Y parirás como quieras: quiénes son y en qué consiste el oficio de las doulas- RED/ACCIÓN

Y parirás como quieras: quiénes son y en qué consiste el oficio de las doulas

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Y parirás como quieras: quiénes son y en qué consiste el oficio de las doulas

Ilustración: Pablo Domrose

Partos traumáticos, cesáreas innecesarias, episiotomías porque sí, ambientes hostiles, agresiones del personal médico, bebés saludables arrebatados de sus madres al nacer para ser inmediatamente pesados, medidos, pinchados. En épocas de luchas y conquistas femeninas en todos los frentes, cada vez son más las mujeres que, alertadas por estas historias que circulan en medios y redes o por malas experiencias propias, eligen tener lo que se denomina un “parto respetado” o “humanizado”. Estas situaciones hicieron resurgir un oficio ancestral que la asepsia de la ciencia y la medicina había desplazado: las doulas.

“Doula quiere decir esclava o sirvienta, en griego. En la antigüedad, era la que sabía todo lo referente al embarazo, al parto, al posparto, a los cuidados del bebé, era la empleada más importante de la casa”, dice Melina Bronfman, una de las fundadoras de Doulas de Argentina —organización que surgió en 2007 y ofrece formación a mujeres que quieren ejercer este oficio—. Hoy, explica, el término adquirió otro significado: es una mujer que, en la mayoría de los casos, ya transitó la experiencia de la maternidad y se pone al servicio de otra porque sabe exactamente qué es lo que está experimentando y qué es lo que necesita: el apoyo permanente, la transmisión de sabiduría.

Yo creo que las doulas resurgieron a partir de que el parto se institucionalizó. En los años 50, 60, las mujeres acompañaban a otras mujeres sin tener este nombre”, cuenta Bronfman. “Nuestra filosofía —agrega— se basa en respetar la fisiología del parto que es bellísima, que es placentera, que es sencilla y que permite tener una experiencia muy fortalecedora en la salud y las emociones tanto de la madre como del bebé que nace. Si bien cada vez más mujeres eligen doulas hay muchas que no saben que existen y esto tiene que ver con la posibilidad de acceder a esa información. Hay parturientas que en un hospital público reciben el acompañamiento de una doula y creen que es como un hada madrina que apareció de la nada, no saben que están teniendo la asistencia de una mujer formada especialmente para eso”.

Bronfman dice que en algunas clínicas privadas y en el Hospital de Morón ya se incluye a las doulas como parte del equipo que se ofrece a la futura madre y que cada vez son más los obstetras que reconocen el valor de su presencia en el parto. “Admiten que da un resultado altamente positivo que no va en desmedro de su labor sino todo lo contrario. Las mujeres que tienen el acompañamiento de una doula suelen tener un recuerdo hermoso de su parto”.  

No todas las doulas tienen una mirada tan optimista respecto a la relación con el personal médico: “Hay muchos que no nos reconocen porque no tienen en claro cuál es nuestra función, lo que hace que sea muy difícil realizarla”, dice Magalí Saban, doula desde hace dos años. “Nuestro rol es acompañar a la mujer embarazada, estar presente brindando información, confort físico, emocional, espiritual, contención. Una doula no es un partera ni la suplanta, no realiza tactos, no puede medicar ni determinar ninguna situación clínica de la madre o el bebé. Para nosotras lo importante es que las mujeres, con su pareja y su entorno, se sientan cuidadas y respetadas en sus tiempos que es es algo que no sucede porque los ritmos del sistema de salud son otros. Pienso que de ahí viene nuestro rol: como hay tanta saturación en clínicas y hospitales surge esta necesidad de una persona que acompañe de otra manera y llene ese vacío que los médicos no cubren. Hay parteras que sí se comportan así y ejercen el rol de doulas pero no son la mayoría”.

Foto: Pexels.com

Magalí Saban y Jésica Endelman: la historia de un acompañamiento

Saban se convirtió en doula a causa de una propia mala experiencia. Madre de cinco hijos, su primera niña nació por cesárea cuando ella deseaba un parto natural y no había habido ninguna irregularidad en su embarazo ni al momento de dar a luz. “Nunca me explicaron los motivos. Después de casi nueve años me atrevo a decir que sufrí violencia obstétrica. Cada vez escucho más casos de mujeres violentadas en sus partos. Por lo general no nos damos cuenta en el momento sino con el correr del tiempo, cuando recordamos y decimos: ‘¿Qué pasó?, ¿cuánto tiempo hubo entre que comenzó el trabajo de parto y la cesárea?, ¿por qué no me dejaron decidir?’. Aunque mi hija nació bien y yo físicamente estaba bien, a nivel emocional me costó mucho sanar”.

