Rugby inclusivo: personas con y sin discapacidad comparten equipo en un programa creado en la Argentina y que es pionero en el mundo - RED/ACCIÓN

Rugby inclusivo: personas con y sin discapacidad comparten equipo en un programa creado en la Argentina y que es pionero en el mundo

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

El programa de rugby inclusivo promueve crear en los clubes una categoría más, en la que juegan en el mismo equipo personas con y sin discapacidad intelectual. Ya lo replicaron más de 30 clubes en Buenos Aires, y también se desarrolló en otros puntos del país y de Latinoamérica. “La propuesta es divertirnos, relacionarnos y educarnos”, dice su impulsor.

Rugby inclusivo: personas con y sin discapacidad comparten equipo en un programa creado en la Argentina y que es pionero en el mundo

Intervención: Marisol Echarri.

“Lo importante no es ganar sino jugar y divertirnos”. Esta frase tan trillada, no siempre fácil de llevar a la práctica, en el rugby inclusivo es ley. Y se nota. 

Quince jugadores reunidos en torno a una pelota oval que al picar sale despedida para cualquier lado. Al menos cinco de ellos tienen alguna discapacidad intelectual o dificultad funcional. Todos iguales. Todos diferentes. Algo flota en el aire: alegría, camaradería, inmensas ganas de pasarla bien. Hay equipo. 

El rugby mix ability surgió en el Reino Unido y en la Argentina se lo suele llamar rugby inclusivo. El responsable de que se practique esta modalidad en el país es Daniel Fernández, profesor de educación física, papá de dos mujeres y un varón: Joaquín, el mayor, nacido el 2003 con síndrome de Down. “Yo quería para Joaco una vida de club como la que yo tuve junto a mis cuatro hermanos, que pudiera disfrutar el rugby con su familia y amigos. Como no encontré un lugar que le ofreciera esa posibilidad creé, en el 2011, una escuelita para él, otros chicos con discapacidad intelectual y sus familias”, cuenta Daniel. En aquel momento no sabía que esa decisión sería el germen de un programa pionero a nivel mundial.



Jugadores con y sin discapacidad integran Los Pumpas; entrenan, se divierten, salen de gira, representan al país. (Foto: Gentileza de Daniel Fernández)


Rugby mixed ability

Esta modalidad de rugby nació en Gales, Reino Unido, hace treinta años. Es una disciplina deportiva para mayores de 18 años y se juega con las normas del rugby convencional (con scrum sin oposición y cambios ilimitados), pero con un énfasis mayor en los valores y en la inclusión de todos los participantes. Cada equipo debe incorporar obligatoriamente a un mínimo de cinco personas con discapacidad intelectual. Las mujeres también pueden jugar en esta modalidad, tanto en equipos femeninos como —en ciertos casos— en equipos mixtos, con varones.

Es un medio de inclusión donde los jugadores interactúan, se ofrecen apoyo constante, se sienten protagonistas en el cumplimiento de los logros y construyen su identidad individual y de equipo. En este espacio se generan y aprenden hábitos saludables para su crecimiento personal, para su autonomía y desarrollan habilidades sociales y personales.

Hoy, más de 60 clubes alrededor del mundo conforman el IMAS (International Mixed Ability Sports), entre ellos, la Argentina, cuyo representante es Daniel Fernández.

El profesor de Educación Física, a medida que se iban sumando más chicos y familias a su escuelita de rugby, iba compartiendo vía Facebook imágenes de las actividades y de los entrenamientos. Así fue como su iniciativa llegó hasta el Reino Unido: en 2015 lo invitaron a capacitarse para llevar la disciplina a la Argentina, para que un equipo del país participara del mundial de rugby mixed ability. Ese fue el inicio de Los Pumpas, “la selección argentina” de rugby mixed ability, que salió campeona en el segundo mundial, Vitoria, España, 2017. 

Joaquín Fernández levantando la copa del mundo, detrás está su papá Daniel y, a la izquierda, Martín Perego, el capitán de Los Pumpas. (Foto: Gentileza: Daniel Fernández)


Los Pumpas, una gran familia

El nombre surgió de la combinación de Los Pumas (selección argentina masculina de rugby) y Los Pampas, el equipo que representaba al rugby argentino en la Vodacom Cup, un torneo tradicional de Sudáfrica. 

Desde sus inicios, la cita para el entrenamiento fue siempre los miércoles por la tarde. Al principio se juntaban a entrenar en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD), hoy su sede es en el Anexo Belgrano Athletic Club en Parque Sarmiento, en la Ciudad de Buenos Aires. El número de jugadores que asisten a cada entrenamiento es muy variable, porque, según dicen, “Pumpas somos todos” (jugadores con y sin discapacidad, entrenadores, padres, madres, hermanos, amigos y la lista sigue). Es un sentimiento que Cecilia Fernández Urrusola, mánager del equipo y mamá del pumpa Javier, denomina “la experiencia pumpa, que es mucho más que un equipo, que una camiseta distintiva, que una gira, que una amada ovalada, es darnos cuenta de que cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles y nos paramos en las fortalezas del ser y tratamos de avanzar sobre debilidades que nos diferencian del otro”.

Con y gracias a Los Pumpas, Martín Perego (40), el capitán, ha viajado por el país y el mundo. Además de jugar dos mundiales (y ganar uno) Martín cuenta que entrenó con los Pumas y participó de una Clínica de Rugby con los All Blacks, entre otras experiencias. Su alegría y empuje son contagiosos. “El rugby es mi vida, es mi forma de ser. Yo les digo a los más jóvenes: ¡llevemos los valores del rugby y cambiamos el mundo! Esos valores son integridad, pasión, solidaridad, respeto”, enuncia con orgullo. 

