Las claves del éxito del Mundial de Escritura: cómo este gran taller literario ayuda a miles a enfrentar la página en blanco- RED/ACCIÓN

Las claves del éxito del Mundial de Escritura: cómo este gran taller literario ayuda a miles a enfrentar la página en blanco

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Desde la primera edición abierta a todo público del Mundial, en abril de 2020, se sumaron más de 15.000 personas de 50 países, que escribieron, en equipos, siguiendo las consignas de escritores nacionales e internacionales. Así, una actividad solitaria por excelencia encontró motivación en la pertenencia a un grupo y la competencia. Y esto, cuentan escritores con más experiencia o con ninguna, hizo que las ideas brotaran.

Lápices son "trepados" por figuras humanas ilustradas

Ilustración: Julieta De la Cal.

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"La primera lección que te enseña la literatura es cómo estar solo", escribió o dijo alguna vez el escritor Jonathan Franzen.

La soledad, desde siempre, es una de las particularidades del arte de escribir. Uno con su lengua, con su imaginación, frente a la hoja o la pantalla en blanco. Uno dándole forma, solo a través de las palabras, a las leyes de un universo que va a existir recién cuando se escriba. Y que va a resurgir cada vez que un lector se apropie de esa historia.  

Es difícil ese estar siempre solo. Porque en esa soledad no hay nadie que te diga que tenés que sentarte a escribir, que mirá la hora y todavía no empezaste; nadie que esté esperando tu texto, que te presione con esa presión buena que hace surgir las mejores ideas, nadie que te lea a diario y te palmee la espalda o te critique impiadioso. 

Ay esa manía de la escritura de seguir siendo solitaria... Hasta que alguien dijo hagamos un Mundial. Un Mundial como hay Mundial de fútbol y de pasteleros y de Scrabble y de muchas cosas más. Un Mundial, todos juntos, hinchando por el mejor, compartiendo la pasión, la pluma, apoyándonos para escribir a diario, compitiendo, ¡un Mundial de escritura! 

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"La diferencia entre la palabra adecuada y la casi correcta, es la misma que entre el rayo y la luciérnaga", Mark Twain.

El Mundial de escritura fue una idea que el escritor Santiago Llach (1972) probó en los talleres literarios que coordina desde hace veinte años. "Una buena idea, que no es mía sino de un grupo de taller" cuenta Llach, "que funcionó durante años. Muchos libros empezaron a ser escritos bajo ese formato, bajo la exigencia de lo que hoy llamamos Mundial. Me divertía ver qué pasaba si lo abríamos al público e intuía que podía funcionar. Lo que no esperaba era que creciera tanto, y a esta altura ya puedo decir que me cambió la vida".

Quizás lo de cambiar la vida suene a hipérbole, que es la figura retórica con la que se expresa una exageración. Pero no. Porque desde la primera edición abierta a todo público del Mundial, en abril de 2020, se sumaron más de 15.000 personas de 50 países, que escribieron, en equipos, siguiendo las consignas de escritores nacionales e internacionales. Prestar atención a la fecha: abril 2020, pandemia, cuarentena obligatoria. Aferrarse al Mundial, como a un salvavidas, tal vez fue lo que a muchos les permitió no perderse en el oleaje.  

Pero ¿qué es exactamente el Mundial de escritura?

"El Mundial", dice Llach, "es para mí un taller literario gigante. Es un juego que incentiva el hábito de la escritura, y en ese sentido es habilitante para personas que siempre tuvieron el bichito pero nunca se lanzaron a escribir. Pero también funciona para escritores o periodistas más avezados. El incentivo de la tribu propia y de la competencia contra otros equipos es una manera divertida de enfrentar la página en blanco".

El sitio del Mundial señala, además, que no hay que ser escritor ni tener experiencia previa para sumarse, solo el compromiso de escribir un texto de manera diaria, durante dos semanas. Los equipos se pueden presentar ya armados o los arman los organizadores, pero cada participante escribe sus propios textos de manera individual (porque lo de la soledad del escritor no es broma), a partir de consignas propuestas por distintos autores. Luego cada equipo elige un texto de hasta 4.500 caracteres de uno solo de sus miembros. Esos textos son leídos por los jurados de preselección hasta que quedan diez textos finalistas. Y luego, claro, la gran final. 

¿Importa quién gana? Por supuesto que importa. Sobre todo para el ganador. Pero lo que más importa es que a razón de tres ediciones del Mundial por año, durante quince días cada vez, miles de personas, entre adultos, jóvenes y niños (el Mundial tiene varias categorías), escribieron un texto literario a diario porque querían escribir. La literatura es una fuerza a la que hay que prestarle atención.

