Jugar con fuego - RED/ACCIÓN

Jugar con fuego

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

A pocos días del ballotage, empezó a escasear el combustible en la Argentina. Con el humor social al límite y las petroleras bajo el escrutinio público, las distintas fuerzas políticas ensayan sus propias narrativas.

Jugar con fuego

Intervención: Marisol Echarri.

¡Buenos días! A pocos días del ballotage, empezó a escasear el combustible en la Argentina. Con el humor social al límite y las petroleras bajo el escrutinio público, las distintas fuerzas políticas ensayan sus propias narrativas.

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Intervención: Marisol Echarri.

Nafta. Era un día tórrido de enero de 1974. Se corría el Gran Premio de Fórmula 1 en Buenos Aires delante de cien mil personas y Perón miraba desde el palco presidencial. Carlos Reutemann iba primero, cómodo, en su Brabahm BT 44 cuando, faltando tres vueltas, decidió parar en boxes para arreglar un desperfecto. El equipo de la escudería se empleó a fondo y despachó a Lole en pocos segundos con el problema solucionado aunque, con el apuro, se olvidaron de agregarle combustible al auto. Ya en el tramo final, a 500 metros de la bandera a cuadros, el motor del Brabahm se apagó: se había quedado sin nafta. Una foto de Reutemann, con la cabeza gacha y la espalda apoyada en una rueda de su auto, inmortalizó el momento. Era la viva imagen de la amargura.

La metáfora de quedarse sin nafta faltando poco para llegar a la meta está servida. Esta última semana, a pocos días del ballotage, la Argentina se quedó sin combustible. Literalmente: cientos de estaciones de servicio de todo el país quedaron sold out y otras tantas debieron vender con cuentagotas la poca nafta que tenían a conductores estoicos que aguantaban en colas bajo el sol. Un ejército de movileros, a la caza de testimonios, se encontró con una encuesta a cielo abierto casi perfecta: una mitad, indignada, abundaba en comparaciones con Venezuela. La otra, casi sin inmutarse, decía que por suerte ya se estaba solucionando. La grieta en estado puro.

El desabastecimiento desató un coro de puntos de vista que ponen en evidencia que, en política, interesan menos los hechos que las interpretaciones:

  • El oficialismo. Flavia Royón, secretaría de Energía, optó por una explicación técnica: barcos de combustible en el puerto, logística compleja, solución pronta. Sergio Massa, “ministro plenipotenciario” y candidato, prefirió la política: hubo un pico de consumo porque la economía vuela pero habrá mano dura contra las petroleras si no se regulariza pronto la situación. El malo son las empresas, la víctima es la gente, y él… el defensor de los débiles. De manual.
  • La oposición. Patricia Bullrich, como una ciudadana más, contando sus penurias para conseguir nafta. Javier Milei, en su rol de candidato, más a fondo: Massa “da las mismas explicaciones que daba Nicolás Maduro cuando en Venezuela faltaba el papel higiénico. Decía que la gente comía más y por eso faltaba, cuando los venezolanos bajaron en promedio 10 kilos cada uno”, recordaba en una entrevista. Si el libertario da miedo a algunos, ser Venezuela aterra a otros.
  • Las empresas. Incómodas —nadie quiere pelearse con Massa en estos tiempos—, dicen que el suministro “se irá normalizando en los próximos días” después de haber “experimentado una serie de eventos (…) que lo han exigido al límite de su capacidad”. Alta diplomacia. Sottovoce circula otra versión: el Gobierno no liberó a tiempo los dólares para que YPF comprara los seis barcos de combustible importado que esperan en el puerto. Mala praxis. 
  • La gente. Enojo indisimulado en las colas de las estaciones de servicio y menos tráfico en las rutas por la falta de gasoil. E infinitos memes en las redes, pasando por todos los registros: el humor de quien se arrodilla para ofrecer casamiento con un bidón de súper en lugar de un anillo de diamantes y la ira de quien compara a Massa con Maduro o imagina un negocio millonario detrás del desabastecimiento. Para todos los gustos.

Los precios congelados traen, en algún momento, desabastecimiento. Es inevitable, como la ley de la gravedad. Y si no se generan dólares, tarde o temprano se corta la cadena de pago a las importaciones y pasa lo que pasa. Después, la política construye narrativas y cada quien cree lo que quiere creer.

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Tres preguntas a Adela Cortina. Es una filósofa española, catedrática emérita de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y directora de la Fundación Étnor. Autora de numerosos libros, obtuvo el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos y el Premio Nacional de Ensayo.

