Bogotá implementa el primer sistema de cuidado de la región para compensar la sobrecarga de trabajo no remunerado de las mujeres- RED/ACCIÓN

Bogotá implementa el primer sistema de cuidado de la región para compensar la sobrecarga de trabajo no remunerado de las mujeres

 Una iniciativa de Dircoms + INFOMEDIA

Se organiza en “manzanas de cuidado” con servicios para niños y niñas menores de cinco años, personas mayores y con discapacidad. A la vez, les ofrece formación y esparcimiento a las mujeres que dejaron de trabajar y estudiar para dedicarse al cuidado y, también, cursos para que los varones y otros familiares aprendan tareas domésticas. Cómo se organiza el sistema distrital de cuidados de la capital colombiana y qué impacto tiene en la comunidad.

Bogotá implementa el primer sistema de cuidado de la región para compensar la sobrecarga de trabajo no remunerado de las mujeres

Intervención: Marisol Echarri

“‘Yo estaba estudiando y me tocó dejar porque tuve un hijo’ o ‘porque me tocó encargarme de mi abuela’ o ‘porque me tocó cuidar a mis sobrinos’. O: ‘Yo trabajaba pero abandonaron a mis nietos y soy quien los cuida’. Esas historias son las que están detrás de un sistema de cuidado”, dice Diana Rodríguez Franco, secretaria distrital de la mujer en Bogotá.

Rodríguez Franco es abogada, economista, tiene una maestría y un doctorado en Sociología. También es madre de dos niñas de 4 y 2 años. Estaba amamantando a la más pequeña ―que tenía 9 meses― cuando tomó posesión de su cargo y comenzó a desarrollar el sistema distrital de cuidados (SIDICU) a comienzos del año pasado. Sabe bien lo difícil que es trabajar y cuidar.

Pionero en la región, el SIDICU de Bogotá articula servicios para atender las necesidades de niñas y niños menores de 5 años, de personas con discapacidad y mayores, para quienes proponen actividades lúdicas y de recreación. Mientras eso sucede, a pocos metros, ofrece espacios de formación para que quienes debieron abandonar sus estudios o trabajos por cuidar a esas personas puedan retomarlos o perfeccionarse en diferentes oficios. También brinda espacios de recreación para que las personas cuidadoras (que son en su mayoría mujeres) puedan tomarse un descanso y hacer una actividad que les guste y cursos destinados a sus parejas u otras personas de su entorno para que aprendan a realizar las tareas domésticas y de cuidados y compartirlas.

Por todo esto, el SIDICU es también una fuente generadora de trabajo para los bogotanos y las bogotanas.

El sistema comenzó a aplicarse el año pasado y es un ejemplo de inclusión urbana y de política de género en la región. Rodríguez Franco cuenta cómo fue implementado.

El sistema distrital de cuidado de Bogotá concentra servicios en un radio de 800 metros: atención para niños, niñas y personas mayores o con discapacidad, y formación y recreación para sus cuidadoras. (Imagen: gentileza Secretaría de la Mujer de Bogotá )

—¿Cómo surgió la iniciativa de crear un sistema integral de cuidado en Bogotá?

—La idea y el compromiso estaban en el plan de gobierno de la alcaldesa Claudia López Hernández, incluso antes de comenzar su campaña. La iniciativa viene del movimiento de mujeres: la alcaldesa se comprometió a crear un sistema de cuidado porque en octubre de 2019 firmó pactos con diferentes sectores y uno fue con las mujeres de los Comités Operativos Locales de Mujer y Género que se llaman (COLMYG) [una instancia de participación en las localidades que implica la implementación y seguimiento de las políticas públicas vinculadas a la equidad de género] y del Consejo Consultivo de Mujeres, que es un organismo representativo de las distintas localidades de Bogotá. Ellas son quienes más han luchado por un sistema de cuidado. También han trabajado mucho e impulsado la idea mujeres de diferentes sectores académicos, sobre todo de Economía feminista. Si bien hubo unos avances a nivel nacional, por ejemplo, una ley que incluye y contabiliza lo que aporta el sector de cuidado en las cuentas nacionales, no hay un sistema para todo el territorio. En parte, lo novedoso de este sistema de cuidados es que no surge como una orden o una ley nacional que se aplica, si no que Bogotá, como decimos informalmente, se da a la pelea por crearlo independientemente de eso. Y se llama sistema distrital de cuidado para resaltar que es de Bogotá. Entonces, la alcaldesa reconoce esos esfuerzos, esa lucha y esa petición política de las localidades, de la academia y de la sociedad civil por crear un sistema de cuidado; lo captura en un pacto y lo incluye en el programa de gobierno.

