Protagonistas olvidadas: Hattie McDaniel, la primera persona afroamericana que ganó un Oscar - RED/ACCIÓN

Protagonistas olvidadas: Hattie McDaniel, la primera persona afroamericana que ganó un Oscar

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Ganó el reconocimiento a mejor actriz de reparto y fue la primera persona negra que asistió a la ceremonia. Aunque su pasión siempre fue el arte, la búsqueda de igualdad fue prioridad a lo largo de toda su carrera.

Protagonistas olvidadas: Hattie McDaniel, la primera persona afroamericana que ganó un Oscar

Crédito: Wikipedia

"Espero siempre ser un orgullo para mi raza y para la industria cinematográfica", dijo Hattie McDaniel cuando, en 1940, se consagró como la primera afroamericana en ganar un Premio Oscar. "Mi corazón está demasiado lleno para decirles lo que siento", concluyó. Ahora, a poco más de una semana de celebrar las distinticiones más reconocidas del mundo del cine, es oportuno recordar a Hattie, la mujer que desafió todos los prejuicios sociales en un mundo repleto de ellos.

Hattie McDaniel nació en el corazón de Kansas, Estados Unidos, en 1893. Su familia había sido liberada de los esclavos tan solo 30 años atrás, pero la discriminación y la segregación estaba aún latente en el país, los afroamerianos no tenían muchos de los derechos y libertades que gozaban los blancos. Su padre Hennry había servido en la Guerra Civil y, junto con Susa, tuvieron 13 hijos. Hattie era la menor de los hermanos. 

La situación socioeconómica de la familia era muy compleja. Según informa un artículo de Vanity Fair, Hattie había nacido con desnutrición con tan solo un kilo y medio. Eventualmente, Henry, junto con su familia, se trasladó a Denver y logró que el Gobierno de Estados Unidos le de una pensión por sus servicios militares. 

A pesar de las dificultades, la familia se caracterizaba por ser muy unida y tener una gran participación en el coro gospel de la iglesia de su barrio, lo que sería el primer contacto de la pequeña niña con el arte y donde también descubriría su camino. “Sabía que podía cantar y bailar. Lo hacía tanto que a veces mi madre me daba cinco centavos para que parara", recordaba Hattie en la biografía de su vida escrita por Jill Watts.

A partir de este interés en el arte, junto con sus hermanos se volcaron al entretenimiento para las personas de la comunidad afroamericana en Denver. Allí montaban obras de teatros y shows donde Hattie desarrolló el personaje de “Mammy”, una palabra utilizada para referirse al estereotipo que representa a las mujeres afroamericanas que realizaban trabajos domésticos y cuidado de los niños.

En 1920 también empezó a abrir su carrera como cantante. Se convirtió en una figura reconocida del blues. Esto le dio la oportunidad de formar parte de un reconocido coro que, en 1929, emprendió una gira artística por todo el país. Pero la caída de la bolsa obligó a que la producción suspender todas las presentaciones y Hattie quedó varada en Milwaukee, una ciudad en el estado de Wisconsin.

"Alguien me dijo que en el hotel Suburban Inn de Sam Pick buscaban una asistente para el baño de mujeres. Salí corriendo y cogí el trabajo. Una noche, cuando todos los artistas se habían ido, el gerente pidió que algún voluntario se subiese al escenario, pedí una canción a los músicos y comencé a cantar. No volví a trabajar en los baños. Durante dos años protagonicé el espectáculo del local”, cuenta Hattie en un artículo para The Hollywood Reporter. 

Pero (casi) todo termina. Estuvo dos años como cantante en Milwaukee y, aunque ese espectáculo fue su despegue en momentos de soledad y miseria, algo más grande la esperaba. Con tan solo unos dólares se tomó un colectivo a Hollywood y decidió que su destino estaba allí, en la pantalla grande. 

De acuerdo con El País, en aquel entonces los actores negros ocupaban papeles irrelevantes y a menudo sin acreditar: eran chóferes, camareros, turbas y especialmente sirvientes. Hattie había huido del servicio en la vida real, pero no podría hacerlo en la pantalla. “Puedo ser criada por 7 dólares a la semana. O puedo hacer de criada por 700 dólares a la semana", relató, según Watts.

En 1934, el director John Ford notó su talento y fomentó su lado más sarcástico y disruptivo, a diferencia de los valores que se esperaba que ella retrata en sus roles: más obediente, callada y sometida. Fue en 1937, cuando toda la industria se sentía bastante entusiasmada por la adaptación cinematográfica de Lo que el viento se llevó, que el director David O. Selznick le dio el papel de Mammy a Hattie.

