La biblioteca de los libros (no) tirados a la basura, una cruzada para darles una segunda oportunidad a los libros - RED/ACCIÓN

La biblioteca de los libros (no) tirados a la basura, una cruzada para darles una segunda oportunidad a los libros

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Comenzó en el 2018 como un grupo de Facebook para intercambiar textos y también donarlos a otras instituciones como escuelas, bibliotecas, hospitales o centros penales. Parte de los textos se cambian por alimentos para los más necesitados. Además, desde 2020 cuenta con espacios físicos en el barrio porteño de San Cristóbal, donde los vecinos pueden intercambiar libros o pedirlos prestados.

La biblioteca de los libros (no) tirados a la basura, una cruzada para darles una segunda oportunidad a los libros

Intervención: Marisol Echarri.

En el principio la idea fue la de una biblioteca al paso. El docente Diego Sachella, vecino del barrio porteño de San Cristóbal, venía de vivir junto a su esposo en la ciudad de Munich, en Alemania, donde era habitual encontrarse con espacios que el municipio preservaba y fomentaba para que los vecinos pudieran llevarse libros para leer, intercambiar o dejar los que ya habían leído. En ese entonces, soñó con hacer recircular los textos. Sachella recuerda que la piedra fundacional de la denominada “Biblioteca de los libros (no) tirados a la basura” llegó cuando una amiga escritora y docente de la ciudad bonaerense de Dolores le ofreció una bolsa de verdulería repleta de títulos de la colección infanto-juvenil Robin Hood. “En ese momento, me pareció que nuestro barrio no tenía espacios fáciles para instalar bibliotecas al paso, así que comenzamos el proyecto de manera virtual: armamos un grupo de Facebook (que hoy tiene 4.200 seguidores) y empezamos a preguntar a quién le interesaba cada libro, y el que los pedía, se los llevaba”. 

Aquellos primeros pasos se dieron en 2018 y, desde entonces, la biblioteca jamás dejó de recibir donaciones de quienes preferían recircular sus lecturas, en lugar de desecharlas. “No sabría decir con exactitud cuántos son, pero diría que nos acercan entre 20 y 30 paquetes o cajas mensuales”, cuenta Sachella. Y aclara que tienen unos mil colaboradores frecuentes. “Después de la pandemia, se acrecentó el número de personas que nos acerca libros para sembrarlos, como me gusta decir. En parte, porque se conectaron con sus bibliotecas o quizás también porque son textos de sus padres o abuelos que fallecieron y no saben qué hacer con ellos”, analiza Sachella.

Libros que viajan a todas partes

El proyecto no quedó solo en un intercambio virtual sino que los libros rescatados comenzaron a derivarse hacia toda clase de instituciones. Sachella insiste en que él no lleva las cuentas, pero solo en febrero el grupo de Facebook documenta 10 envíos a otras tantas bibliotecas. A lo largo de 2023, se hicieron alrededor de una decena de envíos por mes a espacios ya establecidos y a otros en formación, ubicados en algún barrio porteño o en una localidad remota de Neuquén, Santiago del Estero o Chaco. “Interactuamos con muy distintos tipos de bibliotecas. En algunos casos con frecuencia periódica y, en otros, más esporádicamente —explica el fundador—. Hay infantiles, escolares, comunitarias, vecinales, de hospitales como el Gandulfo y el Garrahan, e incluso de centros de rehabilitación penal dentro de diferentes espacios del Poder Judicial”.

La llegada de libros a un espacio de lectura en el Hospital Gandulfo. (Imagen: gentileza Diego Sachella. Intervenido por Marisol Echarri)

“Con Diego nos conocimos a través de las redes. Nuestro primer contacto fue por medio de la biblioteca móvil Ábrete Libro, que tenemos junto a una compañera docente —cuenta María Sol Álvarez desde Dolores—. Necesitábamos libros infantiles para sumar a la biblio y nos contactamos con él, quien amablemente se sumó a nuestro pedido. Fuimos creando lazos y hoy somos un puente más que recepciona libros que Diego va enviando y que hacemos llegar a otros espacios culturales, bibliotecas escolares y populares no solo de Dolores sino también de la zona. Ya estamos proyectando trabajos en conjunto para el museo de la ciudad que también recibe libros de este hermoso proyecto”. Álvarez celebra la iniciativa: “Es increíble el trabajo que realiza porque los libros no mueren en un estante sino que circulan, son esperados, leídos y compartidos”.

El museo del que habla es el Museo Gauchesco de Dolores. Sucede que, además de recibir volúmenes en cantidad, a la biblioteca de Sachella también llegan pedidos de libros especializados para estudiantes e investigadores, como por ejemplo, para el Museo Gauchesco de Dolores o las Academia Nacional del Tango y la Academia Porteña del Lunfardo. “A veces además de libros hay partituras, películas o CD, y también se siembran”, puntualiza Sachella. 

