Protagonistas Olvidadas: Valentina Tereshkova, la primera mujer en viajar al espacio - RED/ACCIÓN

Protagonistas Olvidadas: Valentina Tereshkova, la primera mujer en viajar al espacio

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Durante su viaje en Vostok-6, dio 48 órbitas a la Tierra en tan solo 71 horas. Superó un 50 % el tiempo de todos los astronautas norteamericanos que habían hecho una hazaña similar. Recién 19 años después, otra mujer (estadounidense) logró alejarse de la Tierra.

Protagonistas Olvidadas: Valentina Tereshkova, la primera mujer en viajar al espacio

Con tan solo 26 años, Valentina fue la primera mujer en llegar al espacio bajo el programa espacial de la URSS Vostok. Crédito: NASA.

La llegada del hombre a la luna es uno de los avances más importantes en el siglo XX. Neil Armstrong es el protagonista de este hecho. Pero en esa misión también estuvo Katherine Johnson, la matemática que realizó los cálculos esenciales para el éxito de este operativo. Pero, previo al gran hito de 1969, hubo otra mujer que fue pionera en el espacio: ​​Valentina Tereshkova. 

Nacida el 6 de marzo de 1937 en un pueblo de Maslennikovo, en la región Yaroslav, Valentina creció en el seno de una familia muy humilde, ambos de sus padres trabajaban en la granja. La infancia de la niña fue dura: perdió a su padre de muy joven. Su madre, embarazada y a cargo de Valentina y su hermana, se quedó con toda la responsabilidad económica. 

En su pueblo ya no había mucha posibilidad de crecimiento, así que se mudaron a la ciudad de Yaroslav,  al noreste de Moscú en donde su madre se incorporó a una fábrica de textiles para sacar adelante a su familia. Atravesada por la guerra fue recién en 1945, cuando tenía ocho años,  que Valentina entró a la escuela.

Llegó a estudiar hasta sus 17 años. Hubo una pasión que la hizo retirarse de la escuela: el paracaidismo, según lo recuerda National Geographic.Los primeros dejos de una de las astronautas más importantes de la historia comenzaban a aparecer. Así, en plena adolescencia se anotó en un aeroclub que se destinaba a estas prácticas y que formaba parte de una organización auxiliar de la Fuerza Aérea Soviética. Su primer salto lo dio a las 22 años, en el año 1959, mientras también ayudaba a su madre trabajando en la industria textil. 

En simultáneo se desataba la Guerra Fría entre las dos potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. Una parte de ella era la conquista y los avances que ambos hacían en el espacio. En cuanto a esto, la URSS ya había dado pasos importantes: en 1957, lanzaron el primer satélite y en 1961 con la implementación de programa Vostok, que buscaba desarrollar los primeros vuelos espaciales tripulados, Yuri Gagarin, un astronauta ruso, se convertiría el primer hombre en llegar al espacio.

El camino de la mujer al espacio

Pero, era evidente que Estados Unidos se quería adelantar y titularse como el país que llevó a la primera mujer al espacio. Y la URSS se anticipó. Así, en el mismo año que Yuri atravesó la Tierra, el teniente general Nikolái Petróvick Kamanin inició la búsqueda de mujeres cosmonautas, según informa Mujeres Con Ciencia

Si bien no había mujeres en las Fuerzas Aéreas soviéticas, sí había mujeres con pasión y ambición por volar, el espacio y todo lo que conlleva ese mundo. Generalmente, ellas estaban, como Valentina, reservadas en clubes de paracaidismo o aviación particulares. Las candidatas debían cumplir unos requisitos previos: tener entre 18 y 30 años, medir menos de 1.70 m de estatura, pesar menos de 70 kg, ser solteras y ser “ideológicamente puras”. 

Sobre este último punto, Valentina a sus 24 años de edad se había convertido en la secretaría del Komsomol (Unión de Jóvenes Comunistas) y después formó parte del Partido Comunista de la Unión Soviética, de acuerdo con El País. Asique, por ese lado, estaba aprobada.

Además, no se requería experiencia previa como piloto ya que las naves Vostok eran completamente automáticas. Sin embargo, era necesario que tuviese expertise en el paracaidismo ya que el cohete no tenía sistema para aterrizar y el astronauta debía saltar para tocar tierra firme. Entre las 400 candidatas voluntarias de todo el país que se presentaron para esta misión, quedan cinco finalistas seleccionadas. 

En su misión al espacio, Valentina obtuvo el pseudónimo de Chaika que significa Gaviota. Este fue usado para representar su nombre en clave. Crédito: Mujeres con Ciencia. 

Todas se sometieron a un duro entrenamiento de dos años que lo dirigió Yuri Gagarin junto con las Fuerzas Soviéticas. Este consistía de arduas pruebas físicas como también formación en matemáticas, astronomía, física, computación, navegación espacial, entre otras.  Las cinco mujeres lograron, a través de su disciplina, ganarse el respeto de sus colegas masculinos que, en un principio, no las tomaron en serio.

Durante este tiempo, Valentina mantuvo secreto la oportunidad que estaba viviendo. Esto se debió a, en principio, por razones personales y, después, porque consistía en una misión secreta por parte del Gobierno, por lo cual debía mantener la discreción. Durante todo el proceso, su madre nunca estuvo enterada. 

