Especial temporada de finales: una hora más de sueño es realmente  beneficiosa para universitarios - RED/ACCIÓN

Especial temporada de finales: una hora más de sueño es realmente  beneficiosa para universitarios

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Extender la duración del descanso dio como resultado una disminución de la somnolencia, una presión arterial más baja, una mejor regulación de la glucosa y una mejor hidratación, según un estudio, que confirma la importancia del buen dormir.

Se acerca febrero y, más allá del humor veraniego en las calles, al interior de muchos hogares llegan las ansiedades y las largas horas de estudio a pocas semanas de las mesas de exámenes finales. Sumado a que el 60 % de los argentinos somos malos dormidores, los universitarios son especialmente susceptibles a acortar los periodos de sueño y, en efecto, a sufrir de la mala salud asociada.

A largo plazo, privarnos del descanso necesario aumenta el riesgo de problemas como obesidad, diabetes, enfermedades cardiovasculares e incluso de mortalidad prematura. A corto plazo, dormir mal y/o poco nos entorpece el juicio, afecta el estado de ánimo, reduce la capacidad de aprender y perjudica la memoria (un combo perjudicial si necesitamos estudiar).

Sobre esta base, investigadores publicaron en la revista Sleep Health más razones para priorizar el sueño, incluso en temporadas altas de estudio. En concreto, vieron que extender la duración del sueño en una hora daba como resultado una presión arterial más baja, una mejor regulación de la glucosa, una mejor hidratación y una disminución de la somnolencia en adultos jóvenes estudiantes. En conjunto, todos estos resultados ayudan a potenciar el rendimiento cognitivo, a estar más atentos y despiertos para el proceso de aprendizaje.

Los investigadores examinaron los efectos de una intervención de dos semanas en 12 universitarios de entre 18 y 23 años sobre los parámetros cardíacos y metabólicos, la actividad física y los niveles de hidratación. Los participantes gozaban de buena salud física y mental (se excluyeron a aquellos con trastornos del sueño, enfermedades cardiometabólicas o que tomaban medicamentos para el sueño). La primera semana sirvió como referencia, ya que los voluntarios mantuvieron sus hábitos de sueño habituales. En la segunda semana, se les indicó que prolongaran su sueño una hora cada noche.

Según midieron los autores del estudio, el pequeño cambio de hábito condujo a:

  • Reducción notable en la somnolencia autoinformada.
  • Disminución significativa de la presión arterial sistólica, un marcador clave de la salud del corazón.
  • Se acortó el tiempo que tardaron los niveles de glucosa en sangre en volver al valor inicial después de una comida, lo que indica una mejor regulación de la glucosa, un factor vital en el control y la prevención de la diabetes.
  • Mejoró la hidratación, lo que es crucial para diversas funciones corporales, incluido el rendimiento renal y cognitivo.

De todas formas, el tamaño de la muestra fue chico y debería replicarse en un estudio más grande para confirmar los hallazgos. Además, se observó que los participantes disminuyeron los niveles de actividad física durante la segunda semana, lo que plantea dudas sobre las posibles compensaciones.

Con todo, los hallazgos “sugieren que incluso una intervención breve (de una semana) de extensión del sueño puede ofrecer beneficios para la salud y el bienestar de los adultos jóvenes”, concluye la investigación.

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