El año que empieza - RED/ACCIÓN

El año que empieza

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

El vértigo de las medidas del nuevo Gobierno pueden ser el árbol que tape el bosque: pasan cosas más allá de nuestras fronteras a las que los profesionales de la comunicación deben prestar atención para anticipar lo que viene y poder recomendar con acierto decisiones de negocio.

El año que empieza

Intervención: Marisol Echarri.

¡Buenos días! El vértigo de las medidas del nuevo Gobierno pueden ser el árbol que tape el bosque: pasan cosas más allá de nuestras fronteras a las que los profesionales de la comunicación deben prestar atención para anticipar lo que viene y poder recomendar con acierto decisiones de negocio.

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Intervención: Marisol Echarri.

2024. El homo sapiens quiere conocer el futuro desde que recolectaba frutos en la sabana africana. Por eso los videntes y los chamanes. Por eso la astrología y los textos proféticos. Y el interés por Nostradamus. Por eso los casinos y la bolsa. Y la industria del seguro. Porque sólo hay indicios, pálpitos, probabilidades: no certezas. Nadie sabe si hoy es su último día o si le esperan todavía muchos por delante. Y por eso los años empiezan con brindis y buenos deseos: porque podrían o no cumplirse. Y esa es la gracia, que nadie lo sabe.

La Argentina cubre holgadamente la cuota de incertidumbre que soporta el ser humano estándar sin perder la cordura. Nadie sabe si el Congreso dejará pasar el súper DNU que firmó el Presidente el 11 de diciembre. Ni si la ley ómnibus llegará a buen puerto. Ni qué harán los gobernadores, los sindicalistas o los líderes de los movimientos sociales. O los comerciantes o la gente común. Solo está claro que jugamos otro partido: que la era Milei, corta o larga, será distinta a casi todo lo conocido y que, probablemente, lo que pase en los próximos meses aparezca destacado en los libros de historia. Después de Milei, ya nada será igual.

Pero el árbol local podría tapar el bosque de lo que sucede (y podría suceder este año) en el mundo y, para bien o para mal, dependemos en buena medida del contexto internacional:

  • Elecciones en los Estados Unidos. Trump o no Trump, esa es la cuestión. O en otras palabras: un Estados Unidos más desentendido del resto del mundo o uno más involucrado. Considerando la experiencia pasada, si vuelve Donald, Israel y Ucrania podrían quedar más solos. Y Latinoamérica perdería aún más relevancia. Las únicas ventajas: que Milei le cae simpático, y que la guerra comercial con China podría atenuarse, por lo que podríamos seguir un tiempo más jugando a dos puntas.
  • La evolución de China. El gigante parece entrar en una etapa somnolienta. Desde hace años, su crecimiento se desacelera y en 2024 podría tener deflación. El precio de los commodities debería verse afectado, a menos que crezca la demanda en otros mercados. Lo bueno: que India sigue creciendo. Y que Europa y África necesitan alimentos. Es momento para la Argentina de hacer acuerdos inteligentes que aseguren la continuidad, a pesar de los ciclos.
  • La actitud de Europa. Se prolonga la guerra en Ucrania y Europa parece haber encontrado la manera de convivir con las bombas y los misiles en su patio trasero. Y de conseguir algo de gas fuera de Rusia. No hay indicios claros de que la situación vaya a cambiar en el corto plazo. En medio de ese drama humanitario, la Argentina parece razonablemente beneficiada: produce soja, como Ucrania, y gas, como Rusia. El desafío: la urea granulada, clave para la agricultura, que se vende a precios astronómicos, por venir en su mayoría de la tierra de Putin.
  • El juego latinoamericano. A contramano de la región, la Argentina giró a la derecha en las últimas elecciones. Con Brasil, Colombia y México en otro club, sólo queda la Argentina como potencial socio estratégico de unos Estados Unidos cada día más incómodos con el avance chino en la región. Una oportunidad, siempre que se aproveche con inteligencia: inversiones, comercio bilateral, transferencia de tecnología, cooperación en materia de seguridad, lucha contra el narcotráfico. Alianza estratégica, no pura transacción.

La conferencia de prensa de cada mañana, el protocolo antipiquetes, la motosierra en la pauta de los medios: meros fuegos artificiales. Lo que importa son las medidas de fondo. Y entender las alianzas y las rivalidades que hay en el mundo. Y encontrar socios a los que venderles lo que producimos. Los expertos en asuntos públicos tienen algo que decir sobre eso, si se lo proponen.

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Tres (esta vez cuatro) preguntas a Tom Standage. Es un periodista y escritor inglés, especializado en economía y nuevas tecnologías. Es subeditor de The Economist y autor de varios libros, entre ellos The Victorian Internet (1998), A History of the World in 6 Glasses (2005) y Writing on the Wall (2013).

—¿Qué crees que nos espera en el año que empieza?
—Creo que hay varios temas que hay que seguir de cerca. El primero que me llama la atención son las elecciones en todo el mundo, que van a tener más votantes que nunca y van a poner en evidencia el estado global de la democracia. En 2024 habrá más de 70 elecciones en países que albergan a alrededor de 4.200 millones de personas (por primera vez, más de la mitad de la población mundial). Pero si bien hay más votaciones que nunca, no necesariamente hay más democracia: muchas elecciones lamentablemente no van a ser ni libres ni justas. Y eso se conecta con el segundo tema: las elecciones en los Estados Unidos. Los votantes y los tribunales van a dar su veredicto sobre Donald Trump, quien tiene alguna probabilidad de recuperar la presidencia. El resultado puede definirse con unas pocas decenas de miles de votantes en un puñado de estados indecisos. Pero las consecuencias serán globales y afectarán todo, desde la política climática hasta el apoyo militar a Ucrania. De hecho, el fraude electoral en Rusia puede significar que el destino de Vladimir Putin dependa más de los votantes estadounidenses que de los rusos.

