Carla Vidiri: “Debajo de la ciudad hay otra ciudad que muy pocos conocemos”

Carla Vidiri: “Debajo de la ciudad hay otra ciudad que muy pocos conocemos”

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Es la gerente operativa del equipo que examina mil kilómetros de alcantarillas y once arroyos subterráneos en Buenos Aires. Ella cuida que la ciudad no se inunde.

Carla Vidiri: “Debajo de la ciudad hay otra ciudad que muy pocos conocemos”

Ilustración: Mana Le Calvet

Esta nota es parte de 100 Mujeres, una serie de RED/ACCIÓN que busca contar las historias de mujeres desconocidas para la mayoría de la sociedad, para visibilizarlas y que sus historias puedan inspirar a otros.

Todas las semanas, Carla Vidiri se pone un mameluco blanco –como el que usan los forenses en la escena del crimen–, un arnés, un par de botas con puntera de acero y un casco. Se cubre los ojos color miel con lentes de seguridad. Y baja a lo que todo el mundo conoce como alcantarillas, pero que ella prefiere llamar por su nombre técnico: “conductos” y “sumideros”.

Ahí abajo, mientras recorre túneles laberínticos en los que hay poco aire y poco ruido, examina los desagües y las corrientes: en la ciudad de Buenos Aires hay mil kilómetros de alcantarillas y once arroyos subterráneos, y muchas veces la realidad no se corresponde con los planos. Para Vidiri, que trabaja en la Dirección General de Sistema Pluvial del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, lo peor que puede pasar es que esos tubos se tapen y la ciudad se inunde. “Es un trabajo fascinante”, dice. “Debajo de la ciudad hay otra ciudad y muy pocos tenemos la suerte de conocerla”.

Todo esto empezó para ella en 2013. Un amigo le dijo que estaban buscando gente en el área y ella presentó su currículum. Nunca antes había estado en una alcantarilla, pero en un par de años llegó a ocupar la gerencia operativa de mantenimiento; en otras palabras, Vidiri ahora es como una mariscal de campo. “Y es una de las mejores del equipo”, dice el director del área, Lucas Llauradó. “Se mete en cualquier lado y a cualquier hora”.

Su plus es la condición de buzo profesional, de mujer aventurera y temeraria. La primera vez que buceó, cuando tenía 17 años y estaba de vacaciones en Punta das Canas –cerca de Florianópolis–, no podía imaginar qué tan profundo llegaría. “Ahora el buceo me sirve para tener el temple para meterme en un conducto cerrado, oscuro y húmedo”, dice. “Y para seguir una lógica de seguridad en el ingreso y en el egreso”.

En Punta das Canas vio colores, peces y corales. Cuando volvió a Buenos Aires, se anotó en una escuela de buceo y ahí conoció a un buzo que luego sería el padre de su hijo. Con los años, exploró los mares de las distintas latitudes, aprendió a hacer soldaduras subacuáticas y llegó a abrir su propia escuela de buceo: Oki Pi Oki.

Ahora las aguas turbias de las alcantarillas le fascinan tanto como las de los atolones. “Bajar a los conductos le gana diez a uno a quedarse en la oficina: me hace sentir productiva y operativa”, dice. “Cuando bajás, vas con una linterna y la vista tarda en adaptarse. Es como el buceo nocturno. Todos tienen que decidir cómo se van a mover y coincidir en la iluminación con las linternas. Eso implica un cambio en tu cabeza. Los sonidos también son distintos: la voz rebota y hay eco. No se escucha nada de arriba. Es otro mundo”.

En la Navidad del año pasado, que fue un día lluvioso, Vidiri estuvo en alerta roja y sin brindar, lo mismo que en su último cumpleaños. Si algún conducto se tapaba, ella estaba lista para actuar. No se arrepintió: “Necesito saber que el agua está ahí”, dice. “Sea el agua de Hawaii o la de un conducto”.

carlavidiri

Nombre: Carla Vidiri
Edad: 43 años
Profesión: Buzo
Sector en el que trabaja: Dirección General de Sistema Pluvial del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
Lugar de Nacimiento: Buenos Aires
Lugar en el que desarrolla su actividad: Buenos Aires

1. ¿Cuál es tu motor interior? ¿Qué cosas te sacan energía?
Divertirme. Si no me divierto, no puedo salir de la cama. Siempre quiero estar haciendo algo nuevo y disruptivo. La mala energía de la gente me saca energía; la gente sin humor, envidia, los celos me tiran para atrás.

2. ¿Qué te hace feliz? ¿Cuál es el recuerdo más feliz que te viene a la memoria?
Mi hijo, João. Mi parámetro de felicidad pasa por él. Tiene 14 años. Recuerdo bucear con él en Cuba, el año pasado. A él le fascina y lo hace muy bien. Parece un lobito de mar.

3. ¿Qué cosa no te deja dormir y qué hacés cuando te pasa eso?
Las injusticias me molestan mucho, en lo laboral, personal, económico. Prefiero no acordarme de cuándo fue la última vez que me pasó.

4. ¿Qué te gustaría cambiar del mundo? ¿Qué haría falta para que eso ocurriese?
Los buzos decimos que si todos pudieran meter la cabeza bajo el agua al menos una vez, cuidarían lo que tenemos de una manera increíble. Porque es tan lindo lo que tenemos… Le daría a la gente el don del no egoísmo y me gustaría que no hubiera hambre ni mezquindad.

5. Cuándo eras chica, ¿qué querías ser de grande? ¿Quién te inspiraba?
Primero quise ser abogada, porque mi papá es abogado. Después quise ser médica porque me gusta arreglar las cosas. Por eso terminé trabajando como informática.