María Sol Gonçalves da Cruz: "Es fundamental que chicos y chicas se sientan acompañados y alentados por los adultos en la vuelta a la presencialidad total y no evaluados o juzgados"- RED/ACCIÓN

María Sol Gonçalves da Cruz: "Es fundamental que chicos y chicas se sientan acompañados y alentados por los adultos en la vuelta a la presencialidad total y no evaluados o juzgados"

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Niños, niñas y adolescentes sienten que en este regreso tienen que responder a ciertas exigencias y adaptarse rápidamente a rutinas y demandas de la escuela. La psicóloga explica cómo podemos acompañar este proceso.

María Sol Gonçalves da Cruz: "Es fundamental que chicos y chicas se sientan acompañados y alentados por los adultos en la vuelta a la presencialidad total y no evaluados o juzgados"

María Sol Gonçalves da Cruz / Foto: gentileza

De a poco las escuelas van retomando una presencialidad total. Aunque aún muy marcada por la pandemia tanto por los aprendizajes que se perdieron, como por las situaciones familiares por las que atravesaron estudiantes y docentes, y los protocolos que exigen una presencialidad diferente a la que se dejó en 2019.

Atentos a que niños, niñas y adolescentes, según el artículo 12 de la Convención de los DD.HH. del Niño, “tienen derecho a expresar su opinión y a que esta se tenga en cuenta en todos los asuntos que le afectan”, es que nos dedicamos especialmente a escucharlos en las últimas semanas. Durante las charlas contaron cómo se sienten volviendo a la presencialidad total, qué ganaron en este año y medio de pandemia y qué no quieren que se pierda.

Después de conversar con ellos y ellas, entrevisté a María Sol Gonçalves da Cruz. Ella es coordinadora de la Fundación Espacio Psicopedagógico de Buenos Aires (E.Psi.B.A.) desde donde brinda psicodiagnóstico y tratamiento psicológico a niños, niñas, adolescentes y familias. Hablé con ella básicamente sobre cómo los adultos podemos acompañar a niños, niñas y adolescentes en esta vuelta a la presencialidad en contexto de pandemia.

Niños, niñas y adolescentes dicen sentirse angustiados e incómodos en la escuela ¿Cuál es tu mirada de lo que les está pasando?
—Atiendo a chicos y chicas de CABA y el Gran Buenos Aires que en general van a escuelas de doble jornada y muchas están volviendo a los ritmos y rutinas que se tenían previo a la pandemia, a la presencialidad completa y a las evaluaciones. Esto representa para chicos y familias una exigencia muy fuerte. Niños, niñas y adolescentes sienten que en este regreso están siendo evaluados y juzgados, que tienen que responder a ciertas exigencias y adaptarse rápidamente a rutinas y demandas de la escuela. Y muchas veces se sienten solos en este proceso. Es fundamental que chicos y chicas se sientan acompañados por los adultos y alentados frente a las dificultades (en la escuela y en la casa) en este regreso y no evaluados o juzgados.

Además, están volviendo en el marco de la pandemia...
—Tal cual. Si bien hay cierto alivio en cuanto a la situación sanitaria, la escuela no es la que dejaron en 2019. Tiene otras pautas. Por eso, adaptarse a las rutinas va a requerir un tiempo que es particular en cada uno. Ellos mismos y los compañeros con los que se reencuentran también están distintos. Porque en un año y medio se producen evolutivamente muchos cambios en estas edades. Además, muchos atravesaron duelos, vieron a sus familias perder sus trabajos o preocupados por perderlo, cambiaron las formas de trabajo, las rutinas de las casas. Todos estuvieron rodeados de noticias sobre enfermedad y muerte. La pandemia afectó especialmente a las infancias y adolescencias. Todos cambiaron y tienen que reencontrarse de una nueva manera.