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"Escribir fue lo único que tuve cuando no tenía nada", E. Medina Reyes.

¿Qué busca el candidato a escritor cuando se inscribe en un Mundial de escritura? ¿La gloria? ¿La copa? ¿El hábito diario? ¿El entrenamiento de la mano?

Pablo Vicente, profesor de Filosofía, lo cuenta así: "En mi caso, la intensidad que supuso trabajar de modo virtual en tiempo de pandemia hizo que le dedicara mucho tiempo al trabajo y que la escritura me quedara relegada a los pocos momentos libres que tenía. Cuando descubrí la propuesta del Mundial me pareció el estímulo perfecto para volver a darle a la escritura el lugar de importancia que quería que ocupara en la agenda de mi semana".

Silvina Rodríguez, licenciada en Letras y a cargo del emprendimiento Tierra de Libros Ferias, por su parte, dice: "La idea era ver si podía mantener el ritmo de escribir 3.000 caracteres todos los días siguiendo la consigna. Ya había participado en el de junio y pensé que iba a ser mi primera y última experiencia. Hay mucha presión por cumplir, en el grupo anterior mucha gente se bajó antes (más de la mitad), eso afecta la productividad del grupo. En definitiva si te metés en una competencia como esta deberías respetar las reglas. Finalmente, esta segunda ocasión, con un grupo mucho más comprometido, todo fue más llevadero”. Y agrega: "Hay una adrenalina enorme en ese momento de escuchar la consigna y ponerte a escribir, casi contrarreloj. Me siento viva, muy viva, en ese preciso momento".

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"Escribir es un tercio de imaginación, un tercio de experiencia y un tercio de observación", William Faulkner.

Escribir a diario es un consejo que dan muchos escritores reconocidos y que rechazan muchos otros. Pero no parecería tener contraindicaciones. Escribir a diario bajo la presión de un grupo que espera que escribas y opina, para colmo, suena bastante más complicado.

Santiago Llach explica cómo funciona esa dinámica: "La mayoría de las personas se anotan en equipos. Muchos grupos de talleres de escritura de Argentina y América Latina se anotan juntos. Y otros se anotan de manera individual y les asignamos un equipo al azar. Buscamos que las personas que no tienen experiencia encuentren su tribu, su equipo. Hay gente que la encuentra y se queda ahí, y hay otra a la que le gusta variar, escribir cada vez con desconocidos. Yo mismo me anoté un par de veces de manera individual y me tocó con mexicanos, catalanes, patagónicas, uruguayas. 

“Si alguien no escribe todos los días, el equipo pierde efectividad, pero eso no quiere decir que pierde. De todas formas, la competencia es solo una zanahoria. En última instancia no importan ni los premios ni las consignas. Importa sí escribir a diario, en lo posible. Esa es la base de todo desarrollo de escritura personal". 

Y como se trata de literatura, de escribir, de jugar, de probar, Llach arma su equipo ideal: 

"Yo participo con el grupo de coordinadores de mi Escuela de Escritura, que son mi tribu. Si jugara con autores famosos, sé que Proust me pondría nervioso porque entregaría siempre a la madrugada y que el último día fallaría porque tuvo un enredo con un amante, que Hilario González nunca jamás fallaría aunque haría pequeñas trampitas para llegar a los 3000, que Emily Dickinson se quedaría corta de caracteres y que no le importaría bajar la efectividad del equipo, que Kafka y Whitman competirían por el liderazgo y mandarían Whatsapps a partir de las ocho de la noche presionando a los compañeros para que entreguen y que Borges escribiría textos llenos de maldad sobre los otros".

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"Siempre escribo al borde de no escribir", Italo Calvino.

De lado de los participantes, cuenta su experiencia Flor Ciancio, profesora de Lengua y Literatura: "Caí en un grupo al azar muy diverso y heterogéneo, llamado ´Carácter de lo improbable´, y claramente era muy improbable florecer en ese grupo de ocho perfectos desconocidos. Eso pensé en un principio. Los primeros dos días los diálogos grupales fueron tibios, no nos conocíamos. Escribir no solo es un trabajo solitario, sino muy íntimo. Compartirse y abrirse al otro desde la escritura no es fácil pero todo fluyó con naturalidad. Soy consciente de que me tocó un grupo cálido y humilde, donde el objetivo de todos siempre fue ayudar y animar al otro a lograr su objetivo de escritura diaria. Sé que otros grupos fueron menos afortunados y sus miembros no llegaron a sentirse cómodos". 

