Una alternativa al geriátrico: el hogar que otorga viviendas a jubilados que no pueden pagarlas - RED/ACCIÓN

Una alternativa al geriátrico: el hogar que otorga viviendas a jubilados que no pueden pagarlas

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

En Vicente López, 14 mujeres y hombres jubilados con la mínima y que pueden valerse por sí mismos viven en departamentos que reciben en comodato gratuito con derecho al uso. Pagan una cuota muy baja que sirve para costear los servicios y gastos comunes. Los responsables de este proyecto aspiran a que estos modelos de viviendas sociales se repliquen en otros lugares.

Una alternativa al geriátrico: el hogar que otorga viviendas a jubilados que no pueden pagarlas

Intervenido por Marisol Echarri.

La Asociación Civil Padre Pablo Tissera mantiene Casa de Nuestros Mayores “Marcela Rocca”. El objetivo primordial de esta obra ubicada en Melo 2761 (Florida Este, en el partido bonaerense de Vicente López) es dar una respuesta habitacional a personas mayores que de otro modo estarían viviendo en la calle. Los destinatarios son jubilados autoválidos de ingresos mínimos que no cuentan con vivienda propia ni contención familiar. Los que ingresan firman un contrato que se renueva cada dos años. Se trata de un comodato gratuito por el cual reciben una vivienda y solo deben contribuir con una cuota para los servicios y gastos comunes. Actualmente, este valor es de 10.000 pesos.

En el lugar no hay enfermeras ni médicos: no es un geriátrico. Quienes viven allí entran y salen cuando lo desean. Son personas mayores autosuficientes que hacen sus compras, se cocinan, lavan sus ropas, van al médico para sus controles habituales. El lugar cuenta con cinco viviendas para dos personas y cuatro viviendas para una persona.

El inicio de la historia

La creación del hogar era un anhelo del sacerdote Pablo Tissera (1926-1997), un cura jesuita que marcó la vida de muchas personas, quienes lo recuerdan como alguien muy comprometido con las necesidades de la comunidad. Tissera fundó la parroquia Santo Tomás Moro (en Vicente López) y organizó en el barrio una olla popular a la cual asistían personas de todas partes. Empezó dando de comer y al mes ya ofrecía la asistencia de médicos, odontólogos y medicamentos. Hoy su impronta sigue vigente y es modelo de inspiración entre quienes continúan llevando adelante sus proyectos.
“Cuando el cura Pablo murió a los 71 años nos quedamos con un gran vacío y un montón de ideas que él tenía sin concretar”, cuenta Gabriel Langlais coordinador de actividades de la Asociación Civil Padre Pablo Tissera. “‘¿Y ahora qué hacemos? ¿Cómo seguimos?’, nos preguntamos. Y la respuesta fue ponernos a trabajar como el padre lo hubiese hecho. Lo primero fue crear la asociación civil que lleva su nombre y a partir de allí conseguir fondos para construir viviendas dignas para adultos mayores”.

Una de las obsesiones del padre Tissera era hacer algo para ayudar a la gente mayor aún activa que no tenía recursos económicos. Según cuenta Langlais, quería que pudieran vivir en un lugar que no fuera un geriátrico. Pensaba en todas esas personas que todavía están bien físicamente y que se enferman de soledad porque no tienen red de apoyo. Estaba convencido de que la vida en comunidad ayuda a que los mayores se mantengan sanos, interesados, limpios y cuidados.

El frente de la casa ubicada en Melo 2761, entre Valle Grande y Warnes, en Florida Este, Vicente López. (Foto: Diana Malizia. Intervenido por Marisol Echarri).

Un terreno, el primer paso

Marcela Rocca, además de ser amiga del sacerdote, era miembro de la junta económica de la parroquia Santo Tomás Moro y muchas veces había hablado con el padre Pablo acerca del sueño de construir una casa que fuera un modelo de solidaridad para los adultos mayores. Por eso cuando Tissera murió, Rocca tomó la posta del proyecto de construir viviendas sociales.

