Berlín 30 años después del Muro: la reconstrucción en la voz de sus protagonistas- RED/ACCIÓN

Berlín 30 años después del Muro: la reconstrucción en la voz de sus protagonistas

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

André y Birgit no se conocían y vivían con sus familias en casas separadas por el muro. Hoy son pareja y conviven en un departamento frente a donde estaba el muro. Ellos y otros ciudadanos de la capital alemana recuerdan su pasado, reflexionan sobre el proceso de reunificación, cuestionan el presente e invitan a pensar en el futuro.

Berlín 30 años después del Muro: la reconstrucción en la voz de sus protagonistas

Intervención: Pablo Domrose

Berlín, Alemania. El 9 de noviembre de 1989, André, con 15 años, salió a las calles de la Berlín Oriental porque sabía que algo ocurría. Del otro lado, en la Berlín Occidental, los ojos de Birgit, de 13, se llenaban de lágrimas al ver por televisión las imágenes. Ninguno de los dos podía imaginar en ese momento que 30 años más tarde serían pareja. Cinco días antes de ese histórico 9 y con 34 años, Beate se unió a la manifestación de la plaza Alexanderplatz del lado oriental. Por aquel entonces, ninguna de estas tres personas proyectaron que en 2019 estarían compartiendo una cena en un departamento frente al cual pasaba el Muro.

El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín dando inicio a la reunificación de las dos Alemanias. Lejos de culminar, ese proceso continúa. Lo vivido antes, durante y después dista mucho de lo que ofrecen algunos libros de historia o lo que reportan noticieros televisivos; se reconstruye a partir de la voz de sus protagonistas.

Un poco de historia desde el lugar de los hechos

Tras la segunda Guerra Mundial, las divisiones al interior de Alemania se hicieron sentir: la Alemania Occidental o del Oeste era capitalista; y la Alemania Oriental o del Este, socialista. El 13 de agosto de 1961 marcó un hito: con un primer alambrado y rodeando la parte occidental de Berlín, la República Democrática Alemana (RDA) inició lo que rápidamente sería conocido como el Muro de Berlín. ¿Su objetivo? Evitar que los berlineses del este huyeran al oeste. Durante 28 años, el Muro dividió la ciudad en dos.

El Muro se construyó incluso sobre la línea de casas allí existentes. Es decir, el interior de la casa estaba en suelo oriental y la fachada daba al lado occidental. Familias enteras llegaron a tirarse de las ventanas de los pisos más altos en busca de otro estilo de vida. Dos meses después, en octubre de ese año, las casas fueron demolidas y las 2000 personas que vivían allí, desalojadas.

El lado oeste del Muro. Foto: Memorial del Muro de Berlín.

En 4,5 hectáreas a lo largo de 1,5 kilómetros de la capital alemana se puede comprender, al menos una parte, de lo que el Muro significó. El Memorial es el sitio conmemorativo más importante. Ubicado sobre la calle Bernauer Strasse, la misma que dividió a la ciudad, no se trata únicamente de restos conservados de Muro (como pueden observarse en distintos puntos de Berlín), sino que la exposición permanente al aire libre permite visualizar la franja fronteriza que se encontraba detrás de él, en el lado Oriental, y cuya construcción se fue actualizando constantemente. Había distintos sistemas de barreras (como torres de vigilancia y patrullas) que tenían un lema: “Detener para impedir el cruce y, si eso no era posible, tirar para matar”. En Occidente le decían la “franja de la muerte”.

Un hombre falleció de un disparo en la cabeza por intentar cruzar el muro para ver a su madre. Una joven pareja se casó en el lado occidental y se acercó al lado oriental para que su abuela apenas la viera. Familias enteras quedaron separadas por el muro, al igual que parejas enamoradas. El relato del pasado lo trae al presente Gerhard Sätter, director del departamento de Investigación y Documentación del Memorial. 140 personas perdieron la vida en Berlín intentando escapar hacia el lado occidental. Los hombres fueron los que predominaron en la lista fatal, que también incluye algunos niños.

Antes, durante y después de la caída: los protagonistas a un lado y al otro del muro

Ante la decadencia de la RDA, el 9 de noviembre de 1989 se produjo la caída del Muro de Berlín. Según el Memorial “marcó el principio del fin definitivo de la dictadura del Partido Socialista Unificado de Alemania (SED)”. Según André Leopold, fue lo más importante que le ocurrió en la vida: “Gracias a ello conocí luego a mi amor”.