Desde que se inauguró hace menos de un año hasta la fecha, ya se graduaron 800 mujeres de los talleres de formación que ofrece el sistema distrital de cuidado. (Imagen: gentileza Secretaría de la Mujer de Bogotá)

—¿Cómo fue el proceso de planificación? ¿Les costó mucho que se aprobara?

—El 1 de enero de 2020, cuando felizmente tomé posesión como secretaria de la Mujer, me senté y dije: “Bueno, ¿cómo en verdad vamos a hacer un sistema distrital de cuidado?”. O sea: “cheverísimo que eso esté en el programa de gobierno pero ¿cómo lo vamos a hacer?”. Entonces empecé a oír a las mujeres. Empecé a oír qué es el cuidado, cuáles son los pilares, los servicios más importantes, qué es lo que tenemos que hacer, cuál es la sobrecarga. Hay bastante información. En Colombia, la encuesta nacional del uso del tiempo, por ejemplo, nos permite ver la sobrecarga de las mujeres. Y es tal la cantidad de trabajo de cuidado no remunerado que se hace en esta ciudad que si fuera pago equivaldría al 13 % del producto interno bruto (PIB) de Bogotá y al 20 % del PIB del país. Entonces, empecé a entender más esto, las lógicas que hay detrás. Me traje como gerente del sistema de cuidado a una economista feminista que tiene una tesis sobre el cuidado en Bogotá, que es Natalia Moreno; también a una subsecretaria experta en temas de género que había insistido mucho también en el sistema de cuidado, que es Diana Parra. De repente me di cuenta de que teníamos muchas ideas respecto al sistema de cuidado pero no sabíamos cómo materializarlo. Un día de finales de enero o principios de febrero me senté en mi oficina y dije: “Lo que tenemos que crear son manzanas del cuidado”. Y pinté en mi tablero una pequeña pizza: un círculo con los triangulitos. Y pensé: “Esto va a ser una manzana del cuidado. Vamos a agrupar y articular los servicios de cuidado con un criterio de proximidad”. Y pinté en el centro un parque para que hubiera espacios de respiro y en cada triángulo un servicio: uno era un servicio de cuidados para niños, otro para personas mayores, otro para personas con discapacidad que requieran apoyo, otro era un lugar de lavanderías, otro triangulito contemplaba algo de comida. Incluí en ese círculo los cuidados directos (los que tienen que ver con la gente que requiere cuidado) y los indirectos (lavar, planchar, cocinar). Entonces dije: “Lo que tenemos que crear en Bogotá son manzanas del cuidado”. Y le puse ese término apelando a la noción de la manzana como conjunto de cuadras que articulan, porque yo reconocía que había servicios de cuidado en la ciudad como jardines infantiles, que siempre ha habido, o algún espacio para adultos mayores, pero no articulados. Le conté esa idea a mi equipo y le gustó. Y después alguien me dijo: “¿Y si hacemos también la versión móvil de esas manzanas?”. Y un día, me acuerdo perfectamente, íbamos con la alcaldesa a una reunión con la Organización Iberoamericana de la Seguridad Social (OISS) y me preguntó: “¿Qué vamos a montar del sistema de cuidados?”. Le dije: “Alcaldesa, ¿qué pasa si montamos estas manzanas del cuidado?”. Mientras íbamos en el carro yo le pintaba, a mano alzada, el circulito como una pizza. Y me dijo: “Listo”. Así empezó. Después vinieron marzo y abril, teníamos que presentar el plan de desarrollo distrital y dijimos: “Vamos a introducir acá el diseño y la creación del sistema distrital de cuidado”. Lo presenté a los tres meses de estar en la administración. Lo describimos en el plan de desarrollo que se aprueba por el Consejo de la ciudad y fue aprobado por unanimidad. Esto realmente es una gran apuesta de Bogotá, de la administración, de la alcaldesa, la primera mujer alcaldesa electa. 

El sistema distrital de cuidado de Bogotá ofrece también los talleres “A cuidar se aprende” dirigidos principalmente a los varones, donde se enseñan tareas domésticas. (Imagen: gentileza Secretaría de la Mujer de Bogotá)

—¿Cómo funciona exactamente el sistema distrital de cuidado?