El testimonio de Marina Cechetto, mamá de Tomás (18), ayuda a vislumbrar algunos de los beneficios de esta práctica: “Tomás llegó a Los Pumpas en noviembre de 2021. Era una tarde de entrenamiento en la que los chicos y los facilitadores compartían un espacio en el CeNARD, con una puesta de sol única. Tomás no se animaba a entrar, se quedó observando desde la periferia. Al momento de irnos, Daniel hizo una jugada magistral: le dio una pelota de rugby pidiéndole que la llevara al entrenamiento de la semana siguiente. Gracias a esa estrategia, Tomi tuvo que regresar. Poco a poco se fue integrando al grupo de Los Pumpas. La destreza física no es su fuerte (por su condición —síndrome XYY— tiene la estatura de 2.10 m y un cuerpo robusto). Los Pumpas le brindaron a Tomás la posibilidad de pertenecer, de sentirse uno-con-otros, de proyectarse”.

En cuanto a la dinámica familiar, Marina pone en palabras el sentimiento de muchas madres y padres que se han sumado al rugby inclusivo: “A nosotros, como familia, nos dio la certeza de vincularnos con otras familias que viven situaciones similares, nos sentimos contenidos y entendidos. Sentimos que nos abrieron una ventana hacia nuevas posibilidades para Tomi: sociales, académicas, laborales, porque te acompañan y te asesoran desde la experiencia. Pudimos proyectar un futuro más claro. Desde el minuto uno fuimos acogidos con una gran calidez humana. Hoy Tomás es un Pumpa. Nosotros también”, dice.

Los Pumpas tienen su propia película; una historia conmovedora del equipo que supo abrirse camino hasta ser campeones del mundo. 

Un movimiento nacional 

Hace 13 años Fernández comenzó a viajar por todo el país para promover el rugby mixed ability. Así, desarolló un programa de integración para familias con personas con discapacidad intelectual y/o diversidad funcional denominado rugby inclusivo. 

“El rugby inclusivo apunta ser una categoría más dentro de las que hay en cada club, sin que se los coloque en un lugar distinto a los de los demás. Por eso los entrenamientos son como cualquiera de rugby infantil. Lo más importante es que los clubes adquieran el concepto de lo que significa incluir a personas con discapacidad”, explica Fernández. Y aclara: “Esto requiere que la comisión directiva del club tome la decisión política de hacerlo, que haya una persona que sea la cabeza del proyecto, que se averigüe si hay familias con personas con discapacidad en el club o que se invite a otras personas de la comunidad”.

La propuesta es jugar, compartir en familia, divertirse, aprender las bases del rugby junto a jugadores más experimentados que persiguen el mismo fin. Los encuentros resultan verdaderas fiestas de inclusión en los que los familiares se relajan, toman mate bajo los árboles, entablan nuevos vínculos. En la mayoría de los clubes la actividad es a partir de 4 años.

El rugby inclusivo es un modelo creado para que personas con diversidad funcional desde muy chicos puedan aprender este deporte y disfrutar de la vida de club junto a sus familias. (Imagen: gentileza Pedro Demarchi, CASI).


Por un lado, resulta un modelo para que personas con diversidad funcional desde muy chicos puedan aprender y disfrutar de la vida de club, además de visibilizar la importancia del deporte inclusivo en la población en general. Por otra parte, esta modalidad proporciona a las familias la oportunidad de hacer una actividad compartida, lúdica, al aire libre en un entorno seguro, lejos de juicios y prejuicios. Una mamá de un chico con autismo comenta entre lágrimas de emoción: “Es la primera vez, en los 9 años de mi hijo, que puedo relajarme, conversar con otras familias mientras lo veo correr e interactuar con otros chicos. Desde que nació lo llevo a terapias, me quedo esperando en el auto o en un café. En cambio los sábados son nuestro día favorito, es para los dos”. 

En Buenos Aires, ya son 30 los clubes que han adoptado esta modalidad, que se extendió también por otras provincias del país y por Latinoamérica. “Hay en Chile, Ecuador, Colombia y Uruguay —cuenta el creador del programa, y reflexiona—: hace menos de una década, hablar de personas con discapacidad jugando un deporte era una novedad. Hoy la pregunta en los clubes ya no es qué es el rugby inclusivo sino qué se necesita para empezar”.

Por ejemplo en el Club Atlético San Isidro (CASI), uno de los más tradicionales del rugby argentino, se invitó a familias que no son socias a participar de los programas de rugby inclusivo.

Varios de los impulsores del rugby inclusivo en distintos clubes son jugadores y entrenadores de rugby con hijos con alguna discapacidad. Como Julio Gattone, entrenador del San Andrés, cuyo equipo de rugby inclusivo cuenta con 18 jugadores de entre 5 y 27 años, entre ellos, su hijo Valentino, de 14. O como Norberto Mendez, alias Tucho, jugador del CASI desde 2002 y papá de Mateo. “Presenté la propuesta y el club nos facilitó las herramientas. Estamos por cumplir un año desde nuestro primer encuentro de rugby inclusivo. Nuestro equipo está integrado por unos veinte jugadores, el más chico tiene 5 años, más sus familias, más los jugadores ‘veteranos’, que se van sumando cada sábado de distintas divisiones, ¡somos una banda!”

El rugby inclusivo da pasos cada vez más grandes, con un propósito que trasciende lo deportivo. No por casualidad, el lema de los Pumpas es “Abriendo caminos”.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.