Muchos adultos (docentes y familias) insisten con que los chicos y chicas se adaptan a todo.
—Es una idea errónea. No es así. Muchas veces los modos en que ellos expresan su sufrimiento no es explícito porque no tienen las herramientas para hacerlo. Por eso sus manifestaciones no se reconocen como sufrimiento y familias y docentes tenemos que estar atentos a otras formas de expresar ese malestar. Por ejemplo, aislamiento con respecto a los pares, cambios en los hábitos de sueño y alimentación son de las dificultades que más se ven en el consultorio. También pesadillas, irritabilidad, enojo, decaimiento o excesiva necesidad de movimiento, encierro en las pantallas, dificultades para acompañar los aprendizajes escolares. Mientras que en los más pequeños se ven muchas regresiones en los aprendizajes ya adquiridos o retraso en los aprendizajes fundamentales como el habla, el control de esfínteres, el lenguaje verbal (algunos niños hablan menos o hablan más tarde), en el acceso a la lectoescritura. Y todas estas pueden ser formas de expresar un malestar o sufrimiento psíquico que los chicos no están logrando mostrar de otro modo.

¿Qué les dirías a familias y docentes que tengan en cuenta para acompañar a chicos y chicas en este momento?
—A cada situación hay que pensarla de manera particular. Hay un gran sufrimiento psíquico asociado a la pandemia que se manifiesta de diversos modos en niños, niñas y adolescentes. Como profesionales de la salud tenemos que ser muy cuidadosos con los diagnósticos en este contexto. El riesgo de los etiquetamientos apresurados también se incrementó en la pandemia. Por ejemplo, veo diagnósticos de autismo en niños de menos de dos años, que se realizan sin tener en cuenta el contexto de la pandemia. Tenemos que ser más cuidadosos que nunca. En las familias es fundamental propiciar espacios de encuentro, crear tiempo compartido de diálogo o juego. Estar disponibles para lo que ellos proponen (a veces es compartir tiempo en las pantallas). En ese tiempo compartido los chicos pueden conectarse con lo que sienten o piensan, pueden hacer pensable lo que les pasa. Sus preocupaciones, temores, ilusiones, planes, esperanzas. Y poder expresar algo de eso en palabras o a través del juego es lo que les va a permitir ir procesando lo que vivimos, que a cada uno lo impactó de manera singular, pero que a todos los afectó. Y cuando lo que los afecta no se logra compartir aparecen las manifestaciones sintomáticas. Los y las adolescentes pueden incluso llegar a estados de mucha angustia y reacciones de desesperación.

Ahora, hay algo para repensar como sociedad respecto al tiempo que los chicos y las chicas pasan en la escuela, ¿no?
—Creo que sí. Debemos repensar qué tipo de exigencias y ritmos se les impusieron a las infancias y adolescencias en estas últimas décadas. Desde hace tiempo los psicólogos advertimos que niños, niñas y adolescentes necesitan tiempo libre para jugar y aburrirse, para explorar, para relacionarse con otros chicos en ambientes no reglados, creando y ensayando sus formas de vínculo. Hay un imperativo de productividad en algunos sectores, donde cada minuto del día los chicos y las chicas deben estar aprendiendo algo. Y sí, tal vez la jornada de 8 horas sea excesiva para muchos de ellos. Ahora, el regreso a la escuela puede también facilitar la elaboración compartida de lo vivido, con el sostén de los lazos afectivos y la alegría del encuentro social. Es un desafío pero también una forma de recuperar las ilusiones y esperanzas, la confianza en un futuro posible. Todo esto sin olvidar que se está volviendo en pandemia y que esa vuelta requiere de cuidados  y acompañamiento. Si bien hay una situación de alivio en lo sanitario, el contexto de pandemia sigue y en ese contexto familias y docentes también están exigidos. Por eso, es importante que como sociedad pensemos cómo estamos acompañando a las escuelas y familias para que puedan acompañar a las y los estudiantes. Hay que tener en cuenta que para acompañar es necesario que las dificultades que aparezcan puedan pensarse en el terreno de lo compartido. Es decir, visibilizar el problema y proponer resolverlo juntos, pensando las situaciones en el contexto de lo que todos estamos viviendo y no colocando el foco de la dificultad sólo en el niño, niña o adolescente.

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Esta entrevista fue publicada originalmente en Reaprender, la newsletter sobre educación que edita Stella Bin. Podés suscribirte en este link.

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