—¿Qué efecto tienen el miedo y la confianza en nuestras sociedades?
—El miedo es una de las emociones que necesitamos para sobrevivir, porque nos pone en guardia ante los peligros. No es como el odio, que resulta innecesario para vivir y, sin embargo, hay quienes se empeñan en cultivarlo para generar guerras, polarizaciones y conflictos. Aun así, el miedo puede apoderarse de nosotros hasta llevar a la parálisis, lo cual es nefasto, o, por el contrario, a tratar de analizar sus causas y a buscar salidas viables y justas. La opción más ética es la segunda, la que nos insta a buscar los mejores caminos en cooperación con otros. La ética es un motor que nos incita a no quedarnos atenazados, impotentes ante el sufrimiento, a no conformarnos con lo que parece un destino implacable, sino a buscar caminos que aumenten la libertad. Sobre la confianza, no se construye unilateralmente, sino desde la experiencia vivida de que el otro ha dado muestras palpables de merecerla. Tendemos a confiar en que nuestros interlocutores son veraces, si no hubiera sido imposible la cooperación, que es la que nos ha permitido hacer ciencia, tecnología, la vida política y la vida ética. Pero esa disposición a confiar tiene que venir refrendada por los hechos. Por eso es tan difícil construirla y tan fácil dilapidarla. Hay que ganársela, se construye día a día y exige crear instituciones que den cierta estabilidad a las relaciones sociales, aunque tampoco estas son fiables si no lo demuestran.

—Cuando esa confianza se rompe, como en el caso de Rusia, ¿es posible restablecerla?
—En enero del año pasado, Putin dijo que no tenía intención de invadir Ucrania, y el 24 de febrero la invadió con el pretexto de que pretendía “desnazificarla”, con la patraña de que el intento ucranio de entrar en la Unión Europea ponía en peligro la seguridad de Rusia. No entabló ningún diálogo con Naciones Unidas y quebró todos los posibles pactos del derecho internacional. Por el momento, las espadas siguen en alto, pero el daño causado es irreparable y el futuro es angustioso para todos los países, no solo para Ucrania, sino para la Unión Europea o para Occidente. Es un ejemplo más, particularmente sangriento, de la vileza de lo que ha dado en llamarse “posverdad” y que en lo que ha venido a recalar es en una banalización de la mentira. Quien tiene el poder suficiente se permite el lujo de mentir, además de dañar. Así retrocedemos a un mundo que creíamos haber superado: el del poder absoluto, el del triunfo de los autócratas. En la guerra de Rusia contra Ucrania, restablecer la confianza me parece difícil, por no decir imposible. Es más eficaz y humano ayudar a los ucranianos a ganar la guerra y, a partir de este punto, negociar una paz y empezar a construir confianza desde la justicia.

—¿Es ético que la Unión Europea se comprometa a ayudar a Ucrania, mientras que no se ha mostrado tan predispuesta cuando se ha tratado de otros conflictos bélicos?
—Desgraciadamente, la Unión Europea no se ha sentido desde su nacimiento como una comunidad de ciudadanos, preocupada por defender sus valores fundacionales. Empezamos por la unión económica, continuamos a duras penas por la política y más tarde llegó la ciudadana, que es todavía muy endeble. Justamente, una de las pocas ganancias de esta guerra inadmisible es que los países de la Unión han estrechado lazos entre sí como no lo habían hecho antes, porque han experimentado muy de cerca la barbarie, aunque siga habiendo discrepancias. Sin embargo, porque no se haya mostrado tan predispuesta a la ayuda en conflictos anteriores no vamos a dejar de hacerlo ahora. Lo importante es aprender que debemos apoyar a los débiles, unirnos para hacerlo con los países dispuestos a cooperar e ir estableciendo vínculos con los demás para poder defender los valores irrenunciables. Esta es una lección que debemos sacar de esta guerra injusta y destructiva.

Las tres preguntas a Adela Cortina se tomaron de la entrevista hecha por Esther Peñas, publicada originalmente en Ethic. Para acceder a la conversación completa, podés hacer click acá.

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IA & PR. “La inteligencia artificial no va a reemplazar a los humanos, pero los humanos que usan la inteligencia artificial van a reemplazar a los que no la usan”, dice Karim Lakhani, profesor de la Harvard Business School. Este artículo recoge algunos ángulos de la relación entre los profesionales de la comunicación y la IA: asistente en quien se puede delegar funciones, cuidado con la información sensible, riesgo de saturar de información a los periodistas (ahora que se pueden producir más piezas de comunicación que antes en pocas horas). El antídoto: no atolondrarse con la aparición permanente de nuevas apps, pensar con cuidado en cuál es el valor agregado de un profesional de las PR que nunca podría ser sustituido por la IA.

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Academia. El siglo XXI, polarizado y “agrietado”, requiere que la pregunta sobre el “yo”, el “otro” y el “nosotros” encuentre respuestas inspiradas en una mirada amplia y multidisciplinaria, desde la la política, la económica, la cultura y, por supuesto, desde la ética. Este trabajo académico constituye una construcción colectiva de un grupo de profesores que ponen su foco en la ética de la comunicación y en el modo en que se enseña esta disciplina a los futuros comunicadores. Una mirada preliminar que requiere de nuevas ediciones, incorporando los desafíos de la IA.

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Oportunidades laborales

Hasta acá llegamos esta semana. ¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

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