Barbie y Oppenheimer: más que la suma de las partes - RED/ACCIÓN

Barbie y Oppenheimer: más que la suma de las partes

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Las dos películas se estrenaron el mismo día y lograron un éxito de taquilla extraordinario después de conseguir que se hablara de ellas por semanas en las redes sociales. El arte de sumar haciendo marketing con la espontaneidad de los públicos.

Barbie y Oppenheimer: más que la suma de las partes

Intervención: Marisol Echarri.

¡Buenos días! Las dos películas se estrenaron el mismo día y lograron un éxito de taquilla extraordinario después de conseguir que se hablara de ellas por semanas en las redes sociales. El arte de sumar haciendo marketing con la espontaneidad de los públicos.

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Intervención: Marisol Echarri.

Suma. Acaban de estrenarse Barbie, la película sobre la muñeca más famosa del mundo, y Oppenheimer, la historia de quien supervisó la construcción de la bomba atómica. El mismo día, miles de salas de cine de todo el planeta se abarrotaron de espectadores que querían pasar la tarde sentados comiendo pochoclos, extasiados con una de estas historias. O con las dos (eso es lo inesperado). Aunque nada parece más alejado de una muñeca de plástico que una bomba atómica, surgió la oportunidad de potenciarse en lugar de competir y una campaña de marketing contraintuitiva generó lo que ya se llama “the Barbenheimer Effect”.

Hace casi 20 años, el empresario estadounidense Frans Johansson publicó The Medici Effect, un libro que expresaba una tesis, a la vez que sugerente, bastante obvia: que los mayores avances en la historia de la humanidad son producto de la combinación de elementos que antes permanecían inconexos. Y que el resultado es mucho mayor que la suma de las partes. El título aludía a lo que sucedió en Florencia, en el palacio de Lorenzo de Medici, “el Magnífico”, cuando se congregaron filósofos, científicos, pintores y escultores, y de su sinergia surgió ese período brillante de la historia que se llamó Renacimiento. Nada menos.

La combinación marketinera de Barbie y Oppenheimer no llega a estos niveles de relevancia pero sugiere algunas conclusiones que trascienden:

  • Historias universales. Barbie trata sobre una crisis existencial y el sentido de la vida (y de la muerte) y de un viaje y de muchas cosas más. En ese sentido, es la Odisea. Oppenheimer habla de quien tiene que arriesgarse a destruir el mundo para salvarlo. Paradoja de raíces seculares, bíblicas. Todas las grandes historias ya están escritas. Nos apasionan sus variaciones, si están bien contadas.
  • El valor de lo espontáneo. No hubo, que se sepa, una mente brillante que imaginó una competencia encarnizada de memes en las redes que hiciera escalar el tema hasta donde llegó. Los fans de Barbie y los seguidores de Christopher Nolan, director de Oppenheimer, fueron generando la ola sin que nadie se los pidiera. Warner Bros y Universal Pictures sólo la surfearon. Suerte es el nombre que algunos le dan a saber aprovechar las oportunidades.
  • Relevancia. Lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal, decía Oscar Wilde. Aunque sea bien, corregía Dalí. Que hablen, como sea pero que hablen. Es el deseo de cualquier político en campaña o de casi cualquier marca que está en su fase de lanzamiento. Y de Barbie y de Oppenheimer. Presupuestos de marketing millonarios, buenas historias y creatividad. Y haber entendido que lo único importante es que todo el mundo hable de ellos.
  • Magnanimidad. Hay para todos. No es una película o la otra: son las dos. O las tres, si se suma a Mission: Impossible - Dead Reckoning Part One. Estrellas de una recomendando las demás: quien va a una sala de cine, disfruta de la experiencia y quiere repetir. Y ve una película y después la otra. Y después una tercera. ¿Quién es el mejor candidato a viajar a Roma? Quien ya estuvo en Londres y en París. Y viceversa.

Los baúles existen desde tiempo inmemorial. La rueda se remonta al 3500 antes de Cristo. Neil Armstrong ya había ido a la Luna pero todavía llevaba a pulso sus valijas cuando a alguien se le ocurrió la combinación obvia e inventó el carry-on. Hay algo mágico en la combinación, en decir “y” en lugar de “o”. Lo saben los creadores de Barbie y de Oppenheimer. Y todos los que hacen que la humanidad avance.

