Cómo la formación de calidad en oficios puede lograr la reinserción en el mundo del trabajo- RED/ACCIÓN

Cómo la formación de calidad en oficios puede lograr la reinserción en el mundo del trabajo

 Una iniciativa de Dircoms + RED/ACCION

Con capacitaciones gratuitas y de calidad, la Fundación Oficios ayuda a recomponer trayectorias laborales rotas y ofrece una solución a uno de los problemas más difíciles de la pobreza estructural. Tiene quince años de historia y hoy trabaja en ocho sedes, con el apoyo de empresas. La mayoría de sus alumnos son mayores de 40 años.

Cómo la formación de calidad en oficios puede lograr la reinserción en el mundo del trabajo

Intervención: Marisol Echarri

“Pienso que el camino para la recomposición social es la educación y la participación ciudadana. Que la gente que trabaja sea el centro de la sociedad y exija a los representantes que trabajen mejor y logren mejores resultados”.

Quien habla es Sergio Moreno, director de Fundación Oficios, una organización sin fines de lucro que trabaja desde hace quince años en distintos lugares del país, con base en Tigre, provincia de Buenos Aires. 

“Cuando hay oportunidades, la gente sale adelante. No hay nadie que quiera vivir peor. Todos queremos estar mejor”, dice Moreno, que conoce bien el panorama de las familias con dificultades de acceso al trabajo. “No te toman en un trabajo porque perdiste un diente o tenés sobrepeso. La comida en el almacén de tu barrio es mucho más cara que en un supermercado grande, más lejos. Lo cotidiano te cuesta más caro. Vivir en la pobreza es más caro y más riesgoso”, describe. La ONG que dirige busca romper este círculo por medio de la formación y la articulación con empresas que pueden aportar a la capacitación, con financiamiento y a la reinserción.

En sus sedes y programas, Oficios dicta capacitaciones de electricidad, gas, plomería, energías renovables, reparación de aire acondicionado y costura, entre otras. Los cursos son gratuitos, anuales o cuatrimestrales y otorgan una certificación oficial: un título técnico en oficios, avalado por el Instituto Provincial de Formación Laboral. Se sostiene con aportes individuales y el acompañamiento de empresas, crucial para la formación. 

Oficios ofrece un espacio en sus aulas a un público olvidado: los adultos. Hay alumnos desde los 18 años, pero el grupo más numeroso es el de los mayores de 40, que en muchos casos pensaban que su tiempo para aprender había pasado, pero salen de ahí con nuevas herramientas para conseguir empleo, organizarse en equipos de trabajo o emprender.

Darío Inaudi (al centro, abajo) es maestro mayor de obras, ingresó a Oficios como alumno y hoy enseña. (Imagen: gentileza Darío Inaudi )

El modelo

Moreno empezó a trabajar en Oficios en 2006, cuando el proyecto todavía no tenía nombre. Antes, capacitaba trabajadores rurales en Río Negro y trabajaba en una cadena de franquicias. Venía del mundo corporativo y el objetivo al ingresar en una ONG fue profesionalizar su gestión.

Oficios surgió de la empresa de desarrollos inmobiliarios Eidico. A uno de sus socios, Patricio Lanusse, le rondaba la idea. A su vez, los empleados hacían acciones solidarias, pero querían trascender la entrega de ropa o comida.

Entonces la empresa le pidió a un ingeniero experto en desarrollar proyectos para organizaciones, Santiago de la Barrera ―que venía trabajando en un centro de formación en La Matanza― que diera forma a la idea. Después se sumaron otras compañías como Cardon, Mieres Propiedades, Miguens Hnos y JPUrruti (hoy Alejandro Cornejo).

Desde entonces, el modelo es ofrecer capacitaciones gratuitas, de alta calidad educativa y respeto por la historia de vida de cada uno. La idea es acercar oportunidades donde no las había y los resultados a largo plazo son, según los fundadores de Oficios, como los soñaron.

