Prohibido disfrutar: ¡no sea cosa que una obra de arte los conmueva!- RED/ACCIÓN

Prohibido disfrutar: ¡no sea cosa que una obra de arte los conmueva!

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

¿Quién tiene derecho a indicarnos qué nos puede gustar y qué no en el arte? ¿Y en la literatura? Una muestra de Leandro Erlich reabre la polémica y me dieron ganas de hablar.

Prohibido disfrutar: ¡no sea cosa que una obra de arte los conmueva!

¡Hola amigos! Acá estamos una nueva semana con nuestro newsletter sobre libros y, en el caso de hoy, también sobre arte. Vamos a hablar de una muestra que fui a ver y me gustó mucho, aunque al parecer según el mundillo del arte no tiene ningún valor. Sobre eso vamos a conversar hoy. Y además, claro, los comentarios sobre libros de Soledad Vallejos y Brian Majlin.

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Sobre la corrección política en el arte. Resulta que está mal que la muestra de Erlich (Liminal, museo Malba) nos guste. Los que suponen tener la posta dicen que eso no es arte, que es una papacharruchada, que sólo puede tener éxito entre un público masivo que se maravilla ante espejitos de colores. Escuché a uno decir: “sólo a los japoneses y a los chinos puede gustarle esto”. Ja, se ve que la corrección política no llegó todavía al chusmerío de las vernissages.

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Sobre el plagio. Se sumó a la polémica que el cartel de venta colocado en la fachada del museo a modo de chiste es un plagio de otro que colocaron el año pasado en el Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo), y antes en la Bienal de Venecia. Puede que roben un poco y también puede que la misma idea se les ocurra a varios. De hecho, El aula tiene mucho de Haunted Mansion, de Magic Kingdom. Como sea, no me parece tan grave.

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Sobre el entretenimiento. La muestra tiene muchas ideas y en su conjunto es atractiva. No sé nada de arte, pero entiendo el punto. No es Jeff Koons (por nombrar otro artista masivo), eso está claro. Parece Disney, sí. Les gusta a mis compañeras del gimnasio, sí. ¿Y qué? Las obras sorprenden, sus ilusiones están mucho mejor terminadas que hace años (reinvierte lo que gana en Tokio), y divierte y asombra. Tampoco es que todo el arte tiene que dejarnos llorando y dados vuelta. Pero Erlich es efectivo, eso es lo que busca y lo consigue. Suficiente para mí, Leandro. Esta columna te banca. Ah, y para llevar a los más chicos es un programón.

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You. Cambio de tema: mi librera amiga está de licencia cuidando a su bebé, en su lugar queda otro que sabe de libros. Me gustan sus gustos y me dan confianza sus recomendaciones. Por consejo suyo compro El nadador en el mar secreto, de William Kotzwinkle (China Editora). Pero olvido que el librero no conoce mis límites. El libro es una tragedia sin igual. Me agarró de sorpresa y casi quedé internada de lo que lloré. Sin embargo, es un libro maravilloso, a pesar de que yo soy una mantequita que no se banca ver ni leer ningún sufrimiento infantil. La prosa de Kotzwinkle es divina, su ternura es eterna y la capacidad de transformar una historia tan triste en un texto iluminado por la poesía es única.

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Loop. Todavía sigo sin leer La señorita smila y su especial percepción de la nieve, de Peter Hoeg (Tusquets). Y no vi una de las películas de Alien. Para colmo, en el último capítulo de Handmaid’s Tale (spoiler alert) también pasa algo trágico con un niño ¡Como para que no me guste Erlich!

Y aquí, los libros de no ficción de la semana:

Lynch por Lynch, de David Lynch, comentado por Soledad Vallejos. “Lo único comparable a las películas de Lynch es su conversación. Es la amabilidad de alguien que no esta en guardia y que cree, sinceramente cree (o nos hace creer que cree), que no tiene mucho para decir, pero que si el interlocutor insiste y le pide encontrar razones y escarbar, él con mucho gusto colabora. Habla, y en los recuerdos y las explicaciones van sedimentando los climas de las películas, de las series, de sus cuadros: la normalidad de un universo paralelo en el que está comodísimo y en el que hay lugar. Lynch es el hijo sano del suburbio. Por eso solo puede pensar en monstruos, en cuerpos que se deforman, en los bichos que vive debajo de las piedras de jardines primorosos. La única manera de tener una cabeza deforme es haber vivido una infancia feliz y él la vivió, dice en alguna de las cientos de horas de entrevistas que deben haber sido decididamente caóticas”. Aquí, el comentario completo.

Vida, de Elisa Carrió, comentado por Brian Majlin. “Es una apuesta extraña, casi una carta de salida. El libro sobre la vida de Elisa Carrió es una apertura inesperada, como algo que nadie le pedía tampoco. En poco más de 200 páginas Carrió dice que no sabe escribir, que lo suyo es puro discurso y cuando más cansada mejor. Tiene pasajes reflexivos sobre su propia historia, o sobre la historia del país, y los combina con arrebatos místicos, y deja la incógnita sin resolver: ¿es o se hace?”. Aquí, el comentario completo.

¡Gracias amigos! Ojalá algo de todo esto les sirva, como a mí me sirvió el consejo de aquel librero nuevo. Espero sus comentarios, y si van a ver la muestra de Erlich háganme saber su opinión.

Un fuerte abrazo,

Flor