La ciencia ficción entre nosotros - RED/ACCIÓN

La ciencia ficción entre nosotros

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Las audiencias se adaptan lo más rápido que pueden a un nuevo fenómeno: la inteligencia artificial está generando contenidos audiovisuales que parecen basados en la realidad pero son pura construcción digital. Un tema en el que las empresas empiezan a pensar con detenimiento.

La ciencia ficción entre nosotros

Intervención: Marisol Echarri.

¡Buenos días! Las audiencias se adaptan lo más rápido que pueden a un nuevo fenómeno: la inteligencia artificial está generando contenidos audiovisuales que parecen basados en la realidad pero son pura construcción digital. Un tema en el que las empresas empiezan a pensar con detenimiento.

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Intervención: Marisol Echarri.

Black Mirror. Creer o no creer, esa es la cuestión. Circula por ahí un video en el que Javier Milei, con toda solemnidad, dice que “procederemos a licitar un sistema de vuelos espaciales mediante el cual, desde una plataforma que probablemente esté en la provincia de Córdoba (…). Esas naves van a salir de la atmósfera, se van a remontar a la estratósfera (…), y de esa forma, en una hora y media aproximadamente, podremos llegar a Israel, y por lo tanto a Japón…”. No hace falta dar más detalles: se trata de un homenaje al más célebre y desopilante de los discursos de Carlos Menem. Un aplauso, de pie.

La inteligencia artificial ya puede inventar videos de discursos que nunca existieron. Si se presta atención, todavía se percibe un movimiento algo artificial en los labios del que habla, pero estamos a un tranco de que la tecnología supere ese detalle. Pronto podremos ver a Donald Trump pronunciando el célebre “I have a dream” de Martin Luther King Jr. sin que el ojo o el oído puedan detectar si es o no fake. Aunque siempre quedará el recurso del sentido común para distinguir lo falso de lo verdadero, el criterio de verosimilitud habrá dejado de ser lo que captan nuestros sentidos. Es el reino de la ciencia ficción.

Además de la preocupación obvia por el impacto de la IA en el mundo laboral, asoman otros aspectos que las empresas empiezan a considerar cada vez con más seriedad:

  • Confianza. Las empresas venden bienes o servicios pero, antes que eso, confianza. Se le compra a quien se le cree. En la medida que el algoritmo optimiza procesos y genera mayores eficiencias, suma. Si genera sospechas sobre su capacidad de engañar, podría volverse un elemento tóxico. Y de ahí no se vuelve.
  • Propiedad intelectual. Las imágenes, los textos, las voces: todo fue generado por alguien que, en principio, tiene los derechos sobre ese contenido. La IA edita y reformula lo que toca, y rompe así la cadena de trazabilidad: ChatGTP y sus equivalentes hoy escriben artículos basados en textos producidos por humanos que no pueden reclamar su autoría. 
  • Huella de carbono. Según el informe The Shift Project, la tecnología es la responsable del 4 % de las emisiones de CO2 que se producen en todo el mundo, mientras que el tráfico aéreo genera el 3 % y la industria del automóvil, el 9 %. Un posible consuelo: a falta de buenas ideas humanas, quizá sea la misma IA quien encuentre la solución al problema que genera.

Con sus virtudes y sus defectos, los algoritmos ya se pasean entre nosotros y generan nuevos algoritmos que nunca tuvieron contacto con el hombre: no son domesticables. No es tiempo para apocalípticos. El futuro es de las mentes abiertas, dispuestas a dar el salto a lo que viene. A lo que ya llegó.

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Tres preguntas a Juan E. Corradi. Es un académico argentino de trayectoria internacional. Escritor y conferencista, su interés pasó por el derecho, la sociología, la lingüística y últimamente la geopolítica. Es Profesor Emérito de Sociología de la Universidad de Nueva York.

