Globalizar la solidaridad: el abrazo a las personas refugiadas - RED/ACCIÓN

Globalizar la solidaridad: el abrazo a las personas refugiadas

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Hay más de 100 millones de refugiados en el mundo: recibamos a quienes huyen del horror.

Globalizar la solidaridad: el abrazo a las personas refugiadas

¡Buenas tardes! Hoy, 20 de junio, no solo es el día de nuestra bandera argentina, sino también el Día Mundial del Refugiado. Y queremos que esta edición de OXÍGENO nos ayude a reflexionar en por qué quienes huyen del peligro de sus países no pueden sernos indiferentes.
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Intervención: Julieta de la Cal.

Vivimos tiempos de guerra (cuesta decir esta frase) en los que vemos a tantas personas con el dolor de tener que dejar sus casas, sus recuerdos, sus familias, su tierra. Con lo profundo que significa el concepto de algo propio. En tiempos de guerra se dimensionó otra vez lo que significa tener que desplazarse, tener que irse, que escaparse y que pedir refugio. Miramos esta situación con dolor, con impotencia, con la necesidad de buscar una respuesta como comunidad global.

En el día, la semana y el mes de los refugiados del mundo… hay un montón de categorías que se pone a una persona cuando va de un lugar a otro. El refugiado es alguien que dejó su país por conflictos armados o por razones de persecución política, religiosa, por sus ideas. Por una situación anormal debe dejar su país e ir a otro y pedir que le abra la puerta, lo reivindique como persona, y le de un lugar en la nueva comunidad desde los afectos de un pueblo nuevo y también desde un Estado nuevo. La persona refugiada es alguien que no puede retornar a su país de origen, porque su vida corre peligro. Sobre todo, es bueno recordar que el refugiado es una persona que huyó para ponerse a salvo.

Por su parte, los desplazados son personas que tuvieron que dejar su lugar e ir a otro diferente dentro del mismo país para resguardarse. A veces, la única diferencia con las personas refugiadas es que las desplazadas no cruzaron una frontera nacional, y siguen dependiendo del cuidado de su Gobierno.

Y también se habla de migrantes, quien van hacia otro país sin el resguardo legal que implica ser refugiado. Motivados quizás por una mejora en su calidad de vida, pero muchas veces empujados por circunstancias externas.

Hay muchas categorías. Pero, sin embargo, vivimos en un mundo que siempre se caracterizó por el movimiento de sus habitantes. Todos somos tataranietos de migrantes. Empezando por una humanidad que desde África se desplazó hasta llegar al sur de Argentina y Chile, o al Amazonas o las llanuras de Estados Unidos, y que antes ocupó Europa, Australia y Oceanía. La humanidad siempre estuvo en estado constante de migración, por distintas razones. Por eso a veces cuesta entender la cantidad de permisos que necesita una persona cuya vida o la de su familia corre riesgo. Que haya tantos impedimentos para correrse de un lugar a otro en la misma tierra, en el globo terráqueo.

Todo se ha globalizado. La economía, el conocimiento, la tecnología. Que se globalice, por favor, la solidaridad. Que entendamos que, más allá de un papel que certifique el status de refugiado, toda persona que deja su hogar debiera tener derecho a educación, salud y justicia en cualquier país. Suele hablarse incluso de migrantes legales o ilegales. Pero toda persona es legal. Por supuesto, es una maravilla el trabajo que hacen organizaciones del Estado y privadas con las personas refugiadas. Eso no está en duda, merecen un aplauso. Pero esperemos que de a poco las fronteras se vayan diluyendo. Que aparezca un planeta global, que seamos uno como mundo. Y que estas categorías, estas distinciones de personas que tienen que dejar su lugar dejen de ser necesarias. Que todos, sin precisar o tener que mostrar una credencial, seamos personas.


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El Día Mundial del Refugiado busca, según la ONU, “honrar a las personas refugiadas y desplazadas de todo el mundo” y “enaltecer la fuerza y ​​el coraje de las personas que se han visto obligadas a abandonar su hogar para escapar de conflictos o persecuciones”. Según el organismo internacional, es un día para “fomentar la comprensión y la empatía” hacia estas personas y su capacidad de resiliencia.

Como cada año, en el marco del 20 de junio se hicieron distintas actividades que buscan visibilizar a las personas refugiadas y sus derechos. En nuestro país, hubo bicicleteadas con esta consigna en las provincias de Mendoza y Salta, y en la ciudad de Buenos Aires, organizadas por ACNUR.

