De la cerveza artesanal al café de especialidad: Genealogía del hipster - RED/ACCIÓN

De la cerveza artesanal al café de especialidad: Genealogía del hipster

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En algún momento, la cerveza tirada fue reemplazada por café, y después por vermut de la casa: esta es una pequeña historia sobre la transformación de los hipsters en indies, alternativos o neo galanes.

De la cerveza artesanal al café de especialidad: Genealogía del hipster

Ayer salió en la revista Vice una nota titulada 20 años después: el auge y declive de los hipsters, que hace un detallado análisis sobre sus características más superficiales y también las más profundas, junto con una breve historia. Mi inmediata reacción al título fue preguntarme: ¿realmente murieron los hipsters?
La palabra, sin dudas, quedó vieja. En la primera y segunda década de los 2000, los hipsters parecían estar atados a ciertos objetos muy específicos, como las camisas escocesas, la cerveza tirada, los cafés de Starbucks y los gorritos de lana doblados. De hecho, mi descripción preferida (por el nivel de humor sarcástico) de los hipsters está en un video que se titula Guys who fold their beanie (Jóvenes que doblan su gorrito de lana):

Se trata de un personaje que, en términos generales, es vegano, feminista, dobla sus jeans vintage lo justo para que se le vean los tobillos, y dice cosas como “Estoy pensando en ponerle de nombre a mi hija Manzanilla”, “ insiste en que trabaja como “director creativo”, aunque en realidad sólo sube historias de instagram muy estéticas. A nivel regional, tendríamos que agregar, tuvieron su momento de los gorros estilo piluso, los cassettes y las cámaras Polaroid. 

Gorro “piluso” o bucket hat. Foto de Joen Nguyen. Fuente: Pexels.

Siguiendo con la nota de Vice, se asocia a los hipsters con ciertos barrios en ciudades globales como Nueva York, Londres, Los Ángeles y Estocolmo. Acá, sin dudas, se los asociaría con Palermo. Incluso descubrí que el chiste de las “empanadas en frasco” que se usaba en Twitter para describir tendencias palermitanas no era algo exclusivo de nuestro país; se menciona en el artículo  que en esas otras metrópolis los platos pasaron de moda y los recipientes de mermelada tomaron su lugar. 

Pero la discusión realmente interesante sobre este estereotipo no es sobre su afinidad por ciertas prendas o tendencias gastronómicas, sino por su esencia. Esta esencia, agrego yo, es algo atemporal y excede por mucho al nombre “hipster”. Siempre hay un grupo que quiere destacar por su colección de discos o su paladar (poco importa si es catador de cerveza artesanal, café de especialidad o, en su versión más reciente y porteña,, vermut). En el corazón del hipsterismo o la “cultura alternativa” hay una paradoja insuperable: se trata de personas que, en su afán por distinguirse del resto, terminan pareciéndose entre todas ellas. 

Quizás la herramienta más efectiva para reconocer las versiones renovadas de los hipsters en nuestro territorio nos fue dada el año pasado en este capítulo del podcast Nadie Dice Nada que se viralizó a partir de las categorías “galán y neogalán”. “Ya no es necesario medir dos metros, la cabellera, ser Facundo Arana o Pablo Echarri. Ahora te vestís raro, te teñis el pelo de color, generas espacios, climas, cocinas bien. El neogalismo escucha música under, le gusta el café bueno, sabe mucho de gastronomía, hace un reel de tiktok con una palta y una taza de doscientos dólares”. El galán juega al fútbol, paga la cena, te pasa a buscar en auto. 

El neogalán, por su parte, se pinta las uñas, está más cerca de hacer yoga que de ir al gimnasio y, consciente y preocupado por los asuntos de género, va a dividir los gastos de la cita en dos y cree que su pareja puede llegar por sus propios medios. Lo más cierto es que todos conocemos a un neogalán. Los twitteros recordarán: por un largo tiempo, cuando este video se popularizó, parecía que se podía clasificar a todos los hombres en una de estas dos categorías –y nos dedicamos a ello con devoción– . 

En la historización de Vice también se menciona que el término hipster no siempre suscitaba un revoleo de ojos. En algunos casos, se usaba sin ánimos de ofender a nadie, para referirse a quienes rechazaban el consumo mainstream y buscaban alternativas en la prensa, en las películas, series, música y cultura en general.  Huelga decir que, haciendo referencia a esta búsqueda,  en mi país les decimos “indies” (que viene de la palabra “independiente”) o son gente “alternativa”. 

Pero no nos apuremos a meter a todos los gatos en una misma bolsa, que lo independiente tiene su belleza. Quizás, al final, los hipsters, indies, alternativos o neogalanes son sólo gente muy apasionada por sus gustos y ávida por expresarlos. Todos tenemos a un hipster en nuestro corazón.