Para Mariela Slosse, escritora, en cambio, la experiencia grupal no fue lo más valioso del Mundial, pero no desiste: "En mi caso no tuvimos participación grupal", cuenta, "no teníamos los contactos de los demás participantes del grupo así que no pude vivenciar el trabajo en equipo. Me gustaría para el próximo Mundial participar con un equipo de personas a las que pueda conocer y con las que podamos interactuar". 

Y Pablo Vicente sintió que su equipo era una compañía a la hora de escribir: "El equipo te ayudaba a saber que había otro que estaba en la misma que vos y en algunos días en los que venías vacío de ideas o con poco tiempo, el grupo te motivaba a hacer un esfuerzo más y sentarte a escribir".

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"Pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla", Oscar Wilde.

Si uno junta más de 15.000 personas y las pone a participar de lo que sea, es obvio que habrá experiencias de todo tipo: buenas, malas, olvidables, interesantes. ¿Pero qué queda cuando la computadora se apaga, cuando el texto ya fue leído, cuando los jurados ya hicieron su selección? ¿Qué aporta a cada uno el haber participado de un Mundial de escritura? ¿Se activa, si es que existe tal cosa, el hábito diario de la escritura? ¿Se mantiene? 

Finalizada la última edición del Mundial, Daniel Ros, licenciado en Letras y profesor de Lengua y Literatura, cuenta: "El Mundial me aportó regularidad y la experiencia de escribir casi conjuntamente con otros, porque si bien es solitario, hay un espíritu de grupo. Me aportó también la posibilidad de experimentar consignas diferentes y disfrutar escribiendo".

"Si bien la propuesta del Mundial es intensa por lo que supone sentarse todos los días a escribir algo nuevo", es la reflexión de Pablo Vicente, "hay algo interesante que es que cuando uno agarra ritmo y frecuencia de escritura, escribir se vuelve más sencillo: se pierda esa inercia inicial, se afloja la mano y las palabras y las ideas brotan más rápido. Por otro lado valoro que después de participar en un Mundial te das cuenta de que terminás con entre doce y quince textos que pueden ser disparadores para seguir escribiendo lo que quieras".

Experiencia, práctica, rutina, ideas, grupo de contención, lectura crítica. Las opiniones recopiladas, que son muchas y podrían ocupar varias páginas de esta crónica, dan cuenta de que pocos entran al Mundial pensando en ganar, el deseo no pasa por allí, por el aplauso final, sino por el compromiso que se asume con la propia escritura. Lo que decía Llach al comienzo: cumplir con el grupo pero, sobre todo, con uno mismo. Poder hacer aquello que se desea, escribir, con la tranquilidad de que hay una ruta bien señalada con sus consignas, sus equipos y sus límites de caracteres y de tiempo, que  permiten no salirse del camino.

"El balance del Mundial fue positivo para mí", cuenta Flor Ciancio. "Fueron días de mucha tensión emocional. La escritura es un ejercicio muy complejo que pone en juego no solo habilidades y competencias, sino toda nuestra experiencia vital al servicio de la invención. En una de las consignas se pedía escribir acerca de una emoción muy fuerte de forma tal que el lector pudiera sentir esa emoción también. Y fue la primera vez que pude escribir sobre la muerte de mi abuelo. Lloré muchísimo con el proceso de escritura de ese texto. Sentí que podía, al fin, sacar de mi cuerpo esas emociones, exorcizarlas. Fue volver, una vez más, a la literatura como refugio, como un acto terapéutico. Como dice Alejandra Pizarnik: ´En este sentido, el quehacer poético implicaría exorcizar, conjurar y, además, reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura. Porque todos estamos heridos´.”

"Este Mundial me aportó una mirada renovada sobre mi propia producción", continúa Flor, "sobre lo que quiero decir, cómo lo quiero decir y a quién". 

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"Escribir no es terrible, ¡es maravilloso! No estoy de acuerdo con la agonía de la creación", Raymond Chandler.

Es imposible no hacer la comparación (otra figura retórica) de este Mundial con EL Mundial o con todos los otros mundiales en los que profesionales de distintas ramas compiten entre sí, pero no es una comparación correcta. El Mundial de escritura es una instancia de aprendizaje y de prueba, no de resultados. Santiago Llach lo explica así: "El Mundial produce borradores, textos iniciales. El resto del trabajo viene después". Y luego: "Lo crucial es escribir. La escritura es lenta. En dos semanas uno puede escribir un boceto, un borrador. Por eso hacemos tres Mundiales por año: porque creo que la escritura se construye con hábito sostenido, con trabajo". 

El Mundial es, entonces, un punto de partida. No es la meta. Es, también, el lugar donde descubrir la propia fuerza. Porque como dijo alguna vez Margaret Atwood:

"Una palabra tras otra palabra tras otra palabra es poder".