Guillermo Francos: tiempo de gestión y consenso - RED/ACCIÓN

Guillermo Francos: tiempo de gestión y consenso

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Después de tres días de incertidumbre, Javier Milei oficializó la salida de Nicolás Posse como Jefe de Gabinete y el nombramiento de Guillermo Francos en su reemplazo. Un caso de error comunicacional no forzado, solucionado luego, antes de que se generara una crisis.

Guillermo Francos: tiempo de gestión y consenso

Intervención: Marisol Echarri.

¡Buenos días! Después de tres días de incertidumbre, Javier Milei oficializó la salida de Nicolás Posse como Jefe de Gabinete y el nombramiento de Guillermo Francos en su reemplazo. Un caso de error comunicacional no forzado, solucionado luego, antes de que se generara una crisis.

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Intervención: Marisol Echarri.

Cambio. “Me he arrepentido muchas veces de haber hablado; jamás de haber callado”, dijo alguna vez Jenócrates, el poeta de la antigua Grecia. Y luego se llamó a silencio. Quizá el espíritu del griego sobrevolaba durante el fin de semana la mente de Javier Milei, que había confirmado en una entrevista que la situación de Nicolás Posse estaba en revisión —igual que la del resto del gabinete—, echando nafta a los rumores sobre su salida del Gobierno. Justo cuando los mercados miraban con preocupación las demoras de la Ley Bases en el Senado y el dólar amenazaba con levantar vuelo. Inoportuno.

Los manuales de comunicación política son unánimes: los rumores se cortan sin demoras y los cambios de gabinete se anuncian de golpe. Sale Manolo; entra Pepe. Y Pepe inmediatamente muestra dinamismo y solvencia para alejar cualquier sensación de crisis. Cuanto más se estira la incertidumbre, más se multiplican las especulaciones: los vacíos que no se llenan con una narrativa propia, los completa el enemigo. Y eso casi siempre termina mal. Por eso Milei no podía demorarlo más y el lunes a la tarde tuvo que salir a apagar el incendio que él mismo había avivado: sale Posse; entra Francos. Buenos reflejos.

Ya con los hechos consumados, resulta interesante la narrativa de los jugadores más importantes de esta escena:

  • Oficina del Presidente. Sobrio, escueto, con mensajes cifrados. Un comunicado de la Casa Rosada difundido a las 8:32 pm del lunes decía que Nicolás Posse presentó su renuncia y que lo reemplazaba Guillermo Francos “para dar mayor volumen político a la Jefatura de Gabinete”. Una perla para los exégetas: viene una etapa de mayor diálogo. Se disuelve el Ministerio del Interior, que ahora pasa a ser secretaría, a cargo de Lisandro Catalán, hombre leal a Francos. Luego, elogios al nuevo Jefe de Gabinete: “Profesionalismo, experiencia y capacidad política” y “reconocido por todas las fuerzas políticas por su capacidad de gestión y consenso”. Nueva etapa.
  • Guillermo Francos. “El Presidente me elige porque se da cuenta de que con la política argentina se le hace complicado porque no la entiende, tiene diferencias; y yo tengo una posibilidad mayor de dialogar”, dijo en una entrevista. Traducido: el Presidente no es un político (lo votaron justamente por eso) y por eso mismo necesita de un sherpa que lo guíe en el campo minado. Ese soy yo. Y algo más: “Yo con el Presidente me llevo bien, no quiere decir que me lleve bien en todo. Puede haber diferencias, no hay que coincidir en todos los temas”. Hábil, naturaliza el disenso. Así se cura en salud. Y un gesto más: primera reunión de gabinete en el Pertutti de la esquina. Cerca de la gente común. Zorro.
  • El resto del mundo. Milei, de viaje, retuitea posteos de militantes libertarios que celebran que Francos y el resto del gabinete se muestren juntos y distendidos en un bar. Patricia Bullrich refiere la misma escena con un texto escueto pero elocuente: “Un gabinete distinto”. ¿Distinto por único o distinto porque es mejor que el que había hasta ayer, con Posse? Nadie lo sabe. En cualquier caso, todos relajados y felices. La mayoría de los analistas políticos, coincidentes: el nuevo jefe de Gabinete tiene oficio, mantiene la calma, dialoga con todos, tiene peso político. La oposición, sin comentarios relevantes. El pasado peronista de Francos parece blindarlo.

El cambio de jefe de Gabinete es, en sí mismo, una autocrítica. Milei no lo hubiera hecho si todo hubiese funcionado bien. Dime qué le alabas al funcionario que entra y te diré qué echabas en falta del que se va: “Capacidad de gestión y consenso”. Y quizá algo más: falta de comunicación. Pasaron los tiempos de los funcionarios mudos. Gobernar es también explicar.

