La guerra de los mundos - RED/ACCIÓN

La guerra de los mundos

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Empieza un año de grandes enfrentamientos de ideas. Las elecciones en los Estados Unidos proponen modelos que parecen irreconciliables, y las políticas que impulsa Milei en la Argentina se oponen a décadas de otros signos ideológicos. Un escenario complejo en el que las empresas se arriesgan a quedar entrampadas en el bando equivocado.

La guerra de los mundos

¡Buenos días! Empieza un año de grandes enfrentamientos de ideas. Las elecciones en los Estados Unidos proponen modelos que parecen irreconciliables, y las políticas que impulsa Milei en la Argentina se oponen a décadas de otros signos ideológicos. Un escenario complejo en el que las empresas se arriesgan a quedar entrampadas en el bando equivocado.

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Tensión. La polarización ideológica de los Estados Unidos está metiendo ruido en el mundo de los negocios: algunos estados con población mayormente demócrata se están volviendo hostiles contra las empresas de perfil conservador. Y lo mismo pasa con los estados republicanos, que castigan a las compañías que tomaron una posición progresista sobre ciertos temas sociales o políticos. Sólo un par de ejemplos: Florida le canceló los beneficios impositivos a Disney por su militancia pro-LGBTQ+ y California decidió no comprarle más productos a Walgreens porque la cadena de farmacias decidió no distribuir una píldora abortiva. Houston, we have a problem.

El fenómeno parece estar escalando hasta niveles inesperados: Ian Bremmer y Cliff Kupchan, de Eurasia Group, sugieren que no se trata solo de preferencias de los consumidores o decisiones de los poderes ejecutivos estaduales: muchas compañías cuyas políticas de diversidad e inclusión cumplen perfectamente con las leyes de un determinado estado, se arriesgan a ir a juicio en otros por esas mismas políticas. Y lo que está mal para un juez de California o Nueva York podría estar bien para uno de Wyoming o West Virginia. Y viceversa. El año electoral promete, además, echar más leña al fuego: con Donald Trump como candidato, la radicalización de posiciones está servida.

El tema sería una mera curiosidad limitada a los Estados Unidos si no viviéramos en un mundo globalizado. La polarización tiende a hacerse planetaria y las empresas —sobre todo las que tienen presencia global— vuelven a preguntarse qué deberían hacer en este contexto:

  • Valores. No todas las organizaciones creen en los mismos valores. O no los jerarquizan de la misma manera: tradición o disrupción, consistencia identitaria o diversidad, exclusividad o apertura. Ni mejor ni peor: distinto. Rolls Royce cultiva valores distintos que Fiat y la destilería escocesa Macallan abreva en fuentes diferentes que Coca-Cola. Y cada una asume sus consecuencias.
  • Negocio. Una cosa es en qué cree la compañía y otra es qué le conviene desde el punto de vista económico. Hay organizaciones consistentes y otras cuyo compromiso con la comunidad LGBTQ+ o con la sustentabilidad no son producto de la convicción de sus directivos sino de la conveniencia. Casi siempre el pinkwashing o el greenwashing se notan. Y al final, se pagan.
  • Modelo. Si bien se mira, el problema de fondo no es si las organizaciones defienden los valores conservadores o progresistas. Es si quieren una sociedad donde convivan ambos grupos con la mayor libertad posible, sin que uno imponga sus reglas a otros, o si prefieren una sociedad de un solo signo —conservadora o progresista, es lo mismo—, en la que la que la que quede en minoría se sienta incómoda por no identificarse con el mainstream. Lo primero se llama liberalismo político. Lo segundo, fascismo encubierto.

“No conozco la clave del éxito pero sé cuál es la clave del fracaso: tratar de complacer a todo el mundo”, dicen que alguna vez dijo el polifacético Woody Allen. Un guiño para los políticos y para las organizaciones. También para los individuos.

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Tres preguntas a Jonathan Haidt. Es un psicólogo social estadounidense, profesor de Liderazgo Ético en la Universidad de Nueva York, ya referenciado en un número anterior de COMMS. Su investigación se centra en la psicología de la moralidad.

—¿Cómo se explica que haya diferencias de valores tan profundas entre los seres humanos?
—Si dos americanos fueran a Florencia y vieran el David de Miguel Ángel, quizá uno quedaría pasmado por la belleza de la estatua y el otro incómodo por su desnudez. Los estereotipos dirían que el primero es demócrata y el segundo es republicano, y quizás acertarían. La evidencia muestra que los progresistas son más abiertos a las nuevas experiencias, la variedad, la diversidad, a viajar, y que los conservadores se sienten más cómodos con lo que les resulta familiar, seguro y confiable. Si se entiende esto, se entienden muchas cosas sobre el comportamiento humano. Se entiende que los artistas son diferentes que los contadores, podemos predecir qué tipo de libros alguien va a leer, qué viajes va a hacer, qué tipo de comida va a comer. Pero es interesante esta paradoja: las personas de mentes abiertas tienden a juntarse entre sí y de alguna manera forman equipos. Cuando eso sucede, se homogeneizan y se vuelven grupos cerrados. O sea que los abiertos se vuelven cerrados por el solo hecho de convivir entre ellos.