Este año, la Agencia de la ONU para los Refugiados sintetiza los derechos de estas personas en tres oraciones, que queremos reproducir:

  • Sin importar quiénes sean, las personas forzadas a huir merecen un trato digno.
  • Sin importar de dónde provengan, es necesario dar la bienvenida a las personas forzadas a huir.
  • Sin importar cuándo hayan sido forzadas a huir, las personas desplazadas tienen derecho a recibir protección.

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Tener en cuenta estos derechos es especialmente relevante hoy en día. La semana pasda, un informe de ACNUR alertó sobre el crecimiento del número de personas refugiadas, que para diciembre de 2021 eran casi 90 millones, con un aumento del 8% en un año. En mayo de 2022 por primera vez en la historia la cifra de personas desplazadas en busca de protección a nivel mundial superó los 100 millones. Esto equivale al 1% de la población mundial. Si todos los refugiados del planeta habitaran un país, sería el decimocuarto más poblado. Si querés profundizar en la magnitud de esta problemática, este video (en inglés) lo explica muy bien.

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Intervención: Julieta de la Cal.

Cuatro preguntas a Analía Kim [Por David Flier]. Analía es desde 2016 coordinadora de Comunicaciones e Información Pública de la Oficina Regional de la Agencia de la ONU para los Refugiados para el Sur de América Latina (ACNUR). Argentina, hija de madre y padre coreanos, su historia personal marcada por la interculturalidad y la vocación por las temáticas sociales, despertaron su interés por las migraciones y la problemática de las personas refugiadas.

—¿Qué aprendiste en los años que trabajas con personas refugiadas?
—Estos años me acercaron mucho más a la realidad de personas que se ven obligadas a huir de sus hogares. A veces pienso que las cifras sorprenden, llaman la atención, pero lo que aprendí estos años se lo debo a personas refugiadas con quienes he podido trabajar. He podido entender que detrás de las cifras hay historias que son únicas, llenas de desafíos y tristeza, pero también de felicidad y resiliencia. Pero que además cualquiera de nosotros podríamos protagonizar. La comunicación es una herramienta poderosa para brindar protección, que es nuestro principal mandato, y también para generar espacios de encuentro y oportunidades comunes entre personas refugiadas y solicitantes de asilo y las comunidades locales. En síntesis, aprendí muchísimo de la resiliencia y el gran sentido de humanidad que me transmitieron tantas personas refugiadas con las que me he cruzado.

— ¿Existen todavía prejuicios o estereotipos equivocados sobre refugiados?
—Sí, existen. Por ejemplo, algunas personas refugiadas siguen enfrentando xenofobia y discriminación que dificultad su proceso de integración. Se las percibe como personas diferentes, que vienen de “afuera”. También está el prejuicio de que tienen pobreza o bajos niveles de educación. Se asocia la llegada de ciertas nacionalidades con el aumento de la delincuencia. Se estigmatiza a quienes tienen una situación irregular, que no son solicitantes de asilo pero ninguna persona es ilegal, por supuesto. Y también el hecho de pensar que hay nacionalidades que se integran mejor que otras. Y otro punto interesante es pensar que las personas refugiadas solo tienen historias tristes que contar. Pero son historias muy inspiradoras, donde uno puede apreciar la humanidad y puja por reconstruir sus vidas pese a las situaciones que vivieron. Cambiar estos estereotipos implica cuestionarse mucho. Una de las maneras en que lo hacemos es incluyendo las voces de personas refugiadas, para que cuenten en primera persona sus historias.

— ¿En qué aspectos hay desinformación sobre las personas refugiadas y cómo buscan concientizar desde ACNUR?
—Buscamos concientizar sobre la realidad de las personas refugiadas dirigiéndonos a la audiencia que no conoce la temática o para acortar las distancias, porque imaginamos que las personas refugiadas están muy alejados de nuestra realidad, o que no hay personas refugiadas cerca nuestro. Buscamos concientizar de que tenemos un compromiso para acoger y dar la bienvenida a quienes se vieron obligados a huir. Lo hacemos con campañas de sensibilización, de información, eventos de difusión. Pero siempre con las personas refugiadas en el centro de nuestras acciones. Queremos generar puentes entre la comunidad de acogida y las personas refugiadas. Porque esta realidad nos compromete a todos y todas. Cualquiera de nosotros podemos vernos en una situación en la que tengamos que dejar nuestros hogares.

