio la comida y pueda cazar a esas presas, así cuando esté libre podrá obtener alimento por sus propios medios.

“Y la verdad que el instinto que tienen estos animales es impresionante. Siempre cazan. Incluso Tania, que en el zoológico donde estaba perdió la pata de atrás, cuando la ves cazar es la mejor cazadora”, cuenta Zamboni.

Una tercera cuestión clave para determinar si es recomendable liberar al animal o no es cómo reacciona ante la presencia de personas. Si se aleja o se esconde y no quiere atacar, entonces eso es una buena señal. Talía explica que el yaguareté es una especie súper tímida, no se supone que busque atacar.

Una vez en libertad, el monitoreo diario de cada animal es fundamental. Se realiza con radiocollares colocados en el cuello de los yaguaretés y en todas las demás especies. Estos collares tienen dos tecnologías: BHF, que funciona emitiendo una señal que se detecta con un receptor y una antena a medida que uno se acerca al animal; y GPS, que emite todos los días cada 3 horas un punto de ubicación. A la vez, el collar está programado para que si el animal se acerca a las zonas pobladas, envíe un mail de alarma.

El trabajo con las comunidades de la zona

Desde hace un año y medio que Juan Aguirre visita todos los días a los pobladores que viven en los alrededores del área para contarles sobre los yaguaretés liberados. Él también trabaja para la fundación y su responsabilidad es mostrarles a estas personas dónde están estos felinos, el recorrido que hacen, de qué se están alimentando, pero también responder dudas e inquietudes.

“Al principio del proyecto los pobladores estaban muy expectantes por lo que podrían hacer los animales libres, porque la mayoría son pequeños productores. Pero sin miedo, porque se les explicaba y mostraba el manejo que se hacía y se sigue haciendo de los animales antes de que sean liberados. Por ejemplo, estos yaguaretés nunca tuvieron contacto con el humano, así no relacionan al ser humano con una presa”, cuenta Aguirre, quien también es técnico agropecuario recibido en Concepción.

En 2015 se realizó un estudio sobre la percepción que tenían los actores locales sobre el yaguareté y su potencial reintroducción en Iberá. Las personas entrevistadas (117 en total) expresaron una gran variedad de posturas, desde entusiasmo, neutralidad, dudas o desconcierto. Las opiniones negativas o rechazos al respecto solo se registraron en el 9 % de los entrevistados. Sin embargo, en la mayoría de los casos, las posturas favorables tenían también la condición de que los animales permanecieran en cautiverio porque temían lo que podría suceder si el animal estuviera libre: posibles ataques al ganado o a las personas.

“¿Puede pasar? Sí, por eso justamente los yaguaretés tienen su collar GPS y contamos con un equipo también, cuyo trabajo precisamente es ir a los parajes de la zona, visitarlos, responder dudas”, explica Talía.

Foto: Matias Rebak.

Más allá de las dudas iniciales de los habitantes del lugar, el yaguareté tiene el potencial de convertirse en un gran atractivo para los turistas que visitan Corrientes en busca de su fauna silvestre.

“Hay un turismo de naturaleza, de aventura, que crece cada vez más y que mira mucho a Latinoamérica y a la Argentina y, sin dudas, es una oportunidad para el desarrollo de estas regiones”, explica Fernando Miñarro, Director de Conservación y Desarrollo Sustentable de Fundación Vida Silvestre. “Recuperar grandes mamíferos puede movilizar el turismo y generar un ingreso de recursos muy importante ya que motoriza toda una economía local: el turista se aloja localmente, empieza a buscar experiencias de turismo rural, compra artesanías de las comunidades locales, etc.”.

Según un informe de 2019 de las fundaciones CLT y Flora y Fauna, el sector del turismo de naturaleza o ecoturismo podría generar USD 6400 millones y más de 350 mil nuevos empleos en los próximos 10 años. En 2018 el turismo generó USD 15.000 millones, cifra equivalente a todo lo que genera la soja y la producción de gas y petróleo. El 30 % de esa cifra corresponde al turismo de naturaleza en áreas protegidas. Para ambas fundaciones, las áreas protegidas con acceso al público son una excelente herramienta de conservación y desarrollo a la vez. 

Juan Aguirre cuenta que son muchos los pobladores del Iberá que ya no solo viven de la ganadería, sino que ahora también se dedican al turismo. Tienen emprendimientos de comida típica, ofrecen alojamiento, organizan paseos en canoas y demás. Muchas de estas iniciativas son producto de capacitaciones y talleres ofrecidos por parte del Gobierno provincial, nacional y la fundación.

De todos modos, es importante ser cautos. Es fundamental que se evalúe el impacto de estas actividades turísticas en el ecosistema para que afecte lo menos posible y se lleve a cabo siempre de forma sustentable.

¿Y qué hay de nuestra salud y bienestar, más allá de lo económico?

Vista aérea del Iberá. (Foto: Proyecto Iberá, The Conservation Land Trust)

“Cada especie, animal o vegetal cumple un rol en el ecosistema y alterar esos roles genera un montón de impactos que tenemos a la vista: la pandemia es uno de ellos. Cuando afectamos a la naturaleza y nos metemos y afectamos estas relaciones ecológicas, generamos situaciones como la que estamos viviendo hoy”, dice el biólogo Fernando Miñarro.

Y esta es también la conclusión de un reporte presentado en octubre de 2020 por IPBES (la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas) titulado Escapando a la Era de las Pandemias. ¿Qué dice fundamentalmente? En el mundo natural hay virus, bacterias y parásitos. Cuando los humanos nos acercamos a ese mundo, con actividades como la deforestación, el tráfico ilegal y otras actividades, nos exponemos a todos ellos.

Como buena noticia, el reporte también asegura que la conservación de las áreas protegidas y las medidas que reducen la explotación insostenible de las regiones de alta biodiversidad reducen la interfaz de contacto entre los animales y el ser humano y esto ayuda a prevenir la propagación de nuevos patógenos.

De esta forma, este tipo de trabajo de conservación y reintroducción no solamente representa un beneficio para la naturaleza. “Cuanto más sano y conservado tengas a un ecosistema natural, más estás garantizando que no haya un brote de enfermedades a las que las personas no estemos adaptadas para resistir”, afirma Talía Zamboni.

¿Cómo continúa este trabajo? ¿Hay planes de liberación de otros yaguaretés? Sí, este mismo año esperan poder liberar dos más. Además, aún siguen buscando más ejemplares en Brasil, Uruguay y Paraguay para que la población crezca cada vez más.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 25 de mayo de 2021.

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