Como si fuera un boliche: así son las fiestas bailables para jóvenes con discapacidad - RED/ACCIÓN

Como si fuera un boliche: así son las fiestas bailables para jóvenes con discapacidad

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Para muchas personas con discapacidad (principalmente intelectual) los boliches pueden ser lugares incómodos o inseguros. Pero esto no les quita sus ganas de participar de espacios donde puedan bailar con pares. Ante esta situación, surgen distintas propuestas en el Área Metropolitana de Buenos Aires y en Villa María (Córdoba) y todas tienen algo en común: aportan alternativas para divertirse sin infantilizar la discapacidad.

Como si fuera un boliche: así son las fiestas bailables para jóvenes con discapacidad

“La pasé genial, pero la fiesta fue en un pelotero y nosotros queremos ir al boliche. ¡Tengo 19 años!”, protesta Ludmila al regresar del cumpleaños de un compañero del centro de formación al que asiste en el barrio de Villa Urquiza, en la Ciudad de Buenos Aires. Ludmila, que tiene un retraso madurativo con leves dificultades motrices, está de novia con Renzo (20), un chico de su curso, con síndrome de Asperger. Como los jóvenes de su edad, quiere autonomía, poder trabajar, ganar dinero, salir a divertirse y a bailar, sentirse libre de la mirada de familiares, maestros o terapeutas por un rato. Ludmila dice que está “cansada” de que la traten como a una nena. 

“Tener una discapacidad intelectual no es sinónimo de ser un niño eterno”, repite Tamara Garzón a quien quiera escucharla. Esta actriz y creadora de las fiestas Kiki, a las que define como “un espacio para escaparle a la infantilización de la discapacidad”, habla con conocimiento de causa. Creció junto a sus hermanos Juan y Mariano, mellizos con síndrome de Down que nacieron once meses antes que ella. Tamara conoce muy bien sus gustos, sus anhelos, su manera de vincularse con pares y, desde ese saber, cuenta: “Ellos hoy tienen 36 años pero siempre sentí que la mayoría de las propuestas, aunque pudieran resultarles divertidas, eran de rehabilitaciones terapéuticas. Faltaban propuestas artísticas”. Por eso siete años atrás comenzó a dar clases de teatro musical y hoy tiene su propia escuela de artes escénicas que lleva su nombre (Tami Garzón) para el colectivo de personas con discapacidad intelectual.

Durante la pandemia, por Zoom y a pedido de muchas familias, propuso realizar matinés bolicheras cada viernes.“Eran horas de descarga adrenalínica en medio del encierro, tiempos para reirnos, cantar, crear coreos, perrear. Cada uno se armaba su propio boliche en su habitación, ponían luces de colores, decoraban, se empilchaban. Para ellos y para mí era una fiesta esperada toda la semana y para los padres, un respiro”, cuenta. Y detalla cómo evolucionó la propuesta: “Cuando finalmente se pudo pasar a la presencialidad creamos las fiestas Kiki, que no son fiestas infantiles, tampoco encuentros lúdicos. Se trata de una propuesta de fiesta bailable, onda boliche para mayores de 18 con discapacidad intelectual. Arrancamos en Macedonia, un centro cultural de la Ciudad de Buenos Aires que nos abrió sus puertas pero nos fue quedando chico. Empezaron unos 30 jóvenes, muchos venían de nuestras matinés por Zoom. Luego fueron 40, después 50. Hoy superamos los 100. Estamos en Recoleta, en un salón que nos demanda mucho trabajo creativo y de producción porque una vez al mes lo mutamos a boliche para cada Kiki”. 

Tamara considera que es “importante que existan espacios exclusivos para personas con discapacidad. Para cualquier convocatoria, a una clase, por ejemplo, se aclara si es para niños, adolescentes, adultos, con o sin discapacidad. En las fiestas Kiki es igual. Para convivir está la vida cotidiana. Hay tan pocos espacios exclusivos para ellos, que se merecen el privilegio de una dedicación especial por parte de  gente que conoce bien sus gustos y dificultades”.


Las fiestas Kiki son una explosión de creatividad y alegría. “Todos esperamos ansiosos ese día para perrear fuerte, terminamos todos desplumados. El baile nos da la posibilidad de conectar con la sensualidad de los cuerpos”, dice su creadora Tamara Garzón. (Imagen: gentileza Tamara Garzón)


Fiestas en Córdoba

Las Kiki no son la única opción para que jóvenes y adultos con dificultades funcionales disfruten de una noche de boliche pensada para ellos. En Villa María, Córdoba, la Municipalidad organiza desde hace varios años y cada dos meses una edición de las “Noches de boliche”, en el Lola Cruz, una disco ubicada en el centro de la ciudad. La propuesta es libre y gratuita para mayores de 18 años con algún tipo de discapacidad o dificultad funcional, física o cognitiva. “La idea surge a pedido de los propios adolescentes o mayores de edad que querían experimentar una noche de boliche y sentían que las condiciones de los lugares convencionales no eran las más óptimas para ellos”, cuenta Laura Ureta, psicopedagoga a cargo de la coordinación del Área de Discapacidad de la Secretaría de Inclusión Social y Territorio de Villa María. “Hacemos la experiencia de boliche siempre en el mismo lugar cada vez porque los chicos del Lola apuestan a la inclusión y nos permiten ir a ese espacio a fomentar los encuentros nocturnos”, agrega. 