David Ressler fue alumno y hoy capacita; en la foto, junto a Nerina Zanoni, de la Fundación Banco Itaú, que financia el curso en el que es docente. (Imagen: gentileza David Ressler )

“En un momento muy difícil de mi vida, con más de 50 años me quedé sin trabajo. Me acerqué a la fundación y después de un año pude matricularme en un oficio y sostener a mi familia. Inclusive completé mis estudios universitarios para ejercer como docente. Empecé en la fundación siendo alumno y hoy por hoy también enseño”, cuenta Darío Inaudi, de Tigre, maestro mayor de obras. “La pobreza es como una enfermedad social. Y estamos un poco enfermos por no reconocerla. Como cuando tenés una caries y no vas nunca al dentista y terminás perdiendo el diente. Te querías olvidar del problema, pero no se iba. De vez en cuando el dolor te arrebataba. Nos pasa algo parecido: tenemos un dolor muy grande por ser una sociedad mitad pobre y mitad no. Y es muy duro no tener una respuesta para tantas personas, que son como vos y como yo o como muchos que conocemos. Pero viven un padecer cotidiano que es insoportable. Y nosotros a veces hasta los juzgamos por vivir en esa realidad”, reflexiona Moreno y puntualiza en la necesidad de desarmar prejuicios, una mirada que sostiene el trabajo de la fundación: “No existe madre o padre que quiera que sus hijos vivan peor. No los hay. Sin embargo, a veces juzgamos al que nace y vive en la pobreza como vago o porque tiene ganas de comprarse una tele en vez de ahorrar. Como si solamente pudiese tener acceso al trabajo, al esfuerzo y en ningún momento al placer”.

Como consecuencia de la pobreza y la falta de ingreso familiar, en Argentina hay más de 12 millones de personas que no completaron la escuela secundaria. “Cuando a tus viejos les falta plata para mandarte a la escuela, se rompen un montón de cosas. Tu proyecto personal, la imagen de tus viejos que no te pudieron mantener para algo que es obligatorio y que para muchas otras familias es posible. Nosotros ayudamos a componer esa ruptura. A hacerle un zurcido invisible”, describe Moreno.

La sede en Benavídez, provincia de Buenos Aires, una de las ocho en las que Oficios da sus cursos. (Imagen: gentileza Fundación Oficios)

Oficios modifica un círculo vicioso: la falta de ingreso familiar, el abandono escolar y la consecuente falta de oportunidades. La reparación no se agota en el aprendizaje de un oficio, sino que incluye acciones para la reinserción laboral. “Al romper ese círculo, las personas también recuperan su autoestima. Muchos dicen que no son nada pero quisieran que sus hijos estudien y sean alguien en la vida, como si para ellos ya no existiera posibilidad de progresar. Con su título, también recuperan una identidad que recompone muchas otras cosas en el seno familiar. Un papá o una mamá les pueden decir a los chicos que vale la pena estudiar y mostrarlo con su ejemplo”, amplía Moreno.

David Ressler tiene 49 años y vive en Benavídez, provincia de Buenos Aires. Es docente y hace mantenimiento general en forma independiente. “Fui alumno de Fundación Oficios varios años y después tuve la oportunidad de enseñar. Hoy doy un curso de sanitarios ahí y otro en el Penal de San Martín, que incluye electricidad”, explica. “Los títulos de Oficios dan un gran empuje a muchas personas de escasos recursos que no pueden pagar por aprender un oficio. En mi caso, se suma el acompañamiento a gente que tiene que salir de la cárcel y reinsertarse en la sociedad, más allá de lo que hayan hecho o la condena que estén cumpliendo. Muchos quieren cambiar y esto les permite buscar trabajos dignos para no reincidir en delitos”. 