Él era apenas un adolescente de 15 años cuando cayó el Muro. Recuerda que salió a la calle, siguió a la inmensa cantidad de gente que se dirigía hacia la frontera y que ya no se podía controlar, y pasó al lado occidental. ¿Por qué fue? “Quería experimentar el futuro, la vida”. Regresó a su hogar en la noche. Al día siguiente volvió a la Berlín occidental, pero fue recién una vez que terminó el colegio que se mudó al otro lado.

La señora Beate Wonde tiene otra lectura de aquel 9 de noviembre en el que tenía 34 años, aún estando del mismo lado oriental: “Durante los 28 años del Muro los occidentales no podían entender cómo vivíamos porque todo ocurría al interior de las casas. Teníamos libertad, teníamos tiempo, teníamos amigos y un sentido de comunidad. Veíamos una película porque la recomendaba un amigo, no por la intención de un medio de comunicación. Todo eso se fue con el muro”.

Libertad. Un concepto que dos personas de la misma Alemania mencionan, pero con perspectivas diferentes. “Vivía en una burbuja —reflexiona André—, no me di cuenta de que la libertad que creía que sentía no era tal, no tenía nada con qué compararlo”. Tras sus palabras, mira a Birgit Ostermeier, casi como queriendo recordar que gracias a la caída la conoció.

Birgit tenía 13 años ese 9 de noviembre. Vivía en la Berlín Occidental, hoy convive con André en la Berlín Oriental, en un edificio frente al cual pasaba el Muro: “El hombre del Este ha tenido una educación y socialización diferente. Acepta la igualdad y ve a las mujeres de manera distinta. En el Oeste la mayoría de las mujeres se quedaban en la casa cuidando a los hijos”. Beate confirma eso: contaba con su propio trabajo como curadora del Memorial Mori Ogai de la Universidad Humboldt en Berlín.

André y Birgit, él vivía en Berlín Oriental, ella en Berlín Occidental. Hoy son pareja y viven en un edificio del lado oriental frente al cual se encontraba el Muro. Foto: Tais Gadea Lara.

A diferencia de lo relatado en algunas reseñas históricas, los ciudadanos de la Berlín Oriental niegan que, durante el Muro, allí se vivía mal. Por el contrario, aseguran que se podía llevar una vida normal más allá de la posible falta de, por ejemplo, materiales de construcción o medicamentos. Hoy, en perspectiva, sí reconocen algunas diferencias con lo que vino después. Por ejemplo, si bien técnicamente se podían ver programas televisivos del Oeste, no estaba permitido y André tenía que tener cuidado de no hablar de esos contenidos ante los maestros en el colegio porque “podía ser malo”.

Beate y Birgit difieren en algunas opiniones por la vivencia de un lado y otro del Muro, pero también Beate y André tienen posturas distintas por la diferencia generacional. En lo que coinciden es que, tras la caída, todo se dio muy rápido y la reunificación, más que ser una unión de dos partes, terminó siendo la asimilación de una parte (el Este) a la otra (el Oeste). Es decir, “los del Este tenían que ser como los del Oeste”.

Culturalmente, había una opinión negativa sobre el Este que podía repercutir en, por ejemplo, mayor dificultad para conseguir empleo. Económicamente, fue difícil absorber a toda esa nueva población del Este que vivía con escasez y sus productos perdieron interés en el mercado tras la competencia. Comunicacionalmente, los medios —especialmente los diarios— enfatizaban en las diferencias y provocaban miedo en todos los ciudadanos. “No creo que hubiera sido mejor para la gente del Este mantener el Muro pero me hubiera gustado que algo de nosotros quedara en la reunificación”, reconoce emotiva Beate.

Berlín hoy: entre un proceso de reunificación que continúa y un presente de integración con los refugiados

La caída del Muro de Berlín marcó el inicio de la reunificación entre las dos Alemanias. Lejos de haberse alcanzado por completo, es un proceso que continúa. El ministro adjunto del Ministerio de Relaciones Exteriores de Alemania, Niels Ammen, considera que “todavía no existe una identidad verdaderamente nacional”. Para él, en el relato histórico, una parte de la población (la del Este) no se siente ganadora y pareciera que tienen que defender la vida que tuvieron, que no fue indigna. Para André, las diferencias entre “esos dos mundos” pueden aún percibirse política e ideológicamente, tal como demostraron las últimas elecciones regionales con un incremento de la ultraderecha en el Este. Ammen considera que esa preferencia de los jóvenes hacia la extrema derecha evidencia un descontento en la sociedad.

Con una arquitectura que combina lo antiguo con lo moderno, con las marcas de la guerra en alguna de sus edificaciones y con el pasado haciéndose presente a cada paso, Berlín busca destacarse como ciudad dentro del continente europeo. En sus calles, las nuevas generaciones son protagonistas reclamando a los líderes que actúen ante el cambio climático antes de que sea tarde.