— ¿En qué formas prácticas puede ayudar un ciudadano a la inclusión de personas refugiadas?
—Para ayudar a personas desplazadas forzosamente en el mundo se pueden hacer donaciones. Los fondos son escasos, las necesidades son más que recursos. En Argentina se puede donar en fundaciónacnur.org. También invitamos a que nos sigan en redes sociales para estar al tanto de nuestra situación para estar al tanto de las problemáticas y también de las soluciones que surgen en relación al desplazamiento forzado. También desde nuestros lugares podemos exigir que los Gobiernos que acojan a las personas refugiadas y lleven adelante soluciones duraderas que acaben con las causas que provocan estos desplazamientos forzados y hacer de la paz una prioridad.

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Hay tantas, tantísimas historias de personas refugiadas que podríamos leer en este día. Historias que emocionan, que nos invitan a reflexionar sobre el horror que viven quienes buscan protección en otro país y, especialmente, en su capacidad para levantarse, para volver a empezar, en su resiliencia.

Elegimos esta historia, la de Rose Mary Tiep. Rose Mary nació en Sudán del Sur, en el continente africano. Hace cinco años, escapó de su hogar, donde sufría abusos de su marido. Y de su país, inmerso en una terrible guerra.

Tras recibir asesoramiento de la Iniciativa Spotlight, una campaña conjunta de la ONU y la Unión Europea centrada en eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas, se convirtió en asistente voluntaria de apoyo psicosocial en una ONG ugandesa, donde ayuda a otras mujeres y niños a huir y a recuperarse de situaciones violentas. En la nota (acá podés leerla entera), narra: “Me escapé en agosto de 2017 y, tras un angustioso viaje con mis cinco hijos, llegué a Uganda cuatro días después. No pude llevar comida y, como los niños eran muy pequeños, tuve que cargar con ellos. Caminábamos por carreteras secundarias porque si hubiéramos conducido por la carretera principal nos habrían matado los rebeldes. Ellos querían capturarme para convertirme en su esposa, porque sabían que tenía dinero”. También cuenta cómo fue su difícil adaptación al asentamiento para refugiados y los desafíos que enfrentó.

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Afortunadamente, hay quienes tienen esta empatía tan necesaria para acoger a quienes vienen desde otros lugares. Y muchas de estas personas están en nuestro país. De hecho, hace un par de años, un informe mostró que Argentina era uno de los países más receptivos para personas refugiadas.

A propósito, te dejamos acá otras dos lecturas recomendadas, esta vez sobre el hermoso trabajo que hacen personas voluntarias para ayudar a quienes buscan refugio.

Una es esta nota sobre el trabajo de médicos argentinos en Polonia. Un psiquiatra, dos médicas de familia y una pediatra del Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas (Cemic) trabajan desde principios de mes en un centro en Przemyst ubicado a nueve kilómetros de la frontera con Ucrania.

“Muchas personas solo lloran y te abrazan. Vienen, indagás un poco sobre sus vidas y se quiebran. A pesar de que uno puede expresar una mirada clínica, también es importante mirarlos a los ojos y regalarles una sonrisa”, dice Mercedes Heinermann, una de las médicas de familia, quien se considera feliz de poder ayudar y dar contención. Acá, la nota.

El otro texto sugerido cuenta sobre Òscar Camps. Este guardavidas que hace siete años se lanzaba a las aguas de la costa griega con nada más que sus brazos y la imagen de un niño ahogado en la mente, hoy es el líder de Open Arms, una ONG que, además de las acciones humanitarias en el Mediterráneo, está trabajando en medio de la crisis ucraniana. En este enlace podés leer su perfil.

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Además, desde RED/ACCIÓN hemos tocado muchas veces el tema. Hemos hablado en otra edición de OXÍGENO sobre nuestro rol como comunidad al recibir a migrantes y refugiados: no solo tenemos que abrirles las puertas, sino ayudarlos a ser parte de nuestra sociedad.

Sin ir más lejos, ayer, Delfina Campos dedicó la edición del podcast FOCO a cómo trabaja la comunidad internacional para atender la crisis de refugiados y qué podemos hacer nosotros.

También hemos entrevistado a Fernanda, una periodista que vivió en un campo de refugiados y cuenta su testimonio.

Y, recientemente, publicamos en RED/ACCIÓN otro contenido que ilustra cómo, en medio de los miedos, nacen iniciativas admirables. En este caso, la del arquitecto ucraniano Slava Balbek, quien, para ayudar a los refugiados de su país (incluida su propia familia) creó un sistema de ciudad modular para desplazados, que se adapta a diferentes tipos de terreno, accidentes geográficos y densidad de asentamientos.


Cuidate mucho, cuidalas mucho, cuidalos mucho.
Te mandamos un gran abrazo.

Juan y David