Volver a empezar después de cada tormenta: cómo evitar el drama de las familias que viven en villas y asentamientos que se inundan- RED/ACCIÓN

Volver a empezar después de cada tormenta: cómo evitar el drama de las familias que viven en villas y asentamientos que se inundan

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En la Argentina hay 4.400 barrios populares y el 62% se inunda cuando llueve. Reunimos a vecinos de distintas localidades para entender cuál es el impacto social, emocional y económico cada vez que el agua entra en sus casas. ¿Cuáles son las pequeñas obras que pueden hacer que sean menos vulnerables ante lluvias intensas?

Volver a empezar después de cada tormenta: cómo evitar el drama de las familias que viven en villas y asentamientos que se inundan

Intervención: Pablo Domrose

Este contenido contó con participación de miembros de RED/ACCIÓN

El pasado 11 de octubre llovió. Para algunos habitantes de Buenos Aires fue una lluvia más, común y corriente, pero para los vecinos de muchos asentamientos y villas significó enfrentarse a una nueva inundación: el agua entraba en sus casas y superaba la altura de sus tobillos.

Mientras eso sucedía, en un grupo de WhatsApp varios vecinos de Florencio Varela, La Matanza y La Plata le enviaban a RED/ACCIÓN videos y audios mostrando lo que estaban viviendo: el agua los dejaba aislados, sin posibilidad de salir de sus casas ni llevar a sus hijos a la escuela; el agua arruinaba sus muebles y electrodomésticos; el agua los dejaba sin luz.

“Tengo el sillón completamente mojado, la casa con barro y la heladera se rompió. Mi pieza ya es una laguna. Afuera cada vez es peor. Está subiendo muy fuerte y rápido el agua”, expresaba aquel día y en ese grupo Fernanda Martínez, vecina del barrio 12 de Julio, ubicado en Florencio Varela.

El viernes pasado, y después de haber publicado un video hecho con los registros que hicieron los vecinos mientras se inundaban sus casas, nos reunimos con ellos en el barrio de Fernanda.

La conversación tenía un objetivo principal: entender el impacto social, emocional y económico que tienen las inundaciones en sus vidas.

“¿Vos te inundás mucho?”, le preguntó Fernanda a María Díaz, que vive en un asentamiento en La Plata. Fernanda ya daba por hecho que Díaz se enfrentaba a la misma situación que ella durante una lluvia fuerte. De la reunión también participaron Angie, que es vecina de Fernanda, y Walter Díaz, del barrio El Molino, también de Florencio Varela.

De izquierda a derecha: Fernanda Martínez, Angie, Walter Díaz y María Díaz

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En la Argentina existen 4.400 barrios populares donde viven unas 929 mil familias. El 62% de estos barrios se inundan cada vez que llueve, según el Relevamiento de Asentamientos Informales, realizado en 2016 por Techo, una organización de la sociedad civil que trabaja para mejorar las condiciones de vivienda en barrios vulnerables.

Uno de los principales problemas de los sectores populares es el acceso a un terreno. La falta de un marco de planificación es uno de los motivos por los que quienes menos recursos económicos tienen se instalan en los peores lugares: en terrenos aislados, rodeados de contaminación, cerca de arroyos, en zonas sin servicios públicos.

Y sobre todo en terrenos bajos e inundables.

“Las inundaciones son moneda corriente en los barrios populares. Son parte de la cotidianidad e incluso se naturaliza el riesgo que corren las familias. Con cada inundación, los habitantes de estos barrios no pueden ir a trabajar o lograr que sus hijos vayan a la escuela. No pueden desarrollar una vida normal”, señala Francisco Ferrario, director Regional de Buenos Aires en Techo.

Además, Ferrario advierte que la falta de obras hidráulicas, la ausencia de planificación urbana y la forma en que van creciendo los barrios contribuyen a empeorar esta situación.

Una madrugada con el agua hasta la cintura

Angie recuerda la primera vez que se inundó, en 2012, al poco tiempo de mudarse al barrio en el que hoy viven 600 familias: “En esa oportunidad, el agua entró en plena madrugada y fue subiendo hasta el nivel de mi cintura”.

En esa inundación Angie perdió todo: la heladera dejó de funcionar y veía a los juguetes de sus dos hijas flotando en agua podrida. “Tengo familia cerca y me puedo ir para allá unos días, pero hay gente que no tiene a nadie y se tiene que ir a dormir a la estación de tren, que está en una zona alta”, relata.