Como madre de una niña de 11 años Birgit encuentra en esa juventud una posibilidad de cambio. A diferencia de Beate, resignada a que ya no hay una visión de futuro: ella “no espera un cambio desde lo político”. André mira un poco más allá de las fronteras alemanas: “No creo en el socialismo, pero el sistema que tenemos hoy no es el que me gustaría que continúe existiendo en unos años”.

Coro del Encuentro, que busca integrar a refugiados. Foto: Tais Gadea Lara.

Los clubes (para nosotros boliches) destacan a Berlín entre otras ciudades. Tras la caída del Muro, aquellos ubicados en el Este y especialmente los de Techno (música electrónica) fueron los primeros espacios donde berlineses de uno y otro lado se encontraron sin diferencias, con el disfrute de la música como único elemento en común.

Del mismo modo el canto es hoy la excusa de conexión entre alemanes y refugiados en el Coro del Encuentro Begegnungschor. Por cada alemán que se suma hay que convocar a un refugiado, y a la inversa. Es que, aún con reunificación en proceso, actualmente se suma otro desafío para Alemania: la recepción e integración de los expatriados, con mayor procedencia de Siria.

“Buscamos demostrar que es posible hacer música juntos a pesar de las diferencias”, asegura Susanne Kübbler, miembro de su Comité. Unos y otros cantan leyendo textos en alemán y árabe. Ambos aprenden del otro para presentarse luego a 18 o 20 conciertos al año.

Gabriele Wojtiniak canta en el coro. Vivía en la Berlín Oriental. Era periodista pero solo ejerció la comunicación en documentales. Después de cuatro años de espera consiguió el permiso formal para pasar al otro lado del muro con su hija de, entonces, 13 años. Gabriele tenía 36 cuando fue la caída: “Tenemos una historia diferente. El proceso de reunificación fue demasiado rápido y su comprensión es más complicada, por lo que llevará aún unos años más”. Su español es casi perfecto. No lo aprendió en institutos, sino “por amor”: su marido era boliviano. Considera que, tras la caída, hubo más oportunidades de viajar y estudiar en el extranjero, pero que se perdió potencial intelectual.

De Berlín a la región latinoamericana: cuatro mensajes que invitan a reflexionar

En el histórico edificio de la ex Berlín Oriental, asomarse al balcón de André y Birgit es volver en el tiempo. El Muro se levantaba exactamente en frente. Dentro del departamento, la conversación por momentos se vuelve tensa. Diferencias por posturas políticas, por ideología, por etapas generacionales, por la Berlín en la que vivieron, y también por la Berlín en la que viven. Pero al momento de pedirles un mensaje reflexivo para los lectores latinoamericanos las similitudes emergen y parecen seguir un mismo destino.

André es contundente: “La caída del Muro de Berlín me cambió la vida por completo. Realmente disfruto vivir en libertad. He viajado por el mundo, incluso he ido a la Patagonia. Hoy contamos con grandes desarrollos tecnológicos como la inteligencia artificial. Pero creo que el gran desafío no sólo para Alemania, sino para el mundo entero, es cómo construimos una sociedad que sea justa para todos. El socialismo buscó ser una forma de dar una respuesta a esa pregunta pero no funcionó. Necesitamos repensar cómo construimos una sociedad con igualdad, con reducción de la brecha entre ricos y pobres”.

Birgit vuelve la mirada sobre el balcón: “A sólo 10 metros de aquí la gente puede caminar en una calle donde antes podían dispararles. Amo Berlín, es la ciudad de la esperanza. Amo ver a la ciudad junta, aún con todas sus cicatrices”.

Memorial del Muro de Berlín. Exposición del muro fronterizo con alto y ancho idéntico al original. Si se lo mira de costado, da la impresión de ser una pared cerrada. Pero si se lo mirar de frente, se ve que está abierto y es transparente. Su significado: no volver a repetir la historia de separación. Foto: Tais Gadea Lara

Beate asegura que no necesita mucho más de lo que tiene, pero reflexiona respecto al colectivo: “Necesitamos más consenso. La gente quiere ser vista, quiere ser reconocida y quiere hacer algo que tenga sentido. Es importante darle voz a todas las personas”. En su inglés con acento alemán reconoce que no sabe español a excepción de una lucha: “El pueblo, unido, jamás será vencido”.

Mañana, sábado 9 de septiembre, se realizará el evento más destacado para conmemorar el 30 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Intervenciones artísticas, shows musicales y actuaciones dramáticas serán protagonistas en la Puerta de Brandenburgo, y podrás seguirlo en la cuenta de Instagram de Red/Acción

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