—El sistema articula servicios ya existentes y nuevos para atender las altas demandas de cuidado que presenta Bogotá de una manera corresponsable entre el distrito, la nación, el sector privado, el sector comunitario y los hogares. Tiene como objetivo las llamadas tres erres: reconocer los trabajos de cuidado y a las cuidadoras; redistribuir los trabajos de cuidado entre hombres y mujeres y entre el sector privado y el público y reducir los tiempos que dedicamos las mujeres al cuidado. Nos enfocamos en el trabajo de cuidado no remunerado, es decir: cuidar a niños, a personas con discapacidad, a personas mayores, lavar, planchar, cocinar. Entonces, el sistema de cuidado tiene tres poblaciones objetivo. Primero, está dirigido a las cuidadoras, cuidamos a las que nos cuidan: las mujeres y personas que se dedican a los trabajos de cuidado. Hablo de mujeres pues la mayoría de las personas que hacen trabajos de cuidado no remunerado son mujeres, pero también nos dirigimos a hombres cuidadores que estén sobrecargados. Segundo, a las personas que requieren cuidado, específicamente niños y niñas menores de 5 años, personas con discapacidad y personas mayores que requieran apoyo. Y tercero, a las familias de esas personas y a la sociedad en general. Para cada una de estas poblaciones el sistema brinda servicios. En el caso de personas cuidadoras tenemos dos tipos de servicios gruesos: formación y respiro o descanso. Muchas de las mujeres cuidadoras han tenido que abandonar sus proyectos de vida por dedicarse a cuidar. Queremos que por cuidar a otros no se descuiden, no tengan que truncar sus proyectos de vida, entonces les brindamos formación. Eso significa que pueden terminar sus bachilleratos si los abandonaron por cuidar y también tomar cursos complementarios. La segunda oferta es la de respiro o descanso: ofrecemos yoga, baile, tenemos el Programa La Escuela de la Bici para que más mujeres aprendan a montar en bicicleta y sean autónomas. También brindamos atención psicosocial y jurídica para las mujeres cuidadoras que lo que quieren es un rato para desahogarse, hablar. Pero lo esencial de todo es que, mientras les brindamos esto, cuidamos a las personas que ellas cuidan, es decir, las relevamos de ese cuidado con servicios para las personas que ellas tienen a cargo: espacios lúdicos y de ejercicio para los niños y las personas con discapacidad o las personas mayores. Y, por último, está la ciudadanía en general, incluidas las familias de las cuidadoras. Para ellas y para ellos ―sobre todo para los varones de esas familias y para sus hijos―, pero también para el entorno, están los talleres de cambio cultural que se llaman "A cuidar se aprende", porque ese es el lema. El sistema de cuidado tiene dos grandes lemas: “Cuidamos a las que nos cuidan” y “A cuidar se aprende”. Eso significa que hacemos talleres para que los hombres, literalmente, aprendan a lavar, planchar, cocinar, dar un tetero, cambiar un pañal, bañar a una persona mayor. Entonces, una mujer llega a una manzana del cuidado a terminar su bachillerato, eso le toma una o dos horas al día. Mientras tanto, hay un espacio lúdico o de ejercicio para el adulto mayor o la persona con discapacidad o el niño o la niña que tiene a cargo. Y, adicionalmente, están los talleres de cambio cultural. En las manzanas uno puede encontrar esos espacios lúdicos para que las personas mayores vean cine o hagan ejercicios, todos dirigidos. Y también hay otras opciones para facilitar las tareas de cuidado indirecto, como lavadoras comunitarias. Ya inauguramos la primera manzana con lavadoras eléctricas en la localidad de Usme, al sur de Bogotá. ¿Y por qué lavadoras? Porque las mujeres en Bogotá todavía lavan mucho a mano. En promedio lavan una hora al día, entonces cuando eso se acumula pueden ser hasta siete horas lavando, un sábado. Con las lavadoras comunitarias buscamos reducir la sobrecarga de cuidado pero también una transformación cultural para que sean más hombres los que las usen.

En Usme, al sur de Bogotá, se inauguró la primera manzana del cuidado con lavarropas, ya que es una zona en la que las mujeres aún lavan mucho a mano. (Imagen: gentileza Secretaría de la Mujer de Bogotá)

—¿Cómo desarrollaron la infraestructura para que todo sucediera en un mismo espacio y cómo funciona la versión móvil?