—¿Cuáles son los principios que rigen la postura ética de las personas?
—Dejando por un momento de lado a los libertarios, en los Estados Unidos tendemos a pensar que la mitad de la que no formamos parte vota cegada por la visión religiosa del mundo, o por la simple estupidez. Los que piensan que los republicanos votan de cierta manera por un sesgo religioso, están atrapados en una matriz moral. Una matriz como la de Matrix, la película. Y se puede decidir tomar la píldora azul y seguir en la matriz, o la roja y entender algo de psicología moral. Hay que saber que venimos al mundo con una especie de primer borrador moral que la experiencia luego modifica. Hay cinco pilares de la moral, que son innatos. El primero es el cuidado del débil, que es común a otros mamíferos. El segundo es la reciprocidad: no hagas a los demás lo que no querés que te hagan. El tercero es la lealtad a nuestro grupo, que también compartimos con muchos animales. El cuarto es el respeto a la autoridad, también arraigada en los animales que viven en grupos. El quinto es la pureza o santidad: la idea de que se puede ser mejor controlando el propio cuerpo. Antes se moralizaba mucho sobre el sexo, ahora sobre lo que comemos. Si no comemos saludablemente, somos impuros…

—¿Cómo se combinan esos valores innatos con nuestro aprendizaje posterior?
—Estos cinco principios son el origen de nuestra conciencia moral. Así nacemos, pero luego empezamos a revisar y modelar esos principios. Hicimos una medición para ver cuánto pesa cada uno de esos indicadores morales, y cerca de 30.000 norteamericanos hicieron el test en nuestra página web. Los resultados muestran que los progresistas valoran más el cuidado y la reciprocidad, mientras que los conservadores valoran más la autoridad, la lealtad al grupo y la pureza. Lo medimos en varios países del mundo y los resultados se repiten, con un dato adicional: cuidado y reciprocidad son valores para los conservadores, aunque menos importantes que los demás, mientras que el respeto a la autoridad, la lealtad al grupo y la pureza prácticamente no son valores para los progresistas. No los reconocen como tales. Eso explica que no haya acuerdo en ciertas cuestiones morales que se discuten en la sociedad, porque están relacionadas especialmente con la pertenencia al grupo y la pureza.

Las tres preguntas a Jonathan Haidt se tomaron de la conferencia “The moral roots of liberal and conservatives” (“Las raíces morales de los liberales y los conservadores”) dada en el contexto de TED-Ed. Para acceder a la charla completa podés hacer click acá.

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PR campaigns. Una campaña de PR tiene, típicamente, dos objetivos: convertir en fuente a un vocero de la organización o hacer un anuncio. Este artículo de Chelsea McKee repasa algunos de los elementos que construyen una buena campaña: desde el monitoreo de las tendencias de la industria hasta la identificación de los periodistas más adecuados para el caso. Desde el planteamiento oportuno del tema hasta la espera del “estoy interesado” y, sin demoras, un segundo contacto con más información mientras el asunto sigue caliente para no perder momentum. Un simple “no estoy interesado” no es derrota: una respuesta negativa es mucho mejor que ser ignorados. Nada nuevo bajo el sol, y a la vez la utilidad del repaso de lo conocido.

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Academia. El periodismo del futuro y el futuro del periodismo. No es un juego de palabras, sino una síntesis de la mirada que propone Juan Antonio Giner en este artículo en el que, con acierto, anticipaba hace un año 10 tendencias: 1) “Músculo y billetera”: grandes capitales detrás de los medios, para sobrevivir; 2) “Periodismo de cercanía”: noticias locales, que tocan de cerca a los lectores; 3) Menos prejuicios, más datos y hechos; 4) Sociedades de suscriptores que pagan algo para sostener la estructura de un medio y pagar a los periodistas; 5) Periodistas, no jefes de prensa: hechos, aunque incomoden a las organizaciones; 6) Historias prohibidas: “Periodismo es publicar lo que alguien quiere que no se sepa”; 7) Contar historias que inquietan, emocionan y hacen pensar; 8) Reinventarse; 9) Menos cantidad, más calidad; y 10) Volver a las bases: verdad, bien y belleza.

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Oportunidades laborales

Hasta acá llegamos esta semana. ¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

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