Durante la pandemia, las clases continuaron de manera virtual y presencial, con menos cupos en las aulas (Imagen: gentileza Fundación Oficios)

Círculo virtuoso

Para llegar tanto a las personas interesadas en capacitarse como a las empresas, hoy las redes sociales son el mejor canal de Oficios. Está en Instagram y en Facebook, y tiene su página web. Con una mirada que busca aportar al bien común, también convoca a Gobiernos locales o provinciales de cualquier bandera política que quieran acercar la formación gratuita e integral en oficios para que las personas vuelvan a apostar al progreso personal fruto de su esfuerzo y del acompañamiento de su familia, en una comunidad que ofrezca oportunidades. 

“Con su trabajo, la Fundación Oficios da respuestas a necesidades básicas de la sociedad. Pero lo más importante es que es muy inclusiva. Para los directivos y los docentes, el centro son las alumnas y alumnos. Que puedan construir su propio conocimiento y recomponer su identidad, a través del camino pedagógico de cada oficio”, dice orgulloso Darío.

Candela Machado es de Rojas, provincia de Buenos Aires. Tiene 51 años y hace tres se inscribió en un curso de computación. Después hizo el de costura industrial y continuó con otro sobre cooperativismo. Este año la convocaron para ser la facilitadora de un curso para emprendedores que está dando la empresa Bayer. 

Candela Machado, con sus mellizos Justina y Beltrán: “Capacitarse para progresar es un superejemplo para tus hijos”. (Imagen: gentileza Candela Machado)

“¡Es tan importante la educación, la formación y la relación que tenemos con eso! Empezar a estudiar un oficio a cierta edad o capacitarte para progresar en lo económico, que hoy está tan difícil, es un superejemplo para tus hijos. Mi trabajo actual surgió a partir de estos cursos. Vieron en mí algo que yo puedo brindar”, cuenta Candela. “Es central la igualdad de oportunidades, como involucrar a las mujeres en el curso de electricista, plomero, gasista o lo que quiera. Capacitarnos para estas profesiones que estaban tildadas para hombres. Que las mujeres sumemos herramientas es fundamental para avanzar como sociedad”, agrega. 

Dar el salto

Habiendo trabajado muchísimos años en una cooperativa telefónica, David sabe lo que es aferrarse a lo conocido y el miedo que puede dar lo nuevo. Hace hincapié en la contención que encontró: “Al terminar el año te das cuenta de que adquiriste un oficio con esfuerzo, pero sin que pese. Si alguien está sin trabajo o necesita un oficio le diría que se anime, que ni lo piense. Para mí la fundación fue uno de los primeros escalones y siempre quiero seguir cumpliendo metas”, dice David.

“Cuando hay oportunidades, la gente sale adelante; no hay nadie que quiera vivir peor”, sostiene Sergio Moreno, director de Fundación Oficios (Imagen: gentileza Fundación Oficios)

“En este momento soy facilitadora del curso Incubadora de Proyectos. Y después, a partir de diciembre, trabajaré para Bayer en la parte productiva hasta mayo. Cuando termine este trabajo temporal, me dedicaré a ser mamá y ama de casa”, cuenta Candela, que tiene tres hijos: “Francisco, de 30 años, que es un profesional viajero y Justina y Beltrán, de 6. Estoy en pareja con el padre de mis mellizos”. Ella no duda en recomendar la experiencia: “¡Que la gente se anime a anotarse! El saber no ocupa lugar y siempre es bueno aprender, proyectar, ¡prosperar!”.

Hoy, Oficios trabaja en ocho sedes, pero no le alcanzan para la demanda que tiene. Durante la pandemia siguió trabajando, con menos cupos por aula y llevando las herramientas a domicilio. El desafío para 2022 es acoger a más personas. 

Fundación Oficios parte de la premisa de que el progreso personal y el colectivo son posibles con base en la formación continua y el trabajo, sumados al respeto, el mirar al prójimo y garantizar el derecho a educarse a lo largo de toda la vida.

Moreno lo resume así: “Trabajamos para recomponer la biografía de las personas, ayudar a que tengan una segunda oportunidad real de vivir con dignidad”.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 17 de noviembre de 2021.

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