La propuesta es que los jóvenes vayan solos, aunque si necesitan acompañantes, pueden hacerlo. Incluso asisten grupos de instituciones que llevan sus propios terapeutas y toda el Área de Discapacidad junto a otros funcionarios de Villa María se dan cita en esta fiesta. Las familias dejan sus datos con un teléfono de contacto para llamar en caso de ser necesario. El lugar es accesible a personas con movilidad reducida. No hay cupo, normalmente asisten unas 100 personas y se organiza cada dos meses, en horario de matiné. Hay puntos de hidratación: agua, gaseosas, todo sin alcohol y gratuito. “Son verdaderas fiestas de inclusión, el boliche es hermoso, ellos están superfelices de compartir con pares, de noche y en un boliche”, dice Laura.


En Villa María asisten unas cien personas a las fiestas que organizan para personas con cualquier tipo de discapacidad. (Video: gentileza Municipalidad de Villa María)


Fiestas para artistas

La comunidad y compañía de arte inclusiva Las Ilusiones es otra de las organizaciones que ha creado un espacio de fiesta y baile para jóvenes con discapacidad, en este caso, específicamente para artistas con discapacidad intelectual. En la Casa Tao, un espacio del barrio porteño de Villa Crespo, arman pernoctadas de fin de semana y cenas-boliche mensuales, como parte de los programas tendientes a promover la vida independiente de jóvenes mayores de 18. 

“Desde hace 15 años buscamos modificar la mirada social que se tiene sobre las personas con discapacidad —explica Juan Ignacio Acosta, fundador y director general de Las Ilusiones—. En cada experiencia de vida autónoma aparece siempre esta necesidad de ser totalmente libres e independientes del seno familiar, desde un lugar recreativo”.

“Si bien los coordinadores en las cenas-boliche tienen un corte terapéutico (psicólogos, acompañantes terapéuticos, psicopedagogos), su función en estos encuentros es motivar el baile, el intercambio y el diálogo entre pares. Tenemos cupo por cuestiones de espacio: en invierno son 20 o 25 personas y en verano, gracias a una terraza con una vista increíble, entran unas 35 o 40. Son fiestas temáticas o con consignas divertidas: en la última debían venir vestidos de blanco y negro. Los outfits fueron loquísimos”, explica.


Las fiestas en la Casa Tao forman parte de las propuestas para fomentar la autonomía e independencia de los jóvenes artistas con discapacidad que integran la comunidad de Las Ilusiones. (Imagen: gentileza Las ilusiones)


Para todos los gustos

Hay jóvenes a los que no les gusta tanto bailar o que la música fuerte los perturba, pero igualmente quieren vivir experiencias de salidas nocturnas con amigos. Para ellos hay propuestas de fiestas como las de Andapalooza, organizadas por un grupo de terapeutas del centro interdisciplinario Andares Equipo, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Estos encuentros se distinguen de las “bolicheadas” para personas con discapacidad citadas antes porque ofrecen en un mismo lugar variedad de espacios: uno dedicado al boliche propiamente dicho, otro con juegos de mesa y un tercero con juegos de movimientos dirigidos por terapeutas. “Nosotros elegimos este tipo de propuestas para Joaquín (18 años, síndrome de Down) porque a él le divierte salir con sus amigos del cole, escuchar música, también bailar, aunque solo un rato. No es que pida ir a un boliche. La primera vez lo impulsamos nosotros a ir, él no estaba tan motivado. La segunda se copó al poder participar en la elección de la música y ahora es él quien está atento a la próxima fecha para no perdérsela”, cuenta su papá, Luis. Y agrega: “Como familia queremos estimularlo en su autonomía y nos quedamos tranquilos sabiendo que están coordinados por un grupo de terapeutas que conocemos y nos dan mucha confianza”.


Las Andapalooza son una verdadera fiesta inclusiva. A partir de 15 años, con autorización de los padres, adolescentes con y sin discapacidad encuentran diversión a la medida de sus gustos. (Imagen: gentileza Andapalooza)


Las fiestas de Andapalooza tienen varias particularidades. Son fiestas para adolescentes, de entre 15 y 25 años con y sin discapacidad. Por un lado cuentan con un DJ propio: Maxi Schumacher, un joven expaciente de Andares Equipo que hace vibrar a todos con su música. Además, los organizadores suben previamente a Spotify la lista de canciones que sonarán en la fiesta y la comparten por Instagram para que los inscriptos al evento puedan proponer sus temas favoritos. 

“La mayoría de los chicos que asisten a nuestras fiestas requieren un cuidado especial, algunos presentan dificultades cognitivas, otros motrices o ambas y los boliches tradicionales no suelen considerar la individualidad de cada joven, es por eso que buscamos que haya un terapeuta o voluntario cada tres o cuatro chicos, para poder prestar atención a sus restricciones alimentarias, necesidad de traslado para ir al baño, convocarlos para que bailen o jueguen y no se queden sentados pasando el tiempo”, explica Mariano Novo, psicólogo y uno de los organizadores de estos eventos.

“A las fiestas puede ir quien quiera. Nosotros las presentamos como ‘fiestas para adolescentes’. Han venido voluntarios de universidades, personas sin discapacidad que si bien asisten para ayudar, terminan siendo parte y compartiendo la fiesta. Y esa es la idea, que sea un espacio de inclusión”, agrega Mariano. 

También cuenta detalles de cómo es la jornada:“Como fuimos creciendo en convocatoria, alquilamos la Casa de la Escucha, de la fundación Vincular en Beccar. La entrada incluye un snack, empanadas o hamburguesas, bebida y algo dulce como postre. Hay que inscribirse mediante un formulario que completan los padres en donde se aclaran las cuestiones a las que debemos estar atentos. Al ingreso se le pone a cada joven una etiqueta con diferentes colores según esos requerimientos. Ellos mismos pagan su entrada. Es como un boliche”. 

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.