Hattie McDaniel en la película Lo que el viento se llevó. Crédito: Sensacine. 

Mientras las comunidades afroamericanas luchaban en las calles por sus derechos, muchos criticaban cómo era la representación y los estereotipos que persistían en Hollywood. Por ello, Hattie recibió varias críticas y advertencias de parte de los líderes de estos movimientos. En respuesta, ella aseguró que de ninguna manera participaba en un proyecto donde su figura fomentaba aquello de manera deliberada. 

La película fue un éxito rotundo. A su estreno asistieron 300 mil personas, pero Hattie no estaba dentro de ellas. El contexto sociopolítico no permitía a las personas que no eran blancas entrar a ciertos espacios y, en particular, la ciudad de Atlanta le había solicitado al director que ninguna persona afroamericana esté presente aquel día. En su lugar, según Vanity Fair, Hattie recibió un telegrama de la autora de Lo que el viento se llevó, Margaret Mitchell, que escribió: "Ojalá hubieras podido oír los aplausos".

Sin embargo, el reconocimiento pronto llegaría. Su perseverancia la llevó a estar presente en la doceava edición de los Premios Oscar que se realizó en The Ambassador Hotel, ubicado en Los Ángeles. Lugar al que, en un principio, tenía prohibido ir. Según cuenta un artículo de The Hollywood Reporter, el director tuvo que hacer un petición especial para que Hattie pueda entrar y se tuvo que sentar en una mesa separada de todo el elenco, a un costado. De esa manera, fue la primera afroamericana en asistir en calidad de artista y no de empleada. 

Fay Bainter, una famosa actriz estadounidense de la época, anunció las nominadas para la categoría de Mejor Actriz de Reparto y finalmente consagró a Hattie como la ganadora del reconocimiento. La hija de dos esclavos estaba ahora en un escenario parada frente a toda la industria, frente a toda una sociedad que la miraba con otros ojos solo por el color de su piel. Agradeció. Y agradeció que por tan solo unos segundos ese juicio haya desaparecido. 

“Mi gente estaba especialmente contenta. Sentían que, al honrarme, Hollywood había honrado a toda la etnia. Así lo quería yo. Era un momento demasiado importante para mi. Quería que esta ocasión sirviera de inspiración a la juventud negra durante muchos años”, reflexionó Hattie en su artículo para The Hollywood Reporter. 

Sin embargo, tuvo algunas reacciones en contra dentro de su comunidad, en especial la de Walter White, el erudito y sofisticado líder de la NAACP (Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color). Él velaba para que esos papeles se eliminen de la pantalla grande, una lucha que Hattie compartía hace un tiempo de la mano del Sindicato de Actores del Cine. 

Pero White con su asociación quiso interponerse en el trabajo que Hattie estaba estructurando y generó tensiones innecesarias: ambos, con el mismo objetivo, no pudieron entenderse. “Llevo 11 años luchando por abrir oportunidades para nuestro grupo en la industria y he intentado dar prestigio a mi raza teniendo siempre una conducta ejemplar tanto dentro como fuera de la pantalla", se quejaba Hattie. 

Hattie McDaniel con su Premio Óscar. Crédito: Academy Awards Press. 

Desde el estrellato en Lo que el viento se llevó Hattie no paró de trabajar. Protagonizó la película Como ella sola que contaba la vida de una madre con un hijo de gran inteligencia, que era perseguido por sus orígenes. También se destacó en la radio, donde le quitó el papel protagónico a un hombre blanco y se llevó mil dólares por semana. Logró también conseguir otros papeles en diferentes películas con el rol de Mammy. 

Con su fama, se compró una casa en Sugar Hill, el barrio de Beverly Hills, resguardado para la comunidad afroamericana. Según Vanity Fair, en 1945 los propietarios blancos quisieron expulsar a los residentes de sus casas pero McDaniel luchó contra este ataque racista y elevó la causa a la corte, que falló a su favor. Encendió, simbólica y literalmente, una luz al final del camino en materia de segregación.

Hattie falleció el 26 de octubre de 1952 a causa de un tumor. Era joven: todavía le quedaban años para seguir reivindicando su lugar y el de su comunidad en la pantalla y en la sociedad. Según El País, en su testamento incluyó dos pedidos: ser enterrado en el cementerio de Hollywood Forever (que se le negó por su color de piel) y, segundo, que su Oscar fuera entregado a la Universidad de Howard, una institución educativa históricamente abierta para los afroamericanos. Se cumplio parcialmente: en una primera instancia el premio estuvo en la universidad, pero hoy se desconoce su paradero. 

Su memoria, recordada por algunos y reivindicada años más tarde, la trae el viento y la hace presente de la manera necesaria.