Pueblos originarios combinaron saberes ancestrales con la ayuda del Estado para lograr la restauración ambiental más grande de México - RED/ACCIÓN

Pueblos originarios combinaron saberes ancestrales con la ayuda del Estado para lograr la restauración ambiental más grande de México

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

En un esfuerzo colectivo de restauración forestal, en los suelos blancos calcáreos y rocosos de la Mixteca Alta oaxaqueña, los pobladores plantaron 20 millones de árboles que hicieron resurgir el agua y la generación de empleos en la zona.

Pueblos originarios combinaron saberes ancestrales con la ayuda del Estado para lograr la restauración ambiental más grande de México

Intervención: Marisol Echarri.

En la árida región chocho-mixteca de Oaxaca, en México, donde no había nada, las comunidades originarias apelaron a la sabiduría de sus antepasados para llevar a cabo desde hace 40 años un esfuerzo colectivo al que se sumó en las últimas dos décadas el Gobierno de México. Juntos plantaron 20 millones de árboles que transformaron la microrregión en un oasis verde.

“La Mixteca es la parte más alta del estado de Oaxaca, de las más áridas y erosionadas  de México, una región muy castigada desde el punto de vista natural y también por los Gobiernos”, señala el ingeniero agrónomo mixteco, especialista en fitotecnia Raúl Nieto Ángel, comunero y profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo.

“Recuerdo que cuando era niño la Comisión del Papaloapan y la Comisión del Balsas eran las instancias de Gobierno que apoyaban a la gente con plantaciones y la gente aportaba el tequio”, agrega. El tequio es el trabajo colectivo que toda persona debe a su comunidad indígena, y que se hace en beneficio de la propia comunidad, razón por la que no es un trabajo remunerado.

“Todos tenían que dar un día semanal de tequio: debían ir a sembrar, a plantar y tenían que llevarse su comida porque ahí no había nada. Entonces la gente en aquel tiempo, 40, 50 años atrás, estaba agradecida con las dependencias gubernamentales que hacían lo posible por apoyar con la plantación y ellos con el trabajo de la perforación de los cajetes (los hoyos cavados al pie de un árbol para almacenar agua de riego o de lluvia) para que luego se plantaran los árboles”, detalla Nieto Ángel, que hoy tiene 70 años.

“El tequio, la ayuda mutua, la vida en común, los saberes comunitarios, nuestro tiempo y esfuerzo, todo va dedicado en este corredor biológico que se ha mantenido y restaurado. Hemos buscado apoyos para lograrlo. Nuestro único fin es hacer vida digna desde nuestra concepción cultural, desde lo que somos como pueblo”, afirmó el presidente del comisariado de Bienes Comunales de la comunidad de San Miguel Tulancingo y de la Alianza de Comunidades Chocho-Mixtecas, Manuel Juárez López, entre manzanales que se riegan con agua que nace del corredor biológico, a la vez que reconoció que fue y es clave el acompañamiento del Estado mexicano a través de la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR).

“Hace aproximadamente 15 años, la dependencia CONAFOR se dio cuenta de la importancia que tiene la reforestación y, con la gestión de los presidentes de bienes comunales de las diferentes comunidades de la región, empezó a apoyar nuevamente y con mayor intensidad la gestión de las plantaciones que ya venían realizando las comunidades”, cuenta Nieto Ángel.

En 15 años se ha creado un bosque en suelos calcáreos. (Imagen: Gentileza Raúl Nieto Ángel)

Restauración

“Acá no había ni un solo bosque, acá todo lo han restaurado las comunidades, que han sembrado pinos, encinos, magueyes y muchos más tipos de árboles”, indicó la ingeniera forestal Idalia Lázaro López, que desde hace 14 años brinda acompañamiento a los pueblos chocho-mixtecos. Chocho o chocholteca es el grupo originario que habita en las tierras áridas de la zona noroccidental del estado de Oaxaca y mixteca es la comunidad indígena que representa la cuarta población amerindia más común de México después de los nahuas, los mayas y los zapotecos. El territorio histórico de este pueblo es La Mixteca, una región montañosa que se ubica entre los actuales estados de Guerrero, Oaxaca y Puebla. En su parte central se encuentra una sierra baja compuesta de calizas.

Con la llegada de los españoles al continente americano, la zona quedó con una condición ambiental semidesértica, porque en la época colonial, los españoles talaron miles de árboles que sirvieron de combustible para obtener la cal utilizada para la construcción de los templos dominicos.

Su degradación se prolongó hasta nuestros días con el exceso de pastoreo en la zona. 

Y tuvo que pasar casi medio siglo para actuar y revertir el esquilmado del territorio. En cada hectárea de este corredor biológico se plantaron unos 1.100 pinos, encinos, magueyes, piñones, entre otros árboles.