“Gracias a la ayuda de los vecinos de Vicente López, a la colaboración de empresas y de muchos aportantes anónimos juntamos el dinero y salimos a buscar un terreno en el año 2010. Ofertamos a dos hermanas que eran propietarias; ellas, al enterarse para qué era el proyecto, nos hicieron una rebaja importante”, recuerda Langlais.

Luego de tres años, los planos fueron aprobados por la Municipalidad y en septiembre de 2014 se inauguraron las viviendas. Si bien el Estado local no colaboró con dinero, dispuso flexibilidad en el reglamento de las condiciones reglamentarias. Por ejemplo, cada departamento nuevo que se construya en el barrio debe contar con una cochera, una condición que no se exigió al hogar.

En total el hogar cuenta con nueve departamentos de uno y dos ambientes. El complejo tiene dos plantas con ascensor y escalera. Cada unidad tiene un jardín privado o un balcón o terraza. Hay también un salón de usos múltiples con baño accesible, cancha de bochas y tejo y una huerta orgánica en altura para que los residentes no tengan que agacharse.

Gabriel Langlais, segundo desde la izquierda, junto con 12 de los residentes del complejo de viviendas en Vicente López. (Foto: Diana Malizia. Intervenido por Marisol Echarri).

Los habitantes
“Todos los que vivimos acá llegamos luego de atravesar muy malos momentos”, dice Juan, de 79 años, que convive con su compañera María, de 69. “Hace 49 años que vivimos juntos. Antes de jubilarme reparaba persianas y pintaba. Vivíamos en un monoambiente en Vicente López y llegó un momento en el cual con la jubilación mínima de ambos apenas podíamos pagar el alquiler. Si esto no existiera, nosotros estaríamos en la calle”, asegura mientras muestra su departamento de dos ambientes que equipó con heladera, lavarropas, microondas y televisor. “Nosotros volvimos a dormir tranquilos. Salimos cuando queremos. Si el día está lindo vamos a caminar y uno de nuestros paseos suele ser ir hasta el barrio Once —en la Ciudad de Buenos Aires— para comprarnos algo”.

Las historias de Leticia, Haydeé y Marilú son muy parecidas. Leticia fue empleada de comercio y además cuidó ancianos y niños. Cuando se jubiló, no tenía recursos para alquilar ni familiares que la apoyaran. Hoy vive sola en uno de estos departamentos y aquí encontró una familia.

Haydee y Marilú se conocieron en esta casa y ambas comparten uno de los departamentos de dos ambientes. Haydee (80 años) es manicura y peluquera. Aún conserva algunos clientes a los que atiende a domicilio.“Acá nos movemos como queremos. Cada uno hace su vida”, confirma Marilú, ella es una de las mujeres que está en este lugar desde su inauguración en 2014. Fue enfermera en el Hospital Británico hasta 1994, cuando fue despedida junto con otros compañeros y empezó a trabajar en diversas clínicas privadas que no le hicieron aportes. “Por eso, cuando llegó el momento de jubilarme solo pude conseguir la mínima”, dice.

Juan y María viven desde hace un año en este departamento en el cual cuentan con todo lo que necesitan y que les permite llevar una vida autónoma. (Foto: Diana Malizia. Intervenido por Marisol Echarri).

Isabel, de 81 años, es modista de alta costura. “Me traje mi máquina de coser y algunas cosas sigo haciendo. Mis hermanas me visitan y también tengo un sobrino con su hija de 5 años que viven cerca y nos vemos seguido”, cuenta.

Hugo es el habitante más reciente de la casa. Trabajó en la construcción y fue sereno. Por tener pocos años de aportes apenas percibe la pensión universal para el adulto mayor (PUAM). Varias noches durmió en las estaciones del tren Mitre hasta que terminó en el Hogar Cura Brochero, un lugar de tránsito para personas en situación de calle. Ellos fueron los que consiguieron que hoy Hugo pudiera disfrutar de un lugar digno para vivir.