Luego de eso conoció a un nuevo equipo médico de obstetras y parteras que, sin llamarse doulas, realizaban un acompañamiento constante durante el embarazo y el parto. Junto a ellos tuvo a sus otros cuatro niños. “Cuando tuve a mi segunda hija descubrí la verdadera manera de parir. Iba mucho más allá del parto vaginal, pasaba por sentirme acompañada; ellos me contuvieron, estuvieron al lado mío. Después de vivir esa experiencia dije: ‘Quiero hacer esto mismo con las mujeres, que sepan que tienen esta posibilidad, que son ellas las protagonistas’. Entendí la importancia de conocer nuestras debilidades, nuestros miedos. La información es una forma de empoderar a esa mujer que va a traer a su hijo al mundo”.

Saban realizó una formación con profesionales de la organización DONA International, una institución líder en capacitación de doulas que vino a impartir cursos en Buenos Aires. Y al poco tiempo comenzó a acompañar embarazos y partos.

Jésica Endelman es mamá de tres. Después de haber tenido su primer hijo con la ayuda de un médico que no respondía sus inquietudes y la trataba con soberbia, y volver a elegirlo porque era un profesional de renombre, el célebre obstetra la abandonó en medio de un trabajo de parto prematuro.

“Empecé con contracciones casi dos meses antes de la fecha. Cuando fui a la clínica y llamé a mi médico para avisarle me dijo: ‘Yo no voy y tampoco llames a la partera’. Le pedí que por favor viniera. Volvió a negarse. Habló con el médico de guardia y le dijo: ‘Metela en una ambulancia y que me la traigan’. Él le respondió que no, que yo ya estaba con dilatación completa. ‘Yo no voy a ir, atendela vos’, le dijo. El doctor de guardia me intentó tranquilizar: ‘Te voy a atender. No hay anestesista ni partera así que vamos a estar tu esposo, vos y yo. Todo va a estar bien’”.

Endelman tuvo a su segundo hijo prematuro, con un médico que no conocía, y llena de angustia. Cuando se embarazó por tercera vez, sintió miedo: “Mi revolución emocional tenía que ver con lo que había pasado con mi segundo hijo, me preguntaba por qué había tenido un parto prematuro si todo había estado bien y qué podía hacer para que no volviera a pasar. Estaba muy trabada en ese cuestionamiento. Es ahí donde entra Maga [Saban]”.

Jesica ya conocía a Magalí y empezó a encontrarse con ella para que la acompañara en la última etapa de su embarazo.

“En las reuniones charlamos mucho. Yo tenía un nudo que ella me permitió destrabar. Pudimos ponerle nombre a los miedos, a las sensaciones, a las culpas, a toda esa carga tan pesada que me había puesto encima —‘qué hice yo para tener un parto prematuro; en qué fallé; en qué no me cuidé’—. Con ejercicios de yoga, de respiración, de meditación, me acompañó a conectarme con el embarazo, con el bebé, a imaginarme cómo podía ser su llegada. También hicimos ejercicios para aliviar los dolores de la panza, del peso, de la postura. Y me ayudó a atravesar las contracciones de una manera consciente, a que el dolor no me frenara sino que me acompañara, que fueran herramientas para darle la bienvenida a mi bebé”.

Para Endelman la experiencia fue inigualable: “Tener una doula en el embarazo implica una conexión, es la energía que fluye entre dos mujeres que se cuentan sus vivencias. El acompañamiento tiene que ver con la posibilidad de que una par te comparta su información, te brinde su fuerza y la hagas propia. Te permite conectarte con uno de los estados más hermosos y te ayuda a transitarlo con mucho amor, con recursos físicos, espirituales y emocionales. También es parte de un proceso íntegro que tiene que ver con empoderarte, con vivir la maternidad en forma consciente en cuanto a la alimentación, la crianza, lo emocional, lo espiritual”.