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Tres preguntas a Marc Augé. Fue un antropólogo francés especializado en etnología, recientemente fallecido. Impartió clases en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París, de la que fue director entre 1985 y 1995. Algunos de sus aportes más destacados fueron la idea de “sobremodernidad” y la expresión “no lugar”.

—¿A qué se refiere cuando habla de la “sobremodernidad”?
—Cuando hablo de “sobremodernidad” no es para inventar una palabra sino para decir que las grandes tendencias actuales se sitúan en la prolongación del movimiento de la modernidad, lo complican o lo sobredeterminan. Hemos comprendido la promesa de la modernidad de situar al individuo en el centro de todo, pero es un individuo que cambia de naturaleza, que pierde sus puntos de referencia, que posee aspectos contradictorios. La movilidad es una de las características de este mundo “sobremoderno”. Otra es el cambio de escala. Todo el mundo sabe hoy en día que vivimos en un mismo planeta. En cierto sentido los desajustes con los que nos encontramos provienen del hecho de que en muchos aspectos ya somos planetarios, con la tecnología, el mercado, etc., y en otros no lo somos en absoluto.

—¿En qué sentido la “sobremodernidad” se expresa en los movimientos de población?
—Los movimientos de población son las migraciones. Urbanización, globalización, migración son nociones idénticas en cierto modo porque asistimos a un movimiento que no se reduce al que va del sur al norte. En África y en Asia hay considerables movimientos migratorios que explican las complicaciones de la historia en esos lugares. El mundo se ha convertido en una especie de ciudad inmensa. Paul Virilio hablaba de “metaciudad virtual”. Es cierto que en muchos sentidos vivimos todos en la misma ciudad, pero en otros vemos que las grandes metrópolis reflejan toda la diversidad del mundo. O sea que existe ese doble movimiento de diversidad interna y de apariencia de homogeneidad a escala planetaria.

—¿Cree que son comparables las migraciones humanas y las animales?
—Desconfío un poco de estas comparaciones, muy de moda actualmente, entre animales y humanos. Me gustan mucho los animales, pero no creo que tengamos los mismos problemas. Dicho esto, si es cierta la hipótesis de que la población del planeta se produjo a partir de África, esto querría decir que la esencia de la humanidad es el movimiento, y que tiene otro ritmo en nuestra época. Sin embargo, estamos asistiendo a una recomposición completa y podemos vislumbrar ya una única sociedad planetaria que al final tendrá problemas internos. Las migraciones de nuestra época son más bien una nueva forma de urbanización, entendida como un proceso original que implica que la ciudad tal como se concebía anteriormente está desapareciendo o al menos evolucionando. Un aspecto que considero importante es la fuga de cerebros. Un problema que tiene África (y también otras regiones) es el desplazamiento de las élites a Estados Unidos. Se trata de un nuevo tipo de migración individual muy perjudicial para África: los intelectuales no encuentran en sus países los medios para ejercer su fuerza y su talento, y eso es muy preocupante.

Las tres preguntas a Marc Augé se tomaron de una entrevista publicada por la revista Metodé en 2014. Para acceder a su versión completa podés hacer click acá.

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Creatividad. Captar la atención de las audiencias: el gran desafío de las marcas. Y la creatividad como la mejor manera de lograrlo. Este artículo de Silvina Seiguer pone el foco en poner “este atributo en el centro para contar historias originales, innovadoras y sorprendentes, que motiven a la gente a difundirlas, compartirlas o comentarlas”. Y en animarse a la disrupción y la provocación para plasmar de manera innovadora esas historias. No hay límites. O si los hay, son mentales. Todo está por hacerse.

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Academia. Marc Augé acuñó el término “no lugares”: esos espacios anónimos de confluencia contemporáneos, donde personas en tránsito están por algún tiempo, a la espera de que salga un avión, un tren o un bus. También lo son los shoppings y otros espacios poco identificables: podrían estar en Frankfurt, Toronto o San Pablo. Sólo el idioma en que están escritos algunos carteles da una idea sobre en qué país están. Apenas permiten un cruce de miradas entre personas que nunca más se encontrarán. Los no lugares convierten a los ciudadanos en meros elementos de conjuntos que se forman y deshacen al azar y son simbólicos de la condición humana actual y más aún del futuro. Este libro marcó un hito para antropólogos, sociólogos y todos los interesados en las humanidades.

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Oportunidades laborales

Hasta acá llegamos esta semana. Todas tus ideas, propuestas o consultas son bienvenidas. Podés escribirme a [email protected]

¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

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