“Queremos armar un espacio público de lectura para niños, jóvenes y adultos. Necesitamos donaciones de libros y lo que nos quieran colaborar. Entre todos lo podemos crear”, convocó en el grupo de Facebook la maestra de primaria Rocío Tévez Álvarez, desde la localidad de Atamisqui, en Santiago del Estero. La biblioteca virtual se hizo eco del pedido y ya comenzaron a ofrecerse donaciones.Después de tener el envío preparado, buscarán almas generosas que se ocupen del traslado a destino: la ayuda a otras organizaciones depende siempre de la solidaridad de los sembradores.

Incluso los textos especializados encuentran sus destinatarios. (Imagen: gentileza DIego Sachella. Intervenido por Marisol Echarri)

Literatura al paso

Más allá del crecimiento del grupo de Facebook, Sachella aún tenía el anhelo de crear espacios físicos para ofrecer libros, como los que había visto cuando vivía en Alemania. “Estaban ubicados en lugares públicos: esquinas, parques, plazas y veredas de teatros o instituciones culturales, protegidos contra las inclemencias del tiempo y con una variedad de textos increíbles, incluso en diversos idiomas, que iban y venían y uno estaba varias semanas esperando que volviesen”, recuerda.

A principios de 2020, después de conversar con la Asociación de Comerciantes de la Avenida Entre Ríos (AvER), Sachella se dio el gusto de crear aquellas bibliotecas al paso con las que había soñado al caminar las calles de Munich. A partir de entonces, surgieron las BAP o bibliotecas al paso ubicadas en una pescadería, una mercería, una tienda y un instituto de inglés sobre la avenida. Ahí hay cajas con libros para que vecinos y transeúntes puedan llevárselos a su casa para luego devolverlos o bien, a cambio, de dejar otros textos. Cada vez que Sachella renueva los libros, lo anuncia en sus redes. “Tengo que pasar ya que tengo algunos para dejarles e intercambiar”, avisa la vecina Viviana Seijas. “¿De verdad son gratis y se pueden llevar? Qué lindo poder contar con un lugar así en el barrio para venir a buscar qué leer. A veces voy a leer a la Biblioteca del Congreso, pero de esta manera voy a poder hacerlo en mi casa”, se alegra Miguel Maidana, sorprendido por las cajas que comparten textos. 

Un espacio de lectura al paso en una mercería de la avenida Entre Ríos, en San Cristóbal. (Imagen: gentileza Diego Sachella. Intervenido por Marisol Echarri)

Explica Sachella que, a partir de la colaboración de los comerciantes, le encontraron la vuelta a ofrecer cultura al paso: “Colocan las cajas en sus locales y las cuidan, son sus guardas. Las preservan y las miman. Sabemos que viene gente de otros lados a buscar libros e incluso los hacen circular entre otras personas. Muchas personas son gente mayor que no puede comprar material de lectura”. Y se enorgullece de que uno de los puestos, ubicado en un instituto de idiomas, está especializado en textos en inglés, francés, italiano y otros idiomas.

Algunos textos llegan a la Biblioteca Hermanos Grimm, que funciona en una escuela del Chaco. (Imagen: gentileza Diego Sachella. Intervenido por Marisol Echarri)

Leer y ayudar

Gran parte del trabajo de la biblioteca está en clasificar el material que llega. En palabras de Sachella: “Los libros que no están en condiciones de ser reutilizados se los derivamos a personas que reciclan, recolectores urbanos o a cooperativas e, incluso, a artistas plásticos artesanos que trabajan a partir del papel impreso”.

Libros por alimentos, la consigna de las sueltas solidarias. (Imagen: gentileza Diego Sachella. Intervenido por Marisol Echarri)

Sin embargo, la crisis y una mirada solidaria a su entorno hicieron que Sachella también entregara algunos de los libros a cambio de alimentos no perecederos. Las llama “sueltas solidarias” y consisten en la publicación de ciertos ejemplares (que suelen ser entre 10 y 15) y la propuesta de canjearlos por fideos, harina, arroz u otros comestibles. “Pero también útiles escolares, calzado y ropa; además, algunas personas nos han contado que tienen electrodomésticos o muebles para donar y si encontramos alguien los cambian por un libro”. Lo recolectado cada dos semanas , se entrega a instituciones como comedores o a personas en situación de calle.“Al fin di con este grupo. Tengo mucho para donar que no quiero que vaya a la basura. Voy donando a conocidos según intereses pero cuesta. Acá tienen contactos y ganas de que circulen bien y se aprovechen”, se alegra en las redes Verónica Di Caudo, una de las nuevas integrantes del grupo.


Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.