Tras la inundación de 2012, Angie tuvo que pasar tres meses en la casa de sus suegros. Iba constantemente a limpiar y a trabajar en el terreno. Necesitó 18 camiones de tierra para rellenar el suelo y ganar altura. “Hoy un camión con tierra cuesta $6000”, calcula Angie.

Sin embargo, ni ese esfuerzo fue suficiente. En los últimos siete años, Angie y Fernanda sufrieron tres inundaciones grandes. Ocurre que el barrio 12 de Julio se encuentra junto al Arroyo Las piedras y cuando llueve fuerte suele desbordar.

“En general somos los vecinos los que salimos cuando hay inundaciones. Se cae un árbol y nosotros lo corremos. Acá el municipio no entra, no viene la policía ni los bomberos. Nadie nos ayudó con las zanjas ni a abrir las calles. Todo es mano de obra de los vecinos”, resalta Angie.

"Si no limpiás todo con lavandina queda la casa contaminada"

En el barrio de Walter Díaz sufrieron 12 inundaciones en los últimos cuatro años. Expresa: “La inundación trae de todo porque el arroyo está muy contaminado. Adentro de la casa, cuando el agua baja, queda un centímetro de un barro que no sabés qué es. Si no lo sacás urgente se te impregna la casa de olor. Si no limpiás con lavandina queda todo contaminado. Además se llena la casa de humedad. La mayoría de los chicos en esta zona sufren de enfermedades en los bronquios. La contaminación nos está trayendo problemas”.

María que vive en el barrio Altos de San Lorenzo, todavía recuerda la gran inundación de La Plata en 2013 como una pesadilla. “En marzo del año pasado sufrimos otra inundación muy fuerte. Volver a ver eso es revivir momentos de terror. Ahora con la llegada del calor, tenemos que estar preparados, porque siempre después de días muy calurosos viene una tormenta”, expresa.

El 62% de los barrios populares se inundan cada vez que llueve. Foto: Techo

Prepararse para las inundaciones implica conseguir ladrillos para levantar los muebles, los sillones y los electrodomésticos. “La heladera ya ni la bajo. La dejo en altura. Tengo ladrillos abajo del mueble de la tele para no tener que salir corriendo a buscarlos ante una emergencia”, cuenta Angie.

Generalmente, cuando ocurren las inundaciones, los vecinos no quieren evacuar sus casas por miedo a que les roben. “Una persona siempre se queda en el terreno”, asegura Walter.

Dormir en la empresa por miedo a no poder ir a trabajar al otro día

Actualmente, Angie trabaja como electricista, pero hace unos años era encargada en una fábrica de costura. “No podía faltar porque nadie me podía reemplazar. Cuando llovía fuerte, mi jefe me pasaba a buscar por la esquina de casa. Ahora si hay una tormenta, yo prefiero estar acá”, asegura.

En ese sentido Walter, que es chófer de colectivo, dice: “Si veía que se venía una tormenta grande me quedaba en el trabajo durante la noche. Si me agarraba en mi casa, tenía que cruzar el arroyo. Hay empresas que te sancionan si no vas. Por eso algunas personas se ponen en riesgo”.

Fernanda recuerda que su hijo había ahorrado para comprarse unas ojotas. Justo la semana que se las compró, hubo una inundación y el agua se las llevó. Eso generó frustración en el chico.

Tras la inundación, María comenta que aparecen muchos mosquitos, roedores, ratas y hasta serpientes. “El municipio nos culpa a nosotros por vivir en una tierra que se inunda y nosotros le echamos la culpa al municipio por no mejorar los barrios”, reflexiona la vecina de Altos de San Lorenzo, barrio en el que viven 2000 familias.

En muchos barrios, los vecinos arman grupos de WhatsApp para mejorar lo que está a su alcance. A veces, juntan dinero para rellenar la calle, mejorar las zanjas o recolectar basura.

El día después a las inundaciones son las mujeres las que suelen reorganizar los barrios. Arman ollas populares y reparten las donaciones.

“Desde Techo tratamos de acompañar la búsqueda una solución, pero a veces nos exceden los temas de infraestructura. En principio, en las zonas inundables construimos viviendas en altura, que representaron un 15% del total este año (hicieron 750 en todo el país). Cuando hay una inundación, articulamos con las organizaciones locales y nos ponemos a disposición. Los mismos vecinos se movilizan para abrir escuelas como centro de evacuados”, dice Ferrario.