—¿Qué efectos tiene para la democracia pensar en blanco y negro, sin especio para la ambigüedad?
—Lo que saqué en limpio de aquellas charlas en París con Roland Barthes, que era fundamentalmente un crítico literario y un semiólogo, muy de la tradición francesa, es su crítica a la lengua. Él decía algo que sorprendía a muchos: “La lengua no es de derecha ni de izquierda, ni conservadora ni progresista. Es simplemente fascista”. ¿Qué quería decir con eso? Para él, esa palabra quería decir terminante, polarizante, sí o no, donde no hay espacio para la ambigüedad, la ironía, la sorpresa. Eso me marcó mucho. Él hablaba de literatura pero con un guiño para la política. Decía que el lenguaje en la literatura deshace el paradigma binario y lo lleva a algo más complejo, como lo hizo Borges. Las cosas no son blanco o negro, o amigo o enemigo, sino algo más complejo. El seminario de Barthes se llamaba “Cómo vivir juntos”. En democracia se puede tener ideas muy firmes, pero a la vez es posible cambiarlas como consecuencia de la discusión: convencerse y ser convencido.

—¿Cómo ves esto en la democracia actual?
—En la democracia actual esto está disminuyendo. Lo mismo pasa en las universidades, que es el lugar por excelencia para poner entre paréntesis todas las posiciones tajantes y considerar las opiniones contrarias. Hoy hay populismos que usan a la democracia como medio y no como fin. Esto es: están convencidos de antemano de una serie de posiciones y utilizan mecanismos de la democracia, que deberían ser mecanismos de aprendizaje y de compromiso, simplemente como peldaños para conseguir votos y llegar al poder. Hay un cortocircuito de instituciones que deberían morigerar ese código binario. La democracia republicana se caracteriza por la división de poderes, por evitar la arbitrariedad política y la suma del poder. Es famosa la anécdota del nacimiento de la democracia norteamericana, cuando el pueblo de Filadelfia le pide a la Asamblea Constituyente (como pasó acá en 1810) “saber de qué se trata”, y sale Benjamin Franklin y les dice: “Les hemos dado una república. A ver si saben mantenerla”. Esa dimensión de las democracias modernas está en retroceso.

—Hablás en tus escritos de la sociología del miedo. ¿Qué papel juega el miedo en la política?
—Me parece muy interesante el papel del miedo en la geopolítica. Tomé de Maquiavelo tres preguntas fundamentales: quién manda, cómo ejerce el poder, y quién le tiene miedo a qué. Después de Maquiavelo llega Thomas Hobbes, que es el teórico del miedo. Él dice que el Estado surge después de una lucha generalizada (anárquica) entre individuos o entre facciones en el que todos les tienen miedo a todos. Cuando el miedo se vuelve cotidiano, se termina haciendo un contrato social en el que decimos: dejemos de temernos los unos a los otros y temamos a uno solo, que monopolice la amenaza pero la aleje de la vida cotidiana y que ese espacio (el monopolio legítimo del castigo) deje lugar para otras interacciones en la vida cotidiana, donde entra la esperanza, luego desarrollada por el iluminismo escocés, del mercado. O sea, que el intercambio comercial, que también puede ser intelectual, cultural, supere las pasiones de la convivencia conflictiva. Esto lo desarrolla después de manera magistral Albert Hirschman, a quien tuve la fortuna de conocer personalmente, en su libro Los intereses y las pasiones.

Las tres preguntas a Juan E. Corradi se tomaron de la entrevista que le hizo Carlos Pagni para su programa Odisea Argentina. Para acceder a la conversación completa podés hacer click acá.

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Impacto. El mundo está interconectado: además de las potenciales consecuencias de políticas y en materia de seguridad, la economía argentina no puede quedar del todo ajena al conflicto árabe-israelí. Este artículo explicita algunos de los posibles efectos en la Argentina de este enfrentamiento: el aumento del precio del petróleo (atenuado por la tendencia al autoabastecimiento), una estabilización o baja del precio de los granos y la mayor cautela de los inversores en general ante los potenciales escenarios inciertos: nada dramático para la Argentina, pero tampoco un viento de cola.

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Academia. El conflicto de Medio Oriente acapara la atención mundial. Este artículo explica, con un sólido respaldo histórico, que la tensión se originó con la creación legítima de esa nueva entidad política que es el Estado de Israel, con el antecedente del surgimiento del sionismo y el impacto de la Primera Guerra Mundial en el escenario hoy en disputa. En paralelo, la aparición del “panarabismo” y del nacionalismo palestino funcionaron como catalizadores de un conflicto que, cuando parece que entra en una fase de diálogo, vuelve a recrudecer por culpa de los extremistas.

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Oportunidades laborales

¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

Con apoyo de

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