Ahora se busca plantar especies autóctonas porque se adaptan con mayor facilidad a las condiciones del suelo y del clima. (Imagen: Gentileza Raúl Nieto Ángel)

Especies no autóctonas

El ingeniero Nito Ángel admite que se cometieron “algunos pequeños errores” en la elección de las especies arbóreas: “Se plantaron algunas especies de árboles que no eran de la región, no eran endémicas y precisamente lo que más se plantó fue pino (Pinus greggii), que tiene su centro de origen en Michoacán (lejos de la zona). Sin embargo, la mayoría de las plantas se desarrollaron en suelos tremendamente calcáreos y hoy persisten”.

“El cambio es total y la gente está muy emocionada”, afirma el ingeniero, que además señala que hoy la CONAFOR no solamente compra plantas, sino que también ofrece una pequeña remuneración a quienes plantan. 

En esta evolución, la CONAFOR ahora considera dentro de sus reglas de operación utilizar exclusivamente plantas nativas, endémicas, que demuestran una mayor adaptación. Por otro lado,  establece zonas de exclusión: coloca cercos de alambre para evitar que entre el ganado a las zonas plantadas y permitir que se regenere el monte  porque “es una región en la que se crían chivos y borregos como medio de subsistencia”. 

Hoy esa vegetación coloca a esta microrregión de Oaxaca, que abarca 25.000 hectáreas, donde hacía mucho calor y no había ni agua ni bosque, como la restauración ambiental más grande de México, según la CONAFOR.

Cincuenta años atrás, la filtración del suelo se hacía a punta de pico y pala; hoy se emplea maquinaria.(Imagen: Gentileza Raúl Nieto Ángel)

Reforestación

Vivir en una zona árida provocó una migración masiva en la mixteca oaxaqueña. “La gente se fue al norte a trabajar a la frontera o a Estados Unidos, no había nada”, recordó hace unos meses Nieto Ángel.

El método de reforestación incluye la siembra de árboles, combinado con obras de suelo y la filtración de agua de lluvias.

En sus inicios roturaban las rocas de las laderas con un cincel para permitir la filtración del suelo a través de los pinos, hierbas y arbustos, y así obtener humedad.

“En aquel tiempo no había maquinaria, todo era pala y pico y aún así la gente con tal de ver una región distinta, diferente y con vegetación,  lo hacía”, subraya Nieto Ángel.

Gracias a la comunión de saberes locales se generó un nuevo microclima. A partir de la creación del bosque, “ha nacido el agua, y eso es maravilloso, eso es lo que nos motiva a seguir, a decir que crecemos en la adversidad”, indica Lázaro López, originaria de Nochixtlán, una de las comunidades que conforman desde 2019 la Alianza de Comunidades Chocho-Mixtecas, compuesta por 24 pueblos. Actualmente, la filtración del suelo la hacen con dos máquinas, una bulldozer y una retroexcavadora.

El bosque ha logrado atraer a las lluvias. “Estas hojas se convierten en forma paulatina en un suelo húmedo y muy rico que favorece las precipitaciones””, explica el ingeniero mixteco Nieto Ángel.

En medio de sus manzanales, que se riegan con agua que nace del corredor biológico, Juárez López muestra su alegría y reconoce que el acompañamiento de CONAFOR es elemental porque la restauración avanza y se cumple con una vida comunitaria más sana y digna, gracias a una mayor generación de empleo.

Instalado nuevamente en las tierras que lo vieron criarse, Nieto Ángel impulsa por estos días la soberanía alimentaria a través de la agricultura y de la siembra de frutales como el tejocote, la manzana, el aguacate y el maíz. 

Nieto Ángel está feliz de poder vivir en San Miguel Tulancingo porque jamás imaginó que volvería a recuperar la agricultura de la zona.

Nieto Ángel explica que a esta reforestación últimamente se la ha llamado “la compensación ambiental. Se está tomando como ejemplo de que eso es lo que se tiene que hacer. Ya nos han visitado varias dependencias a nivel nacional e incluso a nivel internacional. Han puesto sus ojos en este tipo de actividades que creo que es el ejemplo y modelo a seguir. Es una gran oportunidad para que todo mundo voltee y vea lo que estamos haciendo”.

“El tener este microclima no solo es benéfico para la comunidades de esta zona que todos los días aportan su vida por conservar su territorio, sino para el mundo entero”, concluye Lázaro López, parada frente a un yacimiento de agua a la que llaman “poza” o “represa” en la comunidad de La Nopalera, en San Cristóbal Suchixtlahuaca.

“Este es un ejemplo de que en nuestras comunidades se pueden hacer cosas, esto nos genera empleo y que la gente no emigre de nuestras comunidades y trabajen para obtener ingresos y para el autoconsumo”, contó Juárez López, representante de la alianza.

Para la CONAFOR, desde este rincón se enfrenta a la crisis climática mundial, que en los últimos meses se ha sentido con las altas temperaturas que superan los 45 grados centígrados.


Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.