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Tres preguntas a Sergio del Molino. Es un escritor y periodista español, autor, entre otras obras, de La España vacía, un ensayo que abrió un debate social y político sobre la despoblación y sobre el efecto que el abandono del mundo rural ha tenido en el imaginario colectivo de los españoles.

—¿Cuál es tu primera reacción frente al concepto “cultura de la cancelación”?
—Hace tiempo que me barrunto que la discusión sobre este tema, además de repetitiva y estéril, está muy mal planteada, porque se presenta en términos binarios de fe: o crees en la cultura de la cancelación o no crees en ella. Esto convierte el debate en un diálogo de besugos y un intercambio de escupitajos entre creyentes y descreídos. Así no hay manera de salir del bucle ni de aclararse un poco. Además, al adoptar ese binarismo, acabamos en las trincheras del lenguaje bélico, y quien se siente soldado renuncia de entrada a comprender: primero dispara y derrota al enemigo, y luego, si surge la oportunidad, piensa. Si queremos entender un poco el mundo, habría que empezar por arrumbar las dialécticas de amigos-enemigos de las llamadas guerras culturales.

—¿Cuáles son las raíces de este fenómeno?
—El pecado original de toda esta historia está en la aceptación misma del concepto cultura de la cancelación, que es un barbarismo importado de los campus americanos. Al extenderlo como paraguas explicativo para cualquier conflicto relacionado con la libertad de expresión, es normal que nos armemos un lío y no seamos capaces de elevar la discusión por encima de la gresca de taberna. Bajo la rúbrica de la cancelación se mete de todo, desde censuras gubernamentales a despidos procedentes, persecuciones judiciales, campañas de difamación, insultos, réplicas e incluso críticas. A esto se añade la subjetividad y la fortaleza de hombros de quien sufre lo que, genéricamente, podríamos llamar ataques a la reputación. Hay quien tiene la piel muy fina y cualquier reacción se la rompe, y hay quien la tiene de rinoceronte y es capaz de aguantar sin inmutarse hasta las llamas de Torquemada.

—¿Qué rol cumplen los fallos de los jueces en la cultura de la cancelación?
—El desquicio judicial no ayuda. Nos hemos acostumbrado a sentencias delirantes que condenan la sátira (lo que Umberto Eco llamaba “decodificación aberrante”) y otras formas de humor y expresión, pero no creo que esta jurisprudencia dadaísta se deba a una confabulación represiva del poder, sino que es el resultado de una legislación sobre los derechos y libertades de expresión escueta, ambigua y mal desarrollada. El derecho a la información y la libertad de expresión se reconocen en el artículo 20 de la Constitución española, por lo que forman parte de los fundamentos de la democracia, ese núcleo incuestionable y radical del sistema político. Sin embargo, no han generado una legislación clara y prolija, como sí la tienen otros derechos. Y menos mal: la razón por la que asuntos como el derecho al honor y los límites a la libertad están más insinuados que reglamentados se debe a que son tan delicados y subjetivos que los legisladores no pueden manosearlos mucho sin corromperlos.

Las tres preguntas a Sergio del Molino se tomaron del artículo “Salir a escena sin miedo al tomatazo”, publicado originalmente en Ethic. Para acceder al artículo completo podés hacer click acá.

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Leopardos. Nassim Taleb popularizó el concepto “cisne negro”: un suceso improbable de gran impacto. Ahora los expertos del think tank estadounidense Atlantic Council acuñan el término “leopardo de las nieves”, un felino capaz de camuflarse muy bien por lo que se hace muy difícil de detectar. Hacen sus predicciones para el año y dicen avistar seis leopardos en este informe: la nueva carrera hacia el Polo Sur, los shocks climáticos en las rutas marítimas, el poder de la pintura blanca superreflejante, la proliferación de sistemas de armas de precisión de largo alcance, la importancia de Palau si hay una guerra entre China y EEUU, y el costo cada vez menor de la desalación de agua de mar. Para prestar atención.

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Academia. La educación en comunicación es fundamental para el futuro éxito personal y profesional de los estudiantes. Este texto hace un análisis de 93 artículos, informes y encuestas de revistas y periódicos que evidencian la centralidad de la comunicación en el desarrollo integral de la persona, la mejora de la empresa educativa, en la participación social y cultural y en el éxito profesional. Este estudio aborda además varias preocupaciones emergentes en el siglo XXI, incluidas la comunicación de salud, la comunicación de crisis y el crimen y la vigilancia policial. Los resultados se comparan con los temas identificados en un estudio similar publicado en el 2000.

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Oportunidades laborales

¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

Con apoyo de

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