—Además de seguir operando en los mismos sitios de siempre, por ejemplo los jardines infantiles, hay tres nuevas formas de operación. Primero, las manzanas del cuidado, donde articulamos los servicios de cuidado en un radio de unos 800 metros. Eso hace precisamente que una mujer pueda llegar a un espacio donde hay una sala con computadores a terminar su bachillerato o a tomar un curso complementario y que cerca su hijo o hija sea cuidado en un espacio lúdico o la persona mayor vea una película. En eso consisten las manzanas del cuidado. La segunda forma de operación es la versión móvil de las manzanas. En una unidad móvil (que es un bus que adaptamos) tenemos, en el centro, un espacio para formación; en otra parte, un consultorio para atención psicosocial y jurídica y, en otra, un consultorio para atención y promoción en salud. Y mientras las mujeres cuidadoras están montadas en el bus hay unas carpas inflables alrededor, para las personas que ellas cuidan. Por ejemplo, una carpa para que los niños hagan ejercicios y jueguen con colchonetas. Estas unidades móviles van sobre todo a las zonas donde hay poca infraestructura, como la zona rural. Bogotá, aunque sea una metrópoli congestionada, tiene una gran parte rural, zonas donde es aún más difícil y más pesada la sobrecarga de las tareas de cuidado. Tenemos dos unidades móviles, una va a la zona rural y otra a la zona urbana. Y, por último, está el programa de relevos, pensado para aliviar a las mujeres de tanta carga de cuidado en sus casas. Este programa es para las que prácticamente no pueden salir de sus hogares por las condiciones de las personas a quienes cuidan. En Bogotá tenemos 1.200.000 mujeres que se dedican a los cuidados no remunerados un promedio de 10 horas al día. Eso significa que no tienen autonomía económica. El 70 % de ellas solo alcanza, máximo, un nivel de educación secundaria y el 21 % tiene problemas de salud mental o física relacionados o derivados de la sobrecarga del cuidado. Y de ese 1.200.000, el 14 % no puede salir de su casa por las condiciones de las personas a quienes cuidan. Para ellas es el programa de relevos, que aún no ha comenzado pero lo vamos a iniciar este año. Vamos a mandar personas a las casas de esas mujeres para que por unas horas a la semana las releven de sus trabajos de cuidado directo o indirecto. Y en esas horas, siguiendo la misma lógica de la dupla ―es decir, de aportar algo para las cuidadoras y algo para las personas que cuidan―, la idea es que puedan terminar el bachillerato o hacer un curso o ejercicio.

Mientras las mujeres cuidadoras estudian o hacen actividades, los niños, niñas o personas mayores o con discapacidad a su cargo son cuidadas en espacios lúdicos y de recreación. (Imagen: gentileza Secretaría de la Mujer de Bogotá)

—¿Cuál fue la respuesta de la sociedad bogotana y cómo planean continuar?

—Ha tenido muy buena recepción. La primera manzana del cuidado la inauguramos en octubre de 2020 y ya vamos por la sexta. Hemos graduado 800 mujeres de los cursos de formación y hemos hecho más de 15 mil atenciones diferentes. También se han graduado personas en el bachillerato a través de un régimen flexible y estamos avanzando para llegar a más. Queremos, para el año entrante, haber influenciado de alguna manera a un millón de mujeres a través del sistema de cuidado. La meta de esta administración es terminar con 20 manzanas del cuidado porque Bogotá está dividida en 20 localidades, entonces queremos que en todas haya una fija menos en Sumapaz que es la localidad rural y ahí tiene mucho más sentido la móvil. Ya llevamos seis inauguradas y en cada manzana hay algo de particular. Una, por ejemplo, está enfocada sobre todo a mujeres que ejercen actividades sexuales pagadas, población trans y población migrante, que es la de la zona de Los Mártires. Otra tiene todo el énfasis en las lavadoras porque es una localidad con un déficit muy grande de lavadoras en las casas. Y así cada una tiene un énfasis local. También van a seguir rodando las dos unidades móviles del cuidado, que van a cada sitio dos veces a la semana en el mismo horario, para crear recordación, y vamos a iniciar el programa de relevos. Pero adicionalmente queremos dejar proyectadas las manzanas para los siguientes 12 años y pensar el cuidado como eje del ordenamiento territorial de una ciudad real de 15 o 30 minutos. Se trata de una apuesta social con impacto en el urbanismo o, mejor dicho, es una apuesta social pero también es una manera de cambiar la forma en la que operamos, de integrar todo el distrito. Porque el sistema distrital de cuidado lo lideramos desde la Secretaría de la Mujer pero es una apuesta distrital: todos los sectores de la administración están involucrados, la Comisión Intersectorial del Cuidado la integran 13 de los 15 sectores de la administración que se articulan pensando en las necesidades de las cuidadoras. Realmente es una manera distinta de pensar en la forma de brindar servicios. Es poner a girar a todo el distrito y transformar los servicios en torno al cuidado. Y esperamos que esto se pueda expandir más allá de Bogotá. 

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 18 de agosto de 2021.

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