Al final, tuvieron que, entre las cinco candidatas, elegir a una: Valentina. La razón, según National Geographic, fue que ella se destacó porque contaba con una gran experiencia como paracaidista amateur. Además, se alibaba perfecto con los ideales comunistas y prometía ser una gran celebridad que iba a representar la ideología de manera correcta. Punto que, en las otras candidatas, faltaba. 

El 16 de junio de 1963, con 26 años y bajo su nombre en clave Chaika (gaviota), Valentina Tereshkova partió al espacio en la nave Vostok-6 junto con una tripulación que la acompañó. Dio 48 vueltas a la Tierra durante 71 horas, mucho más tiempo de lo previsto y superó en un 50% el tiempo de todos los astronautas norteamericanos que habían circulado el planeta. 

El vuelo aunque para el mundo fue un éxito rotundo, también presentó dificultades. Antes de partir, la órbita de la nave estaba desviada 90 grados de la dirección planeada y si no se corregía el error, corría el peligro de no regresar a la Tierra. Los especialistas lograron solucionarlo antes de tiempo. Las raciones de comida, aunque sobraban, no estaban en buenas condiciones lo que llevó a Valentina a un malestar.  Además, la presión del casco espacial le causó un dolor agudo en uno de los hombres durante el viaje. El aterrizaje, presentó sus dificultades también: al caer al suelo se golpeó la nariz contra el casco y la herida se tuvo que disimular para su aparición pública. 

Sin embargo, por causa de la creciente Guerra Fría, el crédito por su esfuerzo no fue reconocido como tal. De hecho, en Europa y en Estados Unidos la acusaron de ser un mero producto de propaganda soviética. “Nunca aceptaré el juicio de que el vuelo de la primera mujer cosmonauta fue sólo propaganda. Nos preparamos para ello cabalmente. Llegamos como paracaidistas y nos convertimos en cosmonautas”, dijo Valentina años después de la polémica según Mujeres con Ciencia

En su años posteriores, Valentina siempre portó la bandera del feminismo. Fue Presidenta del Comité de Mujeres Soviéticas y también fue miembro del Consejo Mundial de la Paz, representante soviética en la Conferencia Mundial de la ONU con motivo del Año Internacional de la Mujer en Ciudad de México. Crédito: Universidad Politécnica de Madrid.

Sí fue reconocida por la URSS: la nombraron Héroe de la Unión Soviética y distinguida con la Orden de Lenin. A pesar de la política y los reconocimientos, sus logros significaron un paso más en relación a las mujeres y su lugar en el espacio. A causa de esta misión, se desarrollaron adaptaciones del traje espacial y naves para el organismo femenino. Guerra o no, Valentina fue la primera mujer en llegar al espacio. 

La vida después de la odisea

En 1963, cinco meses después de volver del espacio, Valentina se casó con Adrián Nikolaive en el Palacio de Moscú. Su comprometido también era astronauta y a su boda atendió el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Nikita Khrushchev. Un año más tarde, la pareja concibió a su primera hija, Elana. La pareja estuvo junta hasta 1979, cuando decidieron divorciarse entendiendo que su matrimonio no daba para más. El permiso para ello, sin embargo, llegó en 1982.

Pero, a la par de su vida personal, Valentina ingresó en la Academia de la Fuerza Aérea de Zhukovski y se graduó como ingeniera espacial en 1969. Así, continuó trabajando en el programa espacial como colaboradora científica del Centro de Entrenamiento para Astronautas. En 1970, fue nombrada Coronel Ingeniero del Ejército del Aire de la URSS y siete años después obtuvo el doctorado en ingeniería.

Su deseo de volar nunca murió. Recién 19 años después de su viaje, una mujer americana fue la segunda en llegar al espacio. Con este suceso, la URSS activó nuevamente la campaña para seleccionar mujeres astronautas. Sin embargo, Valentina no superó todas las pruebas y, la oportunidad de dejar la Tierra nuevamente se le negó. 

La Dra. Valentina Tereshkova y el Director del Museo de la Ciencia (Londres), Ian Blatchford, delante del Vostok 6 en la muestra Cosmonauts: El nacimiento de la era espacial. Crédito: Science Museum.

Con su logro, Valentina, sin saberlo, siempre fue una portadora de la bandera feminista. También lo demostró a través de su trayectoria social y política donde fue Presidenta del Comité de Mujeres Soviéticas. También, fue miembro del Consejo Mundial de la Paz, representante soviética en la Conferencia Mundial de la ONU con motivo del Año Internacional de la Mujer en Ciudad de México (1975) y Vicepresidente de la Federación Internacional de Mujeres

“En la tierra, los hombres y las mujeres corren los mismos riesgos. ¿Por qué no deberíamos hacerlo en el espacio?”, se preguntó la famosa astronauta según lo recuerdo El País. A sus 86 años, Valentina sigue siendo un simbolismo de fuerza y ha sido, definitivamente, una de las personas que le abrió el camino a las mujeres en una de las disciplinas más extravagantes y complejas del mundo: el espacio, la galaxia y el conocimiento de nuestro universo. En 2013, a sus 81 años, Valentina se ofreció para viajar a Marte. Su sueño, de volver a volar, sigue intacto.