Hacia un modelo de autosustento

Todos los residentes cobran la jubilación mínima que en septiembre fue de 87.459 pesos más un bono de 39.000. Según datos de la Defensoría del Pueblo de la Tercera Edad, 6 millones de jubilados cobran la jubilación mínima y el 60 % no tiene vivienda propia y muchos van a comedores comunitarios. La Defensoría estima que hoy el costo de vida de una persona jubilada ronda los 248.000 pesos.

“La idea —según Langlais— es que los que vivan en el lugar puedan sostenerse solos”. Pero aún no llegaron a ese punto. La Asociación Civil todavía gestiona donaciones de alimentos, de ropa y de otros bienes que ayuden a los residentes. “Por ejemplo, a principios de mes vienen del club Platense a traerles ropa nueva. La semana pasada la Municipalidad hizo una donación de artículos de limpieza. Otras veces, de la parroquia aportan mercaderías. En pandemia recibimos donaciones de alcohol en gel y barbijos”, ejemplifica Langlais.

Hay mucha gente que quiere venir a vivir a esta “gran casa”. Por eso se manejan con una lista de espera. “Apenas aparece una vacante, nos comunicamos con las personas que están anotadas y tenemos una entrevista”, dice Langlais. Para incorporarse tienen que poder valerse por sí mismos, no contar con más recursos que la mínima jubilación y estar afiliados a PAMI.

Uno de los nueve departamentos del complejo. Hay cinco de dos ambientes y cuatro monoambientes. (Foto: Diana Malizia. Intervenido por Marisol Echarri).

Los desafíos de estos hogares para personas mayores

Langlais señala que para construir y gestionar viviendas de este tipo para personas mayores es importante dividir el proceso en tres etapas. Primero, hay que conseguir el terreno; segundo, edificar teniendo en claro el objetivo, cuántos serán los metros cuadrados, la cantidad de habitaciones y, finalmente, la gestión de la convivencia y elección de las personas. 

“En nuestro caso, conseguir el dinero para la compra del terreno fue gracias a la colaboración de muchas personas. No tuvimos ayuda estatal. Pero si esto se hiciera en otro lugar tal vez se podría hablar con la Municipalidad y conseguir la donación de algún terreno abandonado. La etapa de la construcción también requiere de dinero y en nuestro caso no fue complicado reunirlo”. 

En la tercera etapa ya no hay costos. Porque son los mismos residentes los que sostienen la casa. Los gastos de luz, de gas e impuestos los pagan ellos con el aporte mínimo que realizan todos los meses. Si algo se rompe es como una “expensa extraordinaria”. Otro detalle a tener en cuenta: los que viven en esta “gran casa” se comprometen por contrato a realizar la limpieza, la jardinería y si hay que pintar algo, también lo hacen. De esta manera no hay empleados ni enfermeros que cobren un salario, lo que ayuda a la sustentabilidad, explica Langlais, quien remarca que está abierto para compartir sus experiencias con quienes quieran replicar esta iniciativa en otro lugar.

Casas para mayores de 60

El modelo de viviendas que reemplacen a los geriátricos y permitan a personas mayores vivir dignamente tiene un correlato en un programa estatal. En junio de 2021, el presidente Alberto Fernández anunció la construcción de una nueva línea de viviendas para adultos mayores de 60 años que no tuvieran hogar propio o estuvieran imposibilitados de acceder a un crédito por la edad. El programa se llama Casa Propia - Casa Activa y consiste en construir 100 complejos en todo el país con 32 viviendas cada uno. Hasta el momento sólo se inauguraron los 32 hogares en Catamarca. Este complejo de casas colaborativas es el primero en la Argentina y sirve para facilitar el acceso a una casa en comodato a jubilados.

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La Asociación Civil Padre Pablo Tissera mantiene el Hogar “Casa de Jesús”, el que hospeda a 14 niños de entre 5 y 18 años, y la Casa de Nuestros Mayores “Marcela Rocca”. Si te interesa colaborar con alguna donación o como voluntario, podés entrar acá o llamar al 11-4046-2404.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.