Mensajeros de la Paz es una organización no gubernamental que trabaja en la Argentina desde 2002 implementando proyectos de atención integral orientados a la promoción, restitución y ejercicio pleno de los derechos de los sectores más vulnerables de la sociedad, entre los cuales se encuentran personas mayores y niños y niñas que viven en hogares y residencias. Para estas poblaciones, el aislamiento fue especialmente desafiante.
Esto representó una gran prueba para la organización, que recientemente publicó un reporte de las tareas realizadas el año pasado. En el documento se destaca la conversión de varios de los hogares y residencias en espacios destinados a personas en situación de calle que debieron abrirse las 24 horas. También la aplicación de un protocolo sanitario que permitió mantener en 0 el número de contagios de COVID-19 en las distintas instituciones.
—¿Qué diagnóstico hacen de la población adulta mayor en hogares o centros de día en tiempos de pandemia a nivel emocional? ¿Cómo creen que se deberá trabajar de ahora en adelante?
—Uno de los aprendizajes más importantes que hubo dentro de los programas en los que se trabaja con personas mayores fue el impacto a nivel emocional y mental que tienen la soledad y el aislamiento. En el caso del hogar San José, las personas mayores que allí residen pasaron mucho tiempo sin poder recibir un beso, sin poder dar un abrazo, alejados de sus seres queridos. Tuvimos que aprender a lidiar con la angustia que les generaba no poder salir e implementar actividades que ayudaran a bajar los niveles de ansiedad. Acompañarlos a seguir sintiéndose activos a pesar de un contexto que los mostraba vulnerables. En este caso también fueron importantes las festividades, los festejos, el baile, los juegos, estimular la risa. A partir de ahora será importante ayudarlos a retomar los vínculos, a volver a socializar por fuera del hogar y seguir fortaleciendo en ellos y en toda la comunidad el entendimiento de que las personas mayores desempeñan un rol fundamental en nuestra sociedad.
—¿Qué aprendieron, a partir de la pandemia, del trabajo con esta población?
—En el caso de las personas mayores tuvimos que cambiar la dinámica en tiempo récord. El aprendizaje principal fue la forma en cómo nos vinculamos con nuestros residentes, para escuchar y acompañar sus procesos a lo largo del aislamiento mucho más que en otros momentos. Qué les explicamos a ellas, ellos y las familias para que ese familiar preocupado entienda que no puede ingresar temporalmente, por su propio bien y por el cuidado de nuestros residentes. Fue un aprendizaje poder acompañarlos en el proceso del aislamiento, escucharlos, empatizar con ellos y con su angustia, pero también aprendimos muchísimo de su resiliencia y su fortaleza.
—¿Cómo lo vivieron, según lo que pudieron apreciar en Mensajeros de la Paz, los chicos y chicas que viven en instituciones o que se encuentran en situación de calle o de vulnerabilidad social?
—Es inevitable que un cambio tan drástico en su día a día afecte sus emociones. Por eso fue fundamental hacerles sentir que seguirían contando con el abrigo emocional que necesitan, la escucha activa ante sus demandas, la contención, la atención, y garantizarles seguridad y protección. Los juegos, los espacios de multiestimulación, fueron fundamentales para seguir motivándolos a aprender, a crecer y a seguir construyendo y generando espacios de juego y diversión. El no contar, por ejemplo, con la escolaridad externa hacía que todos los días parecieran iguales. En ese sentido, hubo un factor que operó de salvavidas en el medio de la tormenta: festejar. Los cumpleaños, tanto de los chicos como de los grandes, y los festejos de días importantes nos ayudaron a todos a poder romper con la monotonía y a fortalecer los lazos comunitarios.
—¿Y qué aprendieron acerca del trabajo con niños y niñas?
—En el caso de los programas de infancia y familia tuvimos que encontrar nuevas herramientas para que esas chicas y chicos siguieran con su escolaridad a pesar de la nueva modalidad que nos desafió dado que muchas familias de los proyectos no tienen acceso a internet o a datos móviles como para poder asistir a clases virtuales. También tuvimos que aprender a generar los espacios para que los chicos no se aburrieran ni se estresaran ante el encierro y el aislamiento, ya que fue mucho tiempo, y estar atentos a su salud mental fue esencial. Creemos que lo más importante fue el compromiso de cada trabajador y la responsabilidad de cuidar a cada niña, niño, adolescente y persona mayor. Y como dice Graciela Gilona, la directora del Hogar Colibríes: “Hacer todo desde el amor es una bandera que ninguna pandemia puede parar”.
—¿Cuáles fueron las claves del protocolo COVID-19 que hizo que tuvieran 0 contagios en los centros y hogares donde trabaja la organización?
—Previo al Decreto de Aislamiento Social Preventivo Obligatorio, en las primeras semanas de marzo del 2020, ya habíamos puesto en marcha un protocolo institucional de emergencia con un objetivo claro: cuidarnos entre todos. Se implementaron procedimientos y medidas sanitarias específicas para trabajar de manera integral y transversal entre los proyectos de la Asociación y proteger a la comunidad que asiste y concurre a ellos. Controles de temperatura en el ingreso y el egreso, higienización constante en todos los espacios y, además, la utilización de materiales y uniformes (camisolín, cofia, barbijo, mascara y guantes) dentro de las instalaciones de aquellos centros donde se trabaja con población de riesgo. Poner en marcha el protocolo, capacitar al personal y cumplir todas las pautas lograron que no tuviéramos ningún contagio comunitario interno en ninguno de nuestros hogares y proyectos.
—Seguramente, resultó clave no solo elaborar el protocolo, sino que todos lo conocieran bien…
—La información fue fundamental. Se realizaron charlas y talleres de prevención y cuidado en todos los centros y hogares. A su vez, todas nuestras instalaciones contaron con una cartelera visible de las medidas preventivas y la información necesaria del COVID-19, y esta información se fue actualizando según los lineamientos que se fueron anunciando desde el Gobierno nacional y las autoridades sanitarias. Para acompañar y reforzar las medidas de prevención en las actividades que se realizaban fuera de la organización y/o en sus hogares, escribimos una “Guía de Cuidados Domiciliarios para el personal” y se otorgó licencia a aquellas y aquellos trabajadores que pertenecieran a la denominada población de riesgo. Cabe destacar que no sólo se invirtió en insumos sanitarios y otros materiales para la acción dentro de los hogares, sino también en cobertura por aislamiento o licencia y viáticos para prevención de contagios de nuestros trabajadores en sus hogares. Desde Mensajeros, compartimos el protocolo en diferentes redes de organizaciones para que otras organizaciones de la sociedad civil pudieran trabajarlo en sus espacios, facilitando los procesos y nutriéndonos también de las experiencias de otros que en un contexto con tanta incertidumbre fue muy valioso.