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Mitos y prejuicios

Ni asisten únicamente partos domiciliarios o acuáticos, ni suplantan a las parteras o a las parejas. Las doulas acompañan nacimientos donde las familias lo deseen siempre que haya presencia médica y que “las condiciones estén dadas para que se desarrolle de manera cuidada y protegida, sin riesgos y bajo normas lógicas”, afirma Saban. Pero aunque cada vez sea más frecuente escuchar que diferentes mujeres escogen transitar el embarazo en su compañía y optan por diversas formas de parir, todavía son muchos los mitos y las suspicacias que despierta salirse del paradigma cristalizado del nacimiento: el de la institución, el de la asepsia clínica.

Stella Bin deseaba ser madre pero no quería parir en un hospital, les tenía fobia a las instituciones médicas. Primero, encontró un equipo de obstetras y parteras que, sin llamarse doulas, hacían partos respetados. Después, empezó a buscar un hijo. Cuando contaba que quería tenerlo en su casa las reacciones eran: “¡Pero vos estás loca!”; “¡Con todas las posibilidades que tenés lo vas a poner en riesgo!”; “Tenerlo en una clínica es lo más seguro”. Una de las pocas personas que la entendió, porque en otra época había tenido a sus hijos en la casa de la partera, fue su suegra.

Hoy es mamá de dos varones. Aunque hizo todo lo posible para que nacieran en su hogar, por diferentes motivos en ambas ocasiones debieron hacerle cesárea.

“Aunque no fueron partos naturales fueron respetados. El punto es que no te desnuden cuando quieran; que no te rasuren como quieran; que no haya veinte personas opinando mientras vos estás en una situación que es muy personal. Que no te traten con brusquedad. Yo tuve muy buenas experiencias gracias a este acompañamiento y a que tenía una prepaga y podía acceder a eso pero hay relatos terribles. Una mujer debe tener el derecho a decidir cómo parir. Lo que pasa es que la medicina, la ciencia, la esterilidad, atravesó todo. ¿Es necesario pinchar al bebé en los primeros cinco minutos de vida? No, podemos hacerlo cuando esté más fuerte. Mis hijos tienen todas las vacunas. Se puede esperar un poco. Es un momento crítico, de felicidad, de angustia, de miedo y es ahí donde, me parece, tiene que aparecer otra persona, alguien que entienda y que diga: 'A todas nos pasó. Por esta pasamos y de esta salimos'”.

Beneficios y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud

Noelia Schulz es doula y codirectora de “Crianza en Brazos: escuela de Porteo”, un lugar que busca “difundir la crianza respetuosa, la comunicación empática y el porteo ergonómico”. Se convirtió en doula después de ser mamá, hace más de seis años. En 2015 realizó una formación con Doulas de Argentina y cuenta que, aunque la mayoría son mujeres que fueron madres, “recientemente en algunas escuelas se ha aceptado a mujeres que no lo han sido e incluso a hombres”.

Schulz asegura que cada vez son más los estudios que arrojan evidencia acerca de los beneficios de contar con una doula durante el embrazo y el parto: “Trabajos de parto más cortos (en un 25% de los casos), menos necesidad de analgesia (en un 60%), menor tasa de cesáreas (en un 50%). Mujeres que atraviesan estos momentos con mayor confianza y autoestima”.

La Organización Mundial de la Salud respalda sus afirmaciones. En 2018 enlistó 26 nuevas recomendaciones “para una experiencia positiva en el parto”. El derecho a decidir cómo controlar el dolor y a rechazar intervenciones médicas innecesarias fueron dos de ellas. Otras, como una “atención respetuosa de la maternidad” y el derecho al “acompañamiento durante el trabajo de parto y el parto” ya estaban incluidas en la Ley 25.929 de parto humanizado que rige en Argentina desde 2004. Sin embargo, en muchos casos, el parto respetado no se respeta. Por eso las doulas son requeridas con mayor frecuencia. Pero, exceptuando el Hospital de Morón donde el servicio es público, solo pueden acceder a ese acompañamiento quienes pueden pagarlo. ¿Qué pasa entonces con las personas que no pueden costear este servicio? ¿Solo quienes tienen dinero merecen respeto? El parto humanizado no puede ser una elección. La violencia obstétrica también es violencia de género.

Para más información comunicate con Doulas de Argentina