—¿Y Europa, Medio Oriente y Asia?
—Europa debe dar un paso al frente y proporcionar a Ucrania el respaldo militar y económico necesario para una larga lucha, a la vez que prepara el camino hacia una eventual membresía en la UE. Esto es lo correcto, además es una protección contra el riesgo de que Trump recupere el poder y le retire su apoyo. En Oriente Medio, el ataque de Hamás a Israel y las represalias de Israel en Gaza han trastornado la región y han descartado la idea de que el mundo podría seguir ignorando la difícil situación de los palestinos. ¿Se convertirá en un conflicto regional más amplio u ofrecerá una nueva oportunidad para la paz? Para los Estados Unidos, la superpotencia, esto también es una prueba a ver si puede adaptarse a un mundo más complejo y amenazante. El plan de Estados Unidos de girar hacia Asia y centrarse más en su rivalidad con una China en ascenso se ha visto descarrilado por la guerra en Ucrania y ahora en Gaza. Rusia también está distraída y perdiendo influencia. Los conflictos congelados se están descongelando y las guerras frías locales se están intensificando en todo el mundo. El mundo se está preparando para más conflictos, ahora que el “momento unipolar” de los Estados Unidos ha terminado.

—¿Puede hablarse de una segunda “guerra fría”?
—Así es. A medida que el crecimiento de China se desacelera, aumentan las tensiones sobre Taiwán. A la vez, los Estados Unidos limitan más el acceso chino a tecnologías avanzadas. Esto endurece la retórica de una “nueva guerra fría”. Pero a las empresas occidentales que intenten reducir la dependencia de sus cadenas de suministro de China no les va a resultar tan fácil. Mientras tanto, ambos bandos cortejarán a las “potencias medias” del sur global, sobre todo por sus recursos verdes. En ese contexto, la transición a la energía limpia está generando nuevas superpotencias verdes y rediseñando el mapa de los recursos energéticos. El litio, el cobre y el níquel importan mucho más, mientras que el petróleo y el gas, y las regiones que dominan su oferta, importan menos. La competencia por los recursos verdes está remodelando la geopolítica y el comercio, y generando algunos ganadores y perdedores inesperados. Mientras tanto, se está produciendo un “latigazo verde” entre los votantes que consideran las políticas respetuosas con el clima como una conspiración de la élite contra la gente corriente.

—A eso se suma la incertidumbre económica global y la irrupción de la inteligencia artificial…
—Exactamente. A las economías occidentales les fue mejor de lo esperado en 2023, pero aún no están fuera de peligro, y mantener las tasas de interés “más altas, durante más tiempo” será doloroso tanto para las empresas como para los consumidores, incluso si se evitan las recesiones. Hay que prestar atención a los bancos y su exposición a propiedades comerciales, donde las cosas podrían salir mal. Y también a China, que podría caer en deflación. Además, hay que prestar atención a la IA: las empresas la están adoptando, los reguladores la regulan y los técnicos continúan mejorándola. Se va a intensificar el debate sobre cuál es el mejor enfoque regulatorio y si los argumentos sobre el “riesgo existencial” son un señuelo que beneficia a los titulares. Seguirán apareciendo usos y abusos inesperados. Abundan las preocupaciones sobre el efecto de la IA en el empleo y la posible intromisión en las elecciones. ¿Su mayor impacto real? Codificación más rápida.

Las cuatro preguntas a Tom Standage se tomaron del artículo “Tom Standage’s ten trends to watch in 2024”, publicado recientemente en The Economist. Para acceder al original podés hacer click acá.

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Futuro. Nadie tiene la bola de cristal, pero hay inercias de 2022 y 2023 que parece improbable que se detengan, así que algo sí puede anticiparse de este año que empieza. Este artículo de Megatrend Monitor señala, entre otras, la consolidación de la inteligencia artificial, la aceleración de la transición energética como parte de los esfuerzos para atenuar el cambio climático, una aplicación masiva de la tecnología a los servicios de salud, y la nueva economía relacionada con el trabajo remoto. El futuro ya está acá. Sólo estamos decidiendo en qué estación nos subimos a él y qué vagón elegimos para viajar.

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Academia. La economía global terminó el 2023 mejor de lo que se esperaba. La inflación que se produjo tras la expansión de gastos en la pandemia de COVID-19 está cayendo en gran parte del mundo y algunos bancos centrales anticipan posibles bajas en las tasas de interés en 2024. Pero aparecen otros riesgos, esta vez asociados a la geopolítica —las elecciones de los Estados Unidos tendrán mucha importancia—, y los analistas miran con prudencia las proyecciones para el año. Este artículo de Harvard Business Review da un buen pantallazo de lo que están viendo los que se dedican a (intentar) anticipar el futuro.

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Oportunidades laborales

Hasta acá llegamos esta semana. ¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

Con apoyo de

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