Por donde empezar: garantizar la recolección de basura

Los cuatro habitantes de los barrios populares, Fernanda, María, Angie y Walter, coinciden en que es necesario mejorar la recolección de residuos en sus barrios para evitar las inundaciones.

La basura es una de las principales causas de que el agua no escurra cuando llueve. Y según Techo, el 38% de los barrios no cuenta con recolección de residuos de manera formal.

Para que exista una higiene urbana mínima, primero hay que mejorar las calles para que los camiones recolectores puedan pasar. Debe tenerse en cuenta que en el 68% de los barrios no hay calles asfaltadas. Además, en épocas de lluvia las calles se transforman en barriales intransitables y aumenta el riesgo de inundación. También es importante mantener las zanjas en buen estado, principalmente bien canalizadas y sin obstrucciones. Así como contar con cloacas para evitar que los desagües (sobre todo de cocina) terminen en la zanja de la calle.

Una solución que llegó de la unión de vecinos y una organización civil

El arroyo Las Piedras constituye una frontera entre los barrios “El Molino” (Florencio Varela) y “Eucaliptus” (Quilmes). En la actualidad, existe un puente vehicular que atraviesa el arroyo, construido hace 25 años por los mismos vecinos cuando la cota de inundación del cauce era más baja.

Últimamente, el arroyo crece notablemente cuando hay lluvias de gran magnitud, llegando el agua hasta un metro por encima del puente y conduciendo al aislamiento de ambas poblaciones. Además, el puente retiene los residuos que el arroyo arrastra desde aguas arriba producto de la escasa o nula gestión de los mismos, lo que agrava aún más esta situación.

Crédito: Ariel García

Cuando el agua desborda, las personas se ven obligadas a cruzar el arroyo a pie o a trasladarse en busca de cruces más seguros, para ir a trabajar o a la escuela. En los últimos años, cuatro personas, entre ellas dos niños, fallecieron a causa de esta problemática.

“Las escuelas, los hospitales, el transporte para ir a trabajar, todo está del lado de Quilmes, por eso necesitamos el cruce del puente. Muchas veces nos ha pasado que cae una tormenta a las dos de la tarde y se inunda todo. Los chicos salen del colegio a las cinco y quedan del otro lado sin poder cruzar, o tienen que hacer 44 cuadras para poder dar la vuelta. Caminando o en remís, porque por acá no pasa el colectivo”, señala Walter Díaz, que es referente de la comisión vecinal del barrio.

Los vecinos del barrio El Molino tienen una larga historia de compromiso ante las problemáticas comunes, siendo ellos mismos artífices de la infraestructura con la que cuentan, como calles, desagües, tendidos eléctricos y de agua. Allí viven 2.745 personas. Esta población organizada convocó a Ingeniería Sin Fronteras Argentina (ISF), una asociación civil interdisciplinaria que trabaja por el desarrollo local de comunidades en situación de vulnerabilidad a través de proyectos de ingeniería, para participar en el proyecto de construcción de un nuevo puente. Los fondos fueron aportados por la Municipalidad de Quilmes, Municipalidad de Florencio Varela, el Ministerio de Salud y Desarrollo Social de Nación, privados y la Universidad de Buenos Aires, a través del programa UBANEX.

“No es una solución estructural, sino una mejora para momentos críticos en relación a la accesibilidad del barrio. Los vecinos no van a dejar de inundarse por la construcción del puente. Este era un proyecto de los vecinos y nos unimos a ellos porque no podían realizar una obra tan grande solos”, cuenta María Hernández, encargada de la Coordinación General de la Gestión de proyectos de ISF.

El proyecto, que se espera que se termine en junio, consiste en elevar el nivel del puente existente, construyendo por encima de este un nuevo puente de paso vehicular que garantice el acceso seguro de los vecinos en épocas de inundaciones, evitando así accidentes fatales.

Maria, Angie, Fernada y Walter reconocen la importancia de los puentes. Tender un puente, para ellos, no es solo ganar accesibilidad, es generar lazos para mejorar sus condiciones habitacionales. Por eso constantemente, deben construir puentes entre vecinos, con el estado y con las organizaciones de la sociedad civil.

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